“DESESTABILIZACION
EN CIERNES”
Los despliegues militares de EEUU, Gran Bretaña y sus
aliados de la OTAN en Eurasia han ido más allá de lo tolerable para la
legalidad internacional y en particular para la seguridad de Rusia entonces
¿Cuánto está dispuesta la OTAN a perder por imponer la hegemonía estadounidense
en Eurasia?
Por Charles H.
Slim
Mientras los medios occidentales distraen las miradas de la opinión pública con el miedo al COVID, los gobiernos de su predilección no cesan en aventurarse en una peligrosa empresa geopolítica contra China y Rusia. El año tuvo un comienzo agitado con el formidable despliegue militar de la OTAN denominado Defender Europe-21 que se conjugo con las maniobras provocativas en las fronteras de Bielorusia y las “espontáneas” manifestaciones que estallaron dentro de este país que no fue otra cosa que un fallido intento de golpe de estado contra el gobierno de Alexandr Lukashenko. Ello fue el preludio de la política de la nueva administración en La Casa Blanca que no se conformaría con insultos y descalificaciones personales.
Biden con la intensión de encarrilar tras de si el
apoyo de los sectores republicanos y conservadores que apoyaban a Trump en su política
exterior, salió a jugar rudo dejando en claro que EEUU regresaría a la carrera
por reconquistar la supremacía global (que implica la puesta en marcha de la
estrategia del “caos permanente”). Uno de sus puntos para iniciar esta campaña
se halla en Ucrania y es por ello que Biden comisionó a su Secretario de Estado
Anthony Blinken para que junto a su par británico Dominic Raab, tomaran
contacto con su homologo ucraniano Dymtro Kuleba y al mismo tiempo gestionaran
y coordinaran un mayor involucramiento de la OTAN en estos ambiciosos planes.
Entre tanto se gestionaban estas coordinaciones
diplomáticas, el presidente de la Cámara de Representantes estadounidense para
las Fuerzas Armadas negociaba con representantes ucranianos el otorgamiento de
subvenciones para mejorar el equipamiento de su ejército a cambio de impulsar
la oposición de su país al gasoducto Nord Stream 2 que aprovisionará de
gas ruso a Europa.
Recordemos que Biden y su gente forman parte de la
“elite” político-financiera conservadora que (indistintamente de su filiación republicana
o demócrata) detesta a Donald Trump y sus políticas aislacionistas que frenaron
entre otras cuestiones, el aventurerismo militar en Medio Oriente (que tan
buenas ganancias daba) y la continuidad de la política belicista sobre Eurasia,
Asia Central y el extremo Oriente (centrada en China) como estrategia de
conquista que responde a la doctrina “Rumsfeld/Cebrowski”. Es el mismo que
durante la presidencia de Obama defendió a los neonazis ucranianos que
participaron en el golpe de la Plaza de Maidan en 2014. Pese a ello Biden y Cia
se presentan como la representación de la democracia global contra el
autoritarismo, un formulismo tan falso como carente de realidad que quedo
acabadamente expuesto con el rechazo a la propuesta de Putin a Biden para
debatir públicamente sobre los puntos de desencuentro entre ambas naciones ¿Por
qué Biden teme al debate? Lo cierto que él como su país son la representación
de la inconsencuencia política. Solo basta ver las consecuencias nefastas que han
traído para la seguridad del mundo las políticas norteamericanas en los últimos
veinte años y que hoy por hoy están siendo motivo de investigaciones ante la
Corte Penal Internacional (CPI).
Desde hace más de un mes se han venido viendo
intensos movimientos navales en el Mar Negro, en el Ártico y por supuesto,
continuos despliegues de tropas y vehículos acorazados en los países satélites
de la OTAN en la Europa del este ¿Casualidad? Claro que no. Al mismo tiempo todo
ello vino a coincidir con las provocaciones que “desconocidos” han estado
creando en la Cuenca del Donets mas conocido como el Donbass, con el incremento
de sanciones comerciales implementadas desde Washington y la Unión Europea (aquí
con serias reticencias) contra personalidades y empresarios rusos y la maniquea
agitación mediática occidental que se viene viendo por la detención del
disidente político Alexei Navalny, demuestran acciones coordinadas que buscan
la desestabilización. Sobre esto último, se devela una notoria tendenciosidad
ya que estos supuestos demócratas preocupados por la libertad no dicen nada de los
sombríos, arbitrarios y vergonzosos casos de Julian Assange o de Bradley
Manning. En resumen, estamos una vez más ante la fabricación de un relato tóxico
(que como en épocas de la Unión Soviética) disimule la notable y larga aversión
prejuiciosa de la élite anglosajona contra Rusia que justifica la búsqueda de
un colapso.
