“POLITICA DE CLAUDICACION”
¿Por qué la designación de Sergio Massa como
“super ministro” es tan inerte como el mismo gobierno que lo designa?
Por Pepe
Beru
La escena de una cubierta de un barco que se va inclinando mientras los oficiales se destajan de risa en una juerga de alcohol y mujerzuelas no podría ser más descriptiva de la actual realidad argentina. Sin meternos en la telenovela que protagonizan sus gobernantes como su clase política opositora, se hace evidente que el país como estado dentro del concierto internacional está en exposición en la vidriera para ser adquirido por el mejor postor.
El marco internacional
no podría ser más peligroso. Con una guerra en Eurasia en progreso, una
recesión económica global en puerta producto de las sanciones de EEUU y la UE a
Rusia y las necias provocaciones de Washington contra la soberanía de China
materializadas con el viaje de la presidente de la Cámara de Representantes
Nancy Pelosi a Taiwán, los argentinos se ven sumergidos en una crisis económica
fatal agravada por la ingobernabilidad producto de muy discutidos y faltos de
autoridad funcionarios del gobierno ¿Qué hacer en estas aciagas circunstancias?
La respuesta parece
haberse personificado en los rampantes y anodinos cambios de nombres dentro del
gobierno nacional que además de no cambiar nada, encubren un verdadero golpe
palaciego tramado por la vice Cristina Fernández contra Alberto Fernández y sus
subordinados. En realidad, nada nuevo para quienes viven en este país. Quienes
ya tienen años no se olvidan como en épocas de gobiernos militares, los
generales se tumbaban unos a otros tras golpes internos que no asombraba a
nadie y todos veían normal.
La llegada de la
“democracia” no cambio esos hábitos. Y es que no pasa por militares o uniformes
radicales o peronistas, es una cuestión intrínseca de los argentinos. Mientras
sus bolsillos estén llenos, no importa quien les gobierne.
Hace tiempo que la
Argentina es un país entregado. No hacía falta que los laboratorios
estadounidenses y europeos “Pfizer” y asociados -Involucrados en los
laboratorios de bioguerra en Ucrania- le solicitaran como garantías de pago
para provisión alguno de sus recursos naturales como el litio en las provincias
de norte (a donde la embajadora británica y una comitiva fueron a gestionar su
acceso) o el agua potable de los glaciales del sur. Los dueños de la tierra en
este país hace tiempo que son socios de estos intereses externos por lo cual,
no se puede vender algo que ya no es tuyo.
Un país desgobernado y
para peor sin soberanía política, se ve a la deriva gateando como un miserable
mendicante ante los banqueros internacionales mientras el Departamento de
Estado norteamericano y la embajada de Israel manejan los hilos de su política
exterior obligando a su administración de justicia a incautar el avión
venezolano bajo argumentos tan falsos como los informes de sus agencias de
inteligencia.
Para redondear toda
esta parodia de la democracia argenta no se podía poner mejor personaje para
estas circunstancias. El camaleónico Sergio Massa, un burócrata con un master
en obsecuencia y alcahuetería, quien ha transcurrido en la política partidaria
como lo hace un gato sobre un tejado de chapa caliente hoy pasa a ser el “señor
uno” en un gobierno insulso y carente de autoridad. Como si fuera un primer
ministro (en un país presidencialista) asumió un puesto que nadie quiere tomar.
Pero ¿Cuáles son las cualidades personales de este político para ascender a
esta instancia?, ¿Serán sus capacidades y conocimientos en macroeconomía lo que
lo lleva a ese sitial?
Seguramente usted no
tenga las respuestas pero igual no se preocupe, ninguna de estas preguntas
contiene la respuesta. En realidad Massa es un advenedizo que vendería a
cualquiera por unas cuantas monedas de oro; pregúntenle al mismo Alberto
Fernández. El mismo Judas queda chiquito al lado de este burócrata político
criado durante el neoliberalismo menemista de los noventas y que con tal de
sacar una ventaja para sus propios intereses, no ha dudado (para ganarse el
favor y la vista de los sionistas) en ponerse una “kipá” para “rezar en el Muro
de los Lamentos” o incluso más lejos, llegando a codearse con la basura
neoconservadora más distinguida de la política norteamericana como el ex
alcalde de New York Rudy Giuliani quien en su última jugada sucia como abogado
de Trump termino siendo sancionado por su Colegio de Abogados.
Sin dudas, un digno
desprendimiento del menemismo pero sin identificarse con esa época, logro
escalar en el mundo de la política partidaria aprovechando cada oportunidad que
se le presentaba. Para ello dejo de lado la lealtad y cualquier escrúpulo para
con sus correligionarios y partidarios. En las actuales circunstancias del país,
Massa ha visto su oportunidad de oro para tomar un protagonismo que puede catapultarlo
a la misma presidencia pero también una responsabilidad contraproducente ya que
si no logra paliar la crisis podría caer tan rápido como subio. Pero éste
personaje de la “vieja política” que no duda en contradecirse cada dos
palabras, no asciende por su propio merito ni mucho menos; hay tras de él un
grupo de empresarios de similares características a su proceder que buscan
ganancias en medio de las aguas revueltas de un país totalmente entregado al
FMI y cualquier inversor que con suficiente efectivo compre muy barato lo que
queda de la infraestructura de un estado podrido.
En realidad Massa no
fue el único que hundió al país en la crisis político-económica y social que
hoy los sacude. En su último disfraz como parte de un frente “nacional y
popular” este mercenario de la política ha sido parte en volver al FMI llegando
los argentinos a tener que soportar una oficina de este organismo internacional
funcionando dentro de la misma casa de gobierno. Así es, el británico Ben Kelmanson
es quien con su bandera británica en su despacho y sin dudas con una línea encubierta
del MI6, controlara el estricto cumplimiento de los deberes que el fondo le ha
impuesto a este gobierno de impostores.
Con la llegada de Sergio Massa a la cúspide, aunque no como presidente pero que con uno que pareciera invisible es como si lo fuera, queda claro que no se abre ningún nuevo ciclo ni una nueva política que saque al país del pozo donde se halla sino, que esto sería el cierre de una época donde toda la clase política (incluyendo a la oposición) y quienes viven de ellos (los medios) pueden hundirse definitivamente en la total ignominia.
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