JUICIO DE
CONVENIENCIA
¿Por qué el
gobierno argentino y a pedido de quiénes acelera su intención de abrir el
juicio contra funcionarios iraníes y ciudadanos libaneses?
Por Charles H. Slim
El publicitado anuncio del inicio del juicio en ausencia contra los sospechados de ser autores de los atentados en 1992 y 1994 en Buenos Aires no podría ser más conveniente. Lo hemos dicho muchas veces, la casualidad no existe y mucho menos en la política argentina. La armada acusación que se lanza sobre ciudadanos iraníes y libaneses bajo el rótulo de terroristas no solo es una injuria más contra los musulmanes sino, una vergonzosa operación a la cual el gobierno argentino se presta atendiendo a meros y circunstanciales intereses geopolíticos.
Ciertamente, no
hay casualidad en este anuncio. En momentos que Israel intentó (con la ayuda de
EEUU) destruir a las potencialidades tecnológicas y al sistema político iraní,
la administración de justicia argentina notablemente signada por los tiempos
del poder, decide que iniciará un proceso valiéndose de una herramienta legal
ajena a la tradición jurídica argentina.
Esta movida ya era
advertida a comienzos de año, cuando entre gallos y medianoches, en el senado se
sanciono el “juicio en ausencia”, una institución del sistema anglosajón
(Commonwealth) y por ende extraña a la Constitución nacional. Tal como lo
afirman sus propios relatores, esta institución fue insertada con el propósito
de abrir un juicio por el atentado contra la AMIA de 1994 con lo cual se
advierte una poderosa presión sectorial orientada a un sector bien determinado.
Como vemos no se trata de una decisión “judicial” en busca de justicia sino una
movida de carácter netamente político y que claramente a su vez responde a
intereses geopolíticos de un actor llamado Israel.
Pero este no el
único problema en esta pretendida búsqueda de justicia. Durante décadas se ha
prejuzgado sobre los posibles autores de ambos atentados, algo que fue
funcional para tapar las injerencias locales que involucraron a personeros políticos
de DAIA y AMIA con el entonces gobierno menemista. Al mismo tiempo y ese
prejuicio por efecto de una prensa ajustada a un solo relato lo ha carnificado
en una opinión general que por ignorancia, miedo a comprometerse o simple
desinterés ignora los pormenores de aquellos hechos y solo repite lo que los
medios dicen.
Incluso si
diéramos algo de credibilidad a las pesquisas y supuestas pruebas valoradas por
las instancias inferiores, la pregunta que las personas del común deberían
hacerse es ¿Cuáles son esas pruebas y quiénes las aportaron?
Pero regresando a
la decisión de abrir un juicio contra personas que no estarán presentes y sobre
las cuales pende un innegable prejuicio por razón de su nacionalidad, ideología
y religión, no se necesita tener conocimientos en derecho para saber cuál será
la sentencia.
Más allá de este
particular caso, la incrustación forzosa de este engendro del derecho
angloestadounidense, sentará otro mal precedente para el tan trillado y
exclamado respeto por la república y la democracia. Tan clara y alevosa es la
direccionalidad con la que se han conducido (supongamos que las hubo) las
investigaciones que la posibilidad de que semejante engendro pueda materializarse
ya advierte de su inevitable nulidad.
Obviamente que los
beneficiados por esta movida (y que no son las víctimas), ven de parabienes el
desarrollo de esta parodia de proceso judicial que forma parte del frente propagandístico
de Tel Aviv contra la república de Irán.
Y también vemos
que no es casual este sorpresivo diligenciamiento de una justicia federal
recurrentemente acomodaticia a los tiempos de los gobiernos de turno, que hoy
se repite con este llamado “gobierno libertario” que solo es una máscara de
otros intereses.
Pero volviendo a
lo exclusivamente jurídico podemos intuir que los abogados de la parte iraní
(que suponemos deberían tenerlos) tienen para echar mano y fundar la falta de
imparcialidad, el sesgo notoriamente anti iraní e islamófobo de la propia
posición del gobierno y que surgieron de las propias palabras del presidente
Javier Milei cuando para apoyar a su amigo Benjamín Netanyahu en su ilegal
agresión catalogó a Irán como “enemigo de la Argentina”.
Si la puñalada
israelí del 13 de junio pasado -que implico la detonación de autos bomba en
residencias familiares de funcionarios iraníes- hubiera salido como lo
esperaban Netanyahu y sus acólitos del sionismo revisionista, otra sería la
historia e incluso las palabras injuriosas del presidente argentino podrían
carecer de importancia ya que, los lideres iraníes asesinados y su país sumido
en el caos (como Iraq en 2003 y Libia del 2011) la parodia de juicio no
encontraría reparo alguno e incluso seguramente, sin una mínima cobertura de los
medios sería apoyada por las marionetas políticas que los estadounidenses
pondrían en Teherán.
Más allá de la
insustancialidad probatoria de la que sufre esta causa y que solo tiene como
sostén los informes de inteligencia del Mossad y la CIA (que no son organismos
auxiliares de la justicia) insertados judicialmente por el fiscal Alberto
Nisman, ambas agencias hostiles a Irán y expertas en falsificar pistas para
crear intervenciones bélicas hechas a medida de los intereses de sus gobiernos,
el actual posicionamiento del gobierno argentino y muy particularmente de su
presidente, no da las seguridades jurídicas mínimas para un debido proceso.
Pero más allá de
esta clara maniobra geopolítica, la inserción del instituto del juicio en
ausencia podría ser más ventajoso que lo que sus impulsores han pensado ya que,
atendiendo a los delitos que procesa (lesa humanidad, crímenes de guerra y
todos los contemplados en el Estatuto de Roma y Convenciones Interamericanas e
internacionales contra la desaparición de personas y tortura entre otros), se
abre la posibilidad de que las víctimas (o sus representantes) del terrorismo y
genocidio a manos de Israel se conviertan en querellantes en juicios similares
sin ninguna dificultad.
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