“DOS MINUTOS PARA EL
DESASTRE”
¿Tiene
conciencia la clase política argentina y en especial los posibles candidatos a
ejercer el próximo gobierno de cuáles serían las consecuencias de una posible
dolarización de la economía?
Por Charles H. Slim
Mientras el mundo estudia seriamente sacudirse de la
dependencia del dólar como moneda de cambio comercial a nivel internacional, en
la Argentina ocurre todo lo contrario. Ir contra la corriente aun cuando ello
es perjudicial para los intereses del mismo estado argentino, es un deporte
nacional algo de lo cual a la altura de las actuales circunstancias, no cabe
ninguna duda. Las señales que por estos últimos días se han visto en el país
sudamericano lo dejan en claro. A las declaraciones anacrónicas de algunos
representantes sociales ligados al candidato “K” Alberto Fernández, pasando por
la severa crisis económica social y financiera (que involucra la participación
del FMI), que amenaza con tragarse al gobierno macrista y a sus sucesores, se
suman por estas horas los rumores de una posible dolarización de la economía lo
significaría el definitivo abandono de su moneda soberana.
La misma sociedad que voto a Cristina Fernández de
Kirchner, fue la que le dio su voto a Mauricio Macri en 2015 y hoy estos mismos
son quienes tras derribarlo lo están pateándolo en el suelo.
Será esta sociedad ambigua e hipócrita la que
enterrara a su moneda sin tomar dimensión de lo que ello acarreará. El refugio
en el dólar como la moneda de ahorro consuetudinario, ha llevado a muchos
economistas a señalar la conveniencia de una dolarización como solución ante la
escalada hacia una Hiperinflación. Pero los cerebros detrás de estas hipótesis
pareciera que no ven lo que está sucediendo dentro de la economía doméstica estadounidense
(acuciada según Max Kaiser por un “Vandalismo financiero”) y con su moneda alrededor
del globo y los próximos pasos de Donald Trump en referencia a tratar de
complicar a la economía china con una posible recesión.
Algunos analistas ya lo venían vaticinando desde
hace unos años. Trump es un hombre de negocios y conoce muy bien cómo se
manejan los intrincados hilos de la banca financiera y es por ello que conoce
cuales son los alcances y las consecuencias que tiene ello en el comercio
internacional. Con una política netamente proteccionista que ha cerrado las
importaciones a productos de otros países –en
particular a los chinos- Washington intenta que otros países (en especial
los de la UE) adopten esta postura sin importarle que ello produzca una crisis
económico-financiera en cada uno de estos países que puedan adoptarla.
Es por eso que Trump y su Departamento de Estado -con
Mike Pompeo a la cabeza- ha adoptado esta política económica como una nueva
estrategia para continuar con la agenda del Establishment norteamericano, por
medio de la cual prescinde de los costosos despliegues y las impopulares intervenciones
militares que devoran recursos económicos del Tesoro federal sin resultados
ciertos. El control de las finanzas internacionales lleva a controlar el
comercio y las economías de los países, pudiendo presionar a aquellos gobiernos
que se opongan a estas políticas o simplemente no sean del agrado de
Washington.
Los ejemplos de cómo se articula esta política
ilícita y sucia de coerción económica y comercial internacional vienen desde
hace tiempo pero se fueron perfeccionando en su amplitud y profundidad tras la
guerra contra Iraq en 1991 con –al amparo
de las resoluciones de Naciones Unidas- la imposición de sanciones de todo
tipo contra la nación árabe que se extendieron por trece terribles años en los
cuales, se le privó a Bagdad la posibilidad de manejar su dinero producto de la
explotación y producción petrolera y
mucho menos, recuperar los activos de las cuentas bancarias en el exterior. El
daño causado por esto fue indescriptible y millones de iraquíes –y en particular los más de 500.000 niños que murieron por falta de alimentos y
medicinas- lo padecieron en forma
lenta y progresiva.
De esta manera los subsecuentes asesores del
Departamento de Estado, fueron dándole un mayor protagonismo a estas medidas
como un arma de presión central que no se queda en lo financiero y económico
sino que tiene una poderosa incidencia sobre la psiquis de los gobernantes
presionados y en especial, sobre toda su población.
Aunque ello ha sido muy útil y eficaz para ahorcar a
las economías de países pequeños (Iraq, Siria, Cuba y Corea del Norte) no lo ha
sido para presionar a países con una mayor extensión geográfica y mucho menos
contra países emergentes como Rusia que, además de haber venido creciendo en su
economía interna a un ritmo aceptable ha reforzado su diplomacia con
expectativas de ampliar su política exterior mediante la impulsión de un
multilateralismo que ya venía siendo implementado por la Venezuela Bolivariana
de Hugo César Chávez.
Ante esto, Rusia debió y sigue teniendo que tolerar
las políticas agresivas de Washington. Para contra restar la batería de
sanciones impuestas por EEUU, Moscú ha impulsado una política de relaciones
comerciales regionales llevando a que se firmen importantes convenios que
rompen con las vallas financieras y comerciales que, como el dólar como única
moneda de intercambio, condicionan especialmente el intercambio en el mercado
del petróleo.
Otros aspectos de esta proyección rusa pueden verse
en su profundización en las relaciones bilaterales con China, Turquía, Irán,
Pakistán y la India llevando a que, cada uno en sus áreas específicas, vean
satisfechas con un socio regional sus necesidades comerciales y financieras pudiéndose
ver en breve la posibilidad de un reemplazo definitivo del dólar por el Yuan
y/o el Rublo.
Los actuales entuertos que EEUU viene teniendo con
China están tratando de ser llevados a este escenario financiero como una forma
de tratar de desestabilizar la economía del gigante asiático desde adentro. Así
como la intervención militar directa fue una herramienta medianamente útil para
doblegar a los países árabes islámicos en el comienzo del siglo (Afganistán e
Iraq), hoy lo es la coerción y el chantaje financiero.
Pero pese a ello, hay una severa crisis en torno a
la moneda estadounidense que como lo señaló el jefe del Banco de Inglaterra Mark
Carney, puede ser aprovechado por los banqueros y financistas europeos para
reemplazarla por una nueva moneda, posiblemente virtual. También señala que si bien China es un serio
candidato a desplazar la hegemonía del dólar en el comercio de Asia central y
más allá, todavía no se encuentra preparada para ocupar ese lugar.
Carney también señala que el papel del FMI es
fundamental para el establecimiento de una moneda global que reemplace al
dólar, siendo las opciones más avanzadas las criptodivisas para sustentar una
economía netamente digital.
Pero en Argentina ninguno de sus políticos del
oficialismo ni de la oposición ni de sus expertos en política económica y
financiera ha reparado en estas actuales circunstancias y los debates que se
están dando en este tema, con lo cual reina la incertidumbre sobre cómo se
posicionara el país ante estas circunstancias y la posible dolarización de su
economía. Hay una guerra comercial entre EEUU y China y en breve se especula con
la posible creación de una recesión global impulsada por Trump que de
producirse, sacudirá a todos los países con particulares consecuencias en cada
una de sus economías y se sabe, que esto traería la caída del empleo, detención
de la producción, falta de alimentos y con seguridad la provocación de una o
varias guerras regionales incentivadas por este marco y los fabulosos negocios
que la misma trae para la industria armamentística. Entonces algunos se
preguntan ¿Cuáles son las herramientas del próximo gobierno argentino para
protegerse de esto?
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