“UNA VACUNA CONTRA LA ESTUPIDEZ”
Hay otro virus que desde hace décadas infecta a la
clase gobernante y a los políticos de la oposición argentina que requiere de
una pronta cura ¿Es curable la estupidez?
Por
Pepe Beru
La aparición de la pandemia del COVID-19 dejo entrever varias situaciones bochornosas que la opinión pública de cada país desconocía de sus gobiernos o poco interés tenía en conocer. En el caso de Argentina estas circunstancias han puesto en evidencia una situación estructural catastrófica caracterizada por la improvisación, la impericia y la corrupción.
Desde
que Vladimir Putin anunció publicamente la obtención de la vacuna “SPUTNIK V”
se produjo un tembladeral en los intereses farmacéuticos de occidente y por
supuesto, en los gobiernos anglosajones. Sin dudas se trató de una sorpresa muy
difícil de digerir y –como era de
esperar- no tardaron en salir al cruce los anglófilos locales y su los
autoprocalamdos “republicanos populares” para lanzar especulaciones y sospechas
con notorios tintes geopolíticos.
A
partir de allí los laboratorios británicos, estadounidenses y alemanes (parte
de grandes multinacionales farmaceúticas) más influeyentes han estado en una
carrera contra reloj para tratar de boicotear el logro ruso y ganar al mismo
tiempo, los mercados para –según el
slogan de los medios- “salvar al
mundo” del Coronavirus. Péro ¿Qué sucedía en Argentina?
Es
difícil responder a esa pregunta, si consideramos que podemos entender por
Argentina. Y es que, su gobierno (y en particular la persona del presidente Alberto
Fernández) da de forma constante muestras de una contradicción existencial que
no soporta contrastaciones con la realidad. Sus discursos van desde el cinismo
hasta el relato fantástico que no hacen más que suscitar más incredulidad entre
los gobiernos de otros países y la desazón entre la población. Calificarlo como
peronista o socialdemócrata importa poco ya que, quedó claro que cambia de
camiseta conforme la ocasión.
Si
bien Macri y su gobierno destruyeron económicamente al país, las gestiones de
su predecesora (de la actual vice Cristina Fernández) dejaron mucho que desear.
Y desde que el actual presidente tomo el mando, no ha cumplido una sola de sus
promesas electorales ya que (está a la vista) no ha puesto dinero en el
bolsillo de los argentinos, no ha bajado los impuestos (por el contrario van en
aumento y la creación de otros nuevos que asoman en el horizonte) y –en nombre de una solidaridad inexistente- le
ha sacado la movilidad a las jubilaciones sin hacer mención de las
contrariedades internas con CFK que en las últimas horas se han hecho publicas.
Ciertamente
la pandemia hundió aun más al país y hoy por hoy la situación socio-económica
y financiera es de total incertidumbre, pero ello no excusa todo lo anterior.
No hay un solo “experto” en economía o en las ciencias sociales que logre
adivinar hacia donde va éste país en los próximos tres meses.
La
circulación del Coronavirus ha complicado aún más esta situación y ello a la
vez, ha sido usado por el gobierno como
una excusa para saltar las responsabilidades propias de la clase política que
desde hace décadas se aferra como la lapa al estado con la sola finalidad de
obtener beneficios propios.
Y
es en este contexto de confusión y caos que salen a la luz las consecuencias de
esos procederes.
Cuando
Vladimir Putin anunció la obtención de una vacuna, éste gobierno que se jacta
de “popular” y “nacional”, hizo como si no sucediera nada, demostrando que no
quería agitar el avispero de los intereses corporativos internos que se coligan
con las embajadas de Gran Bretaña y EEUU. Esto no es un secreto y la
demostración de esta obsecuencia irreverente ha quedado más que testimoniada
con el estado de postración en la que se halla el estado argentino. Caracas ya
lo dejó en claro cuando Diosdado Cabello, para ser diplomático, tildo de “tibio”
al mandatario argentino quien no acuso recibo. Pero cuando Fernández y Cia advirtieron que podían
explotar políticamente el acceso a una vacuna que ya se estaba administrando,
“los populares y nacionales” no dudaron en declarar su confianza ciega al
producto ruso iniciando las gestiones para la provisión de las dosis necesarias
para la población argentina.
A
pesar de las improvisaciones (por el desconocimiento del idioma y de tratativas
en asuntos semejantes) y las sonrisas para las fotos institucionales de los
diplomáticos, en el terreno de la realidad la situación de disponibilidad
material que separa a la Argentina de Rusia es abismal. Tanto, que incluso se
ve difícil que sean los argentinos quienes puedan ir a buscar lo que han
comprado.
Aquí
es donde comienza a vislumbrarse una vez más, un estado calamitoso de cosas que
deja en evidencia hasta donde (entre ellos Alberto Fernández) destruyeron la
infraestructura del estado nación. Durante décadas, estos mismos políticos que
en otros momentos, especialmente en la era Menem, supieron venderlo todo a
empresas privadas extranjeras y entregaron proyectos estratégicos a EEUU
(Proyecto Misil Cóndor 2) en pos de una supuesta mejora en la calidad de los
servicios y la industria, hoy claman por la estatización y el regreso a un
desarrollismo ilusorio.
