“¿CUÁL ES LA DEMOCRACIA QUE IMPORTA?”
La historia política norteamericana de los últimos
treinta años a esta parte ha dejado en claro que muchos términos que se usan y
abusan en los discursos de sus gobernantes poco o nada son respetados en su
acepción real. En ese sentido ¿Qué es la democracia para EEUU?
Por Javier B. Dal
Cuando en algunas circunstancias solemos escuchar la
invocación de la palabra “democracia” ya sospechamos que será para justificar
alguna política o proceder que terminara en resultados que no se condicen con
su etimología. Mayormente sus principales invocadores son los funcionarios de
gobiernos anglosajones, principalmente los estadounidenses quienes han
pretendido hacérsela suya, como si se tratara de una marca registrada a la cual
nadie más que ellos tienen derecho a interpretar, pero ¿Ello es realmente así?
La democracia es un estilo de vida para unos, un
sistema de gobierno para otros o la combinación de ambas y básicamente
significa la organización política a cargo de una mayoría que ha sido electa en
una votación libre. Pero esto es la teoría clásica devenida de los griegos del
siglo VI (a.c.) ya que como tal en lo que ha sido su ejercicio en la vida
política contemporánea en occidente, poco o nada tiene que ver con el término
de aquel entonces. Así bajo los ropajes de una “sagrada” institucionalidad, la
democracia norteamericana (de carácter representativo por colegios electorales)
se ha convertido en una marca registrada, un negocio político rentable de una élite política que sin distinciones entre demócratas y republicanos solo busca
sus propios beneficios siendo la corrupción la fuente de estos. En especial
quienes han producido y alimentado esto es la élite político-financiera-especulativa
anglosajona que ha dado extendidas, certeras y tangibles pruebas de que poco le
importa respetar la libertad de elección de sus propios habitantes y mucho lo que
otros pueblos y sus habitantes puedan hacer. Incluso ello ha demostrado que más
que demócratas son parte de una plutocracia (gobierno de los ricos) que -además
de llenarse los bolsillos propios- solo beneficiarán a quienes colaboren y
beneficien a sus negocios e intereses. Más
bien, han usado el termino “democracia” para argumentar y tratar de justificar doctrinas
egocentristas que sustentaran las acciones violentas y calamitosas que -como
ha quedado extensamente demostrado- persiguen otros fines vinculados al
control estratégico de rutas comerciales, potenciales mercados y la apropiación
de los recursos energéticos.
No hay democracia en instituciones infectadas de
racismo, en discursos y arengas de odio contra otras religiones, o en
presumidas “cruzadas del bien contra el mal”, mucho menos en “guerras
preventivas” ni que decir en los “asesinatos preventivos” urdidos a las sombras
de burócratas decisores que nadie conoce -y que nadie a votado- y que solo
tienen como fundamento único frases mesiánicas como aquella nefasta expresada
por el presidente George W. Bush para condicionar el pensamiento del colectivo
diciendo “o estas con nosotros o con los terroristas” que implicaba aceptar las
bestialidades que se cometían en sus agresiones externas. Mucho menos puede
alegarse el liderazgo o el autoproclamado “faro de la democracia” cuando no se
respeta ni garantiza la búsqueda de justicia para crímenes de rango universal
que tipifica el Estatuto de Roma y que debe procesar sin interferencias la Corte
Penal Internacional.
Desde el final de la Segunda guerra mundial (1945),
EEUU y sus aliados en especial Gran Bretaña, han sido protagonistas de todo
tipo de actos que van a contramano de la democracia. Sin dudas que los complots
y los golpes de estado orquestados a lo largo de la mitad del siglo XX contra
gobiernos en Latinoamérica y Asia no son una tarjeta de presentación muy
democrática que digamos.
Contradictoriamente, uno de los fundamentos para cambiar
sistemas de gobierno en otras regiones que hemos venido viendo desde aquel
entonces y que aún se intentan al presente con maniobras más discretas y
silentes como son las banderas falsas y operaciones negras, es precisamente alegar
las bondades de la democracia, pero ¿Qué tiene de democrático apelar a
subversión, el engaño mediante falsas banderas, la intervención política y
económica (mediante sanciones comerciales), la agresión militar y la violación
de los derechos humanos contra quienes optan por otros sistemas políticos? Lo
mismo deberíamos reflexionar con las privaciones de libertad y de sus derechos
humanos contra aquellos investigadores que como Julian Assange han puesto en
evidencia estas incongruencias con el discurso político y propagandistico
anglosajón.
