“GIRO
GEOESTRATEGICO”
Cómo ha
evolucionado el Plan de dominación imperial estadounidense desde el 11/ S de 2001
hasta el presente
Por Charles H. Slim
Hace 18 años el mundo cambiaría para siempre y a
partir de allí, comenzaría una larga y tortuosa historia de terror, intrigas y
guerras que por estos días pareciera que comienza a cambiar su dinámica
poniendo en evidencia que pese a que no se detienen los objetivos originales
que tuvieron aquellos impulsores de esos ataques, variaran en la forma de
conseguirlos.
Desde el 2001 la administración Bush-Cheney con el
apoyo incondicional del Departamento de Defensa controlado por ese entonces por
Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, pusieron en marcha un plan geoestratégico
denominado “Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense” (PNAC) que había sido
fundado en 1997 por un selecto grupo de neoconservadores y sionistas donde
algunos de ellos en el año 2000 pasarán a ser funcionarios de gobierno de la
administración Bush. Entre ellos
estuvieron Dick Cheney, Jeb Bush, Robert Perle, Lewis Scooter Libi, Donald
Rumsfeld y Paul Wolfowitz entre muchos otros.
Aunque la idea y el planeamiento que allí se
desarrolla fue sin dudas pergeñado desde el final de la primera guerra del
Golfo en 1991, es decir antes de que George
W. Bush (hijo) lograse llegar al poder, sus mentores (entre ellos los
israelíes) desarrollaron un esquema operativo detallado para que dicho plan
fuera viable al corto plazo.
Así nacería la doctrina por la cual se justificaría
la restricción de los derechos y libertades constitucionales de los mismos ciudadanos
estadounidenses (con especial ponzoña sobre los musulmanes) y el avasallamiento
de la ley internacional y de la soberanía de otras naciones.
En esos momentos
pocos se preguntaron ¿Dónde entra el respeto a los derechos humanos en todo
esto? Obviamente, la respuesta sorda fue “en ninguna parte” y la prueba más
tangible de ello está en las ilegales intervenciones sobre Iraq, Afganistán y
Siria en cada una de las cuales se han verificado todo tipo de abusos,
torturas, desapariciones, ejecuciones sumarias y masacres colectivas que han
pretendido ser morigeradas ante la opinión pública bajo el amparo de una
supuesta “lucha contra el terror” que como se ve actualmente en Afganistán, no ha
llegado a ninguna parte.
Su implementación fue posible atendiendo a la falta
de un rival militar a nivel internacional y del obsceno y subalterno papel de
Naciones Unidas para reglar estas intervenciones bélicas y mucho menos condenar
las aberraciones que Washington pondría en marcha en cada una de ellas.
Los desarrolladores de esta planificación serían
Donald Rumsfeld quien representaría la pata política del plan mientras que el
Almirante Arthur K. Cebrowsky -con la participación de Thomas P. M.
Barnet- desarrollaría la faz operativa y de ejecución del despliegue militar
para concretar los objetivos del proyecto el cual hay que señalar, era
funcional a los intereses de Tel Aviv.
Con el control absoluto del Departamento de Defensa
(al cual tras los ataques del 11/S se le incremento el presupuesto a niveles
impresionantes), la Administración Bush-Cheney solo debía esperar el momento
oportuno para dar inicio a la acción con el fin de lanzarse sobre los recursos
estratégicos –lícitos e ilícitos- de
Asia Central. Y esa señal estruendosa se dio aquella mañana del 11 de septiembre
de 2001.
Lograr la dominación global a base de la llamada
“doctrina Rumsfeld-Cebrowsky”, exitosa en parte, actualmente parece estar
siendo reemplazada por un ángulo diferente que aunque sigue buscando el mismo objetivo, difiere en
la materia que quiere utilizar para ejercer ese control.
