miércoles, 29 de marzo de 2023

 

LA FALACIA DEL LIBERALISMO

¿Por qué el liberalismo anglosajón no representa a la democracia ni el respeto a las libertades de nadie?

 

Por Charles H. Slim

Cuando nació el liberalismo como ideología opuesta al poder absoluto de los monarcas del siglo XIX, suponía un avance de las libertades del individuo contra el intervencionismo del estado en el cual los individuos eran considerados el medio para cumplir los fines del “Leviatán” de Hobbes.

 Aunque durante todo el siglo XX y arte de lo que va el actual en los claustros académicos occidentales han rebatido esta visión clásica en la que el estado naturaleza del hombre es la del “hombre lobo del hombre”, la misma ha sido la más exacta interpretación de la realidad contemporánea. 

El liberalismo no significa igualitarismo ni jamás garantizo la igualdad entre las personas, todo lo contrario. En las relaciones internacionales, los estado “liberales” han sido prolíficos en violentar la soberanía de otros estados por el solo hecho de no coincidir con su pensamiento ¿Eso tiene algo de democrático? La historia del desarrollo de estas sociedades basadas en el liberalismo casualmente fueron las que progresaron económicamente a costa de la apropiación de los bienes de otros pueblos mediante la conquista bélica, el colonialismo y la depredación. Incluso decir que un estado es liberal es un error ya que el liberalismo es una conducta humana ajena a una entelequia político-administrativa.

Este ha sido uno de los errores más difundidos y políticamente aprovechados durante todo el siglo XX para penetrar en los asuntos internos de otros estados. Quien más usufructuó esta falacia es sin dudas EEUU. Pero incluso el mentado pluralismo político dentro de este país nunca fue tal, dado que siempre hubo un estado omnipresente y vigilante sobre la individualidad de sus ciudadanos. También, su bipartidismo es una estafa discursiva que (simulando alternancia) no es otra cosa que un negocio cíclico para pocos (elite política) y que se vende al mundo como el ejemplo de la democracia. De la mano de esta falsa visión, los estados anglosajones se valen de la palabra democracia como un valor del cual y en teoría, se garantizaba la pluralidad de opiniones, el respeto por las diversidades sociales y culturales, en fin, la consagración del estado de derecho. Hoy muchos se preguntan ¿Derecho de quién?

Desde el final de la segunda gran guerra (en 1945) los estados anglosajones, en especial los EEUU transformaron esta ideología-filosofía en un verdadero activo de merchandising para fines geopolíticos propios al cual se creyeron con legitimidad de exportar e imponer a la fuerza. El valor democracia en este contexto solo fue y sigue siendo un formalismo descriptivo del sistema electoral basado en el sufragio. Bajo esa premisa e instalando falacias discursivas como “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” (atribuida falsamente a Voltaire) o justificar las invasiones y las agresiones bajo el argumento de la defensa de los derechos humanos y la promoción de la democracia, estos estados han pisoteado de forma grosera, bestial y explicita los valores que dicen defender y hoy, bajo nuevas circunstancias, pretenden llevarlas más allá con el reeditado riesgo de una guerra química, biológica y nuclear.

La historia contemporánea esta suficientemente ilustrada de las agresiones, las extorsiones, los latrocinios y crímenes colectivos que estos estados liberales-democráticos han cometido bajo el amparo de un derecho difuso, poco claro y de una legalidad altamente cuestionable que durante todo lo que fue la segunda parte del siglo pasado hasta el inicio del presente, se conoció como “un derecho internacional basado en reglas” ¿Qué significa eso? Para el vice ministro de Asuntos Exteriores de la República Popular China Xie Feng, esto no es otra cosa que la implementación de la ya conocida “ley de la selva”. Igualmente y más allá de coincidir con esta descripción hasta hoy muchos se preguntan ¿Cuáles reglas?

Las reglas que Washington suele argumentar, discordan groseramente de sus acciones claramente contrarias al derecho internacional y ni que decir en su aspecto humanitario. Las consecuencias de sus políticas injerencistas nada tienen de democráticas. Sus métodos (sigilosos y secretos) han quedado en evidencia de estar a la altura de los autoritarismos más detestables de la historia sin importar cuál sea su orientación ideológica de derechas o de izquierdas. Pero esto no debe asombrarnos ya que es advertible como dentro de EEUU y también Gran Bretaña desde hace al menos dos décadas hasta el presente ya no es posible distinguir entre derechas e izquierdas e incluso más, como en sus decisiones gubernamentales se advierten esa pecaminosa inclinación a la derecha extrema. No es un descubrimiento que la sociedad estadounidense esta infectada del racismo, el prejuicio y el odio hacia las minorías religiosas que tan puntualmente ejercitaron en estas últimas décadas contra los musulmanes.

Estos sectores no usan esvásticas ni se visten de caqui como sigue mostrando el estereotipo desinformador y sesgado de los medios audiovisuales occidentales. Creerse que solo hay extremistas de derecha o “protonazis” porque usan camperas de combate o blanden banderas con ezvásticas es una forma de tapar la realidad como si se quisiera tapar el sol con el dedo. Incluso nuevas producciones cinematográficas que pretenden ser un reflejo fiel de la historia que insisten en esta simbología, son más bien un intento vano y artificioso en tratar de manipular a la opinión pública manteniendo la mirada en el pasado para ocultar el abrumador y vergonzante presente. Estamos en una etapa de la historia donde muchos mitos políticos se han venido abajo y ya no es posible maquillarlos como lo hacían las (hoy desacreditadas) corporaciones de medios.

Ni pertenecer a una religión o etnia determinada otorga calidad democrática ni mucho menos las coloca por encima de otros como se suele escuchar aún para justificar las arbitrariedades de estados ocupantes y sus bizarras acciones inhumanas. Mucho menos democrática es la aspiración globalista de estos liberales anglosajones quienes buscan crear un estado total disgregando a los estados nacionales. Es en las conductas individuales donde se traduce el liberalismo y la democracia en las acciones éticas y morales que lejos debieran estar en ir contra los derechos de otros por el solo hecho de ser diferentes. Por caso que usted se pregunte ¿Cómo catalogaría a los neoconservadores y su secta extremista de los Straussianos?

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