EN LA MIRA
“LA ERA DE LA NO INTIMIDAD”
La vida actual se ve completamente invadida por extrañas agencias de inteligencia que constantemente tratan de sondear y averiguar qué es lo que tú haces y lo que piensas ¿Dónde están los límites?
Por Charles H. Slim
Hasta dónde
puede llegar el control gubernamental sobre la opinión y las formas de
comportamiento de la población, parece no tener techo. Las empresas de
seguridad privada, compuesta por ex miembros de fuerzas armadas y de agencias
de inteligencia son los nuevos actores dentro de éste mundo “inseguro” que
tantos réditos les da éstos ex funcionarios públicos avenidos en empresarios
privados.
Tras los estruendosos escándalos en los que las agencias de
inteligencia se vieron involucrados en años pasados, ha llevado a que los
países comprometidos en actividades netamente criminales, pasaran a una
contraofensiva informativa para
detener la ola de descredito y repulsas
que se masificaron alrededor del mundo.
Para marcar el inicio de esta debacle del secretismo de las
agencias de inteligencia y sus fechorías tercerizadas por matones a sueldo, no
podríamos dejar de mencionar las irreverencias advertidas por miles de
ciudadanos estadounidenses y muchos otros miles alrededor del mundo tras
aquellos atentados del 11 de septiembre de 2001 en los cuales a las
incongruencias captadas en vivo y en directo, se agregarían una cadena de
incontables incongruencias que perdurarían tras aquellos eventos y que a su vez
crearían otros hechos tan o más siniestros que aquel ejecutado en aquella
mañana.
Fueron momentos en lo que “pensar se volvió muy peligroso” y fue
por ello que la administración de George W. Bush y Dick Cheney establecieron un
Status Quo “Ad Hoc” que terminaría por rematar a la bastardeada libertad que venía
arrastrando los Estados Unidos de Norteamérica.
A partir de la instauración de una batería legislativa como fue la
“Patriotic Act” que supuestamente apuntaba a la seguridad y la lucha contra el
terrorismo, fue el frontón legalista para, además de suspender las garantías
constitucionales, amparar la
construcción de un gigantesco aparato represivo de la inteligencia y la
contrainteligencia que sirviera para acallar a cualquiera que se atreviera a
criticar o a poner en dudas las versiones oficiales de la Casa Blanca.
Los medios o mejor dicho el Conglomerado de Medios privados que
controlan el espectro informativo occidental, necesario para imponer una visión
ajustada a las necesidades políticas de Washington en los momentos que requiera
de una cobertura favorable, jugaron y siguen jugando un papel central en tratar
de instalar en colectivo, la idea de una agresión terrorista de origen
árabe-islámico. Pero mientras estos esfuerzos se llevaban sin pausa, muchos
ciudadanos estadounidenses que fueron de algún modo protagonistas de esa
terrible mañana, no compartían esas visiones mediáticas e incluso algunos de ellos, hicieron frente a
estas versiones que no eran más que la amplificación de lo que provenía del
gobierno federal.
No olvidemos hasta donde llegaría el brazo silenciador del
establishment estadounidense. Esto a cuento de las investigaciones realizadas
por el periodista y geopolitólogo francés Therry Meyssan quien tras advertir
grandes agujeros en las versiones oficiales del gobierno estadounidense y
analizando con detenimiento el episodio del Pentágono en aquel 11 de septiembre,
escribió el libro “La Gran impostura” que desató la ira de Washington y que
tras una persecución realizada por la CIA y la DGSE francesa, ante la real
amenaza a su vida debió refugiarse en Siria, donde vive actualmente. En ese mismo sentido, el periodista afirma que
el Departamento de Estado norteamericano ha contratado a nada menos que
quinientas mil personas para ejercer una vigilancia masiva y puntual sobre la
sociedad estadounidense.
La política implementada por aquella secta puritana que pretendía
reinstaurar la puridad anglosajona en el estado federal, no dudaría en extender
su guerra antiterrorista bajo los principios que el sionista Paul Wolfwitz
señalo que debería ser, “infinita y sin fronteras”.
Tras las filtraciones de las aberraciones cometidas por las tropas
estadounidenses y sus agencias de inteligencia en el campo de concentración de Abu
Graib, Iraq, en Guantánamo Cuba y las cometidas en Afganistán, puso en guardia
a las agencias de inteligencia que se vieron expuestas como jamás les había
pasado a lo largo de su historia y que tras las ventiladas por el oficial
militar Bradley Manning, llevaron el escándalo al paroxismo que dejó a los
EEUU, mucho más cuestionado ante los ojos del público mundial.
Desde que Wikileaks causó sensación con las filtraciones en 2007 de
las terribles y sádicas imágenes de los helicópteros norteamericanos
ametrallando con saña a los ciudadanos iraquíes en un barrio de Bagdad mientras
los pilotos se congraciaban de sus actos, la vigilancia interna dentro de las
Fuerzas Armadas se volvió estrecha y asfixiante; igualmente no pudieron detener
el goteo constante de aberraciones y brutales crímenes que estaban a la altura de
psicópatas mal nacidos que de soldados profesionales. Se crearon departamentos
especiales para tapar cualquier hueco por donde se pudieran filtrar éstas
barbaridades y lejos se estuvo de tratar de impedir que aquellas ocurrieran. En
la mentalidad estadounidense, la apariencia cuenta –y mucho- al momento
de sus cartas de presentación, por ello, si “hemos matado a unos cuantos, que
no se note”.
Bajo esta oscura trama, la intrusión del gobierno con escuchas y
grabaciones de todas las comunicaciones particulares y hasta la persecución por
razones de credo y opinión, han hecho de la vida de los ciudadanos
estadounidenses y británicos, una parte inescindible de sus vidas sin que haya
posibilidades de que la justicia les garantice su seguridad tanto “jurídica”
como “física”.
El último puntapié a esa postura hipócrita y cínica fue sin dudas,
la fuga promovida por el agente de la NSA Eduard Snowden que, tras revelar
varios métodos de obtención de información recopilada clandestina y
secretamente de entre la población estadounidense, para muchos, no causó ningún
daño severo a la estructura de la Comunidad de inteligencia estadounidense.
Igualmente no hay que olvidar que Washington hizo todo lo posible por echarle
el guante a Snowden negociando con todos los posibles estados que podían
concederle un refugio, que no lo hicieran; algo que no pudieron hacer con Rusia
que finalmente termino dándole el asilo político para garantizar su integridad física.
Pero lo peor de todo esto, es que toda esta estructura no distingue de
administraciones en la Casa Blanca.