Pese a que nadie esperaba eso, desde 2009 Barak
Obama continuó con esta política aunque llevando adelante otras vías, aliándose
directa y secretamente con organismos político religiosos islámicos como la
organización “Hermanos Musulmanes” –de
orientación Takfir- que vehiculizarían las operaciones de agitación y
violencia disfrazando así las intenciones estadounidenses de continuar con la
misma agenda. Para ello la CIA estrecho lazos con los servicios de inteligencia
británicos (MI-5 y MI-6) quienes son los autores intelectuales de la operación
denominada “Primavera Árabe” que entre otros logros sirvió para derrocar a
Mohammar Al Gadafy en Libia. Se trató de un cambio de estrategia y de tácticas,
pero los objetivos del PNAC tendientes a crear el caos en los estados
intervenidos para –bajo la supuesta
ayuda- mantenerlos bajo control, seguían en pie.
Desde la asunción de Donald Trump a la Casa Blanca
en 2016, se siguió implementando en política exterior aquella doctrina en la
cual a base del uso de la fuerza y de las operaciones de engaño se intervino en
la soberanía de países estratégicamente valiosos y se destruyó sus
infraestructuras para ponerlos de rodillas y dependientes a sus intereses –algo que Trump denunció durante su campaña
electoral-..
Pero al paso de dos años de esta gestión, Trump en
una muestra de buscar imponer su propia marca y cumpliendo con parte de sus
promesas de campaña, puso a rodar en forma paralela otra nueva doctrina tan
siniestra como invasiva de aquella, que se la conoce como la doctrina “Pompeo-Trump”.
Esta se basa ya no en el uso avasallante de la maquinaria y el poderío militar
sino más bien en el control y monopolio de los recursos energéticos del planeta
pudiendo de esa manera doblegar la voluntad de cualquier gobierno o región que
no quiera someterse a las decisiones de Washington. En síntesis lo que se
persigue aún es la hegemonía económica y financiera de EEUU por sobre el resto
de los países.
A la par de esto, todos los frentes bélicos abiertos
por EEUU serían paulatinamente abandonados, dejando a su suerte a esos recursos
de los cuales las administraciones anteriores (Bush y Obama) solventaron y
apoyaron para hacer el trabajo sucio (creando milicias proxies). En este
sentido, se ha determinado que Siria y su gobierno sobrevivirán. Para ello Washington
ha llegado a un acuerdo con Rusia, Irán y Turquía de que no se crearan nuevos
estados ni se desmembrara a la región en parcelas confesionales como fue la
intensión de hacer con la implantación del ISIS (con el Estado Islámico) y Al
Qaeda en Siria para generar un “Sunistán”
y forzar a los chiitas a abroquelarse en una región exclusiva para ellos.
Los actuales bombardeos de EEUU sobre las posiciones de “Al Qaeda” en
Idlib, Siria son una prueba de que
Washington quiere deshacerse de estos recursos.
Otra prueba de esto, es la retirada forzada de las
brigadas de mercenarios estadounidenses y europeos que fueron empleados por los
kurdos sirios para intentar fundar una entidad autonómica llamada “Rojava” en
el norte. A pesar de la oposición de los
jefes del PKK, no les queda otra opción que desarmar sus fortificaciones y
replegarse silenciosamente.
Igualmente y aunque EEUU no tiene planeado retirar
su base de fuerzas especiales ilegalmente colocada en Hasaka al noroeste de
Siria, no estaría avocada a llevar adelante operaciones de apoyo a grupos de
mercenarios para crear desestabilización contra el gobierno de Damasco.
En el ámbito económico, Siria estará condicionada.
Cualquier programa de reconstrucción y mejoramiento de la infraestructura
deberá pasar por el tamiz u la injerencia internacional. En este sentido, no
podrá desarrollar ni gestionar obras de infraestructura energética propia que
involucren la construcción y el paso de oleoductos qataríes o iraníes quedando
obligado a aceptar únicamente la explotación de hidrocarburos a cargo de
empresas rusas (GAZPROM) quienes a su vez, deberán aceptar la sociedad de
empresas estadounidenses. Como se puede deducir de todo esto, una alternativa
típicamente mafiosa.
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