“EL TREN
DE LOS INCONSECUENTES”
A 39 años de la recuperación de las Islas Malvinas y
archipiélago del Atlántico sur la Argentina se ve inmersa en el caos político
interno y a la incertidumbre geopolítica como estado nación ¿Habrá salvación
para la Patria integral?
Por Charles H.
Slim
Hace treinta y nueve años la Argentina llevaba
adelante uno los itos políticos e históricos que cambiarían para siempre su
posición en la región y el mundo. La recuperación de las islas Malvinas,
Georgias y Sandwiches del Sur en aquel 2 de abril de 1982 dio paso al
enfrentamiento bélico con el Reino Unido que -más allá del resultado
militar- sentó un precedente geopolítico y jurídico que no puede obviarse.
Más allá de que la recuperación de las islas del Atlántico sur y con ello el
control sobre los espacios marítimos circundantes fue temporal y terminó en una
derrota en junio de 1982, el sentimiento de pertenencia y las ansias de volver
nunca se perdieron.
Pese a este sentimiento colectivo que mora en el
subconciente del pueblo argentino, su dirigencia política -especialmente la
capitalina- totalmente alejada de la realidad del ciudadano común, ha
demostrado no saber (o quizás no querer) receptarlo y mucho menos tener la
vocación, la inteligencia ni el valor para desarrollar una agenda estratégica a
largo plazo que atienda y analice los desafíos que representa la empresa, ya no
para recuperar el archipielago, sino para limitar los movimientos del usurpador
que desde hace décadas se beneficia de sus recursos y que va en franca
expansión sobre el resto del territorio continental. Esto último no es algo que
debiera asombrar ya que no hay recursos militares para limitar esas
intensiones. Si bien los posibles planes del gobierno argentino por modernizar
las FFAA con equipamiento ruso y chino sería una señal en este sentido, es tan
solo un pequeño paso en un largo camino que llevará décadas de una política
sostenida.
Pero la historia política del país evidencia
interrupciones cíclicas en el desarrollo de sus políticas estratégicas (cuando
supo tenerlas) no solo por golpes civico-militares sino por meros cambios
partidocraticos en los ocupantes de la Casa Rosada.
El problema que se presenta en la actualidad esta
signado por la situación interior del país caracterizada por una total anomia
social, el desgobierno, la corrupción estructural y el caos ideológico. En este
sentido el nuevo milenio halla a la Argentina en un total abandono de sus
intereses estratégicos y entrega completa a las actividades británicas en todo
el atlántico sur, quienes a su vez amplían peligrosamente sus actividades con
la pronta remisión (no solo de submarinos) de parte de su arsenal nuclear estratégico
a una instalación secreta en Malvinas. Con esto en vista la amenaza para la
Argentina y la región se profundiza de forma critica y peligrosa poniendo a la
región en el mapa (como mero observador) de una hipotética tercera guerra
mundial.
Mientras en Buenos Aires los sectores admiradores y
hasta obsecuentes de las políticas anglosajonas y siguiendo a la nueva
tendencia en la Casa Blanca dan inicio a un falso y flemático debate sobre
“democracia o autocracia” (puesto a rodar por el senil presidente Joe Biden),
el país se va por un caño ya que tal como lo revelan las encuestas y
relevamientos sobre la situación económico-social, los sueldos -para quienes
tienen la fortuna de tenerlo- no llegan a cubrir las necesidades básicas de
una canasta de alimentos digna para una familia tipo que a su vez se ve
asfixiada por la impiadosa subida de los impuestos, el aumento escalonado del
precio en los combustibles y el desempleo endemico. Ciertamente que no hay en
la Argentina un “Churcill”, “Thatcher” o “Reagans” (proceseres para estos
sectores) que puedan implantar ese liberalismo salvaje que tantos acompañaron
con el Menemismo de los noventas y al cual hoy (disfrazados de “republicanos”),
critican al gobierno como si no hubieran estado.
De este modo mientras quienes acusan al gobierno de
Alberto Fernández de inoperante y falto de visión, no reconocen que la
oposición (a la cual solapadamente miman) no ha demostrado ser mejor dado que
en su mayoría son los mismos que formaron parte del anterior gobierno de
Mauricio Macri quienes entre otras cuestiones capitales, malgastó los fondos
requeridos al FMI, entregó las reservas de oro del Banco Nación a Londres,
facilito los negocios de empresas privadas amigas del entorno presidencial y
desguarneció aún más las aguas del Atlántico sur y el sistema integral de la
defensa ¿Qué clase de patriotismo podría encontrarse en este tipo de gente?
