EN DEBATE
“LIBELOS DE BARRO”
Así podría denominarse a la voluminosa causa AMIA que pese a las irregularidades que la manchan se insiste en tesis claramente tendenciosas e incongruentes
Por
Charles H. Slim
El atentado contra la embajada de Israel en 1992 y la voladura de la
mutual AMIA de 1994 ambos ejecutados en la ciudad de Buenos Aires, sin lugar a
dudas, fueron dos hechos repudiables que pese a la magnitud de semejante
crimen, sigue siendo una materia pendiente para la justicia argentina que no
hay que olvidar, pero ahora bien: ¿Cuáles han sido las reales implicancias que
se movieron detrás de cada uno de estos actos y el interés continuo por detener
las investigaciones hasta tanto no se rumbearan por líneas señaladas desde el
exterior? Estos interrogantes han sido continuamente evadidos por los
periodistas –salvo contados casos- y medios masivos en el país llegando
a quedar en evidencia aquel dicho que reza “hay un elefante en la sala” y nadie
pareciera verlo.
En
realidad más bien habría que decir “que no quieren verlo” ya que los intereses
que se verían involucrados detrás de estas dos masacres, además de muy
influyentes son terriblemente peligrosos para tocar. De esta manera el mejor y
único argumento que estos periodistas y medios gustan levantar es aquel en el
que –recordemos bien- “los árabes”,
“el islam” y más tarde los “musulmanes” en general, deben ser los únicos
implicados en las voladuras de estos sitios. Claro que para quienes no se
hallaban informados, incluyendo a la párvula clase política, sobre cuáles eran
las implicancias geopolíticas internacionales de comienzos de la década de los
noventas, vender esta versión casi “Hollywoodense” se hizo muy fácil en un
momento muy sensibilizado para la población en general.
Según
esta versión, una célula de árabes locos muy bien escondidos y con una conexión
local, habían sido los indudables autores de estos ataques.
De
esta forma y mediante aquel fantástico relato, hubo una camioneta Traffic con
un chofer libanés, preferentemente chiita y si es posible de adjudicar al
movimiento de resistencia Islámica “Hesbolla” mejor, quien condujo el vehículo
con una carga mortal de explosivos y mediante una maniobra bastante rebuscada
se lanzo contra el portón de ambas
edificaciones. La misma táctica y los mismos autores. Todo muy claro, demasiado
para las mentes inquietas que pudieron advertir casi en forma inmediata, que
muchas cosas no cerraban en torno a esta versión. En este mismo sentido ¿por
qué la seguridad del Shin Bet del edificio de la embajada y los representantes
de alto grado, se había retirado unos momentos antes de este suceso? O ¿por qué
ni bien sucedió el hecho, lo primero que aseguraron estos afortunados agentes
del Shin Bet era que había sido una
camioneta bomba de Hesbolla? Y si esa era su certeza ¿por qué la continua negativa
a realizar la pericia del radar para confirmar esa aserción? Para quienes no
sepan que es el “Shin Bet”, es ni más ni menos que la “policía secreta” israelí
que tiene en su haber, largos historiales de brutalidad y torturas contra la población palestina.
Sobre
estas incongruencias que los medios locales y sus insignes periodistas tratan
de ralear, recordemos otras como fueron las
espurias relaciones de Rubén Beraja, el silencio del gobierno de Menem, las inconvenientes
declaraciones del entonces canciller israelí Ithzak Aviran que fueron calificadas
de “fantasías” por Tel Aviv y la lista sigue.
Pero
volviendo al asunto central, mediante este acto horroroso y sorpresivo y con
una población sumida en la más absoluta ignorancia de cómo se juega en el
submundo del espionaje, las tácticas sucias y al engaño como argamasa para
concretar sus planes, junto a la victimización eran elementos que servirían
para enmascarar los verdaderos propósitos que acuciaban impulsar a Tel Aviv y
en especial a sus sectores más radicalizados del sionismo. Ello era que Argentina no entregara
tecnología nuclear a Irán.
Era
una circunstancialidad central que muy pocos estaban al tanto. Argentina como
cualquier país soberano llevaba adelante –dentro de lo posible- relaciones
políticas con cualquier país con el cual, pudiera desarrollar vínculos
beneficiosos sin la interferencia de potencias extranjeras. En este sentido
Argentina (durante el gobierno de Raúl Alfonsín) se había comprometido con la
república Islámica de Irán mediante acuerdos bilaterales para la provisión de
un reactor nuclear que se vio
recurrentemente retrasado por “misteriosos” contratiempos.
Para
los iraníes estaba claro de donde provenían aquellas zanjadillas, pero estaban
seguros de que el gobierno argentino no se dejaría presionar por intereses
internos que se alineaban –y hoy continúan- a las directivas que radiaban desde Tel Aviv
vía embajada de Israel en Buenos Aires y que además, se alineaban por la
derecha con Washington. Pese a esta
ominosa presión, el país siguió con su agenda bilateral con Irán como si se
tratara de cualquier otro país del mundo y claramente rechazo las apretadas que
continuamente recibía de los entes políticos sionistas para detener esa
relación.
Incluso
un año después del ataque a la embajada de Israel, las relaciones con Irán
siguieron normalmente, pese a las fuertes presiones por vincular a cualquier
nexo “árabe-islámico” –incluyendo a Teherán por supuesto- a la autoría. Casualmente en 1993 y pese al
alineamiento del gobierno argentino con Washington, las relaciones comerciales y de intercambio
de tecnología con Irán fueron inmejorables donde incluso Buenos Aires le
entregó a Teherán Uranio U-235 enriquecido al 20% para el campo de la medicina.
