VETERANOS DE AYER
“VETERANS & VETERANOS”
La guerra invisible de miles de veteranos de 1991 que otros tras 25 años ni siquiera han pensado en iniciar
Por
Charles H. Slim
Aunque hayan pasado 25 años de aquella desastrosa guerra en los confines
del Medio Oriente, siguen pendientes varios temas que para los gobiernos
involucrados en dichas acciones, han sido una problemática que se ha
multiplicado exponencialmente conforme al número de hombres involucrados en el
Teatro de Operaciones de Kuwait. Más
allá de que EEUU –junto a Gran Bretaña y Francia- fue quien encabezó las
operaciones militares para desalojar a las fuerzas iraquíes que el 2 de agosto
de 1990 habían ocupado el emirato de Kuwait y en ese sentido, les dio el
reconocimiento institucional a los miembros de cada una de las fuerzas
intervinientes, fue mérito de éstos mismos hombres el poner en evidencia que
“había algo más que el gobierno no les había dicho”; algo que los estaba
matando –y sigue haciéndolo- silenciosamente y que además, había
afectado a sus propias familias.
En
el comienzo, al regreso de los efectivos, Washington les condecoro y les otorgó
la valía correspondiente de veteranos que implica un reconocimiento implícito
de compensación económica en modo de pensiones que, muy modesta por cierto, se
trata de un derecho que se apega a las costumbres y la legislación
norteamericana que a su vez tiene un reconocimiento legislativo a nivel del
derecho internacional. En éste sentido, el pueblo estadounidense tiene
expresamente reconocidos a sus veteranos y de ello no existen discusiones. Lo que sí estuvo en cuestión por los mismos
veteranos fue –y sigue actualmente siéndolo- es la desinformación sobre
a lo que realmente habían estado expuestos durante toda la estadía y el desarrollo
de las actividades bélicas en el golfo.
Cabe
recordar que si bien ellos fueron reconocidos por su gobierno, no por ello
estarían conformes al descubrir que el mismo, los había expuesto a una
situación mil veces más dañina y
letárgica que la sola participación en operaciones militares en una aparente
guerra convencional. Y bien dicho aparente ya que, de los testimonios de oficiales
de la tropa iraquí y estadounidense y de informes de inteligencia de ambos
lados, se dieron cuenta sobre el uso de
armas químicas, biológicas y otras enriquecidas con Uranio. Cuando los primeros
reclamos de solitarios veteranos parecían ser condenados al olvido en los
archivos burocráticos del Departamento de Defensa, poco a poco, todos
comenzaron a entender que si callaban, serían olvidados y sus casos simplemente
morirían con ellos.
Similar
a lo ocurrido con los “vets” de Vietnam,
los del Golfo debieron luchar ante y contra el gobierno para que se
hiciera cargo de sus afecciones. Obviamente había una diferencia superlativa
con los afectados por aquel “agente naranja” lanzado por la USAF para desfoliar
la selva vietnamita y era que sus camaradas de la guerra en el Golfo Pérsico no
sabían ni siquiera cuáles de los varios elementos químicos, biológicos y
radiactivos que estuvieron en danza, les estaba afectando su organismo y el de
sus propias familias (hijos con
deformaciones, problemas neurológicos, cáncer, etc)
Con
ello, los veteranos se organizaron para demandar judicialmente al gobierno y
tras las investigaciones de expertos como el Dr. Howard Unrnovitz a cargo por
entonces de la Fundación de Investigación de Enfermedades Crónicas de EEUU,
lograron obtener pruebas sobre la exposición a un medio ambiente tóxico que
causo un desorden genético que origino todo tipo de afecciones trasmisibles a
sus hijos.