Ultimamente el lineamiento bajado desde La Casa
Blanca a cargo de Joe Biden, apela al paradigma que funda un supuesto nuevo peligro
de alcance global que requiere la intervención de EEUU y que es levantado por
los obsecuentes demócratas de la región (en particular de Brasil y Argentina), quienes
lo presentan como una presumida pulseada entre la “democracia y la autocracia”,
que a la vista de aquellos antecedentes, es un planteo tan falso y simplista
que resuena como un oxímoron. Si en realidad esa es la nueva disyuntiva cabría
preguntarse si aliados como Turquía y Arabia Saudita ¿Serán autocracias buenas?
Y es que, promover la democracia a punta de fusil, bombas, las torturas y la
desinformación para eliminar a quienes molestan, va a contramano de esta
concepción.
Hay en esta concepción anglosajona de la democracia,
de tinte liberal, una severa inconsecuencia que ya lleva en lo que va del
milenio millares de muertos y la producción de crisis humanitarias que no ayudan
precisamente a dar credibilidad en dicho sistema. Y sino usted pregúntese ¿Qué
bondad podría ver un niño en un país que luego de ser bestialmente agredido por
quienes se auto perciben democráticos, matado a su gente e invadidos por un
ejercito de ocupación, termina secuestrando, torturando y matando a sus padres
y sumiéndole a él y a todos a quienes conoce en seres miserables sin futuro?
Remover gobiernos para implantar la democracia con bombas y tanques no es una fórmula
precisamente democrática.
Supuestamente, la democracia liberal apela a la
libre participación y elección de los representantes, a la pluralidad de
opiniones y a la defensa de la libertad de expresión pero, como lo señale
antes, agredir a naciones soberanas, fomentar el caos e incluso llevarlo a la
práctica con el uso del terrorismo (como herramienta de presión política), la
fabricación de guerras para remover esos gobiernos que molestan a sus intereses
pero que las poblaciones de otras naciones han elegido, choca con esa supuesta
prerrogativa democrática ¿Por qué un burócrata de turno en Washington decide
quién y cómo va a gobernar una nación que no es la suya a miles de kilómetros
de los EEUU? Esto es como suelen decir los mismos estadounidenses, insane.
Cuando George W. Bush y su colega británico Tony
Blair argumentaron falsamente (sobre la base de informes de inteligencia
mentirosos) la tenencia de armas de destrucción masiva en Iraq, sus principales
caballitos de batalla para persuadir a la opinión pública que les observaba,
fue que debían intervenir y de esa manera “llevarían la democracia a los
iraquíes” y que aquellos, agradecidos, les recibirían con flores y aplausos
entre otras mentiras que pronto quedarían expuestas. La brutalidad de los
primeros días de esa invasión en 2003 dejó miles de civiles sepultados bajo los
escombros y ello solo sería el comienzo de una siniestra estrategia ya
planificada conocida de la “guerra perpetua”. El derrocamiento del gobierno del
Partido Baas fue seguido por una campaña sangrienta y clandestina de
“desbaatización” que además de orquestada por la CIA y otras agencias aliadas, no
fue otra cosa que la persecución y eliminación física de todos aquellos por el
solo merito de ser partidarios del nacionalismo árabe y que se oponían a la
intervención angloestadounidense y al gobierno colaboracionista que pusieron
los mismos invasores. Muy democrático ¿No lo cree usted?
Incluso los mismos mafiosos de la secta “Dawa” encabezados
por el primer ministro Nouri Al Maliki colocados al mando en Bagdad por el Departamento
de Estado de Bush no querían saber nada de la democracia de la que CNN y los
medios masivos estadounidenses vendían coloridamente al mundo. Incluso más, los
mismos militares y equipos de la CIA que trabajaron para armar y entrenar las
bandas armadas que denominaron “Cuerpos de Seguridad” fueron incisivos y
terminantes en cómo ejecutar los objetivos para destruir a la resistencia y
ello lo vimos en los infames ejemplos (expuestos por la difusión en internet) de
violaciones a los derechos humanos en los campos de concentración y torturas de
“Guantánamo” en Cuba, “Abu-Graib” y “Campo Bucca” para citar los más horrendos
y conocidos.
No amigos, ciertamente que no hay nada de democracia
en todo esto y mucho menos en lo que EEUU continuó y continúa orquestando en la
región. No se olvide usted, que aún no hay explicaciones a los contubernios y
jamás negadas conexiones entre “Estado Islámico” con las fuerzas especiales
militares y sus agencias de inteligencia que (denunciadas por testigos iraquíes
y sirios) pudieron conocerse gracias a la ya cuestionada libertad que ofrecía
el internet. Indudablemente que el Establishment en Washington acuso recibo de
esta etapa negra y buscó sin éxito enterrarla en lo más profundo del jardín de
la Casa Blanca, pero ello no funcionó. Los muertos siguieron y siguen saliendo
a la luz como una maldición que afea y mancha con el color rojo sangre la ya
pésima imagen de una nación con un sistema político archicorrupto que por la
desigualdad social-económica y el racismo estructural que lo infecta, va camino
a la implosión social.
