¿QUIERE
WASHINGTON INSTIGAR UNA GUERRA CONTRA RUSIA?
Algunos argumentos que explican una respuesta positiva a esta cuestión
Por Charles H. Slim
Esta es una pregunta que muchos se están haciendo tras la retórica de La Casa Blanca (amplificada por el Conglomerado de medios) que sumado a los movimientos de sus fuerzas en Ucrania, Polonia y el Mar Negro parecen estar tendiendo a crear un Casus belli que detone en una conflagración que podría llegar a ser de carácter nuclear. Ante esto recordemos una vez más la supuesta “nueva agenda” de la administración demócrata que supuestamente venía a mejorar los desaguisados de Donald Trump y Cia pero con lo que se esta viendo en los escenarios donde EEUU se halla involucrado, Biden pareciera estar empeñado en superar a lo peor de Donald Trump y sus predecesores republicanos.
La crisis que está sacudiendo al mundo por el parón
del asilamiento obligatorio por el SARS-COV2 no es ajeno a los EEUU y las
consecuencias de esto se están sintiendo de forma cada vez más preocupante. La
inflación trepa más allá de lo que algún estadounidense hubiera soñado, hay
escases de combustible, no hay empleados disponibles para atender áreas de
servicios estratégicos (como la logística) para una reactivación económica a
mediano plazo y la brecha de desigualdades entre los más pobres y las pocas
familias multimillonarias de la banca estadounidense se hace más inocultable. Al
mismo tiempo, los esfuerzos cada vez más compulsivos por vacunar a toda la
población bajo la velada amenaza de que serán muertos civiles (sin no tienen
Vaccine Passaport), mantiene un estado de tensión social que está aflorando en
cada vez más casos de atención psicológica y psiquiátrica. En las calles de
muchas ciudades reina la agitación y con ello una omnipresente ocupación
policial. Con esto a la vista poco se puede hablar de democracia. Y si eso no
era bastante, cada vez más quedan en evidencia las proclamas racistas y
xenófobas de senadores republicanos contra representantes demócratas de origen
latino y árabe que lejos han estado de ser repudiados por sus respectivos
claustros ¿Cómo podemos tapar todo esto? Se preguntan los burócratas en
Washington. Pues al parecer una guerra podría ser la respuesta.
Pero EEUU no puede embarcarse por sí mismo en una
contienda. La OTAN fue, es y será el escudo para concretar estos planes. Ante
esto hay que preguntarse ¿Son conscientes los gobiernos de la UE de esto? Incluso
más ¿Es consciente el gobierno ucraniano de Volodymyr Zelensky de esto? Al
parecer no. Por el contrario, el gobierno en Kiev se ha empeñado en no cumplir
con los acuerdos de Minsk manteniendo sus acciones beligerantes y la persecución
contra los pobladores rusoparlantes. Incluso se ha sabido que funcionarios
clave de Kiev han estado solicitando de forma expresa a Washington que
intervengan argumentando que la inteligencia rusa busca crear la inestabilidad
política interna y de fracasar propiciar una intervención directa.
Si bien las fuentes aseguran que el jefe de
inteligencia ucraniano Kydilos Budanov ha sido quien informó a Washington de
este esquema, no se puede ignorar la coparticipación de la CIA en el armado de
esta historia.
Tan simple como siniestramente mortal es el riesgo en
que se embarcarían en una aventura como la que Washington estaría tramando
contra Rusia. Hay muchas cosas en juego
además de la paz, la vida y la estabilidad de los habitantes de la región. La
paz y la estabilidad ambiental de todo el plantea que tanto le preocupa a Joe
Biden y a sus socios atlantistas serían afectadas de forma irremisible por un
conflicto nuclear por más limitado que se pretenda argumentar.
Para ir matizando estas intenciones los medios
corporativos y sus Think Tanks tratan de esbozar una imagen de una Rusia en
preparativos para invadir a su vecina Ucrania pero, quien utilice una sola de
sus neuronas y apele al razonamiento lógico se dará cuenta que ello solo es una
falacia que no tiene sustento. Para ello apelan al viejo truco propagandístico
de la demonización personal del oponente (como lo hizo Biden contra Putin) e
incluso, la demonización de toda una comunidad como lo hizo EEUU contra los
árabes y los musulmanes desde 2001.