Esto a cuento de la fábula que surgió de las supuestas fuentes del fiscal
Nisman y que hoy invocan con vehemencia algunos como el fiscal Pablo Lanusse,
sobre “la reunión en Alepo, Siria” que se habría desarrollado en ese mismo año
donde presuntamente y –como en las películas de villanos- los iraníes
reunidos en secreto en un cuarto entre penumbras, sentenciaron que había que
atacar en Argentina. ¿Acaso tiene algún sentido esa supuesta versión surgida de
fuentes de inteligencia israelíes? Pese a que existen intensiones de sacralizar
estos “informes” como accesorios de las
investigaciones judiciales, la historia contemporánea ha demostrado con creces
como las agencias de inteligencia –en especial la CIA y el Mossad- están
más allá de la ley y de la justicia.
Pero
a pesar de que se trato de endilgar la autoría a los “árabes” en general, el
relato sionista fue puliéndose y de esa generalidad pasaron a ponerle
nacionalidad y de ese modo fueron primero por una implicancia palestina –dirigida
contra la Jihad Islámica- muy fogoneada por periodistas con historia
funcional con la embajada israelí en el país; cuando esto se hizo inviable, se
le tiro el bulto a Siria poniendo bajo sospecha a toda la comunidad
sirio-libanesa del país. Cuando la llamada “pista siria” no iba a ninguna parte
y con la clara intervención de las agencias como la CIA y el Mossad en la
“aportación de pistas”, aquella fue abandonada. Cuando para finales de la
década de los noventas y comienzos de los dos mil las ambiciones geopolíticas
de Israel se orientaban a rivalizar frontalmente contra el desarrollo tecnológico
de Irán, surgió el presunto y más
conveniente autor.
A
partir de ese momento y como parte de esa visión geopolítica de Tel Aviv, que
cabe recordar veía –y aún sigue viendo con frustración- como se veía
limitada a actuar con impunidad sobre territorios libaneses especialmente por
la presencia de “Hesbolla”, fue sin
dudas el elemento libanés –importante comunidad presente en la argentina- que
serviría de nexo para tratar de vincular como más fuera posible, a la pista
iraní. Sin dudas, una jugada sucia y engañosa que no
era nada nuevo en las tácticas usadas por Tel Aviv a lo largo de su guerra con
los vecinos árabes.
Durante
el periodo de Menem las investigaciones siguieron en el mismo sitial de
estancamiento. Tras los informes presentados por la CIA y el Mossad al entonces
jefe de la SIDE Miguel Ángel Toma, se trató de movilizar la pista hacia una
ingeniería trazada en Teherán que poniendo en el centro a supuestos hermanos
libaneses de apellido Berro en la cual uno de ellos, acusado de haber sido el
presunto conductor de aquella presunta Traffic en la mañana de julio de 1994,
no llego a ningún lado ya que éste joven había quedado tullido por un bombardeo
israelí. Además, aquél jamás había tocado
sud América, e incluso había
muerto en septiembre de 1994 por una incursión de la aviación israelí. Al constatarse esto y pese al sistemático
ocultamiento de la corporación de medios argentinos, el entonces fiscal
“especial” Alberto Nisman se las vio en figuritas para tratar de seguir la hoja
de ruta trazada por Washington y Tel Aviv.
Tal
como lo han señalado algunos medios alternativos, solo por la valiente
actuación de periodistas probos fue que allá por mayo del 2006, increíblemente el
diario “La Nación” publico una nota lapidaria para el relato montado por el
fiscal Nisman y Cia, llevando a que muchos periodistas que tratan de insistir
en la misma tesis queden muy mal parados (v. http://pajarorojo.com.ar/?p=26009 ). Al mismo tiempo como lo señalan algunas fuentes, éstos
periodistas que tan bien habían venido siguiendo las vicisitudes de ambas
causas, por un notable gusto por el
dinero, han tomado por rumbos tan estrafalarios como racistas o acaso ¿Cómo
puede interpretarse que de la nada y con el cambio de gobierno, se han
encontrado presuntos “grumos de sangre” del supuesto atacante –que deberá ser árabe- en una pieza de
la supuesta Traffic presuntamente encontrada en los restos frente a la AMIA?
Otros
aspectos que no han salido a la luz pública, son las extrañas incongruencias
entre varios personajes que habían declarado una cosa y luego otros los
contradecían. El caso de la enfermera que dijo haber visto una “Traffic color Beige”,
cuando los restos presuntamente hallados eran blancos, hizo colapsar su
declaración que hizo que –carcomida por los nervios- terminara
denunciando que lo había hecho por la presión de altos funcionarios de Bomberos
de la Policía Federal vinculado al Departamento de Explosivos de la PFA y
que a su vez se ven involucrados en la
sospechosa muerte del bombero Alberto Cánepa Carrizo, quien venía denunciando a
éstos jefes policiales. ¿Y quiénes estaban encima de estos funcionarios
corruptos?
Hoy
por hoy, el ascenso del gobierno de Mauricio Macri parece haber encarado una
política de “revisión” en la justicia que, obviamente, incluirá a las causas
AMIA que tal como lo han señalado los fiscales que ocupan actualmente la
fiscalía especial, se halla repleta de fallas –algo que no asombra- pero
que asombrosamente, no afectan la tesis central y la cual sigue siendo a toda
costa, endilgarle a Irán el ataque.
Como
sea que fuere, la acumulación de más de un millón de fojas, documentos, piezas
informativas sueltas y sin lugar a dudas, montañas de basura desinformativa –incluidos
los informes de la CIA y sus socios- destinada a embarrar y planchar la
causa, hará falta mucho más que una “fiscalía especial” para llegar a la verdad
de los hechos; solo será el compromiso de los mismos argentinos en no dejarse
embaucar con un nuevo engaño que busca más bien objetivos geopolíticos sin
interesarle para nada la justicia.