También como lo hemos dicho antes, para lograr este
propósito occidente necesita de Ucrania (como posición geográfica estratégica)
para concretar estos planes y Rusia lo sabe.
Ucrania se ha convertido en el centro y motivo de
estos movimientos y ellos han -por supuesto- sido permitidos por el
gobierno de Kiev con la aparente intensión de retomar a como de lugar los
territorios autonómicos de la región del este del país que se halla poblada por
una mayoría ruso parlante que no reconoce su autoridad. Lo peor de todo es que
el gobierno de Volodomir Zelensky no parece advertir que las manipulaciones de
la OTAN pueden llegar a convertir a su país en un campo de batalla perpetuo.
Ciertamente no solo hay implicancias políticas en
esto. El golpe de estado gestado y dirigido por Washington y la embajada
norteamericana en Kiev en febrero de 2014 y que causó esta fragmentación político
social entre los ucranianos, revivió los viejos enconos de la Segunda guerra
mundial, ahondo las diferencias culturales y afianzó aún más la identidad de
estos pobladores rusoparlantes de la región del Donbass.
Los complotadores aprovecharon estas físuras, aunque
también es cierto, no calcularon con precisión las consecuencias de aquel
pequeño detalle. Los habitantes del este de Ucrania tienen una larga historia de
sentido de pertenencia que los vincula con Rusia. En este sentido, los medios
occidentales especialmente los anglo estadounidenses y en particular sus
subsidiarias en Sudamérica a cargo de -además de ignorantes y parciales- verdaderos
agitadores a sueldo, pasan por arriba estas implicancias etincas, culturales y
religiosas que hacen que la situación de esta región se presente como la vemos.
Cuando la mafia ultraderechista apoyada por mercenarios venidos de varios lugares
del globo (incluidos Gran Bretaña e Israel) se apodero del poder en Kiev, se
estableció un control sistemático de las comunicaciones (vigilancia por GPS)
para disolver manifestaciones y la represión direccionada contra los disidentes
se volvió diaria. Los ciudadanos ruso parlantes debieron huir de la capital
ante la ola de agresiones, golpizas y crímenes ejecutados en plena calle contra
ellos, cometidas por grupos de matones encapuchados de la ultraderecha
ucraniana quienes (casualmente) eran apoyados por células de instigadores
israelies. También debieron huir muchos rusoparlantes de otras ciudades como
Poltava, Jarcov y pueblos más pequeños hacia el este para lograr encontrar protección
en las fuerzas autonómicas de Donetsk y Lugansk ¿Se esbozaron preocupaciones
por el Departamento de Estado norteamericanos de aquel entonces?
Fueron horas oscuras y al amparo de ellas se
cometieron muchos crímenes infames contra los ucranianos ruso parlantes, muchos
de ellos financiados por oligarcas millonarios sionistas leales a la mafia de
Yarnucovick y al mismo tiempo de Tel Aviv. Sus carnicerías no discriminaban
entre hombre, mujeres o niños. No hubo otra opción para los pobladores de
Donbass que organizarse, tomar las armas y resistir el embate de un gobierno brutal
y subalterno a los planes geopolíticos de Washington y Bruselas. En este
contexto intervino Rusia, no como parte sino como un agente neutral de
mediación para gestar conversaciones y negociaciones entre los contendientes que
evitara una masacre colectiva que claramente los políticos ucranianos y sus
comandantes militares estaban dispuestos a cometer por la velada protección
política y diplomática que recibirían de sus mentores de EEUU y la OTAN.
Fue ese compromiso asumido por Moscu y en particular
por el presidente Vladimir Putin que se pudo detener esta catástrofe
planificada. De este modo Rusia logró el alto al fuego y acerco a la mesa de
conversaciones a las autoridades de la autoproclamada República Popular de
Donestk, la República Popular de Logansk y de Ucrania los cuales firmaron el 5
de septiembre de 2014 el compromiso de detener los combates. Pese a tan
formidable esfuerzo diplomático impulsado por Moscu los esbirros de la OTAN (grupos
de Operaciones Encubiertas) que actuaban (y siguen actuando) bajo cubierta en
la región, lograron perpetuar el conflicto avivando los odios entre los bandos.
