“OPACIDADES
DE OCCIDENTE”
La
democracia y la libertad de las que Washington tanto ha hablado en los últimos
treinta años ¿Son coherentes con el intervencionismo utilizando medios
impositivos como la Guerra hibrida?
Por Charles H. Slim
Antes
que todo, delimitemos bien el término “occidente” ya que, el mismo y en su
acepción específicamente geopolítica y etnocéntrica no comprende a
Latinoamérica ni al continente africano. Este término solo abarca a los EEUU,
Canadá, Gran Bretaña y la Unión Europea en torno a los cuales pivotean aliados
como Australia y otras islas que fueron parte de la colonia británica. Por
supuesto, Argentina tampoco entra en esta categoría (mal que les pese a los europeístas
y los anglófilos locales).
¿Pero por qué hacemos esta aclaración? Es por el hecho
de que nos referiremos a un tema en los que “occidente” tiene un papel central;
uno que sigue y seguirá estando vigente en los acontecimientos globales como lo
es la llamada “guerra hibrida”. El termino parece querer describir un conflicto
en el cual se echa mano a una infinidad de tácticas y de recursos que no
reparan en los límites al momento de causar daño y el debilitamiento mediante
la instauración de un caos sin término en un estado o región determinados
(Doctrina Rumsfeld-Cebrowski). Hibrido significa “el producto de elementos de
distinta naturaleza”, que asociado a la guerra da por sentado que va más allá
de los clásicos objetivos militares en un enfrentamiento convencional.
El caos promovido en Siria desde 2011 (como extensión
a lo creado en Libia) es uno de los ejemplos contemporáneos de lo qué significa
el empleo de este término. Como pudimos ver en las primeras horas de la
agitación callejera contra el gobierno de Bashar Al Assad ya se pudieron
advertir elementos foráneos que, amparados en el anonimato y entre mezclados
con los manifestantes se encargaban de inflamar los ánimos y a redireccionar la
violencia como se había hecho en Libia apenas unos meses antes ¿Casualidad?
Para nada. Se trataba del despliegue de una batería de tácticas subversivas convencionales
que respondía a un plan estratégico, que combinadas con el uso de la tecnología
(especialmente las redes sociales FaceBook, Twitter y Youtube) y la progresiva
injerencia de agencias de inteligencia apoyando y financiando grupos terroristas,
buscaron el colapso del estado árabe para convertirlo en uno fallido.
Hay precedentes más antiguos dentro de la historia
contemporánea que dan cuenta de esta estrategia ciertamente sucia. No es
necesario retrotraernos a la antigüedad como lo hace el ex oficial de los US
Marines Frank Hoffman para argumentar su empleo. Saltando las experiencias de
Corea y Vietnam en el siglo pasado, podemos ver como las agencias de
inteligencia civil y militar de EEUU y sus colegas británicos han usado hasta
el hartazgo estas herramientas que están destinadas a poner a las poblaciones
como marco útil de estas tácticas a fin de corroer la autoridad de los
gobiernos en países que no responden a sus lineamientos.
El uso de todo tipo de recursos más allá de los
militarmente convencionales y de inteligencia es lo que caracteriza este tipo
de guerra que -como la guerra convencional- puede variar en su alcance e
intensidad, de acuerdo a cuál sea el objetivo que se busca obtener. Gran
Bretaña y EEUU han sido los más destacados maquinadores y ejecutantes de este
tipo de maniobras apelando al uso conjunto de medidas tales como: las sanciones
comerciales, financieras, el activismo de ONG (USAID y White Helmets) y de asociaciones
civiles presumiblemente privadas (National Endowment for Democracy), la
propaganda, el sabotaje, la subversión, el terrorismo, el empleo de grupos
irregulares, de operaciones especiales y establecer nexos con el crimen
organizado del país objetivo.
Con el acelerado progreso tecnológico el ciberespacio por
intermedio del internet también se ha convertido en otro de los medios (ciertamente
más sofisticados) en una guerra hibrida, una vía directa para lanzar ataques silenciosos
y a larga distancia contra la infraestructura de servicios públicos o de desarrollos
científicos de cualquier país (como los ataques cibernéticos de Israel contra las
instalaciones nucleares de Natanz, en Irán).
