lunes, 9 de septiembre de 2019



GIRO GEOESTRATEGICO”
Cómo ha evolucionado el Plan de dominación imperial estadounidense desde el 11/ S de 2001 hasta el presente

Por Charles H. Slim

Hace 18 años el mundo cambiaría para siempre y a partir de allí, comenzaría una larga y tortuosa historia de terror, intrigas y guerras que por estos días pareciera que comienza a cambiar su dinámica poniendo en evidencia que pese a que no se detienen los objetivos originales que tuvieron aquellos impulsores de esos ataques, variaran en la forma de conseguirlos.

Desde el 2001 la administración Bush-Cheney con el apoyo incondicional del Departamento de Defensa controlado por ese entonces por Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, pusieron en marcha un plan geoestratégico denominado “Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense” (PNAC) que había sido fundado en 1997 por un selecto grupo de neoconservadores y sionistas donde algunos de ellos en el año 2000 pasarán a ser funcionarios de gobierno de la administración Bush.  Entre ellos estuvieron Dick Cheney, Jeb Bush, Robert Perle, Lewis Scooter Libi, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz entre muchos otros.

Aunque la idea y el planeamiento que allí se desarrolla fue sin dudas pergeñado desde el final de la primera guerra del Golfo en 1991,  es decir antes de que George W. Bush (hijo) lograse llegar al poder, sus mentores (entre ellos los israelíes) desarrollaron un esquema operativo detallado para que dicho plan fuera viable al corto plazo.

Así nacería la doctrina por la cual se justificaría la restricción de los derechos y libertades constitucionales de los mismos ciudadanos estadounidenses (con especial ponzoña sobre los musulmanes) y el avasallamiento de la ley internacional y de la soberanía de otras naciones. 
En esos momentos pocos se preguntaron ¿Dónde entra el respeto a los derechos humanos en todo esto? Obviamente, la respuesta sorda fue “en ninguna parte” y la prueba más tangible de ello está en las ilegales intervenciones sobre Iraq, Afganistán y Siria en cada una de las cuales se han verificado todo tipo de abusos, torturas, desapariciones, ejecuciones sumarias y masacres colectivas que han pretendido ser morigeradas ante la opinión pública bajo el amparo de una supuesta “lucha contra el terror” que como se ve actualmente en Afganistán, no ha llegado a ninguna parte.  

Su implementación fue posible atendiendo a la falta de un rival militar a nivel internacional y del obsceno y subalterno papel de Naciones Unidas para reglar estas intervenciones bélicas y mucho menos condenar las aberraciones que Washington pondría en marcha en cada una de ellas.

Los desarrolladores de esta planificación serían Donald Rumsfeld quien representaría la pata política del plan mientras que el Almirante Arthur K. Cebrowsky  -con la participación de Thomas P. M. Barnet- desarrollaría la faz operativa y de ejecución del despliegue militar para concretar los objetivos del proyecto el cual hay que señalar, era funcional a los intereses de Tel Aviv.

Con el control absoluto del Departamento de Defensa (al cual tras los ataques del 11/S se le incremento el presupuesto a niveles impresionantes), la Administración Bush-Cheney solo debía esperar el momento oportuno para dar inicio a la acción con el fin de lanzarse sobre los recursos estratégicos –lícitos e ilícitos- de Asia Central. Y esa señal estruendosa se dio aquella mañana del 11 de septiembre de 2001.

Lograr la dominación global a base de la llamada “doctrina Rumsfeld-Cebrowsky”, exitosa en parte, actualmente parece estar siendo reemplazada por un ángulo diferente que aunque  sigue buscando el mismo objetivo, difiere en la materia que quiere utilizar para ejercer ese control.

Pese a que nadie esperaba eso, desde 2009 Barak Obama continuó con esta política aunque llevando adelante otras vías, aliándose directa y secretamente con organismos político religiosos islámicos como la organización “Hermanos Musulmanes” –de orientación Takfir- que vehiculizarían las operaciones de agitación y violencia disfrazando así las intenciones estadounidenses de continuar con la misma agenda. Para ello la CIA estrecho lazos con los servicios de inteligencia británicos (MI-5 y MI-6) quienes son los autores intelectuales de la operación denominada “Primavera Árabe” que entre otros logros sirvió para derrocar a Mohammar Al Gadafy en Libia. Se trató de un cambio de estrategia y de tácticas, pero los objetivos del PNAC tendientes a crear el caos en los estados intervenidos para –bajo la supuesta ayuda- mantenerlos bajo control, seguían en pie.

Desde la asunción de Donald Trump a la Casa Blanca en 2016, se siguió implementando en política exterior aquella doctrina en la cual a base del uso de la fuerza y de las operaciones de engaño se intervino en la soberanía de países estratégicamente valiosos y se destruyó sus infraestructuras para ponerlos de rodillas y dependientes a sus intereses –algo que Trump denunció durante su campaña electoral-..

Pero al paso de dos años de esta gestión, Trump en una muestra de buscar imponer su propia marca y cumpliendo con parte de sus promesas de campaña, puso a rodar en forma paralela otra nueva doctrina tan siniestra como invasiva de aquella, que se la conoce como la doctrina “Pompeo-Trump”. Esta se basa ya no en el uso avasallante de la maquinaria y el poderío militar sino más bien en el control y monopolio de los recursos energéticos del planeta pudiendo de esa manera doblegar la voluntad de cualquier gobierno o región que no quiera someterse a las decisiones de Washington. En síntesis lo que se persigue aún es la hegemonía económica y financiera de EEUU por sobre el resto de los países.

A la par de esto, todos los frentes bélicos abiertos por EEUU serían paulatinamente abandonados, dejando a su suerte a esos recursos de los cuales las administraciones anteriores (Bush y Obama) solventaron y apoyaron para hacer el trabajo sucio (creando milicias proxies). En este sentido, se ha determinado que Siria y su gobierno sobrevivirán. Para ello Washington ha llegado a un acuerdo con Rusia, Irán y Turquía de que no se crearan nuevos estados ni se desmembrara a la región en parcelas confesionales como fue la intensión de hacer con la implantación del ISIS (con el Estado Islámico) y Al Qaeda en Siria para generar un “Sunistán” y forzar a los chiitas a abroquelarse en una región exclusiva para ellos. Los actuales bombardeos de EEUU sobre las posiciones de “Al Qaeda” en Idlib,  Siria son una prueba de que Washington quiere deshacerse de estos recursos.

Otra prueba de esto, es la retirada forzada de las brigadas de mercenarios estadounidenses y europeos que fueron empleados por los kurdos sirios para intentar fundar una entidad autonómica llamada “Rojava” en el norte. A pesar de la oposición  de los jefes del PKK, no les queda otra opción que desarmar sus fortificaciones y replegarse silenciosamente.

Igualmente y aunque EEUU no tiene planeado retirar su base de fuerzas especiales ilegalmente colocada en Hasaka al noroeste de Siria, no estaría avocada a llevar adelante operaciones de apoyo a grupos de mercenarios para crear desestabilización contra el gobierno de Damasco.

En el ámbito económico, Siria estará condicionada. Cualquier programa de reconstrucción y mejoramiento de la infraestructura deberá pasar por el tamiz u la injerencia internacional. En este sentido, no podrá desarrollar ni gestionar obras de infraestructura energética propia que involucren la construcción y el paso de oleoductos qataríes o iraníes quedando obligado a aceptar únicamente la explotación de hidrocarburos a cargo de empresas rusas (GAZPROM) quienes a su vez, deberán aceptar la sociedad de empresas estadounidenses. Como se puede deducir de todo esto, una alternativa típicamente mafiosa. 

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