EN LA MIRA
“EL MAR DE
LAS INCERTIDUMBRES”
Cuál es el destino de Argentina ante las actuales y confusas circunstancias socio-económicas que sacuden al gobierno. Pese al nuevo acuerdo con el FMI ¿Habrá adelantamiento de elecciones como muchos presagian?
Por
Javier B. Dal
Nadie
ignora que actualmente el mundo es un lugar complejo y peligroso, no apto para
cándidos e improvisados. Pero pese a esta obviedad en Argentina pareciera que
nadie advirtiera todo esto y sus gobernantes continúan jugando con las reglas
engañosas y de doble rasero de los polos
de poder global que están hundiendo al país en una ciénaga de la cual nada
podrá rescatarla.
Lo vemos
con notable y espantosa claridad en su situación económico financiera que ha
llevado al extremo de plantear entre una dolarización de su economía o el
regreso a una –por cierto muy dudosa- convertibilidad como la implementada por el
ministro Domingo Felipe Cavallo en la década de los noventas. Tanto una como
otra opción representaría para la estabilidad social del país, un terremoto con
consecuencias impredecibles.
Como las
señales son muy claras de ello y la tensión popular escala con cada hora que
pasa, los grandes medios y periodistas alquilados del país no cejan en sus
mensajes narcotizantes intentando adormecer a la opinión pública con “análisis”
recortados de la realidad e insistiendo a modo de mantra, que pese a que todo
está mal, ello no justifica la violencia. Al hacer eso no parecen darse cuenta
que están haciendo realidad el presagio de una tragedia preanunciada que deberá
manifestarse tarde o temprano. De este
modo –y como en las mejores parodias de
Leslie Nielsen- los periodistas de los canales de aire, tratan de explicar
que no ocurre nada mientras detrás de sus espaldas se incendian las calles de
la capital.
El problema
en este meta mensaje radica en que ellos (la clase política y los medios) no
tienen la capacidad moral para esgrimir estos sermones, mucho menos cuando han
sido conspicuos y silentes testigos de todas las políticas de los gobiernos
pasatistas que arrasaron a la nación argenta, hoy absolutamente entregada a los
intereses financieros y geopolíticos foráneos.
Esto es una realidad ineludible
y no hay nadie con conciencia en este país que a la altura de las
circunstancias no se haya dado cuenta que están en manos totalmente ajenas.
Si bien es
cierto que esto no es auspicioso, no debe olvidarse los doce años de
despilfarro a costa de las arcas del estado para mantener a cuadros de
parásitos que dentro de las estructuras administrativas del estado (en Secretarías,
direcciones y departamentos sin finalidades especificas) y por fuera de él mediante el cobro de
jubilaciones de invalidez, veteranía y otros beneficios ilegítimos, sirvieron
como cortina de humo para cubrir el saqueo multimillonario que se ejecutaba
desde las altas jefaturas del gobierno Kirchnerista. Y para peor, en ese
festival estuvieron muchos de los que hoy se pasaron al bando de los llamados
“peronistas razonables” (no Kirchneristas).
Desde el
llano, la población de a pie no sabe para dónde ir. Los mensajes que se
irradian desde los medios corporativos, que están previamente deliberados con
la clase política al servicio de los grandes intereses, no ayudan a esclarecer o dar certidumbre en
lo que realmente está sucediendo.
Sumado a esto, estos sectores del
Establishment no han podido combatir los nuevos focos alternativos de
información que tienen su plataforma en el internet haciéndolos cada día más
influyentes. Hay un estado de movilización general que está subiendo poco a
poco a los niveles más impensados de la sociedad argentina que reedita los
temores a un nuevo 2001. Se está viendo con preocupación cómo la clase media,
acostumbrada a un comportamiento apático y frío comienza a ser parte de esas
movilizaciones demostrando su desencanto con un gobierno que prometió cambios,
sin que ello signifique avalar el regreso de la ex presidente Cristina
Fernández y su troupe de ladrones.
Tratando
de remontar una catastrófica situación financiera estructural, el gobierno
acudió presuroso al odiado FMI y pese a ello, los problemas económicos no cesan. Entre sonrisas y abrazos la
directora Christine Lagarde allá por junio concedió al país un suculento
préstamo de 50.000 millones de dólares del cual ya no quedaría nada. Como si se
tratara de agua, los fondos inyectados para reactivar el sistema financiero y
cortar con las corridas cambiarias, se han evaporado y para peor Buenos Aires
todavía no cumple con su parte. Mientras el gobierno sigue cubriendo agujeros
con parches, el FMI quiere que el dólar tenga libre flotabilidad lo que podría
llegar a costar un alto precio político y social. Y como ello pone muy
nerviosos a las bases del PRO y de CAMBIEMOS, las consecuencias no tardaron en
salir a la luz.
Esto está
causando bajas entre las filas del gobierno de Macri y la última de ellas es la
salida tempestuosa del presidente del Banco Central Luís “Toto” Caputo dejando
en evidencia dos cuestiones: Primero que la situación es inmanejable y segundo,
han quedado confirmadas sus diferencias con el ministro de economía Nicolás Dujovne
quien siempre había sido partidario de relaciones estrechas con el FMI.
El punto
fundamental de estas diferencias radica en la situación del dólar, siendo éste
el factor crucial para el encarrilamiento ordenado de la situación económica del país. Con una
trepada infartante el valor de la divisa estadounidense paso de valer en enero
de este año 19.40 pesos a los actuales
40 pesos. Se sabe que los argentinos son recurrentes adquirentes de esta divisa
con la cual hacen la diferencia para mantener la integridad en sus ahorros y
ello a lo largo de los años se convirtió en una práctica consuetudinaria que ha
llevado a un comportamiento de imitación en masa (de quienes tienen un
aceptable poder adquisitivo), creando
las llamadas corridas cambiarias que solo desataban los grandes compradores
como ser empresas y corporaciones.
A su vez
todo esto deja en evidencia la falta de visión estratégica de los gobiernos que
han venido pasando en los últimos 40 años ya que, la dependencia monetaria que
se ve en el país es tan nefasta como una ocupación militar extranjera a la cual
varios sectores nacionalistas y populistas denuncian airadamente por estas
horas.
Sin caer
en los discursos de estas tendencias políticas (ni mucho menos de los
populistas de modé), la falta de una
moneda soberana es un déficit imperdonable para una nación que se precie de ser
tal ya que, no hay posibilidades reales de poder competir y menos aún negociar
en igualdad de condiciones incluso con los pequeños y menos aún con los grandes
actores internacionales. Y si a ello se
le suma el estado de indefensión real en
el que se halla el país y que quedara en evidencia con el inédito despliegue de
milicias extranjeras en 2020 para custodiar la cumbre del G-20, nadie en su
sano juicio y mirando el panorama desde afuera se atrevería a asegurar que
Argentina es una nación soberana.
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