“POLITICA DE LA IMPOSTURA”
Por qué el presidente francés Emanuel Macron no
busca solucionar el racismo y la islamofobia que anida en su sociedad. Simplemente,
la continuidad y resabios del Chauvinismo.
Por
Charles H. Slim
A las puertas de la tercera década del nuevo milenio ya se pueden ver los frutos de varias situaciones que en la mayoría de los casos han venido desarrollándose desde finales del siglo XX. Nos referimos a lo ocurrido en Francia en la última semana de octubre pasado con los crímenes cometidos en París y Niza que el gobierno de Macron, atendiendo al origen y credo de los ejecutantes torpemente ha catalogado como “atentados terroristas islamistas”. Decimos torpemente ya que, caso contrario, habría una manifiesta intensión por desatar una nueva ola islamofoba contra los musulmanes franceses.
Esta
no es algo que sorprenda. Francia ha sido uno de los países europeos donde más ha
progresado el odio a los musulmanes y al Islam que se identifica como “islamofobia”
y que autores como Alain Quellien han justificado por considerarles como “un
enemigo irreconciliable del cristiano y de Europa”. Por supuesto, estas
definiciones no aclaran las causas de esta enemistad y los históricos daños
causados en países árabes-islamicos por el colonialismo francés.
Las
protestas y los reclamos organizados por asociaciones musulmanas nunca bastan y
en la mayoría de los casos son desoídas por las autoridades e invisivilizadas
por los medios informativos. Este trato claramente discriminaorio no puede
obviarse y solo promueve la impotencia sobre toda una comunidad. Una vez más
Francia se ve sacudida por la ira de algunos sectores musulmanes que hartos del
continuos insultos y agresiones contra sus creencias han llevado adelante estos
crímenes horribles que han sido aprovechados por el gobierno francés y en
particular por el impopular Nicolás Macron para victimizarse una vez más y usar
al Islam como el origen de todo lo malo.
No
hace falta tener que aclarar que en Francia existe un profundo racismo y
prejuicio contra los inmigrantes originado en una larga historia colonial
creadora a su vez de una eminente desigualdad que se ha ido acrecentado a lo
largo de las décadas producto de la continua
llegada de miles de inmigrantes turcos, árabes y de otros países islámicos que lejos
de absorber las costumbres occidentales, no han renunciado a sus creencias y
convicciones de origen exacerbando a los sectores chauvinistas locales.
La
reacción ante esas continuas agresiones y humillaciones a la creencia islámica
y a sus seguidores ha devenido en lo que en el mismo Jaques Chirac advirtió
allá en 2006. Pero así como existieron y existen franceses que tratan de frenar
ese racismo recalcitrante, hay otros con nexos exteriores que buscan
profundizarlo para crear la imagen sucia y conveniente contra el Islam. Así el “demócrata
de centro derecha” Francoise Sarcosi y luego el “socialista” Francoise Hollande
–pese a la supuesta antípoda ideológica- cooperaron
con gran interés con los sectores sionistas franceses para justificar la
aventura neocolonial que los medios franceses y occidentales llamaron
“Primavera árabe”.
El
antecedente del extraño atentado de “Charlie-Hebdo” en 2015 (rodeado de varias incongruencias
y extraños elementos) parece ser el disparador de estos crímenes. No era la
primera oportunidad que el semanario satírico se metía contra los musulmanes a
quienes continuamente provocaba en sus publicaciones. En aquel momento los
caricaturistas habían estado satirizando de forma maliciosa e incluso insultado
la figura del profeta Mahoma del Islam, algo que se sumaba a las preexistentes y cruentas acciones
islamofobas que ya se venían cometiendo contra ciudadanos musulmanes, producto
de una intolernacia que anida en el seno de la sociedad francesa y que tiene
como aliados a sionistas recalcitrantes que operan como embajadores paralelos
de Tel Aviv.
