“THE PERONISM IS GOOD?”
Esta sería una
de las preguntas que algunos de los asesores de la Casa Blanca le hicieron en
la intimidad del Salón Oval al presidente Trump tras dar su apoyo público al
gobierno de Alberto Fernández
Por Charles H. Slim
La maratónica gira del presidente Alberto Fernández por
los países financieramente más influyentes del planeta parece haber tenido una
auspiciosa recepción por parte de los principales gobiernos de cada uno de
ellos, así se advirtió tras las entrevistas que tuvo con sus homologos en Tel
Aviv, Paris y Berlín quienes prometieron dar toda la ayuda posible a una
Argentina sumida en interminables deudas y calamidades económicas. Esto y no
otra cosa fue el motor de la gira presidencial. La necesidad de ir a donde
fuere para conseguir algún aval político y financiero para que al mismo tiempo
y de alguna manera, poder llegar con cartas de recomendación a la Casa Blanca. En
síntesis, nada nuevo para la historia política argentina.
La empresa plantaba serias dudas de éxito.
Ateniéndonos a la base ideologica que supuestamente sustenta al gobierno de
Fernández y Fernández, el itinerario llevado por el presidente argentino
parecía demostrar una verdadera apostasía a los pilares de la doctrina
peronista, si es que realmente existe una. Sin lugar a dudas la primera escala
en Jerusalem (adjudicada de hecho como Capital de Israel), desato muchas
contrariedades entre los argentinos, en particular en los sectores del
peronismo puro que no tiene nada que ver con el llamado “Kirchnerismo” ni mucho
menos con los socialdemócratas que en los últimos años han usado la máscara del
PJ como último refugio para sobrevivir continuar con el negocio de la política.
Todo en aras de lograr algún mango!, dirían los
argentinos. Cualquier cosa por conseguir que alguien vuelva a prestar dinero
contante y sonante para evitar que el país termine de hundirse. En este plan,
ir a Jerusalem a rendir pleitecias a un gobierno de un estado (con un extenso prontuario
de crímenes) que es parte del Capitalismo Global liderado por un delincuente
financiero local como lo es Benjamín Netanyahu, pero quien a su vez –y lo más grave- tiene las manos
manchadas con la sangre de miles de palestinos, para “el presidente peronista” no
represento reparo alguno.
Pese a que se enviaron pedidos escritos llamando al
presidente a no concurrir a dicha cita, Alberto Fernández hizo como aquellos
“tres monos sabios” y tapándose la nariz
hizo como que no viera, no escuchara ni menos aún comentara nada sobre la
abyecta e inhumana situación de ocupación que se ejerce sobre la población
palestina. Allí la valoración que Tel Aviv y la ultraderecha sionista tiene de
los Derechos Humanos es muy peculiar.
Al mismo tiempo y por estas tierras, los obsecuentes
de los medios informativos y los
sionistas locales aplaudieron el empeño del “Alberto”, a quien hoy por hoy ven
con otros ojos al demostrar que la camiseta peronista, es –como se dice por estos lugares- un adorno solo para la gilada.
Pero ello se advierte especialmente con los
comentarios que realizo el presidente estadounidense Donald Trump en su
entrevista con el representante argentino en Washington Jorge Arguello cuando
se refirió a su homologo argentino. Para
algunos, la respuesta de Trump obedeció a un momento exultante y de distensión tras
haber sido absuelto por el senado del Impeachment que se le había abierto y
porque también (y es importante señalarlo), no este muy al tanto de que se
trata el Peronismo.
¿Pero qué tiene de sorprendente esto? Bueno, para
quienes aún no saben de qué se trata el “peronismo” hay que decir que, como
movimiento político, nació como una corriente histórica nacionalista liderada
por el Coronel Juan Domingo Peron que en sus comienzos allá por mediados de la
década del cuarenta en el siglo pasado se opuso al intervencionismo
estadounidense. Su postura fue más pragmática que revolucionaria y fue por ello
que Washington nunca advirtió una amenaza real y seria a sus intereses en la
región. Incluso baste recordar, que cuando Argentina decidió a último momento en
enero de 1944 apoyar a los aliados a finales de la Segunda Guerra, Stalin
propuso invadirla para darle un escarmiento y ello no sucedió por la oposición
de los EEUU.
