ISLAMOFOBIA
Y
PERSECUCION
¿Qué otros oscuros
ingredientes tiene la política neoconservadora de Donald Trump que se ocultan
detrás de su política migratoria?
Por Javier B. Dal
Si hay algo que ha quedado bien claro, es que en los EEUU el racismo y el antisemitismo sigue tan vigente como nunca. Desde que la resistencia palestina encabezada por Hamas lanzó la operación “Inundación AL Aqsa” en octubre del 2023 que recupero por unas horas los territorios aledaños a la franja y tras el desmedido contraataque israelí que dio inicio a un genocidio aun en proceso, la administración política estadounidense, profundamente cooptada por los intereses sionistas, llevó a que se presionara a Joe Biden para censurar cualquier manifestación interna contra Israel.
El mundo académico
se convirtió en el foro de expresión más claro y contundente del activismo
pro-palestino que sulfuró los ánimos de los círculos sionistas estadounidenses
a tal punto, que mediante sus lobbies en el Congreso y mediante presiones desde
dentro del mismo partido demócrata, Biden autorizó la represión y una campaña
de intimidación contra académicos y estudiantes.
Alguien que vive fuera de EEUU podría suponer que los demócratas no son tan democráticos como se jactan, pero eso no es todo. Los republicanos comparten la misma filosofía y responden a los mismos intereses. Apenas Donald Trump toma el poder y respondiendo a las inquietudes de aquellos mismos sectores, firmó varias órdenes ejecutivas que van más allá de aquella verdadera política fascista de su predecesor y que hoy vemos profundizada con las deportaciones contra académicos y estudiantes de ascendencia árabe-palestina ¿Por qué? Precisamente, por su origen semítico (porque lo árabes y palestinos son semitas). Así los casos de Mahmoud Khalil y Badar Khan Suri estudiantes de la Universidad de Columbia se han convertido en dos claros símbolos de esta vergonzosa persecución claramente islamófoba y anti semita.
Ambos fueron
arrestados como criminales, aunque no se les ha imputado ningún delito dejando
en evidencia la tradición arbitraria de un racismo subterráneo latente bajo la
superficie. A su vez (y no por casualidad), deja expuesta una abominable
práctica muy usada en Israel contra los palestinos llamada “detención
administrativa”, una pieza legal tan aberrante y arbitraria como lo que sus
captores les hacen a los detenidos bajo esa figura.
Los argumentos
para aplicar esta verdadera política segregacionista es la tan invocada
“seguridad nacional” y los riesgos para la política exterior echando mano de una
vieja y desusada ley (de Inmigración y Nacionalidad de 1952); ahora bien, sobre
aquello habría que precisar quien se beneficia ¿la política exterior de EEUU o
de Israel?
Dejando de lado
aquella cuestión, no hay que perder de vista en que se ha convertido los EEUU y
que como ya años antes muchos advertían, lo sufrirían los propios
estadounidenses. El ineludible uso de los aparatos del estado (FBI y otras
agencias federales) para ejercer un control del pensamiento crítico (Ley Patriota)
ya es una realidad indiscutible aun cuando el Departamento de Estado y sus
voceros en La Casa Blanca busquen justificarlo de cualquier modo.
Si nos atenemos a
la historia contemporánea y especialmente la de EEUU, no deberíamos
sorprendernos con estas prácticas, en especial contra los árabes y musulmanes. Desde
la década de los sesentas hasta el 2001 el poder real estadounidense fue
desarrollando una política notoriamente anti-islámica que se dio inicio por
mediado de los sesentas en medio de una gran agitación social donde los negros
seguían siendo públicamente tratados como subhumanos.
Ante la creciente
toma de consciencia de ellos mediante nuevos líderes emergentes y asociaciones,
el gobierno federal puso en marcha políticas de control y represión con las
infiltraciones del FBI de Edgar Hoover a los grupos negros musulmanes, especialmente
a la Nación del Islam con la finalidad de radicalizarlos, dividirlos y
justificar así la vigilancia y represión mucho más amplia contra sus miembros.
Tras la farsa
montada en septiembre del 2001 que sirvió (por razones políticas y negociales) para
justificar las sangrientas invasiones contra Afganistán e Iraq bajo falsas
acusaciones de tener vínculos con lo ocurrido, termino sirviendo para criminalizar
al Islam. Esta política se profundizo a niveles de la paranoia creando sobre el
colectivo, un miedo y aversión a todo lo relacionado con los musulmanes, los
árabes y claro, el Islam; una paranoia que actualmente ya no distingue y se dirige
sobre todos los ciudadanos estadounidenses.
Así mismo, el
propio presidente Donald Trump no ha ocultado su odio a los musulmanes que no
por casualidad va a la par de su militancia sionista, base ideológica que
justifica ese odio y que muy curiosamente se despliega sin tapujos y con total
impunidad con grupos de choque (enmascarados) que irrumpen en las universidades
para golpear a los militantes pro-palestinos y destruir su cartelería ¿Quiénes
les están pagando a estos matones? Digamos
que podrían ser los mismos que confeccionaron listas negras y se las
presentaron a Trump para que los deporten en los aviones con inmigrantes
indeseables.
Por último, no hay
que olvidar que el Campo de concentración de Guantanamo es el monumento y un
recuerdo permanente de inhumanidad y de la islamofobia estadounidense y que,
pese a los lavadores de imagen en los medios rentados del hemisferio, será
imposible de borrar de la mente de la humanidad.
Con estos
precedentes no extraña la liviandad y brutalidad con la que actualmente se procede
contra los militantes pro-palestinos de los claustros universitarios y de
cualquier otro ámbito donde quieran expresarse, acusándoles (sin pruebas) de
ser parte de Hamas o de otra agrupación de la resistencia, como un intento por
deslegitimarles en el ejercicio de su sagrado derecho a la expresión.
No hay dudas, el
oscurantismo en EEUU sigue vivo y lo peor de todo es que demuestra la intensión
de extenderse aún más.