Desde
hace años que se vienen cometiendo crímenes y atentados contra la comunidad
islámica en Francia, sin que los medios hallan hecho incapie por tomarlo con la
misma enjundia y preocupación con la que atendieron lo sucedido en el caso de
los caricaturistas parisinos. Incluso y bajo esta excusa muchos azusaron a que
se incrementaran las agresiones. Se nota una clara tendencia arabofaba e
islamofoba. Tal como lo ha señalado el investigador y sociólogo Michel
Wieviorka el odio y el racismo es una pauta que no es ajena a la sociedad
francesa y crecen todas partes. Y pese a que hace un profundo estudio sobre el
origen del crecimiento de la comunidad islámica en Francia y cómo se ha
integrado en una sociedad aferrada al laicismo no toca el principal eje de este
fenómeno que no cabe lugar a dudas se centra en el pasado colonial repotenciado
por las aventuras neo-colonialistas emprendidas con sus colegas británicos en
2010 en todo el norte de África y que llevo a se produjera un masivo éxodo de
habitantes árabes magrebíes y del Medio Oriente.
Aquellas
intervenciones en el marco de un supuesto interés humanitario respaldado por la
OTAN y sus diversas alianzas con las petromonarquias del Golfo Pérsico,
digitadas discretamente desde Washington por la administración de Obama que
había prometido (en su visita a Egipto en 2009) cambios en las relaciones con
el mundo árabe-islámico, sumaron mayor crisis a una región que venía sacudida
por una endémica situación socio-económica desatendida por gobiernos ineficaces
y corruptos. Fue así que tras destruir las infraestructuras de países como
Libia y Mali desato una ola inmigratoria que inundo Europa y en particular a
Francia con lo cual, desconocer estos hechos como causa de lo que hoy se ha
vuelto un problema endémico es querer tapar el sol con un dedo.
De
Francia se conoce la parte superficial, incluso en lo que políticamente se
refiere y en ello los medios juegan un papel preponderante para esconder la
basura bajo la alfombra. Pareciera que los amantes de la Francia no quieren ver
el lado oscuro que se agazapa detrás del slogan “Liberté, Fraternité y egalité”
y que esconde décadas de crímenes y violaciones a los derechos humanos que
curiosamente han afectado a miles de musulmanes especialmente a los magrebíes y
del cercano oriente; ¿En algún momento escucho usted a Chirak, Sarcosi,
Hollande o a Monsieur le Président
Macron condecenderse con algunos de aquellos seres humanos?
La
historia de Francia es la de un estado colonialista que a lo largo de su
desarrollo se ha cobrado con la vida de miles habitantes de regiones donde puso
su pie Chauvinista. Su última plaza colonial en Argelia dejo bien en claro la
naturaleza despiadada de su política exterior y su particular ensañamiento
contra los árabes magrebíes, una página de la historia que muchos franceses
quisieran borrar.
Pero
más cerca en el tiempo, no se deben olvidar sus conspiraciones para sabotear y
agredir la soberanía de estados con el mismo derecho a ser respetados que la
Francia misma. Y si no, como olvidar su participación –bajo la dirección de la Secretario de Estado norteameriocano Hillary
Clinton- en los cruentos intentos por derrocar al gobierno sirio y su clara
complicidad con el embuste de los “rebeldes moderados” que terminarían siendo
parte de ese plan siniestro de permitir y alimentar la instauración de un
“Estado Islámico” en suelo iraquí al amparo de Washington y sus colegas
regionales.
Con
el paso del tiempo este particular desprecio por sus ex colonizados se fue
ampliando a sus patrones culturales y creencias religiosas vinculadas con el
Islam. Lo vemos con la intensión de prohibir el uso del “yihab” de las mujeres
musulmanas haciendo interpretaciones odiosas y completamente artificiosas de lo
que es una costumbre y estilo de vida islámica.
Durante
años los árabes y musulmanes han tenido que soportar actitudes de discriminación,
desprecio y hasta crímenes que se veían de algún modo, socialmente justificados
por las actitudes del gobierno claramente amplificadas por los medios
informativos. Fue así que bajo el rótulo del “integrismo islamista” que estuvo
muy en voga por los especialistas en terrorismo y la clase política de finales
de los ochentas y toda la década de los noventas, pusieron un manto de
sospechas sobre todos los musulmanes radicados en el país.
Macron
vuelva a reabrir esa odiosa visión haciendo alegaciones que nada ayuda a la
concordia intercultural y por el contrario, aumentan el odio y la desconfianza hacia
los musulmanes. Otra demostración del relativismo, la hipocresía y la debilidad en la mentada democracia que
prejuzga y no respeta a quienes son diferentes.