miércoles, 27 de julio de 2016

EN DEBATE



“LIBELOS DE BARRO”

Así podría denominarse a la voluminosa causa AMIA que pese a las irregularidades que la manchan se insiste en tesis claramente tendenciosas e incongruentes




Por Charles H. Slim
El atentado contra la embajada de Israel en 1992 y la voladura de la mutual AMIA de 1994 ambos ejecutados en la ciudad de Buenos Aires, sin lugar a dudas, fueron dos hechos repudiables que pese a la magnitud de semejante crimen, sigue siendo una materia pendiente para la justicia argentina que no hay que olvidar, pero ahora bien: ¿Cuáles han sido las reales implicancias que se movieron detrás de cada uno de estos actos y el interés continuo por detener las investigaciones hasta tanto no se rumbearan por líneas señaladas desde el exterior? Estos interrogantes han sido continuamente evadidos por los periodistas –salvo contados casos- y medios masivos en el país llegando a quedar en evidencia aquel dicho que reza “hay un elefante en la sala” y nadie pareciera verlo.

En realidad más bien habría que decir “que no quieren verlo” ya que los intereses que se verían involucrados detrás de estas dos masacres, además de muy influyentes son terriblemente peligrosos para tocar. De esta manera el mejor y único argumento que estos periodistas y medios gustan levantar es aquel en el que –recordemos bien- “los árabes”,  “el islam” y más tarde los “musulmanes” en general, deben ser los únicos implicados en las voladuras de estos sitios. Claro que para quienes no se hallaban informados, incluyendo a la párvula clase política, sobre cuáles eran las implicancias geopolíticas internacionales de comienzos de la década de los noventas, vender esta versión casi “Hollywoodense” se hizo muy fácil en un momento muy sensibilizado para la población en general.

Según esta versión, una célula de árabes locos muy bien escondidos y con una conexión local, habían sido los indudables autores de estos ataques.

De esta forma y mediante aquel fantástico relato, hubo una camioneta Traffic con un chofer libanés, preferentemente chiita y si es posible de adjudicar al movimiento de resistencia Islámica “Hesbolla” mejor, quien condujo el vehículo con una carga mortal de explosivos y mediante una maniobra bastante rebuscada se lanzo contra el portón  de ambas edificaciones. La misma táctica y los mismos autores. Todo muy claro, demasiado para las mentes inquietas que pudieron advertir casi en forma inmediata, que muchas cosas no cerraban en torno a esta versión. En este mismo sentido ¿por qué la seguridad del Shin Bet del edificio de la embajada y los representantes de alto grado, se había retirado unos momentos antes de este suceso? O ¿por qué ni bien sucedió el hecho, lo primero que aseguraron estos afortunados agentes del Shin Bet era que había sido  una camioneta bomba de Hesbolla? Y si esa era su certeza ¿por qué la continua negativa a realizar la pericia del radar para confirmar esa aserción? Para quienes no sepan que es el “Shin Bet”, es ni más ni menos que la “policía secreta” israelí que tiene en su haber, largos historiales de brutalidad y  torturas contra la población palestina.

Sobre estas incongruencias que los medios locales y sus insignes periodistas tratan de ralear, recordemos otras como fueron  las espurias relaciones de Rubén Beraja, el silencio del gobierno de Menem, las inconvenientes declaraciones del entonces canciller israelí Ithzak Aviran que fueron calificadas de “fantasías” por Tel Aviv y la lista sigue.

Pero volviendo al asunto central, mediante este acto horroroso y sorpresivo y con una población sumida en la más absoluta ignorancia de cómo se juega en el submundo del espionaje, las tácticas sucias y al engaño como argamasa para concretar sus planes, junto a la victimización eran elementos que servirían para enmascarar los verdaderos propósitos que acuciaban impulsar a Tel Aviv y en especial a sus sectores más radicalizados del sionismo.  Ello era que Argentina no entregara tecnología nuclear a Irán.

Era una circunstancialidad central que muy pocos estaban al tanto. Argentina como cualquier país soberano llevaba adelante –dentro de lo posible- relaciones políticas con cualquier país con el cual, pudiera desarrollar vínculos beneficiosos sin la interferencia de potencias extranjeras. En este sentido Argentina (durante el gobierno de Raúl Alfonsín) se había comprometido con la república Islámica de Irán mediante acuerdos bilaterales para la provisión de un reactor  nuclear que se vio recurrentemente retrasado por “misteriosos” contratiempos.

Para los iraníes estaba claro de donde provenían aquellas zanjadillas, pero estaban seguros de que el gobierno argentino no se dejaría presionar por intereses internos que se alineaban –y hoy continúan-  a las directivas que radiaban desde Tel Aviv vía embajada de Israel en Buenos Aires y que además, se alineaban por la derecha con Washington.  Pese a esta ominosa presión, el país siguió con su agenda bilateral con Irán como si se tratara de cualquier otro país del mundo y claramente rechazo las apretadas que continuamente recibía de los entes políticos sionistas para detener esa relación.

