miércoles, 25 de diciembre de 2024

 

UN FALSO PROFETA

Donald Trump ha prometido muchas cosas cuando llegue a La Casa Blanca y el tiempo dirá si las cumplirá o no, pero en la política exterior ¿Adónde está dispuesto a empujar a su país por los intereses del Establecimiento neocon?

 

Por Charles H. Slim   

“Tened cuidado con los falsos profetas, pues ellos están disfrazados de mansas ovejas, pero por dentro son lobos feroces” (Mateo 7: 15 a 29). Considere que no había una mejor forma de describir lo que Donald Trump realmente es y lo que se trae bajo sus mangas que citando este versículo.

Nunca como en estas épocas, acudir a las escrituras sagradas de las tres grandes religiones monoteístas ha sido tan ilustrativo de la perfidia y la corrupción que hoy reina en el mundo. Por lo pronto aclaro, no es un ataque contra el próximo mandatario estadounidense, solo es una descripción profética si se quiere, de lo que vendrá.

Trump no necesita presentación. Sabemos que si bien es un sujeto disruptivo e insolente con el propio Status Quo de su país y un anti globalista, sigue la línea de una parte del Establecimiento norteamericano y en ese plan, la paz y en especial con quienes ellos buscan el sojuzgamiento o la aniquilación, no está contemplada.

Esto viene a cuento de las promesas, especialmente las que recaen sobre asuntos de la política exterior como ser frenar la guerra en Ucrania y resolver el entuerto en Medio Oriente. Pero la realidad se impone y a estas alturas todos deberían estar al tanto de ello. Ni frenará las acciones en Eurasia y mucho menos (en el segundo caso) lo hará si a Israel no le conviene. En este último caso y más allá de lo que diga la prensa adicta, el dilema presupuestario para sostener a Netanyahu y a sus FDI se volverá cada día más inviable para Washington. En este punto Donald Trump se verá en una encrucijada ya que la carga que representa el sostenimiento financiero destinado a Israel es tan abultado que habrá que ver como conjuga sus promesas de mejorar la vida de los estadounidenses con mermar los donativos al régimen racista de Tel Aviv.

La realidad en la política es como una señora madura, se podrá maquillar pero no puede volverla a la adolescencia. Las apariencias y los trucos de los políticos ya no engañan a nadie y es por ello que la opinión pública del llano (no los aplaudidores de los medios) saben lo que viene. En especial los mismos ciudadanos estadounidenses de a pie, quienes son conscientes de la realidad que les golpea diariamente: Desempleo, inseguridad, altos impuestos, caída de la producción y una perspectiva muy compleja en el horizonte para aquellos indocumentados que Trump promete deportar en masa.

Pese a todo eso, Trump se presenta como una última esperanza en medio de un vendaval y como en la mitológica escena bíblica de Moíses, dispuesto a abrir las aguas del mar para que regresen los “fellow americans” a casa y tras cerrarse las aguas tras de sí se traguen a esa monstruosa estructura que devora el dinero de los contribuyentes llamada OTAN.

Trump encaja perfecto en el cuadro actual. Con su familia como un marketing decorativo del conservadurismo neosionista y su núcleo de fanáticos enrolados en MAGA, Trump parece ser el modelo ideal de una “nueva Unión” para los estadounidenses. Sin dudas es el líder de los profetas de esta clase y no por casualidad de una confesión puntual. En Argentina ya está Javier Milei quien llena con amplitud los requisitos del falso profeta con su desenfadada invocación de frases alegóricas de la Torah para tratar de infundir un halo de sacralidad o credibilidad a sus políticas económicas en un país de una abúlica mayoría católica. Para este personaje no hay dudas que el pasaje de Jeremías del Pentateuco que habla de los “falsos profetas” como “falsos maestros”, le cabe perfecto.

Como cualquier falso maestro, Trump habla como cordero pero tras su sonrisa perlada y promesas que adornan el oído de los gentiles, oculta sus incisivos de lobo.

Lo mismo Milei. Tras su aparente sabiduría y rectitud financiera disfrazada con refranes talmúdicos que tratan de moralizarlo ante sus interlocutores (mayormente católicos y ateos) solo hay una oscura agenda que como su amo del norte y hablando de “buenos y malos”, abrirá las puertas de la intriga, las conspiraciones y guerra de agresión en contra de los pueblos latinoamericanos empezando con Venezuela. Milei y Trump sin dudas podríamos considerarles como mínimo de autócratas financieros ya que -cada uno por su lado- solo benefician a las empresas y grandes corporaciones.

Ambos personajes parecen estar actuando un papel dentro de una gran teatralización bíblica (como las viejas producciones Hollywoodenses de Charlton Heston) guionada y dirigida por los sionistas revisionistas en Washington (con AIPAC liderando), sostén ideológico y político dentro del sistema norteamericano de tipos como Netanyahu y su grupo de extremistas genocidas talmúdicos que hoy controlan Israel y planean extenderse sobre Siria.

Pero volviendo a Trump, como el falso maestro que dice traer la paz y el regocijo, ya va quedando claro que sus promesas solo son parte de una estratagema creyendo que aplastando a todos sus oponentes terminará con los problemas. Quienes usan un poco el razonamiento deben preguntarse ¿Puede Trump realmente creer semejante idea?

A primera vista la personalidad de Donald Trump no representaría a un típico profeta harapiento y anacoreta con todas las cualidades espirituales de uno. Es seguro que no esté tratando de parecerse a uno ni siquiera por conveniencia. Es un ser humano tan humano como cualquiera. En su ser y proceder, es tan profano y ruin como cualquier financista de Wall Street o político en Washington. Son sus interlocutores, sus interpretes y partidarios más fieles son quienes buscan de alguna manera sacralizar su próxima llegada.

En lo que respecta a la política exterior, veremos si realmente cumple con sus promesas aunque, con todo lo que ha sucedido en este último mes y que ha sido sin dudas por efecto de la injerencia -subrepticia- de EEUU (Siria, Ucrania y China), se hace muy poco creíble que ello suceda.

 

 

 

 

 

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