Entre
los sectores estratégicos destruidos por estas políticas erráticas y
negligentes están la defensa en general y las Fuerzas Armadas en particular.
Más allá del direccionamiento deliberado y externo que tuvo esta degradación
(Condicionada por Londres con los
Acuerdos de Madrid), hubo una cuota de infantilidad y amateurismo de los
políticos argentinos que no puede perdonarse. Con ello la clase política ha
demostrado que carece de visión y coraje para mancharse las manos con empresas
a largo plazo demostrando que llegan a sus puestos para mejorarse sus propias
existencias y la de sus cercanos a costa de los erarios públicos.
¿Cómo
puede haber dinero para invertir en aviones, en el desarrollo aeroespacial o en
equipamiento de una Armada a nivel de las demandas actuales, si el dinero se va
a negociados y emprendimientos familiares de muchos de estos políticos? Son
muchos los casos que revelan esta situación y uno de sus síntomas es la
ausencia de material a la altura de las necesidades. Esta degradación en la
operatividad ha llegado a tal punto que sus cuadros logísticos son casi inexistentes.
En
ningún momento los funcionarios pasatistas han tomado en serio el tema
demostrando que no entienden o no les ha interesado entender que la seguridad
integral de una nación no pasa por ideologías partidarias. Pero así están las
cosas en éste país y hoy por hoy sus habitantes se hallan a merced de esas
consecuencias.
Esto
viene a cuento de la actual necesidad de contar con una logística moderna y
adaptada a las necesidades de contingencias como la que actualmente afecta a
todo el mundo. Por estos días se discute cómo hará el gobierno argentino para
trasladar el cargamento de vacunas que habría adquirido de la Federación rusa
dado que Moscú condiciona su entrega a que sean los argentinos quienes la
busquen. Pero aquí es donde se refleja la imperdonable carencia de aviones de
transporte logístico adaptados para las presentes necesidades. La Fuerza Aérea
es una de las armas que más ha sufrido de estas inconsecuencias políticas y la
falta de planeamiento estratégico.
Según
se ha sabido, el transporte de estas vacunas requiere de condiciones especiales
para su mantenimiento durante el viaje y su posterior traslado terrestre. A
diferencia de los productos británicos y norteamericanos de Pfizer y BioNTech
que requieren de una conservación de “ultrafrío” de -70 C°, el producto ruso se
halla más asequible a las condiciones de infraestructura técnica de la Argentina.
De ese modo, la Sputnik V solo requerie de mantener a la vacuna en un ambiente a
una temperatura de -8 grados C°, mucho más razonable a las versiones anglosajonas.
Está en veremos si podrán adaptar con
equipo de refrigeración uno de sus aviones comerciales “Boing-737-800”.
Igualmente,
ello parece haber complicado a las promesas del presidente Fernández de
comenzar la vacunación masiva para finales del mes de diciembre ¿Las razones?
No contar con la capacidad logística para la simple tarea de ir a buscar el
cargamento a Moscú. Pareciera un sinsentido o incluso una broma, pero esto ya
lo vimos con la visita a comienzos del 2016 de Obama cuando el avión presidencial
“Force One” debió bajar la cota de vuelo y reducir la velocidad al minimo para
que los aviones a hélice “Pucará” pudieran escoltarlo poniendo (además del
ridículo al gobierno argentino) en serio riesgo a la seguridad del mandatario estadounidense
ante un hipotético pero muy factible ataque desde tierra con un simple misil portátil
guiado “MANPAD”.
A
pesar de aquel lamentable precedente que era la consecuencia del sistemático desmantelamiento llevado a cabo durante la
gestión de los Kirchner, la administración de Macri no hizo nada por mejorar el
área, incluso como vimos, trato de encubrir estas falencias materiales con
consecuencias fatales como sucedió con el hundimiento del submarino “ARA San
Juan”. En conclusión, tanto a la
izquierda como a la derecha de la clase política, la ineptitud y la estupidez
campean por igual, algo de lo cual ya lo están resintiendo sus votantes.
Hoy
los mismos que ayudaron a desmantelar los brazos armados del país, tratan de
explicar lo inexplicable demostrando la incapacidad o más bien, su cinismo que
a su vez tapa la incompetencia funcional para estar a la altura de las
circunstancias y resolver problemas tan básicos como es el disponer de transporte
aéreo. En este sentido, el responsable de la defensa Agustín Rossi quien en el
pasado hizo mucho por esta degradación, hoy demuestra su ineficacia en dar
soluciones de fondo que puedan enmendar tantas fallas y carencias estructurales
que curiosamente él mismo junto a sus partidarios, llevaron adelante durante la
primera década del 2000.
Resultado
de aquello, el desguace de escuadrillas enteras, el abandono de bases
estratégicas (como el desmontaje del radar de Río Gallegos) y la inmovilidad de
sus aviones de transporte militar con posibilidad real de acometer una misión
como la que por estas horas requiere el país. Ante esta realidad no hay más que
silencio y excusas que no sirven ciertamente para resolver problemas que deben
ser atendidos de forma urgente.