EN DEBATE
“EL SINDROME DE BAGDAD”
Han pasado catorce
años desde que EEUU y Gran Bretaña invadieron
Iraq y aún perduran las huellas de su presencia siendo ISIS una de ellas.
Por
Horace Husseini
Parece que fue
ayer y como en una película que pasa en cámara lenta, el humo negro de las
ruinas de varias zonas de Bagdad, se elevaban al cielo tiñéndolo de ese gris
sucio que taparía por semanas el sol y tan solo sería el preludio de una
tragedia por venir que no tendría fin. Las tropas estadounidenses y británicas,
como si de una invasión de langostas, entraron a Iraq en marzo de 2003
arrasando todo lo que se encontraron a su paso y como si de una orgia de muerte
se tratase, se dijeron a sí mismos “todo vale con los enemigos que no son
humanos”.
Más
allá de que éste breve prefacio tenga un cierto aire literario, lo cierto es
que sirve para contextualizarnos en un fenómeno que se originaría en la ciudad
de las “mil y una noches” y que (querido o no por los invasores) dieron el
origen a lo que hoy poco a poco, avanza agazapado a todos los rincones del
globo. El llamado “terrorismo” islamista que nunca pudo prosperar con Saddam
Hussein en el poder, tuvo su auge con la llegada de los estadounidenses y su
denominada “Autoridad Provisional”, una entelequia administrativa que bajo la
denominación para la “reconstrucción”, en realidad camuflaba toda la ingeniería represiva y de
exterminio dirigida entre otras agencias, por la CIA y sus colegas de la
inteligencia militar.
La
maquinaria militar estadounidense logro abrirse paso y aplastar cuanta barricada
y posiciones defensivas se les interpuso en el camino. Sus tanques estaban bien
provistos y el equipo antitanque de los iraquíes no bastaba en muchos casos
para lograr frenar las hileras acorazadas que penetraban en las ciudades. Si
algo no falto en aquella lucha fue el ánimo de los iraquíes por no caer bajo el
yugo invasor y testimonio de ello pueden darlo los mismos norteamericanos que
vieron como desde todas partes y con todos los calibres de municiones
imaginables, les disparaban soldados, policías, milicianos y simples vecinos
bagdadíes. Desde techos y terrazas
lanzaban cocteles molotov, garrafas de gas a modo de bombas sobre los tanques
Abrhams y Bradley que pasaban por las calles.
Con
esto queda claro que los iraquíes del común, hicieron cuanto pudieron contra
aquella invasión y pese a que no lograron detenerles, no se quedarían de brazos
cruzados.
Y
mientras las tropas invasoras se movían ruidosamente por la superficie, en la
oscuridad de sus bases y agazapados a la espera de órdenes, las agencias de
inteligencia como la CIA y grupos dirigidos por el Mossad israelí planificaban
su propia guerra subterránea en la cual no habría miramientos ni respeto de
cualquier legislación internacional ya que para ellos, “todos en Iraq, son
enemigos”, sin importar si sus víctimas eran hombres, mujeres, niños o si ellos
eran civiles, sunitas, chiitas o cristianos, para aquellos solo eran blancos y
nada más.
Pero
estos planes no lograrían tener éxito si no era con la colaboración de ex
oficiales de inteligencia de Saddam, quienes consideraron mejor negocio, dar la
espalda a su país para unirse a los equipos de la CIA y trabajar para los
nuevos amos, tal como lo aseguró el ex jefe de la agencia Vincent Cannistraro
(The American Prospect. “El resurgir de Fénix”. http://prospect.org/article/phoenix-rising )
A la
par de estos siniestros elucubradores, sus colegas militares quienes son en la
vida real, una competencia que muchas veces se chocan en los escenarios donde
actúan, median y pronosticaban cual sería la reacción de la sociedad iraquí
ante su presencia y como tocar los cables correctos para desarticular las
lealtades que existían entre la población para con Saddam Hussein y el partido
Baas. Para ello contaban con la
colaboración de traidores políticos, milicias pro-iraníes como la organización
“Badr” y criminales locales que paga
mediante y las promesas de un sitial en el gobierno que se erigiría, prestarían
su ayuda para que los norteamericanos pudieran moverse dentro de las
callejuelas suburbanas de Bagdad.
Apenas
los tanques norteamericanos rodaron sobre las calles de Bagdad en aquel 9 de
abril de 2003, comenzaron a trabajar las células de delincuentes que habían
sido entrenados meses antes por estadounidenses y británicos en campamentos
secretos en Jordania y que operarían como los primeros “Escuadrones de la
muerte” que sembrarían el terror entre la población. Su misión era ir a la caza
de los principales jefes y representantes del partido nacional Baas sin
importar a cuantos tuvieran que matar para conseguirlo.
