MAS ALLÁ DE PUTIN
¿Por qué la OTAN ha sido el gran responsable de realzar la figura del
presidente ruso Vladimir Putin y de perpetuar su producto geopolítico el BRICS+?
Por
Charles H. Slim
Cuando el presidente ruso Vladimir Vladimirovich Putin advirtió ante una
atenta audiencia en la Conferencia de Seguridad celebrada el 10 de febrero de
2007 en Münich sobre un constante y peligroso avance de la OTAN y sus socios
hacia el este, al descredito del entonces secretario de la OTAN Jaap de Hoop
Scheffer, la mayoría de los medios en occidente no le dieron mayor importancia e
incluso se tomaron a la ligera lo que se estaba exponiendo. Siete años después
de aquel evento vimos materializarse en el golpe de estado del Maidan en
Ucrania una parte de aquellos temores y pese a las pruebas de la injerencia
atlantista en aquel evento, ni Naciones Unidas ni los organismos de justicia
internacional hicieron nada por frenarlos.
Por aquel
entonces el “sistema internacional” claramente influenciado (y ciertamente
corrompido) por Washington comenzaba a resentirse producto de una creciente
oposición de la opinión pública global a las políticas belicistas e invasivas
de Washington y sus aliados atlantistas, que pusieron de manifiesto
aberraciones contra los derechos humanos en especial con los casos de
Afganistán, Iraq y el asunto de Guantánamo. En esas circunstancias la
personificación de George W. Bush como el artífice y responsable de todo
aquello fue una manera (inútil y crédula) por tratar de mantener a salvo la
imagen de los EEUU y en especial, a ese sistema de cosas que permitió concretar
sus atrocidades.
Así como
Bush no pudo hacer todo aquello y ser el único responsable del millón y medio
de iraquíes asesinados, de otros millones que debieron huir o ser desplazados y
de todo el dolor causado, Vladimir Putin en un sentido inverso, fue quien tras
intervenir en Siria logró erradicar las bandas terroristas que respondían a
agencias de inteligencia occidentales y puso una regla para que no prosperasen.
Así mismo,
ha sido quien materializó la idea del multilateralismo. En ese camino, invita a
construir una geopolítica multipolar como alternativa a la hegemonía
angloestadounidense y que se traduce en el agrupamiento de países del sur
global en torno a los BRICS+. Ha sido el producto de la organización inteligente
de un estado ruso renovado acompañado por instituciones modernizadas y funcionales
administradas por la dirección de un estadista sin parangón.
Esta
alternativa multipolar ha representado para lo que se denomina “sur global”,
una esperanza de un proyecto de relaciones internacionales más equitativas y
coherentes, separándose de las demenciales y peligrosas políticas
angloestadounidenses -y de sus aliados- que durante los últimos 30 años han
llevado al caos a vastas regiones del mundo con las consecuencias que hoy
presenciamos.
Esta
creación que va en un crecimiento paulatino, sin duda sobrevivirá a Putin y más
allá de la costosa propaganda demonizadora de los medios occidentales, existe
un consenso en ambos hemisferios sobre sus indiscutibles capacidades como
estadista-visionario y los logros que ha cosechado en esa función.
Putin no
surge del lanzamiento de la Operación Especial sobre Ucrania en febrero de
2022, ni es el único responsable por esta compleja maniobra. Tras de sí hay
tres décadas de un marco circunstancial que los medios occidentales -incluidos
los argentinos- desenfadadamente adeptos a Washington y Bruselas gustan de
tapar. Pero no se puede abordar un tema y un punto de vista, en especial de la
geopolítica, sin situarlo en el debido marco referencial.
Si se
quiere entender un problema hay que ver la película entera y no fotogramas
sueltos como ha sido el artilugio de los medios en la región y que hoy se busca
repetir con lo que sucede en Oriente Medio.
La llegada
de Putin al poder se dio en medio de una administración incapaz de controlar y
menos aún resolver la caótica situación de la Rusia de la pos guerra fría. Como
suele recordar el mismo Putin, “Boris Yeltsin hizo lo que pudo” sin inquirirle
mayores responsabilidades por su calamitosa gestión.
Ciertamente
que Yeltsin no podía hacer más y eso era funcional para Washington y en
especial, para los planes que ya había puesto en marcha desde el mismo instante
que los alemanes comenzaron a derribar el muro en Berlín. En vista a ello,
Putin sabía que los estadounidenses y sus socios europeos no se detendrían en
su avance hacia las fronteras de la joven Federación y aunque el joven Putin
poco podía hacer para evitarlo, fue algo que siempre tuvo como objetivo muy
claro y a mediano plazo para resolver si quería ver florecer a su nación.
Obviamente
que el cambio de un Yeltsin con serios problemas de salud por un Putin vigoroso
y conocedor de los intersticios del estado representaría a la larga una
calamidad para los intereses angloestadounidenses, aunque esta muy claro que el
Departamento de Estado y la misma CIA no pudieron preverlo o simplemente lo
menospreciaron. Es más, de seguro que subestimaron sus capacidades y como de
costumbre, solo se quedaron en el estereotipo sin profundizar en la realidad
del propio hombre, su carácter y las circunstancias que lo rodeaban.
Ese mismo
prejuicio primó en la Cumbre de Münich y fue por ello que no dieron importancia
a las advertencias de aquel Putin creyendo que solo serían palabras sin una
sustancia.
La misma subestimación
se vio en la preparación e instigación (en la que se comprobó la participación
de la señora Victoria Nuland y el embajador estadounidense en Kiev Geoffrey
Pyatt) de los hechos del Maidan de febrero de 2014, con la velada pero equivocada
expectativa que podían salirse con la suya, imponiendo relatos -como lo
hicieron en Libia allá por 2010- completamente manipulados sobre lo que
realmente había ocurrido en Kiev.
No
olvidemos que en esas circunstancias, aquel Putin en una maniobra política de
sagacidad y coraje, tomo la decisión de intervenir para controlar a la
península de Crimea cortándole las expectativas a la OTAN de ingresar para
apoderarse de su estratégica posición y así concretar lo que realmente estaba
en los planes de Washington y Bruselas.
Desde
entonces la presión sobre la Federación, a la cual se le agregó la guerra en
Ucrania y que lleva a cuestas Putin ha sido incesante y pese a ello, ha logrado
reiniciar la economía rusa y sostener a la Federación pese a las sanciones unilaterales
de EEUU más allá de lo que cualquier asesor en Washington ha podido prever.