Pese la caída del Muro de Berlín en 1989, la
desintegración de la URSS en 1991 y las profusas conversaciones entre Bill
Clinton y Boris Yeltsin (entre 1993 a 1995) Washington nunca puso fin a su
ambición de extenderse sobre Eurasia y para ello la OTAN es su herramienta
estratégica.
Parece casi una tomadura de pelo señalar a un país
soberano como Rusia, que mueva sus tropas dentro de su propio territorio máxime
cuando en territorios vecinos y en el mar adyacente, desde hace meses vienen acumulándose
tropas y armamento que en parte provienen desde más de 11.000 kilómetros y que
realizan actividades de provocación en los límites de sus fronteras. Ante este
panorama ¿Quién realmente es el potencial agresor?
Los objetivos para una aventura semejante se centrarían
en paliar la crisis económica signada por una estanflación que amenaza acabar
con el actual sistema capitalista y cortar la dependencia europea del gas ruso.
En el primer caso, la guerra siempre ha sido un excelente negocio del cual EEUU
se ha valido para construir su potencialidad. En cuanto a lo segundo, destruir
la tubería del gasoducto “Nord Stream 2” que pasa por debajo del Mar Báltico -además
de un golpe estratégico-causaría un gran daño a la economía rusa a costa
claro, de privar la calefacción a los alemanes en particular y a los europeos
en general pero para Washington solo sería un mero daño secundario.
Para tratar de convencer a la opinión pública sobre
esta supuesta amenaza rusa, Washington (y por intermedio del Conglomerado de
medios) echa mano de informes de asociaciones, organismos no gubernamentales (Carnegie
Endowment for International Peace y otros) y personajes de dudosa imparcialidad
con lo cual, la administración demócrata Biden-Harris vuelve a demostrar que al
igual que sus correligionarios Obama, Hillary Clinton, Chuck Schumer y sus
colegas republicanos bajo el rotulo de la realpolitik pueden jugar sucio
sin merituar las consecuencias.
Las actividades de la OTAN en el Mar Negro además de peligrosas,
implican vuelos provocadores de varias clases de aviones entre ellos los
bombarderos estratégicos B1-B que se han acercado a pocos kilómetros del
espacio aéreo de la Federación rusa, el movimiento de buques y submarinos con
capacidad de lanzar misiles armados con cabeza nuclear táctica que deja en
evidencia una amenaza real y muy ensayada por los estrategas del Pentágono. La
presencia de oficiales de la Fuerza Naval de Ataque y Apoyo de la OTAN
(STRIKFORNATO) confirman esto.
Ciertamente, la amenaza de una agresión está presente
pero no precisamente de la mano rusa. Obviamente que Rusia posee sus propias
capacidades de defensa y retaliación nuclear (y probablemente más superiores
con los misiles hipersónicos) pero las mismas están dentro de sus fronteras y
no como las de la OTAN moviéndose de forma amenazante en torno a sus fronteras.
Washington necesita una excusa con la cual justificar
ante el Congreso la autorización para iniciar las hostilidades. El escenario se
presenta muy sugestivo para fabricarla. La farsa montada en el Golfo de Tonkin
en agosto 1964 podría ser reeditada mediante un falso ataque, tal como fracasadamente
se trato de recrear contra Irán entre mayo y junio del 2019. Pero en este
último escenario los más interesados en desatar un conflicto que involucrara a
los EEUU estaban en Tel Aviv.
Estas tácticas sucias han dejado de ser un secreto en
la práctica de los maquiabélicos planificadores de un estado con torcidas ambiciones
geopolíticas. Hoy el término “Bandera Falsa” no es una elucubración de mentes
conspiranóicas como sugirió la administración Bush tratando de menospreciar a
quienes no creyeron la versión oficial del 11/S y que los medios adeptos a la
línea oficial de su gobierno han bregado con insistencia por ridiculizar. Es un
asunto muy serio y delicado que en el presente escenario involucraría el abierto
uso de armas nucleares sin importar si tienen o no alcance limitado.
Si algo así se llevara a cabo sería lanzado con la
cooperación (pasiva o activa) del gobierno de Ucrania. No es una exageración y
tras lo ocurrido el 11/S el mundo esta al corriente de lo que son capaces de
hacer estos sectores belicistas (indistintamente de su filiación demócratas o
republicanos) para conseguir un objetivo. Tal vez en el pasado haya sido relativamente
fácil agredir a pequeños países pero con Rusia, esos planes no son realistas.
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