Pese
a los daños que causaron y la brutalidad puesta en marcha, no lograron
concretar sus propósitos.
Para
cuando los estadounidenses desembarcaron, ya tenían preparada una política de eliminación
y cooptación que debería disolver a las FFAA, la policía y los organismos de
inteligencia iraquíes y colocar en su lugar estructuras con funcionarios de
partidos opuestos al Baas sin importar que ellos fueran pro-iraníes
(Iraqsolidaridad. “Irán gana influencia y poder en Iraq a través de las
milicias”. Por Tom Lasseter. http://www.iraqsolidaridad.org/2004-2005/docs/ocup_20-12-05_3.html ). Lo
imprescindible era que fueran eliminados los elementos baasistas o cualquiera
que resistiera la presencia extranjera.
Al
mismo tiempo y unas semanas después y cuando los norteamericanos recién estaban
armando la infraestructura de la Zona Verde, comenzarían las primeras
escaramuzas con grupos irregulares de iraquíes que, organizados en la
clandestinidad, proclamaban por videos subidos a internet ser la “resistencia
armada” contra la ocupación. Pese a que los voceros militares trataron de
minimizar estos hechos, los mismos se fueron multiplicando, y ello llevo a
crear tensiones irremisibles entre la administración de George W. Bush y el
Pentágono (Iraqsolidaridad. “La resistencia iraquí fractura las relaciones de
Bush con el ejército norteamericano”. Por Abid Mustafa. http://www.iraqsolidaridad.org/2004-2005/docs/mustafa_30-06-05.html )
Esto
hizo inviable que pudieran estar en el terreno sin pagar duras consecuencias.
Fue allí que los cerebros de la inteligencia militar y sus colegas de la CIA
implementarían el arma secreta (contrainsurgencia), que ya había sido usada en
Afganistán en la década de los ochentas y que (deliberadamente) salto al
conocimiento público con los ataques en Kenia y Tanzania en 1998; ella era, “Al
Qaeda” con un supuesto origen iraquí. Pero incluso eso fracaso. Su organizador
Abu Muzab Al Zarqawi, enviado para crear controversia en enfrentamiento entre
los grupos de la resistencia, cuando no sirvió más, fue eliminado por los
propios norteamericanos.
Lo
que Zarqawi y su grupo no lograron, lo hizo el sistema de prisiones administrado
por EEUU (entre ellos Abu-Graib) donde se torturo y asesino sistemáticamente a
los iraquíes. Allí no solo se detenía y torturaba a hombres y mujeres por
sádico placer, sino que, con la participación de médicos y psiquiatras contratados
por la CIA como los doctores James Mitchell y
Bruce Jensen (entre otros) se experimentaba con dolorosos métodos de
lavado de cerebro, choques eléctricos, privación del sueño, meter comida por el
recto, sodomización de hombres y mujeres, ahogamiento submarino y el chantaje, se manipulaba las mentes de los
desgraciados para que, una vez acondicionados, sirvieran a los propósitos de los
norteamericanos. Destruir la psiquis del prisionero era la meta de estas
prácticas aberrantes y llevarlo a los extremos de la desesperación.
En estas redes de prisiones se crearon tal vez
cientos o miles de “zombies” que, una vez liberados, estarían al servicio de
las células de la CIA y aliados que operativos aún hoy en la clandestinidad,
siguen colocando bombas en lugares públicos de Bagdad. He aquí lo que los
norteamericanos querían decir “ganar la mente y los corazones de los iraquíes”.
Sumado
a ello, la desinformación y el constante radiar de una propaganda engañosa por
parte de los medios occidentales sobre una supuesta guerra sectaria para tapar
la realidad de una resistencia en auge, que no les dio tregua hasta su salida
en 2011.
Al
día de hoy no se puede conocer el grado de daño que ha causado esta ingeniería
siniestra y cuán importante ha sido éste para perpetrar actos tan violentos
como irracionales (como los coches bomba en medio de una multitud o
inmolaciones en los mercados). Sin lugar
a dudas y a la distancia, con estas
aberrantes manipulaciones al mejor estilo nazi, el factor “ISIS” surge como un
ente aglutinante claramente funcional, un elemento creado y plantado deliberadamente
para absorber a estos “muertos vivos” y moverse con relativa simpatía en una
sociedad mansillada y que fue inoculada
con los venenos de la desesperación y terror.
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