Como habrá quedado claro, el gobierno de aquel
entonces pese a no ser peronista, ya reflejaba el carácter volátil y veleidoso
de los argentinos que más tarde se vería en las decisiones gubernamentales del
fundador del Movimiento Peronista. Y así fue, cuando Perón fue presidente,
maniobro con mucha astucia las relaciones con Washington. En éste último
sentido el antimperialismo que ventilaba su propaganda partidaria era meramente
dialéctica y sin cursos de acción ciertos,
dejando en claro para los expertos del Departamento de Estado un fin meramente
discursivo para las masas.
Igualmente Washington –más allá del signo político de cada administración- siempre colaboro
con Londres para limitar las capacidades del país sudamericano y en especial, cuando
el peronismo era gobierno ¿Por qué? Pues si bien es cierto que Juan Domingo
Peron utilizó los fondos de las reservas bancarias de su primer gobierno para
hacer demagogia populista creando esas masas de enfervorizados peronistas,
también fue un precursor de impulsar proyectos de modernización y desarrollo
del estado argentino, en particular en la creación de una infraestructura
fabril pesada destinada a tratar de crear un país desarrollador de sus propios
productos que pudiera competir con los países centrales. Este plan tenía una
visión ambiciosa de implementación regional con la firma de un Tratado entre Argentina, Brasil y Chile
conocido como “ABC”. La búsqueda de esta potencialidad (que incluía el área
militar) no sería permitida por el Foreign
Office británico pero tampoco por los norteamericanos y para ello,
Washington jugo el papel de un falso mediador a lo largo de toda su historia de
relación con Buenos Aires.
La década de los noventas (1990-1999) pario al
Menemismo como variante de un supuesto “Peronismo moderno”, aliado de occidente
(entiéndase EEUU, Gran Bretaña y la por entonces CEE) que bajo los argumentos
del respeto a los Derechos Humanos, la democracia y la legalidad internacional
comprometio al país en una aventura bélica contra la república árabe de Iraq
que terminaría revelando objetivos muy distantes de aquel discurso. Pese a ello
y a la zaga de conceciones y
obsecuencias graciosas con Washington, el gobierno menemista pese a sus
esfuerzos, no logro conquistar el corazón de los estadounidenses quienes terminaron
dando ningún beneficio a la Argentina.
Hoy Argentina vuelve a tener un gobierno
“peronista”, un termino que a la altura de las actuales circunstancias políticas
puede calificarse como anacrónico y sin sentido. Si nos ceñimos a la evolución
que ha venido tomando esta “ideología” deberíamos llamarlo “Albertismo”. La
composición del gobierno de Fernández y de lo que se llama “Partido Peronista”
dista mucho de la doctrina de esta ideología que cabe recordar, tenía una raíz
nacionalista y antimperialista.
Alberto Fernández solo esta implementando una
formula basada en una mezcla de elementos políticos y económicos que aunque
antagonistas e irreconciliables entre si, busca a la vista de la opinión
pública matizarlos como posibles de articular. Nada que no se haya visto antes.
El mensaje de Donald Trump al suplicante representante argentino Arguello pese
a ser interpretado por los obsecuentes locales como una magnifica señal, no es
otra cosa que un placebo para salir del momento y conformar a un enfermo
terminal. Si bien Macri hipoteco a su país con las colosales deudas que tomo
del FMI, Fernández con esta gira lo ha vendido políticamente comprometiéndose
con oscuros intereses que están inmersos en una conquista por el control global
y que sin lugar a dudas usaran a la Argentina como escenario estratégico para
dirimir sus reyertas.
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