Al mismo tiempo creemos que la dispersión del
SARS-COV-2 (Covid-19) responde a un escalón más (que fue usado contra China) en
el despliegue de esta guerra hibrida.
Con ello podemos ver que se trata de una estrategia
amplísima que se basa en el empleo de tácticas multívocas para dañar no solo su
capacidad militar sin también todos los niveles la capacidad de desarrollo y
sustentación del enemigo.
Como podemos ver el concepto abarca el empleo de una
variedad de recursos que implican tanto el enfrentamiento convencional (entre
dos bandos regulares) como el irregular. En este último vemos como actores centrales a
componentes no militares que forman parte de estructuras irregulares armadas que
no son identificables o si lo son, pueden ser solo una apariencia. Una de las
tácticas que empleaban para sus fines políticos era el terrorismo. Estas
organizaciones conocidas como guerrillas que podían operar en zonas urbanas o
descampadas tuvieron un auge contemporáneo tras el final de la segunda guerra
mundial con los procesos revolucionarios y de independización nacional de los
centros de poder colonial europeo.
En este sentido, las guerrillas de Castro en Cuba, la
Sandinista en Nicaragua y la palestina como brazo armado de la Organización
para la Liberación de Palestina (OLP) son ejemplos insignes de esos procesos
nacidos por finales de los años cincuentas y comienzos de los sesentas en el
siglo XX.
Si bien muchas de estas organizaciones se
estructuraron de forma voluntarista en torno a liderazgos carismáticos e
impulsadas por objetivos políticos nacionalistas, independentistas o marxistas,
pronto comenzaron a necesitar del auxilio externo (financiero, armas y
diplomático) y como contrapartida, a ser utilizadas a conveniencia y sus
tácticas copiadas por los estrategas militares y de inteligencia de las
potencias contemporáneas (URSS y los EEUU), no solo para contra restarlas sino
también para servirse de ellas, especialmente para acciones de terrorismo en el
momento y lugares oportunos. Y a pesar de que algunos autores como el ex Jefe
del Estado Mayor del Ejército de los EEUU George W. Casey separa al terrorismo
del concepto de la guerra hibrida, los hechos en los escenarios donde EEUU
estuvo y sigue estando implicado demuestran todo lo contrario.
En el modo que “occidente” entiende y aplica este
concepto, la guerra hibrida es una forma de agresión en la que el terrorismo es
otra herramienta de uso tratando de encubrir la participación oficial de sus
gobiernos haciendo uso de elementos tercerizados e irregulares.
Los escenarios en donde se ha desplegado esta forma de
guerra son varios, pero sin dudas que los más destacados han sido Afganistán, Iraq,
Líbano, Libia y Siria para solo nombrar los más contemporáneamente importantes
y cruentos. Todos ellos tienen una característica común que es aprovechada por
occidente para radicalizar sus acciones y ella es la diferencia cultural que
ayuda a despersonalizar y deshumanizar al enemigo. Congelar las cuentas bancarias,
obstruir el comercio y sabotear las finanzas para hundir a las poblaciones en
la desesperación para buscar el colapso del gobierno es parte en la estrategia
de una guerra hibrida. En todos y cada uno de ellos, el uso de la propaganda y
la deliberada intoxicación informativa es central para el desarrollo de las
operaciones tanto regulares como irregulares de los implicados.
Pero estos deterioros deben aparecer como responsabilidad
de los agredidos y es por ello que se hace necesario fabricar un relato informativo
de cara a la opinión pública.
Queda claro que esto significó la comprobación que las
empresas de medios eran (y siguen siendo) parte en las operaciones bélicas que
se promueven. Así, cuando en 1991 la aviación angloestadounidense y los misiles
navales TomaHawk que estaban masacrando a los civiles en Bagdad CNN hizo muy
bien su papel en ocultar esta situación e incluso tergiversando muchas otras
situaciones (como los asesinatos que se estaban llevando a cabo por grupos
especiales aliados e israelíes) con el fin de mantener unida a una pragmática
coalición árabe.
Con la invasión a Iraq de 2003 EEUU puso a rodar en su
más amplia concepción esta “guerra hibrida”. Washington venía estrangulando por
trece años al país árabe sin lograr que la población se sublevara contra Saddam
Hussein. Igualmente, sabían que el hambre y la carestía habían debilitado a los
iraquíes por lo que contaban con que un golpe militar relámpago terminaría con
el problema.
