viernes, 10 de febrero de 2023

 

“UNA GEOPOLITICA

PARA ARGENTINA”

Un año muy complejo por delante con elecciones presidenciales para octubre parece haber despertado las atrofiadas neuronas de algunos representantes de la clase política argentina quienes bien tarde advierten de la necesidad de una geopolítica ¿Por qué?, ¿Cuáles pueden ser los lineamientos que estarían en pugna?

  

Por Charles H. Slim

Como dijo San Agustín “todo cae por su peso” y eso se aplica a la obtusa mentalidad de la elite política de Argentina que acostumbrada al chiquitaje y la contingencia hoy se da cuenta que hay otra realidad fuera de sus fronteras. Muchas veces he dicho que el sistema político que se nutre de políticos de partidos anquilosados y vacíos de ideales, cuando se trata de pensar una geopolítica para el país nunca han visto más allá de la punta de sus narices.

Hoy, la inseguridad por el crimen organizado vinculada al narcotráfico, armas y de otras mercancías ilegales a nivel internacional, el uso del terrorismo financiero como táctica con fines geopolíticos, la polarización política transhemisférica por efecto de la guerra en Ucrania involucrando con ello amenazas atípicas a la soberanía por el accionar clandestino, inconsulto y malicioso -tanto físicas como virtuales a través de ciberataques- de agencias las de inteligencia de los polos de poder global quienes a través de terceros privados (reclutando mercenarios y criminales) ejecutan operaciones agresivas (entre ellas de terrorismo) en un país que no tiene parte en las hostilidades.  

Durante décadas la clase más pudiente y la clase media argentina, en parte formadoras de los sectores de la política han mirado con sus anteojeras en una sola dirección. Su admiración y ansias se han volcado con entusiasmo a los EEUU y la Europa occidental (alimentada por una historia de colonialismo) como si de modelos políticos y económicos se tratasen, ignorando cuáles fueron y siguen siendo sus fórmulas para generar esa prosperidad a base del saqueo armado (Iraq, Siria, Libia) que alimenta ese consumismo que hoy -por efecto de las mismas tácticas de Washington- esta viniéndose al suelo. Esa fascinación que los políticos suelen mostrar lo justifican por considerar al norte como “el modelo democrático” a seguir, pero en realidad lo que les inspira es un mero interés económico a costa de un mero y desvergonzado servilismo político.

El gobierno peronista de Carlos Menem fue quien exploto con mayor olfato esta tendencialidad colectiva, alineando al país bajo las políticas de este occidente capitalista y consumista aunque sin prever los peligros que ello conllevaría y las posibles consecuencias para el país.

El oportunismo que el mismo George W. Bush olfateo con el pronto ofrecimiento de Menem en la participación en el Golfo Pérsico y los dos subsiguientes atentados terroristas en plena capital del país abrió las puertas a una turbia realidad geopolítica en la que los intereses negociales, los enredos políticos y los reclamos de justicia se entremezclarían de forma tóxica llevando a que (más allá de las acusaciones tendenciosas y netamente islamófobas) nunca se haya podido esclarecer el origen de esos ataques. Igualmente estos nefastos eventos han sido útiles y la excusa perfecta para que Israel pudiera penetrar y operar no solo en el país sino en toda la región.

En los últimos tiempos, la influencia de los intereses israelíes, movidos por la militancia sionista local han ido intercalándose en el ideario de muchos de estos exponentes de la política nacional con la clara intención de influir sobre una -y aún inexistente- geopolítica nacional. Algunos mezclan un actuado misticismo religioso mientras que otros solo se suman a la fila de los obsecuentes en expectativa de un interés. Estar del lado de Israel (que significa mirar a otro lado por sus crímenes) puede traer beneficios y estos arribistas lo saben aunque no están dispuestos a pagar el precio de esa relación. Quede claro que esto no tiene nada que ver con lo religioso sino con una estructura de pensamiento que con base en la ideología sionista, se acomoda con las derechas liberales (y las ultraderechas), tal como sucede desde hace décadas en EEUU, en Europa del este y que hoy se mimetizan en todos los partidos políticos argentinos.

