“LA
HORA DEL ALBERTO”
La
incertidumbre reina en la Argentina y el gobierno nacional se fragmenta con
cada día que pasa ¿Beneficia o no al presidente Alberto Fernández?
Por Javier B. Dal
La
situación socio-económica de la Argentina no puede ser más crítica. Tras ganar
la postura de llegar a un acuerdo con el FMI, el cisma en el gobierno del
presidente Alberto Fernández se ha hecho evidente y con ello, el desbande de
una buena parte de la estructura partidaria que se agrupa en el Peronismo.
La suerte esta echada. El país no puede negarse a
cumplir con sus obligaciones y quienes dentro del “Frente de Todos” decían que
lucharían hasta el final contra el fondo monetario, han optado por borrarse
(Con Cristina Fernández a la cabeza). Hasta aquí nada nuevo en la historia
política contemporánea del país. Los charlatanes están a dos bandas y no se
limitan al partido gobernante. La oposición política es tan impresentable como
quienes gobiernan. Los políticos argentinos no solo carecen de capacidad y
vocación, también carecen de ideales y lo peor de todo, de una personalidad
para identificar a su nación.
El partido peronista (PJ) sigue siendo la fachada para
justificar a las variantes de posicionamiento político acorde al momento histórico
en el que actúa, algo que ha llevado al país a los vaivenes actuales. Para
muchos (los peronistas) son los interpretes de la realidad de cada momento,
para otros un movimiento informe y sin una ideología clara que se nutre de toda
clase de arribistas y mercenarios que viven del erario del estado. Como
movimiento político, el Peronismo hace tiempo que dejo de ser el reflejo de su
conductor (Juan Perón). Se vuelve una corriente de izquierda, neoliberal o de
derechas cuando el viento así lo los lleve. Es como dice el dicho “estar donde
mejor calienta el sol”. Aquella supuesta dinamicidad con la cual se lo trata de
disfrazar no es más que una excusa para tapar las inexplicables complicidades
con episodios críticos de la historia.
El presidente Alberto Fernández es la manifestación
última de esta dinámica insulsa y superficial, quedando en evidencia con sus
constantes inconsecuencias tanto discursivas como actuadas. Es como bien
significa su cargo, el representante de todos los argentinos, una demostración en
el sentir del colectivo. En gran parte, es responsabilidad de los mismos que
hoy lo fustigan el haber lo llevado a este alto cargo.
Nada nuevo en la historia política del país. Con su
acostumbrado carácter bipolar, la Argentina es en un encuentro de
contradicciones e infortunios que en algunos casos suelen ser fatales. La
conmemoración del golpe estado de 1976 sigue siendo usado como un mojón
político para tratar de apropiarse de un valor que es del común de cada
ciudadano argentino pero que el Kirchnerismo llego al poder le puso una marca
propia. Los derechos humanos no son de ningún partido y no distingue doctrinas,
pero los mismos argentinos han tolerado esta inconsecuencia.
Pero se ha ido mucho más lejos con esto. El golpe de
1976 y los derechos humanos se convirtió en una caja para compensar a las
familias de quienes fueron víctima de los abusos del gobierno militar pero
también, para beneficiar indebidamente a cualquiera que planteara haber sido perseguido
en aquellas épocas. Quizá lo peor sea haber compensado a quienes como parte de
las organizaciones guerrilleras, asesinaron a muchos conciudadanos (muchos de
ellos jóvenes conscriptos) cuyos casos nunca han sido abordados por la justicia.
Parte de esta inconsecuencia la vemos con los cuadros políticos
que conforman el llamado “Kirchnerismo” que puede resumirse como un refugio y
rejunte de montoneros y guerrilleros de otras agrupaciones setentistas que viven
del estado al cual atacaron. Pero la oposición de “Cambiemos” y su núcleo proto-sionista
del “PRO” no escapa a esto. La ex Ministra de Seguridad y hoy diputada nacional
Patricia Bullrich paso de ser una militante de Montoneros (nacionalista ultracatólico)
para pasar a servir a los intereses de Tel Aviv en el país.
La misma miseria o más bien “viveza criolla” la vimos
con las merecidas compensaciones para los veteranos de Malvinas en donde se
adjudicaron pagos a muchos que (además de no haber estado allí) ni siquiera
tenían la edad para haber estado en esa guerra. Un caso particular es la del
Crucero “ARA Gral Belgrano” que al momento del hundimiento durante la guerra
por las Malvinas llevaba una tripulación de 1.093 efectivos pero se presentaron
para reclamar la pensión más del doble de este número.
Así es en todas las cuestiones de la vida nacional.
Bajo el manto de la empatía y sentimientos lacrimógenos, se logran estos
beneficios que solo debieran estar restringidos a sus verdaderos legitimados
demostrando con esto que da todo lo mismo.
Pero así se ha construido el país de estos últimos 40
años, con el victimismo económicamente interesado, con arrivismo y una visión
sesgada de la historia que han hecho de los derechos humanos una cosa de
algunos (en detrimento del resto) y la chantocracia estatal como marco
convirtiendo el valor de los derechos humanos en un negocio vil en cada uno de
estos episodios de la historia política del país.
En definitiva, los partidos políticos (y en particular
el PJ) convirtieron al estado en una mera caja de recaudación para servirse de
ella. Bajo el pretexto de la democracia y la estabilidad, se colocan como los
imprescindibles cuando ello es una falacia. Claramente confunden su
partidocracia con la democracia. Si realmente pensaran en la democracia,
permitirían la regeneración y el recambio impidiendo la venalidad y el
clientelismo que infecta a la vida política nacional.
Esto obviamente se traslada al exterior. Con ello, el
país dentro del concierto internacional es una entidad vacía e intrascendente
que la ha relegado a ser un mero espectador de la realidad sin ambiciones de
ninguna clase pero a su vez, con muchas demandas pretensiosas para ser tomado
en cuenta.
La crisis del país no solo es político-económica, es
la crisis moral de su colectivo. Es la demostración de una extensa anomia que
ha hecho metástasis. No hay un presidente Fernández sin la anuencia de ese
colectivo. No puede haber corruptela sin la complicidad del ciudadano común y
eso demuestra que el denominado “pueblo” tiene una responsabilidad central en
esta realidad. La pregunta que podríamos hacernos es ¿Cuál será la suerte del
presidente Alberto Fernández en las actuales circunstancias?