LA FALACIA DEL LIBERALISMO
¿Por qué el liberalismo anglosajón no representa a la democracia ni el
respeto a las libertades de nadie?
Por
Charles H. Slim
Cuando nació el liberalismo como ideología opuesta al poder absoluto de los monarcas del siglo XIX, suponía un avance de las libertades del individuo contra el intervencionismo del estado en el cual los individuos eran considerados el medio para cumplir los fines del “Leviatán” de Hobbes.
Aunque durante todo el siglo XX y arte de lo que va el actual en los claustros académicos occidentales han rebatido esta visión clásica en la que el estado naturaleza del hombre es la del “hombre lobo del hombre”, la misma ha sido la más exacta interpretación de la realidad contemporánea.
El
liberalismo no significa igualitarismo ni jamás garantizo la igualdad entre las
personas, todo lo contrario. En las relaciones internacionales, los estado “liberales”
han sido prolíficos en violentar la soberanía de otros estados por el solo
hecho de no coincidir con su pensamiento ¿Eso tiene algo de democrático? La historia
del desarrollo de estas sociedades basadas en el liberalismo casualmente fueron
las que progresaron económicamente a costa de la apropiación de los bienes de
otros pueblos mediante la conquista bélica, el colonialismo y la depredación. Incluso
decir que un estado es liberal es un error ya que el liberalismo es una
conducta humana ajena a una entelequia político-administrativa.
Este ha
sido uno de los errores más difundidos y políticamente aprovechados durante
todo el siglo XX para penetrar en los asuntos internos de otros estados. Quien
más usufructuó esta falacia es sin dudas EEUU. Pero incluso el mentado
pluralismo político dentro de este país nunca fue tal, dado que siempre hubo un
estado omnipresente y vigilante sobre la individualidad de sus ciudadanos. También,
su bipartidismo es una estafa discursiva que (simulando alternancia) no es otra
cosa que un negocio cíclico para pocos (elite política) y que se vende al mundo
como el ejemplo de la democracia. De la mano de esta falsa visión, los estados
anglosajones se valen de la palabra democracia como un valor del cual y en
teoría, se garantizaba la pluralidad de opiniones, el respeto por las
diversidades sociales y culturales, en fin, la consagración del estado de
derecho. Hoy muchos se preguntan ¿Derecho de quién?
Desde el
final de la segunda gran guerra (en 1945) los estados anglosajones, en especial
los EEUU transformaron esta ideología-filosofía en un verdadero activo de
merchandising para fines geopolíticos propios al cual se creyeron con
legitimidad de exportar e imponer a la fuerza. El valor democracia en este
contexto solo fue y sigue siendo un formalismo descriptivo del sistema
electoral basado en el sufragio. Bajo esa premisa e instalando falacias discursivas
como “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu
derecho a decirlo” (atribuida falsamente a Voltaire) o justificar las invasiones
y las agresiones bajo el argumento de la defensa de los derechos humanos y la
promoción de la democracia, estos estados han pisoteado de forma grosera,
bestial y explicita los valores que dicen defender y hoy, bajo nuevas
circunstancias, pretenden llevarlas más allá con el reeditado riesgo de una
guerra química, biológica y nuclear.
La historia
contemporánea esta suficientemente ilustrada de las agresiones, las
extorsiones, los latrocinios y crímenes colectivos que estos estados
liberales-democráticos han cometido bajo el amparo de un derecho difuso, poco
claro y de una legalidad altamente cuestionable que durante todo lo que fue la
segunda parte del siglo pasado hasta el inicio del presente, se conoció como
“un derecho internacional basado en reglas” ¿Qué significa eso? Para el vice
ministro de Asuntos Exteriores de la República Popular China Xie Feng, esto no
es otra cosa que la implementación de la ya conocida “ley de la selva”.
Igualmente y más allá de coincidir con esta descripción hasta hoy muchos se
preguntan ¿Cuáles reglas?
Las reglas
que Washington suele argumentar, discordan groseramente de sus acciones claramente
contrarias al derecho internacional y ni que decir en su aspecto humanitario. Las
consecuencias de sus políticas injerencistas nada tienen de democráticas. Sus
métodos (sigilosos y secretos) han quedado en evidencia de estar a la altura de
los autoritarismos más detestables de la historia sin importar cuál sea su
orientación ideológica de derechas o de izquierdas. Pero esto no debe
asombrarnos ya que es advertible como dentro de EEUU y también Gran Bretaña
desde hace al menos dos décadas hasta el presente ya no es posible distinguir
entre derechas e izquierdas e incluso más, como en sus decisiones
gubernamentales se advierten esa pecaminosa inclinación a la derecha extrema.
No es un descubrimiento que la sociedad estadounidense esta infectada del
racismo, el prejuicio y el odio hacia las minorías religiosas que tan
puntualmente ejercitaron en estas últimas décadas contra los musulmanes.
Estos
sectores no usan esvásticas ni se visten de caqui como sigue mostrando el
estereotipo desinformador y sesgado de los medios audiovisuales occidentales. Creerse
que solo hay extremistas de derecha o “protonazis” porque usan camperas de
combate o blanden banderas con ezvásticas es una forma de tapar la realidad
como si se quisiera tapar el sol con el dedo. Incluso nuevas producciones
cinematográficas que pretenden ser un reflejo fiel de la historia que insisten
en esta simbología, son más bien un intento vano y artificioso en tratar de
manipular a la opinión pública manteniendo la mirada en el pasado para ocultar
el abrumador y vergonzante presente. Estamos en una etapa de la historia donde
muchos mitos políticos se han venido abajo y ya no es posible maquillarlos como
lo hacían las (hoy desacreditadas) corporaciones de medios.
Ni
pertenecer a una religión o etnia determinada otorga calidad democrática ni
mucho menos las coloca por encima de otros como se suele escuchar aún para
justificar las arbitrariedades de estados ocupantes y sus bizarras acciones
inhumanas. Mucho menos democrática es la aspiración globalista de estos
liberales anglosajones quienes buscan crear un estado total disgregando a los
estados nacionales. Es en las conductas individuales donde se traduce el
liberalismo y la democracia en las acciones éticas y morales que lejos debieran
estar en ir contra los derechos de otros por el solo hecho de ser diferentes. Por
caso que usted se pregunte ¿Cómo catalogaría a los neoconservadores y su secta
extremista de los Straussianos?
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