La actual crisis global y la previsibilidad de una profundización ha hecho caer en cuentas a ciertos sectores de la política argentina que el país carece de una geopolítica. Precisamente, desde 1983 esta misma clase política (de radicales, peronistas, liberales y las izquierdas “caviar”) fue la que mediante un proceso desmalvinizador (que aplaude el Foreign Office) le mutiló al estado la proyección y el despliegue de una geopolítica con intereses estratégicos propios y en ese contexto ha entregado la soberanía de vastas extensiones de tierras y la explotación económica de sus aguas patagónicas a capitales extranjeros.

A pesar de que el Kirchnerismo hizo una chapuza sobre esta área, al menos aparento tener una intensión de generar una geopolítica nueva y diferente más ligada a tender puentes con Eurasia y al mundo árabe-islámico que cualquiera de sus predecesores. Actualmente el presidente Alberto Fernández ha seguido una línea similar, aunque con muestras de una gran improvisación y falta de tacto, puesta de manifiesto a comienzos de febrero de 2022 en su encuentro con el presidente ruso Vladimir Putin, dejando en evidencia la ignorancia de la realidad que se estaba desarrollando y al mismo tiempo la ausencia (por un estado ineficiente) de una geopolítica adaptada a esas circunstancias. En realidad no es que carezca de una sino, que el actual gobierno ha sido inconsecuente (tal como su presidente), nada inteligente y hasta torpe en la concepción y demostración de la existencia de una geopolítica presuntamente multilateralista que lo acerque con seriedad a Rusia y China. Desde este punto de vista, la asimetría entre Argentina y estos países es tan grande como la dos elefantes y una hormiga.

Por el lado de la oposición, la orientación marcadamente anglófila y pro-Israel de sectores de Juntos por el Cambio, el PRO y la Coalición Cívica los lleva irremisiblemente a distanciarse paulatinamente de Eurasia y en particular de China para alinearse con la geopolítica del occidente angloestadounidense. Al mismo tiempo esto significaría mantener al país sujeto a los parámetros económicos-financieros trazados por Washington y una decidida alineación con las políticas de “seguridad” de la OTAN (incluyendo sus injerencias en Ucrania y todo el sudeste asiático) que consecuentemente tienden a mantener la geopolítica unilateral y hegemonista de los EEUU.

Si triunfara esta postura ¿Cuál sería la postura de Buenos Aires con Londres por la soberanía sobre las islas Malvinas y todas las aguas circundantes?, ¿Podría existir algo así?

En esta misma línea de pensamiento aunque más exacerbada (o más exagerada) en sus discursos se hallan los llamados “libertarios”, ciudadanos que han perdido toda confianza en los partidos tradicionales liderados por personajes estridentes y de discursos altisonantes sobre la libertad del individuo en su relación con el estado, no son más que una mascarada aggiornada de aquellos liberales económicos (cabalistas) de la década de los ochenta del siglo pasado y en lo político, simpatizantes y ciegos seguidores del neoconservadurismo estadounidense (menemistas) que agrupa entre otros sectores, a los grandes conspiradores y partidarios de la guerra sin término como son los “Straussianos”.

Pero estos dos extremos de la política argentina siguen sin entender que la formación de una geopolítica requiere de tiempo y de mucho trabajo en el campo exterior y que no se reduce a colocar productos elaborados y materias primas para el intercambio económico-comercial entre los países solamente. Se requiere una doctrina, compromiso político y dedicación en seguir una planificación ajustada a los intereses nacionales que lamentablemente hace tiempo fueron abandonados.

Como se puede ver, la oferta política argentina es una redundancia que no lleva a ningún lado. Así la elite política se trata del mismo producto inservible con diferentes envoltorios. En este sentido, ni unos ni los otros pueden ser tomados en serio por sus respectivos mentores geopolíticos ya que, además de advertir estas inconsecuencias saben que el estado argentino carece de solidez institucional (no burocrática) y esta con un atraso tecnológico de décadas para participar en un nivel de igualdad en temas tan básicos pero trascendentes como el comercio exterior, la defensa y la seguridad ante amenazas no convencionales (nuclear, biológico y químico). Sin esto resuelto, se hace poco posible que se pueda visualizar más allá de los papeles y de los encendidos discursos, una estructura -cualquiera sea su orientación- que respalde esa pretendida geopolítica.

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