Si hacemos un mero análisis de la lógica y el
sentido común podremos advertir quienes son los agresores y quienes los
defensores y sino preguntese usted ¿Qué hacen tropas de EEUU, del Reino Unido y
Alemania en las fronteras de la Federación rusa? Demasiado lejos de casa para
justificar defender a sus países. Incluso, podríamos resumirlo en ver solo un
dato y ese es el gasto presupuestario astronómico que Washington dedica anualmente
a la industria bélica y de la defensa ¿Será acaso para esparcir la democracia?
Para disuadir el aventurerismo anglosajón que se
viene proyectando sobre Kiev y que se ha traducido en constantes provocaciones
de las fuerzas gubernamentales ucranianas y de oscuros grupos de tareas, por
comienzos de abril el gobierno de Vladimir Putin ordenó el despliegue de
ejercicios de guerra en la frontera occidental con Ucrania, sobre el sur en la
región de Crimea pero también en el Ártico (por la actividad de submarinos de
EEUU) con el fin de mostrar los músculos a quienes amenazan su soberanía. En lo
que se refiere a los despliegues en las gélidas aguas del Polo norte, Rusia no
permitirá que EEUU controle estratégicas rutas marítimas que (por los continuos
deshielos) serán alternativas más seguras al Canal de Suez acortando las
distancias entre el Atlántico y el Pacífico y a su vez estrechando la conectividad
comercial entre puertos europeos y asiáticos.
Otro espacio marítimo amenazado se halla al sur en la
Península de Crimea donde EEUU desde 2014 trata de penetrar para apoyar las
pretensiones de Kiev. De esta forma el 4 de abril las Fuerzas Armadas rusas
desplegaron unidades para ejercicios en el polígono de “Opuk” en la península
que podían ser observados desde los buques de la OTAN que merodean en el Mar
Negro.
Como sabemos las autoridades de la UE como Josep Borrell y los medios anglosajones no expresaron ninguna preocupación ante la
acumulación de tropas de la OTAN en las fronteras rusas y mucho menos, han
criticado las injerencias que tienen en el conflicto ucraniano. Entre finales
de marzo y comienzos de abril pudieron advertirse preocupantes movimientos militares
occidentales que coincidían con los despliegues del ejército ucraniano sobre el
punto de contacto en Donbass. Sumado a esto, el incremento de las operaciones
navales de EEUU y sus aliados británicos en el Mar Negro causaron preocupación
a Rusia ya que allí se halla la tan ambicionada península de Crimea, una
pretensión que Rusia abortó en 2014. Para justificar esto el 8 de abril el
Pentágono anunció en rueda de prensa que ante cualquier intensión de envío de
buques al Mar Negro debían notificar previamente a Turquía para que permitiera
el paso por los estrechos de Dardanelos y Bósforo. Casualmente un día después,
Turquía (un miembro de la OTAN) anunciaba públicamente que EEUU le había
avisado de que dos fragatas pasarían por dichos estrechos con destino al Mar
Negro con detalles de su llegada y hasta cuando permanecerían. En razón de
verdad eso era un blef dado que los norteamericanos y sus aliados ya
estaban desde mucho antes incursionando en las adyacencias de las aguas de la
península de Crimea apoyando a las actividades navales ucranianas y tratando a
su vez de ejecutar operaciones de espionaje electrónico.
Por lo pronto, las provocaciones y las amenazas
occidentales parecen haberse estancado tras la demostración del despliegue
militar ruso. Asimismo, esto sumado a las medidas implementadas por el gobierno
de Putin aparentan haber disuadido a los ucranianos y sus amigos anglosajones,
al menos por el momento. Pese a ello, no significa que Rusia deba bajar la
guardia ni mucho menos. Esto le sirve para recordarles que deben seguir
trabajando para ampliar las tratativas diplomáticas y mejorar aún más sus
capacidades defensivas. Sin dudas tanto Washington, Londres y Bruselas han ponderado
que un roce que implique una escalada, en consideración a las demostradas
capacidades de retaliación estratégica con las que cuenta Rusia (como es el Sistema
“Avangar”), podría acabar con sus planes mucho antes de comenzar.