Mientras unos tratan de jugar a la revolución con
medianías, voluntarismo y practicas anacrónicas, los otros (auto rotulados como
“republicanos”) entregan los intereses de la nación al enemigo estratégico bajo
la literaria denominación de “apertura al mundo” que obviamente -ese mundo- se
limita a EEUU, Gran Bretaña y la UE y que algunos de ellos se animan a catalogarlo
como “el mundo civilizado” no reparando que esa adorada civilidad que se cubre
con la consabida palabra “democracia” en todo lo que va del nuevo milenio ha
sido autora y generadora de brutales intervencionismos políticos y militares
que -al amparo de engaños y mentiras- han causado destrucción, miseria y millares de
muertes alrededor del mundo ¿Acaso estos pueden ser considerados mejores que el
actual gobierno?
Son estos mismos que se empalagan hablando de Paris
y del europeísmo teniendo siempre como centro una supuesta superioridad
anglosajona, denostando a su propia tierra, sus bondades y el sacrificio de
sangre que sus hijos ofrendaron para luchar en aquel invierno de 1982 contra
los agresores de aquellos lares que (vale la pena recordar) han hecho “grandes”
sus economías a costa de la agresión colonialista e imperialista secundado a EEUU.
Ciertamente que no hay explicación filosófica y moral -por más sofisticada
que ella fuese- que valga para argumentar tanta bajeza intelectual.
En este mismo sentido, varios de estos exponentes
que forman parte de los comedidos medios alineados a las políticas de
Washington y a Gran Bretaña, avaladores de todas las “políticas civilizadoras”
de La Casa Blanca, no han ahorrado entusiasmo al comentar la bravuconada del
presidente Biden que en público calificó a su homologo ruso como “asesino” sin
decir nada de los 8000 millones de dólares del presupuesto anual que La Casa
Blanca destina para ordenar y ejecutar asesinatos selectivos contra quienes
ellos consideran como indeseables; muy democrático ciertamente. Tampoco parecen
recordar que Biden como senador del Partido Demócrata en una entrevista de 1982
ante la cadena CBS, apoyó de manera explicita a Gran Bretaña olvidándose que
EEUU tenía un compromiso hemisférico con el TIAR que violo de forma flagrante y
vergonzosa con su asistencia a la Fuerza de Tareas de la Royal Navy. El sesgo
de estos personajes es tan obvio que no hace falta análisis alguno.
Precisamente en lo referente a la política exterior,
Argentina por intermedio del gobierno actual pareciera estar sosteniendo y
consolidando una posición ideológica dirigida a despegarse de la influencia que
los gobiernos anteriores y en particular el del presidente Macri había
involucrado de forma íntima con países como EEUU e Israel quienes a su vez trataron
en ese entonces, aprovechando el acceso que les permitieron funcionarios clave
como Patricia Bullrich, Arribas, Magdalani y Oscar Aguad sumado a la magra
situación institucional, de cooptar el área de seguridad, inteligencia y
Fuerzas Armadas para que sean una extensión más de sus políticas en la región. Obviamente
que entre esas políticas no se cuenta el interés por apoyar a la Argentina en
sus reclamos sobre el Atlántico sur.
Quienes apoyan estas injerencias son aquellos que
con mucho ahínco y esmero no paran de señalar públicamente como un mal camino para
la nación, establecer relaciones con Rusia, China, Irán y por supuesto
Venezuela aprovechando cualquier argucia para desatar y fundar sus
acostumbradas y ponzoñosas editoriales. En este último sentido, queda claro que
quienes bregan por amigarse incondicionalmente con Gran Bretaña, EEUU y sus
aliados no refieren a sus pueblos sino a los intereses (políticos-económicos y
estratégicos) de los gobiernos anglosajones que son parte en la ocupación del
Atlántico sur.
Por el contrario y desde una pragmática novedosa,
los acercamientos a Rusia, China e Irán no solo representan un giro audaz en
las relaciones del estado argentino sino que demuestra (o al menos así
pareciera) una vocación de establecerse como un actor geopolítico con un peso
gravitante a modo de ir ganando con el tiempo la suficiente fuerza e influencia
como para poder lidiar con la situación de facto que mantiene Gran Bretaña en
el sur argentino.
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