jueves, 28 de julio de 2022

 

“ROMPIENDO RELATOS”

La reconfiguración de la geopolítica global y regional también estaría obligando a cambiar las prioridades y los objetivos de Israel. Para ello debe sacrificar algunos de sus peones ¿Por qué no conviene seguir hostigando a la república Islámica de Irán?

Por Charles H. Slim

Apenas unos días atrás, el diario “The New York Times”, la caja de resonancia de las operaciones gubernamentales de Washington y Tel Aviv publicó un informe avalado por el Mossad que simplemente saco de un certero golpe en el culo la trillada y falsa acusación que ciertos sectores argentinos sostenían contra Irán sobre su autoría en los atentados en Buenos Aires en 1992 y 1994. Ahora Israel busca hacer creer que habría sido una célula libanesa. Pero cuidado, esto no significa que el nuevo argumento que plantean sea real o la verdad revelada. Para no caer en el engaño al que Israel y sus cómplices han hecho una expertise, atienda a las circunstancias que rodean este anuncio y recién allí usted saque una conclusión.

Este repentino cambio responde a una muy compleja dinámica geopolítica internacional que obligaría a Tel Aviv a moderarse en sus objetivos regionales en el mundo árabe islámico principalmente como son, desestabilizar a Siria y a Irán ambos, socios de Rusia.

El principal motivo que mueve a Israel a maniobrar con estos cambios es sin dudas la severa crisis de credibilidad de los EEUU en la región.

La clave de esto se ubicaría en la fracasada gestión de la administración de Joe Biden que quedo patente en su última gira por el Oriente Medio donde (pese a la propaganda atlantista) no logró convencer a los árabes para que confíen en Washington. Tal vez el principal fracaso fue con los sauditas quienes le dejaron bien claro que no solo seguirán negociando con Rusia sino que incluso podrían llegar a formar parte de un BRICS ampliado.

Para los neoconservadores y los sionistas en Washington esto es un desastre que obliga a maniobrar bruscamente para hacer un control de daños y reorganizarse. Los sauditas han sido durante décadas la puerta trasera de EEUU (y de Israel) dentro del mundo árabe y como tal, los necesitan para lanzarse sobre Irán.

Pero estas desavenencias que se suman a las fregadas negociaciones por el desarrollo nuclear iraní están perturbando las relaciones de Tel Aviv con los gobernantes emiratíes quienes ya están bastante cuestionados por los ciudadanos árabes de a pie quienes no han olvidado la situación de los palestinos y no están dispuestos a que eso cambie.

Para Israel, que tiene armas nucleares, no debe haber ningún país árabe e islámico con esa misma capacidad. Irán además de buscar progresos en el campo nuclear apoya la causa palestina y al eje de la resistencia árabe islámica en especial al Hesbolah libanés, argumentos suficientes para intentar desacreditar a Teherán por todos los medios posibles.

No hay que olvidar cuándo, cómo y cuáles fueron las circunstancias en las que se iniciaron las negociaciones entre Washington y Teherán. A mediados del 2015 en momentos que el “Daesh” (un embuste de la CIA, MIT, Mutkhabarat saudí, y ex oficiales del Baath) mantenía ocupado el noroeste de Iraq, Obama ordenó mediante un memorando levantar las sanciones a Teherán algo que más allá de revolver el estómago a los lobbies sionistas y a los israelíes con Netanyahu a la cabeza, hacía imperioso para los intereses norteamericanos ¿Razones reales? El ejército iraquí simplemente huía y los títeres en Bagdad reclamaban protección (que los mismos norteamericanos no les podían dar) y Teherán estaba listo para dársela. Washington se vio en el dilema de sacrificar su jugada con el “Daesh” (plantado para destruir a Siria) o evitar que Irán controlara totalmente a Iraq y fue de ese modo que los iraníes negociaron con el grupo de los 5 el final de las sanciones.

En aquel marco y pese al escándalo de Netanyahu en el Congreso estadounidense (donde acusó a Irán de los atentados en Buenos Aires), Israel condicionado por la realidad imperante y sin el aval de La Casa Blanca tuvo que frenar en seco -al menos momentáneamente- todas sus operaciones (militares y de inteligencia) contra Irán por lo cual, no se debía molestar a Teherán por nada del mundo.

La llegada y el interregno de la administración Trump permitió a Israel retomar sus acciones, como los asesinatos contra científicos y académicos del campo nuclear. Pese a ello, los iraníes han logrado desbaratar varios falsos ataques en el Golfo Pérsico (a los tanqueros en junio de 2019) y atentados planificados por el Mossad (últimamente en Isfahán) e incluso eliminado a varios de sus agentes en el Kurdistán iraquí.

Irán se ha vuelto un hueso muy duro de roer y pese a los millones de dólares que los sionistas invierten en propaganda (para instalar la idea de un problema global) y operaciones sucias para desestabilizarlo, no han tenido los resultados esperados. Ahora en medio de las circunstancias de una guerra en Ucrania que Rusia está ganando sin discusiones, pese a las sanciones y obstáculos que occidente ha implementado, Irán con experiencia en sufrir desde 1979 estas políticas extorsivas, hoy se halla a la par de Rusia y China concertando políticas de desarrollo y cooperación que ratifican el fracaso de EEUU y sus aliados europeos.

En este marco, el tablero para Israel es muy desfavorable. Les guste o no, Irán se ha vuelto un actor harto influyente en la geopolítica regional y Tel Aviv no puede ignóralo. A pesar de intentar expulsar su influencia de Siria y de la colaboración que recibe de los kurdos para esos propósitos, el Mossad ha recibido varios golpes mortales que han retrasado sus operaciones. Con ello, seguir hostigándolo cuando la situación del protector de Israel (EEUU) es cuando menos poco estable en la región y sumado al crecimiento de la inestabilidad interna por las arbitrariedades y las violaciones a los derechos humanos contra la población palestina, lleva a sin dudas a recortar frentes como el argentino, donde se usan los atentados como ariete en la guerra psicológica contra Irán como chivo expiatorio para no tocar a otros sospechosos. Incluso sería muy factible que con la intermediación de Washington ambas partes hayan negociado una tregua.

En este marco, la divulgación de un informe del Mossad en un medio tan insigne norteamericano (que lo contradice de forma irremediable), negando la implicancia iraní en los atentados en Buenos Aires (para endilgársela a una facción libanesa) echa por tierra con la estrategia del engaño con la que Tel Aviv había venido tratando el caso y apoyando desde su embajada en Buenos Aires maniobras como la inflada detención de los tripulantes iraníes del avión de “Mahan Air”. Pero también deja en el aire todo el relato que el sionismo argentino ha estado fabricando con paciencia desde 2002 y perfeccionada en 2006 cuando la misma agencia israelí y la CIA mediante un informe entregado al fiscal Nisman (quien tenía indiscretas conexiones con estas agencias de inteligencia), se afirmaba categóricamente que Irán era “el autor” de ambos atentados. Con esta revelación solo habría que preguntar ¿Qué ha motivado este escandaloso giro?, ¿Queda irrita lo decidido por la Corte? y ¿Cómo quedan los partidarios pro-Israel argentinos ante semejante desarticulación argumentativa?

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