“LA GRAN CRI$I$ DEL GAS”
Cómo se halla la Argentina en el actual
contexto de la crisis energética que se interrelaciona con la geopolítica y la
guerra en Ucrania
Por Charles
H. Slim
Mientras el presidente argentino Alberto
Fernández demostraba estar más atento a realitys Shows televisivos en donde algunos
comentarios lo dejaban mal parado y su vocera se dedicaba con vehemencia a
lavarle la cara ante la opinión pública, la realidad global le pasa por encima
a la Argentina. No falta mucho para que a la crisis económico-financiera y
social que aqueja al país comience a sentir los violentos sacudones de las
consecuencias por la crisis de energética de alcance global.
Se necesitaron 39 años
de ineptitud en las decisiones estratégicas del estado argentino para caer en
cuenta sobre la importancia de desarrollar la industria energética nacional
¿Quién se hubiera imaginado que en el siglo XXI el gas iba a ser un recurso
estratégico crítico de alcance global? Sin dudas que los burócratas y los
políticos estaban mucho más preocupados por los dineros que se embolsaban que
prever las contingencias del estado que se les confiaba administrar.
El suelo argentino
tiene todo lo que actualmente demanda el mundo y el gas, es uno de esos
productos. Pero, cada uno de los gobiernos que han pasado durante estos años,
se han contentado con abocarse a las contingencias flemáticas más dedicadas al
partidismo y al revanchismo internalista que a un desarrollo sostenido e integral
del país. Más allá de las taras de la idiosincrasia, los argentinos tenían una
infraestructura que habían heredado de mejores épocas. No olvidemos que el tan
maldecido por los anglófilos y liberales de pacotilla del intelectualismo local,
Juan D. Perón impulsó -para su desagrado- el crecimiento de las
estructuras para el desarrollo energético nacional que ya existían desde 1922.
Fue así que la nacionalización
de YPF y YCF de haberlas seguido administrando con eficiencia y celo
(castigando la corrupción y corrigiendo las malas administraciones) y de haberse
centrado en recuperarse tras la guerra de 1982, los gobiernos sobrevinientes habrían
encumbrado al país a un sitial de potencia, más allá de las zanjadillas de
Londres.
La historia ya la
conocemos. Cada uno de estos gobiernos fue el peor enemigo para el desarrollo
de su país. Si bien la década del “peronismo neoliberal” de Carlos Menem
aparento un avance en el campo económico, solo se trató de maquillaje
consumista que le hizo creer al ciudadano argentino que habían llegado a ese
idílico “primer mundo” que no era otra cosa que, una mala fotocopia de la
hegemonía estadounidense. El dinero sin un objetivo y mucho menos, sin un
control terminara generando corrupción algo que el país sufre de forma crónica.
El problema que la
clase política argentina ha venido exhibiendo sin solución de continuidad, es
su total falta de visión de cómo lo externo afecta a lo interno. No solo su
inmovilidad político-académica y fáctica lo demuestra sino incluso, la falta de
contemplación realista a las políticas de los centros de poder. Cada uno de
estos gobiernos han optado por no salirse del molde y aplaudir sin miramientos
(y en algunos casos con enfermizo entusiasmo) todas las políticas restrictivas
y dañinas que bajaron desde el norte.
Abordar con mesura los
asuntos de la política exterior y con una postura unificada es otra de las
fallas del estado que da señales ambiguas que le restan seriedad ante los ojos
del mundo.
Cuando Argentina participó
en la Coalición contra Iraq en 1990/1991 creyó que estaba colaborando con la
“paz, la legalidad internacional” y toda otra párvula de sandeces sin ver que
lo que realmente estaban haciendo era ayudar a los EEUU (ya sin la existencia
de la URSS) a conquistar uno de sus primeros objetivos estratégicos señalados
por Henry Kissinger: “Controlar el petróleo para controlar a los países”.
Aquí y ahora, la
realidad internacional una vez más ha pasado por encima a los políticos
argentinos y les halla en un total desconcierto. Esto va más allá del
filibustero discursivo que los argentinos tienen como presidente. Los
empresarios que si estaban en sintonía con la realidad energética global podían
prever esto pero, o no fueron escuchados por el gobierno (que es lo más
probable) o simplemente tienen sus lealtades compradas por empresas
estadounidenses y europeas (una realidad más que probable).
Los argentinos en el
último año han venido escuchando y viendo por coloridos spots televisivos, la
potencialidad y supuestas obras para explotar el yacimiento de “Vaca Muerta” en
la provincia del Neuquén en la Patagonia. Las obras del Gasoducto Presidente
Néstor Kirchner (GPNK) proporcionaría un 25% más de capacidad de transporte de
gas natural propio terminando con una gran parte de la dependencia energética
externa. Pero si bien aparenta una nota brillante y esperanzadora en medio de
la actual oscuridad, pocos se preguntan ¿Cuándo estará disponible ese tendido?;
¿Habrá suficiente caudal para exportar? Y la pregunta más políticamente molesta
es ¿A quiénes realmente, en el sentido financiero, beneficiará la explotación
de Vaca Muerta? A la primera cuestión, nadie lo sabe. Y en cuanto a la segunda,
la desregulación del precio del gas producto de la actual crisis por la guerra
en Ucrania y los sabotajes al gasoducto Nord Stream que desconectaron a
la Unión Europea de este recurso sin dudas ya están beneficiando a las
Corporaciones estadounidenses de GNL y por supuesto, a los especuladores con
los derivados financieros (en particular JP Morgan Chase) de “Wall Street” y también a los de la “City Londinense”.
Bajo este marco, los
argentinos tendrán que bailar al compás de los especuladores
angloestadounidenses quedando sujeto el precio a lo que esos carteles impongan.
Hemos visto que, el
corte del gas ruso (que incluyen los gasoductos que pasaban por Ucrania y
Turquía) sin dudas ha causado más daño a la Unión Europea y en particular a Alemania
y Francia que GAZPROM o la misma Federación Rusa. Como vemos, hay involucrados
altos intereses estratégicos con actores preparados para sortear estas
maniobras sucias aunque, con consecuencias indeseables que pueden llevar a una
escalada mayor.
Argentina una vez más
parece llegar tarde a los eventos. Pero hay esperanzas, si las nuevas
generaciones de políticos argentinos salen del falso neutralismo (o más bien de
la abulia) que solo sirve para los lobbies atlantistas y anglófilos que
benefician a quienes pretenden usufructuar de esta crisis, en unos treinta años
podrían llevar al país a poder autoabastecerse y tras un desarrollo serio y
sostenido a llevar al país una importancia estratégica dentro del Cono sur.
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