La promoción de la democracia al estilo
norteamericano ha ido variando con el paso de los años, en especial con sus
metidas de pata en el exterior. Cuando en Washington se dieron cuenta que los
relatos de los medios masivos como CNN y FOX ya no servían para tapar las
inconsecuencias de sus administraciones, en particular las masacres colectivas como
las cometidas en Iraq y Afganistán que se filtraban anonimamente por internet, ni
surtían efecto sus reinterpretaciones para reducir el impacto sobre la opinión
pública, pasaron a diversificar sus estrategias para tratar de lavarse las
manos poniendo en manos privadas (Empresas de seguridad) ciertas áreas de la
defensa. Por cierto, las próximas intervenciones externas no serán como las ya
vistas, sino que se apoyaran en una combinación de ciberataques, Drones remotos
y empleo de novedosos sistemas robóticos para reemplazar (al menos en parte) un
costoso ejército de ocupación.
Hoy por hoy, la mentada democracia no existe y mucho
menos en los EEUU. Incluso uno de los objetivos planteados por el flamante
presidente Joe Biden para “proteger la democracia” es controlar la información;
es decir, todo aquello que ponga en aprietos a Washington será catalogado como
desinformación. Desde 2001 quienes se autoproclaman como faro de este sistema
de gobierno y de las libertades que el mismo conlleva, han ido creando
cerrojos, controles y filtros ilegales en las comunicaciones que desde entonces
hasta la actualidad (y bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo), han
ampliado de forma abusiva y desmesurada las facultades de intervención e
invasión de la intimidad por parte del estado a niveles insospechados y que en
los últimos años se enmarcan en la llamada “Ciberseguridad” que a modo de un sofisticado
sistema panóptico ciberelectrónico, está mas dedicado a espiar lo que hacen,
hablan, opinan y monitorear a dónde van los ciudadanos del común alrededor del
globo, que vigilar actividades extremistas.
El control ideológico y de la información que
circula en el ciberespacio es la principal finalidad de esta presumida política
en un discutido marco democrático que cabe dejar claro, no distingue entre
demócratas y republicanos, claramente no. Sobre ello recordemos si no, la
administración demócrata de Barak Obama (supuestamente mejoradora de la
administración republicana de Bush-Cheney) en 2010 fue protagonista junto a
Gran Bretaña y Francia de la brutal intervención sobre Libia jactándose entre
otras cuestiones de haber asesinado a su presidente Mohammar Al Gadafy. Y eso
no fue todo. En mayo de 2011 la promesa de un cambio para “América” llevó
adelante dos hechos más, tan controversiales como discutibles en lo que hace a
la vida democrática y el respeto por la autodeterminación.
El 2 de mayo de 2011 el presidente Obama anunciaba
la muerte de Osama Bin Ladem en una operación secreta que -tras intrusar en
la soberanía de Pakistán- además de increíble y nunca verificable, su
versión se hallaba rodeada de insalvables inconsistencias y situaciones que la
asemejan más a una película bélica hollywoodense que a un hecho real. Unos días
después de este anuncio, más precisamente el 16 de mayo el Departamento de
Estado a cargo de Hillary Clinton publicó un documento titulado “Estrategia
Internacional para el Ciberespacio” en el cual, además de proponer herramientas
de ejercicio de policía de contenidos en el ciberespacio se parece más un
manual de fundamentos de un pretendido deber moral de los EEUU para custodiar
al mundo que otra cosa. Uno de los principales fines de esto era y sigue siendo
sin dudas controlar el tráfico informativo, criminalizar a los difusores,
fuentes informativas y a periodistas que además de contradecir las políticas de
“Seguridad nacional” de la Casa Blanca, compliquen los intereses
norteamericanos en el exterior. Con esto a la vista, está muy claro que la
democracia y en particular la libertad de pensamiento está en peligro, pero no
por obra y gracia de “autocracias” Asiáticas (China y Corea del Norte) o
Euroasiáticas (Rusia) como tanto gusta a Washington acusar sino, por los mismos
y contradictorios procederes en lo que incurre su propio sistema que se halla claramente
corrompido y al servicio final del Establishment norteamericano.