No
paso mucho tiempo para que los reclamos aislados dieran sus frutos. En el 2001 un informe epidemiológico del
gobierno encargado al Hospital de Veteranos de Durham arrojó conclusiones
parciales pero alarmantes sobre los riesgos de contraer enfermedades que habían
contraído los veteranos. Ello revelo que las afecciones que venían afectando a
los veteranos de todas las ramas militares, tenían un nexo en común y para peor
no era natural (v. http://www.elmundo.es/elmundosalud/2001/12/11/medicina/1008077716.html )
Algunos
informes surgidos desde dentro de fuentes médicas militares, han evaluado que
más del 75% de los veteranos de la guerra, están muriendo por efecto a la
exposición al Uranio de las bombas utilizadas por sus propios aviones y
vehículos blindados. Entre los síntomas advertidos están la deshidratación,
fiebre, comezón, manchas oscuras en la piel y problemas neurálgicos severos.
A todo
esto, se le agregan los reiterados casos de suicidios de veteranos y en algunos
casos de sus mujeres, que suelen enmarcárselo en una crisis psicológica
producto de los traumas de la guerra y la imposibilidad de reinserción en la
sociedad civil.
Ciertamente,
no se quedaron quietos porque el gobierno les reconoció una magra pensión con
la cual, apenas pueden cubrir las necesidades básicas. Cuando averiguaron que habían sido expuestos
a un ambiente contaminado con elementos tóxicos y que pese a las protecciones,
quedaron vulnerables a aquellos agentes, se fueron organizando para volver a
pelear una nueva guerra, una contra su propio gobierno. Con el asesoramiento de médicos y abogados
que no le temen al sistema, fueron concretando los primeros pasos para cada una
de las fuerzas que componen a la Armada, les dieran respuestas expresas y
concretas a sus petitorios.
Como
era de esperar los organismos castrenses y sus áreas burocráticas fueron muy
reacias a colaborar con las peticiones de los veteranos llegando incluso, a las
coacciones y en algunos otros la presión directa para que abandonasen sus
pretensiones. A diferencia de otros países intervinientes y en especial en la
Argentina, los poderes del estado se hallan claramente seccionados sin que se
produzcan –salvo para pocos temas- una
suerte de contubernio que como dice el dicho sirva para “que la sangre no
llegue al río”. Fue por esto que tras la insistencia organizada y sostenida, los
veteranos lograron ser escuchados por congresistas demócratas y republicanos que
pusieron manos a la obra para acompañar el reclamo.
Uno
de los logros de este trabajo fue sin dudas, la creación del Comité de
Investigación sobre Veteranos de la
Guerra del Golfo que se identifica con las siglas en inglés RACGWV, por medio del
cual se abrieron investigaciones sobre los casos de veteranos que acusan
afecciones enmarcadas en el llamado “Síndrome del Golfo” y que dado motivo a
diversos informes que vinculan específicamente a la guerra con la salud (v.
http://www.gulfwarvets.com/00-Frontmatter%20and%20Summary.pdf ) . Además desde el 2008 se elaboran informes científicos sobre
las afecciones y los posibles elementos que los habrían causado, llevando para
ello, el requerimiento intergubernamental de reportes precisos y remisión de
informes detallados sobre las operaciones desarrolladas durante toda la
“Tormenta del desierto”. Sin lugar a dudas, la implementación de este
Comité y el involucramiento del Congreso como caja de resonancia para que el
ejecutivo tomara cartas en el asunto, ha sido un avance muy loable aunque,
insuficiente.
A
comparación de lo que sucede con otros gobiernos, el estadounidense se ha visto
presionado por la constancia y tenacidad de agrupaciones de veteranos que se
determinaron a obtener las respuestas para sus cuestionamientos. Por el
contrario, en otros casos como el argentino, sus hombres no solo no cuentan con
un Comité parlamentario que bregue por dilucidar el estado integral de la salud
sino, que aún no se le ha reconocido a
éstos aún la calidad de veteranos de guerra. Parecería un contrasentido si no se conoce a fondo el trasfondo político.