Al mismo tiempo Iraq sabía que convencionalmente no
podía hacer frente a semejante fuerza invasora y fue así que tan pronto comenzó
la campaña, invisibilizó a su ejército pasando gran parte de sus cuadros a la
clandestinidad. A partir de allí, la respuesta asimétrica mediante una guerra
de guerrillas para resistir a los invasores fue la táctica empleada por los
iraquíes que con sus altibajos (producto de las tácticas de contrainsurgencia) y
el constante cambio de alianzas llego hasta la obligada salida de las tropas en
2011.
Pero, pese a que los estadounidenses usaron fuerzas
convencionales en la invasión, ellos ya tenían sus propios grupos irregulares
de mercenarios árabes reclutados por la CIA operando clandestinamente en el
interior. Otros venían entrenándose desde hacía meses en campamentos secretos
en Jordania los cuales formarían parte (entre otros grupos) de la
“contrainsurgencia” que se apoyaría en el empleo masivo de tácticas sucias, el
terrorismo y el engaño destinados a manipular a las confesiones locales
(chiitas y sunitas) fomentando la inseguridad con atentados, secuestros y
asesinatos escenificados para culpar a unos u a otros. El éxito de la ocupación
dependía de la división entre los iraquíes y para ello, no había límites en los
medios para lograrlo y fue en este marco que funcionaron embustes como “Al
Qaeda-Iraq” y su continuación “Estado Islámico de Iraq”.
Incluso más. La retirada de EEUU en 2011 no implicó
abandonar la ocupación sino (como lo vimos luego) un cambio de táctica
reemplazando a las tropas regulares mediante el despliegue de viejos actores (fabricados
por la CIA) con nuevos componentes humanos y más poderosos elementos a su
disposición que se materializaron en junio de 2014 con la sorpresiva aparición
del ISIS y su pretendido plan de instaurar un “Estado Islámico” que actualmente
tras la intempestiva salida de los EEUU y sus aliados Afganistán, parece tratar
de recrearse con una pretendida variante afgana denominada “ISIS-K” que sin
dudas no es otra cosa que otro de los (para nada casuales) peones de una guerra
hibrida que pretenden perpetuar en Asia central.
Las develadas implicancias de “occidente” y en
especial de EEUU en la promoción de estas “guerras hibridas” ha llevado a
intentos vanos de la Corporación de medios que controla la línea editorial de
lo políticamente correcto para maquillar esta inconsecuencia con los discursos
de las diversas administraciones en Washington. Incluso más. Puertas adentro en
las discusiones que se han desatado en el seno político entre los “halcones” y
las “palomas” de la comunidad política norteamericana, han producido argumentos
en pro y en contra de la existencia de este tipo de guerra. Por ejemplo, el
entonces Secretario de Defensa Robert Gates en su comparecencia en 2009 ante el
Comité de Servicios Armados del Senado -inquieto por la pésima situación en
Iraq- se refirió a la “guerra hibrida” para tratar de excusar las
brutalidades de las tropas estadounidenses contra civiles que se estaban
filtrando por fuentes como “Wikileaks”. Lo mismo haría en ese mismo año el
entonces Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas James Mattis frente al
Comité de las Fuerzas Armadas del Congreso tratando de argumentar que las
masacres contra los civiles que se estaban verificando eran el producto de este
tipo de enfrentamiento.
A contrario de esto, oficialmente el Pentágono y el
Departamento de Defensa no hacen mención en sus manuales de operaciones al
concepto de la guerra hibrida, algo que vendría a suponer que este tipo de
conflictos no se utiliza y claro, EEUU tampoco. Pero sabemos bien y a la vista
del repaso que hemos visto, que ello no es garantía de que estos prolijos y muy
bien encuadernados documentos del gobierno federal reflejen la realidad. Tampoco
es garantía de nada las aseveraciones del inquilino de la Casa Blanca (incluyendo
a Biden) que suele decir una cosa en público para luego ser contradicha por las
acciones de su administración. Tal vez deberíamos preguntarnos ¿Qué dicen los
manuales de la CIA y de las demás agencias estadounidenses sobre este concepto?