lunes, 24 de octubre de 2022

 

“LA GRAN CRI$I$ DEL GAS”

Cómo se halla la Argentina en el actual contexto de la crisis energética que se interrelaciona con la geopolítica y la guerra en Ucrania


Por Charles H. Slim

Mientras el presidente argentino Alberto Fernández demostraba estar más atento a realitys Shows televisivos en donde algunos comentarios lo dejaban mal parado y su vocera se dedicaba con vehemencia a lavarle la cara ante la opinión pública, la realidad global le pasa por encima a la Argentina. No falta mucho para que a la crisis económico-financiera y social que aqueja al país comience a sentir los violentos sacudones de las consecuencias por la crisis de energética de alcance global.

Se necesitaron 39 años de ineptitud en las decisiones estratégicas del estado argentino para caer en cuenta sobre la importancia de desarrollar la industria energética nacional ¿Quién se hubiera imaginado que en el siglo XXI el gas iba a ser un recurso estratégico crítico de alcance global? Sin dudas que los burócratas y los políticos estaban mucho más preocupados por los dineros que se embolsaban que prever las contingencias del estado que se les confiaba administrar.

El suelo argentino tiene todo lo que actualmente demanda el mundo y el gas, es uno de esos productos. Pero, cada uno de los gobiernos que han pasado durante estos años, se han contentado con abocarse a las contingencias flemáticas más dedicadas al partidismo y al revanchismo internalista que a un desarrollo sostenido e integral del país. Más allá de las taras de la idiosincrasia, los argentinos tenían una infraestructura que habían heredado de mejores épocas. No olvidemos que el tan maldecido por los anglófilos y liberales de pacotilla del intelectualismo local, Juan D. Perón impulsó -para su desagrado- el crecimiento de las estructuras para el desarrollo energético nacional que ya existían desde 1922.

Fue así que la nacionalización de YPF y YCF de haberlas seguido administrando con eficiencia y celo (castigando la corrupción y corrigiendo las malas administraciones) y de haberse centrado en recuperarse tras la guerra de 1982, los gobiernos sobrevinientes habrían encumbrado al país a un sitial de potencia, más allá de las zanjadillas de Londres.

La historia ya la conocemos. Cada uno de estos gobiernos fue el peor enemigo para el desarrollo de su país. Si bien la década del “peronismo neoliberal” de Carlos Menem aparento un avance en el campo económico, solo se trató de maquillaje consumista que le hizo creer al ciudadano argentino que habían llegado a ese idílico “primer mundo” que no era otra cosa que, una mala fotocopia de la hegemonía estadounidense. El dinero sin un objetivo y mucho menos, sin un control terminara generando corrupción algo que el país sufre de forma crónica.

El problema que la clase política argentina ha venido exhibiendo sin solución de continuidad, es su total falta de visión de cómo lo externo afecta a lo interno. No solo su inmovilidad político-académica y fáctica lo demuestra sino incluso, la falta de contemplación realista a las políticas de los centros de poder. Cada uno de estos gobiernos han optado por no salirse del molde y aplaudir sin miramientos (y en algunos casos con enfermizo entusiasmo) todas las políticas restrictivas y dañinas que bajaron desde el norte.

Abordar con mesura los asuntos de la política exterior y con una postura unificada es otra de las fallas del estado que da señales ambiguas que le restan seriedad ante los ojos del mundo.

Cuando Argentina participó en la Coalición contra Iraq en 1990/1991 creyó que estaba colaborando con la “paz, la legalidad internacional” y toda otra párvula de sandeces sin ver que lo que realmente estaban haciendo era ayudar a los EEUU (ya sin la existencia de la URSS) a conquistar uno de sus primeros objetivos estratégicos señalados por Henry Kissinger: “Controlar el petróleo para controlar a los países”. 

Aquí y ahora, la realidad internacional una vez más ha pasado por encima a los políticos argentinos y les halla en un total desconcierto. Esto va más allá del filibustero discursivo que los argentinos tienen como presidente. Los empresarios que si estaban en sintonía con la realidad energética global podían prever esto pero, o no fueron escuchados por el gobierno (que es lo más probable) o simplemente tienen sus lealtades compradas por empresas estadounidenses y europeas (una realidad más que probable).

Los argentinos en el último año han venido escuchando y viendo por coloridos spots televisivos, la potencialidad y supuestas obras para explotar el yacimiento de “Vaca Muerta” en la provincia del Neuquén en la Patagonia. Las obras del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner (GPNK) proporcionaría un 25% más de capacidad de transporte de gas natural propio terminando con una gran parte de la dependencia energética externa. Pero si bien aparenta una nota brillante y esperanzadora en medio de la actual oscuridad, pocos se preguntan ¿Cuándo estará disponible ese tendido?; ¿Habrá suficiente caudal para exportar? Y la pregunta más políticamente molesta es ¿A quiénes realmente, en el sentido financiero, beneficiará la explotación de Vaca Muerta? A la primera cuestión, nadie lo sabe. Y en cuanto a la segunda, la desregulación del precio del gas producto de la actual crisis por la guerra en Ucrania y los sabotajes al gasoducto Nord Stream que desconectaron a la Unión Europea de este recurso sin dudas ya están beneficiando a las Corporaciones estadounidenses de GNL y por supuesto, a los especuladores con los derivados financieros (en particular JP Morgan Chase) de “Wall Street” y también  a los de la “City Londinense”.

Bajo este marco, los argentinos tendrán que bailar al compás de los especuladores angloestadounidenses quedando sujeto el precio a lo que esos carteles impongan.

Hemos visto que, el corte del gas ruso (que incluyen los gasoductos que pasaban por Ucrania y Turquía) sin dudas ha causado más daño a la Unión Europea y en particular a Alemania y Francia que GAZPROM o la misma Federación Rusa. Como vemos, hay involucrados altos intereses estratégicos con actores preparados para sortear estas maniobras sucias aunque, con consecuencias indeseables que pueden llevar a una escalada mayor.

Argentina una vez más parece llegar tarde a los eventos. Pero hay esperanzas, si las nuevas generaciones de políticos argentinos salen del falso neutralismo (o más bien de la abulia) que solo sirve para los lobbies atlantistas y anglófilos que benefician a quienes pretenden usufructuar de esta crisis, en unos treinta años podrían llevar al país a poder autoabastecerse y tras un desarrollo serio y sostenido a llevar al país una importancia estratégica dentro del Cono sur.

 

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