Para
hacer solo una breve prognosis de la intervención argentina, veamos cuales
fueron las circunstancias políticas que rodearon su participación. A pesar de que la Argentina argumentó su
adhesión a las operaciones de bloqueo contra Iraq en 1990 y que se extendieron
a las bélicas de 1991, circunscribiéndolas en supuestos “mandatos de la ONU”,
habría que señalar que ello peca de falaz. Primeramente, cuando Naciones Unidas llamó a
la colaboración de las naciones para el desalojo de las tropas iraquíes de
Kuwait, sepan bien que dichas resoluciones son de carácter facultativo que
significa, que Buenos Aires no estaba obligado a enviar a nadie a las aguas del
Golfo. Sin dudas aquí, nació una
responsabilidad ineludible para el estado.
Segundo,
al involucrarse voluntariamente en el
envío de una fuerza naval armada para realizar tareas de bloqueo, habría que
haberle informado al entonces presidente y su gabinete que dicha acción era “un acto hostil” que presuponía un estado de
guerra, suficiente como para que los iraquíes –y en estricto cumplimiento de
las leyes internacionales de guerra- tuvieran argumentos para hundir uno de
esos barcos. Tercero, no hubo intervención material de Naciones Unidas por el
simple hecho de que, precisamente, no hubo mandato a tal efecto. Sobre ello, el
gobierno argentino recurrentemente se escudó –para negar reconocimientos- en
que su intervención se dio en el marco de un “mandato de Cascos Azules”,
confundiendo las meras conminaciones resolutivas (Res. 660; 661; 662; 669)
catalogadas “no vinculantes” (v. http://www.un.org/en/sc/repertoire/89-92/89-92_05.pdf#page=58 ) , con los mandatos que se fundan en el artículo 51 de la Carta
Orgánica.
Cuarto,
el único mandato que fue establecido por Naciones Unidas en dicho conflicto,
fue el 9 de abril de 1991, a posterior del cese de las hostilidades y que se
denomino UNIKOM estableciéndose allí, el
despliegue tropas de paz con cascos azules para el establecimiento y vigilancia
de una zona desmilitarizada entre Iraq y Kuwait (V. http://www.un.org/en/sc/repertoire/subsidiary_organs/peacekeeping_missions.shtml#reg35 ).
Quinto
y último, las naves argentinas fueron parte del plan de las operaciones USNAVCENT
de despliegue para interdicción y
posible combate, que se halla descrita en documentos del Pentágono y aunque se trate de ocultar bajo eufemismos, la
situación real sobre su participación saldrá a la luz sin remedio. De esa
situación que se halla grabada en las hojas de ruta de la las operaciones
navales dirigidas desde la “mesa de estrategia” que se estableció en Darahm.
A
pesar de que ha habido una importante apertura informativa en cuanto a lo que
realmente ocurrió en aquella guerra, en el caso argentino hay un gran
desconocimiento sobre el alcance real que tuvo la contaminación química,
biológica y radiactiva en todo el espectro geográfico del TOK, la cual fue llevada por los vientos a todas
las áreas circundantes a Iraq y Kuwait sin discriminar a soldados, civiles,
marinos ni aviadores de cualquier nacionalidad; todos fueron en algún grado,
afectados por los vapores químicos y el polvillo venenoso del UE que no solo
fue respirado por los más de 175.000 veteranos norteamericanos que tras su
regreso han registrado graves afecciones a la salud, sino también por los
marinos de las fuerzas de tareas desplegadas en las aguas del Golfo incluyendo
a las dotaciones argentinas que se hallaban a no menos de 400 kilómetros de las
operaciones principales.
Nuestra
fuente en Buenos Aires no ha encontrado rastros de actividad reivindicativa organizada
de los marinos argentinos, salvo algunos casos individuales elevados al
Congreso que pese a su soledad, auguran abrir el camino para llamar la atención
de la situación colectiva del resto.