miércoles, 18 de octubre de 2017

EN DEBATE



“LAS DOS POTENCIAS”

Los últimos cinco años han cambiado bastante las cosas dentro de la geopolítica internacional y en especial la del Medio Oriente. Mientras China y Rusia consolidan posiciones en Asia y el Medio Oriente, EEUU ha perdido el sitial de preferencia y hoy se ve altamente cuestionado por su más que oscura injerencia de la región.



Por Charles H. Slim
Como lo señala un principio de la física, a toda acción deviene una reacción y esto siempre podemos verlo en la vida política de los países. No importa cuán cruenta sea la misma siempre tendrá una respuesta, es por ello y muy equivocadamente que en todas las épocas, de todos imperios que han existido en la historia del hombre sin distinciones de colores o etnias, el intento de erradicar a otro pueblo o a sus ideas fracasa tarde o temprano. Esto se puede ver más crudamente en las pasadas guerras, cuando el más poderoso en la contienda  trata de borrar a su enemigo con todo su poder de fuego y pese a ello, el mismo brota nuevamente de entre medio de las cenizas. 

Esto es lo que actualmente podemos ver con EEUU y sus aliados europeos, quienes desde hace veinticinco años hasta esta parte han venido tratando de controlar el mundo mediante una política de agresión, engaños y cinismo político que solo ha traído la multiplicación de sus problemas que prácticamente les lleva a ver que, tras un balance entre ganancias y pérdidas (tanto políticas como militares), solo han sido acreedores a éstas últimas sin que pareciera haber un final para esta situación.

Durante todo este tiempo se vio a EEUU obrar como un “Pac Man” devorando a países enteros, convirtiéndolos en campos de batalla  y sumiéndolos en el caos, buscando como siniestro propósito de dominar políticamente a las poblaciones bajo la argucia de la libertad y la democracia, algo que ha quedado muy claro para iraquíes, afganos y libios que ello fue un siniestro embuste. Y aunque Washington haya mejorado su estrategia “tercerizando” las labores sucias para eliminar a los opositores y sectores que resistían a sus acciones y entorpecían la difusión de esa propaganda oficial, siempre fue y será el responsable de todo lo causado. 

Queda claro que no es el pueblo estadounidense el responsable de todos estos crímenes y aberraciones que sus gobiernos han venido cometiendo a lo largo de éstas últimas tres décadas, pero no podemos dejar de mencionar que aunque ello sea así, no dejan de ser en cierta medida responsables por respaldar y mirar para otra parte cuando aceptan esos hechos como algo natural.

Pero detrás de todo ese plan expoliativo elaborado por el sector de la elite político-financiera de tinte neoconservador y sionista estadounidense, además de expoliar los recursos petrolíferos y gasíferos de los países árabes islámicos que garantizaría ese “siglo dorado”, perduran aún hoy objetivos mucho más ambiciosos y definitorios para el control de los mercados internacionales del comercio entre oriente y occidente; y ese es nada menos, que la llamada “ruta de la seda” que curiosamente pasa por la Mesopotamia del creciente fértil donde el “Daesh” en 2014 proclamo su Califato.

Como recordatorio no hay que olvidar que tras la ocupación de Iraq y la destrucción de sus instituciones nacionales, los estadounidenses dejaron intacta la región conocida como “Al Sham” donde tras convertirse en el santuario para los remanentes de la resistencia armada y todo tipo de bandas de traficantes, se volvió un lugar impenetrable para las fuerzas del gobierno colaboracionista y donde la ley solo era la del más fuerte. Pasar por ese lugar era tan inseguro como lo sería hoy en medio de los combates solo que en esos momentos, todo se hallaba  oculto.

Justamente y como un elemento muy conveniente, el “Daesh” y toda esa confederación de grupos armados que buscaron destruir a Siria, han dado la excusa perfecta a EEUU para tener presencia masiva en la región y de ese modo, mantener en forma permanente un estado caótico en donde solo pueda prevalecer el más fuerte y quién a su vez controle el paso del comercio terrestre y aéreo desde Asia a Europa, en especial desde China y Rusia.  

Tras la intervención rusa en 2015 los planes para derrocar a Siria fueron fracasando paulatinamente y ante el retroceso del llamado “Califato” los estadounidenses y sus aliados comenzaron a masificar su ayuda material y financiera a los kurdos sirios a quienes han ilusionado con una patria propia a costa del territorio del norte de Siria (Rojava) que se convertiría en el nuevo “estado tapón” para esta ruta comercial. Y aunque los medios anglosajones realizan ampulosas campañas mediáticas para promover una “mística” en la causa kurda y mediante la cual se trato de legitimar el referéndum separatista de Erbil, en la realidad hay un plan más amplio y peligroso que tiene como principal beneficiado a Israel, algo que ya ha generado los impensados  acercamientos entre Ankara, Teherán y Bagdad.

Pero a diferencia de lo ocurrido en las décadas pasadas, Rusia y China abandonaron su pasividad y pasaron a ser proactivos dentro de la política internacional algo que ha contrabalanceado notablemente la situación poniendo un límite claro a la unilateralidad y el intervencionismo estadounidense. Por un lado, China ha instalado su primera base militar fuera de sus fronteras en nada menos que en Yibuti, un punto estratégico vital para controlar el tráfico aéreo y marítimo en el Golfo de Adén. Al mismo tiempo Pekín ha comenzado a invertir en la reconstrucción de Siria aportando más de 2000 millones de dólares y gestionando el ingreso de más de 130 empresas para el desarrollo de varios sectores tecnológicos.

Rusia por su parte ha incrementado su presencia naval en el Mediterráneo con la ampliación de las instalaciones en el puerto sirio de Tartus y está llevando adelante tratativas con Egipto para volver a usar las instalaciones portuarias de Sidi Barrani que en épocas de la guerra fría fueron una parte estratégica de la flota soviética. Del mismo modo que China, Moscú también está colaborando con la reconstrucción del país árabe mientras teje nuevas relaciones comerciales con uno de los enemigos de Damasco, Arabia Saudita.

Por supuesto que detrás de este impulso ruso-chino existen fuertes intereses económico-comerciales potenciados por la ruina que las políticas occidentales estaban causando y hoy se han consolidado en toda la región. En ese sentido, han interferido molestamente con la dinámica financiera que las corporaciones y los sectores financieros alineados a Washington y Tel Aviv, suelen mover los negocios mundiales, que de consuno llevan adelante con aquel dicho que reza “arruínalos y cómpralos por unos centavos”.

Más allá del interés meramente político y que también se trasluce en la industria armamentística para el comercio de abastecimiento de los ejércitos en la región, hay un sincero interés en una mayor diversificación de los vínculos económicos que obviamente, los más importantes radican en la explotación, transporte y venta de recursos energéticos como es el gas y el petróleo, que tras la destrucción sufrida en las infraestructuras de Siria e Iraq auguran muy buenos contratos para las empresas chinas y rusas

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