“¿UN NUEVO CHERNOBIL?”
Los ataques ucranianos sobre la planta nuclear
más grande Europa ¿Responden a un plan bien determinado o es simplemente un
accionar terrorista para crear el incidente que La Casa Blanca ha estado
buscando?
Por Javier
B. Dal
El título no es una exageración, es una posibilidad
que la OTAN y los lunáticos ultraderechistas ucranianos están buscando crear
con sus ataques contra la central nuclear Zaporozhye
que se halla bajo control ruso.
Desde hace una semana
las fuerzas de Zelensky (coordinadas por asesores de la OTAN) han estado
lanzando de forma persistente e inconsciente ataques con misiles lanzados desde
tierra como desde Drones con el potencial peligro de producir una catástrofe
ambiental que superaría las consecuencias de lo ocurrido en 1986 con Chernobil
y Fukushima en 2011.
Aparentemente con el
suministro de sistemas de misiles múltiples y más Drones de ataque de origen
turco, los leales al régimen de Zelensky quienes están apoyados y asesorados
por oficiales de la OTAN están en la creencia de que pueden gestar una contraofensiva
que desaloje a los rusos de los territorios conquistados. Si eso es así, al
parecer no estarían considerando la voluntad de los ucranianos ruso parlantes a
no volver a ser perseguidos y asesinados por un régimen “banderista”. Dentro de
estas delirantes planificaciones se encuentran objetivos estratégicos que hay
que concretar para el éxito de aquellos. La planta nuclear de Zaporozhye, la
más grande de Europa no puede estar en manos de los rusos y es por ello que los
estrategas de Zelensky desde que fue tomada se rompen la cabeza para intentar
desalojar a los rusos.
Los medios
angloestadounidenses han estado propagando toda clase de incoherencias (las
cuales son levantadas por los obsecuentes medios argentinos) sobre esta
situación hablando de “ataques rusos”, cuando la planta y todo el complejo se
halla en poder del ejército ruso desde el mes de marzo. Lo que realmente sucede
es la ejecución de una temeraria maniobra psicológica terrorista que puede
terminar en una calamidad nuclear de proporciones que afectara no solo a Europa
sino a todo el mundo.
Desde hace una semana
los ucranianos armados con los sistemas HIMARS provistos por los
estadounidenses y sus colegas británicos han estado lanzando ataques contra la
planta produciendo incendios y algunos daños en las inmediaciones. Para los
rusos estos sistemas son difíciles de detectar por lo cual no son fáciles de
anularlos antes de un ataque.
La entrega de estos
sistemas de misiles fue lo que llevó a que Rusia ampliara sus objetivos sobre
el terreno y que sin dudas fueron empleados con una sospechosa precisión
(seguramente guiada desde un satélite) en el ataque del 10 de agosto a la base
aérea rusa de “Saky” en la Península de Crimea.
El ataque contra un objetivo
militar como éste no es discutible pero, su uso contra una instalación nuclear
que representa un alto riesgo dañino injustificado es un acto terrorista que
también indica la desesperación tanto en Bruselas como en la cúpula del régimen
de Zelensky. Y es que el tiempo se acaba y el realismo político-económico
(revelado en la necesidad de que el petróleo ruso se venda) se está imponiendo
por sobre el relato simplón de la administración Biden de “democracias vs
autocracias” que tanto gustan discursar los medios y comunicadores liberales
anglosajones.
Sobre las acusaciones
de que los ataques son rusos es claramente un absurdo ya que son tropas rusas
las que controlan todo el complejo. Esto si vuelve a demostrar el papel central
que juegan en la guerra psicológica y desinformativa el conglomerado de medios
occidentales tratando de imponer falsas situaciones.
Sin dudas que estos
ataques estarían revelando una impotencia táctica ante varios intentos de tomar
el complejo mediante asalto de comandos que habrían terminado en terribles
fracasos y en los cuales habrían sido capturados varios mercenarios
estadounidenses y canadienses. También demuestra la irresponsabilidad y la
temeridad con la que los asesores de la OTAN y sus peones filonazis se conducen
con respecto a la integridad de los civiles. Y es que de volar uno solo de los
depósitos que contienen Uranio y material radiactivo residual generaría una
contaminación venenosa que no solo subiría a la atmosfera y contaminaría el
terreno circundante en kilómetros a la redonda sino produciría el
envenenamiento del Río Dnieper lo que ya de por sí sería una catástrofe no solo
para Ucrania sino para todos los estados rivereños que bordean el Mar Negro.
Esta claro que si
hubiera una reacción nuclear por el impacto de un misil a la destrucción
instantánea habría un hongo que elevaría una nube venenosa que sería
transportada por los vientos.
Estas acciones van más
allá de cualquier objetivo militar razonable y deberían ser un tema de abordaje
urgente y directo de los organismos internacionales. Precisamente las posturas
del Secretario de Naciones Unidas Antonio Gutiérrez son cuando menos ambiguas
ya que desde su visión nebulosa los ataques “suicidas” estarían siendo
realizados por los rusos volviendo a poner dudas sobre la neutralidad y
transparencia del organismo.
Más preocupante, aunque
nada sorprendente ha sido la posición de la OIEA que intenta lejos de bregar
por conminar a los atacantes para que detengan sus acciones solo se avoca a
pretender ingresar e inspeccionar las instalaciones algo de lo cual, los rusos
tienen serios reparos y los cuales son entendibles si tenemos en cuenta la
parcialidad y la influenciabilidad que este organismo ha demostrado en el
pasado. Solo para citar un riesgo factible, nadie garantizaría que entre su
comitiva ingresen espías o saboteadores (con algún Malware) que lleven a cabo
una operación encubierta de la OTAN.