Incluso un año después del ataque a la embajada de Israel, las relaciones con Irán siguieron normalmente, pese a las fuertes presiones por vincular a cualquier nexo “árabe-islámico” –incluyendo a Teherán por supuesto-  a la autoría. Casualmente en 1993 y pese al alineamiento del gobierno argentino con Washington,  las relaciones comerciales y de intercambio de tecnología con Irán fueron inmejorables donde incluso Buenos Aires le entregó a Teherán Uranio U-235 enriquecido al 20% para el campo de la medicina. 

Esto a cuento de la fábula que surgió de las supuestas fuentes del fiscal Nisman y que hoy invocan con vehemencia algunos como el fiscal Pablo Lanusse, sobre “la reunión en Alepo, Siria” que se habría desarrollado en ese mismo año donde presuntamente y –como en las películas de villanos- los iraníes reunidos en secreto en un cuarto entre penumbras, sentenciaron que había que atacar en Argentina. ¿Acaso tiene algún sentido esa supuesta versión surgida de fuentes de inteligencia israelíes? Pese a que existen intensiones de sacralizar estos “informes”  como accesorios de las investigaciones judiciales, la historia contemporánea ha demostrado con creces como las agencias de inteligencia –en especial la CIA y el Mossad- están más allá de la ley y de la justicia.

Pero a pesar de que se trato de endilgar la autoría a los “árabes” en general, el relato sionista fue puliéndose y de esa generalidad pasaron a ponerle nacionalidad y de ese modo fueron primero por una implicancia palestina –dirigida contra la Jihad Islámica- muy fogoneada por periodistas con historia funcional con la embajada israelí en el país; cuando esto se hizo inviable, se le tiro el bulto a Siria poniendo bajo sospecha a toda la comunidad sirio-libanesa del país. Cuando la llamada “pista siria” no iba a ninguna parte y con la clara intervención de las agencias como la CIA y el Mossad en la “aportación de pistas”, aquella fue abandonada. Cuando para finales de la década de los noventas y comienzos de los dos mil las ambiciones geopolíticas de Israel se orientaban a rivalizar frontalmente contra el desarrollo tecnológico de Irán, surgió el  presunto y más conveniente autor.  

A partir de ese momento y como parte de esa visión geopolítica de Tel Aviv, que cabe recordar veía –y aún sigue viendo con frustración- como se veía limitada a actuar con impunidad sobre territorios libaneses especialmente por la presencia de “Hesbolla”,  fue sin dudas el elemento libanés –importante comunidad presente en la argentina- que serviría de nexo para tratar de vincular como más fuera posible, a la pista iraní.   Sin dudas, una jugada sucia y engañosa que no era nada nuevo en las tácticas usadas por Tel Aviv a lo largo de su guerra con los vecinos árabes.

Durante el periodo de Menem las investigaciones siguieron en el mismo sitial de estancamiento. Tras los informes presentados por la CIA y el Mossad al entonces jefe de la SIDE Miguel Ángel Toma, se trató de movilizar la pista hacia una ingeniería trazada en Teherán que poniendo en el centro a supuestos hermanos libaneses de apellido Berro en la cual uno de ellos, acusado de haber sido el presunto conductor de aquella presunta Traffic en la mañana de julio de 1994, no llego a ningún lado ya que éste joven  había quedado tullido por un bombardeo israelí. Además, aquél jamás había tocado  sud América,  e incluso había muerto en septiembre de 1994 por una incursión de la aviación israelí.  Al constatarse esto y pese al sistemático ocultamiento de la corporación de medios argentinos, el entonces fiscal “especial” Alberto Nisman se las vio en figuritas para tratar de seguir la hoja de ruta trazada por Washington y Tel Aviv.

Tal como lo han señalado algunos medios alternativos, solo por la valiente actuación de periodistas probos fue que allá por mayo del 2006, increíblemente el diario “La Nación” publico una nota lapidaria para el relato montado por el fiscal Nisman y Cia, llevando a que muchos periodistas que tratan de insistir en la misma tesis queden muy mal parados (v. http://pajarorojo.com.ar/?p=26009 ). Al mismo tiempo como lo señalan algunas fuentes, éstos periodistas que tan bien habían venido siguiendo las vicisitudes de ambas causas,  por un notable gusto por el dinero, han tomado por rumbos tan estrafalarios como racistas o acaso ¿Cómo puede interpretarse que de la nada y con el cambio de gobierno, se han encontrado presuntos “grumos de sangre” del supuesto atacante  –que deberá ser árabe- en una pieza de la supuesta Traffic presuntamente encontrada en los restos frente a la AMIA?

Otros aspectos que no han salido a la luz pública, son las extrañas incongruencias entre varios personajes que habían declarado una cosa y luego otros los contradecían. El caso de la enfermera que dijo haber visto una “Traffic color Beige”, cuando los restos presuntamente hallados eran blancos, hizo colapsar su declaración que hizo que –carcomida por los nervios- terminara denunciando que lo había hecho por la presión de altos funcionarios de Bomberos de la Policía Federal vinculado al Departamento de Explosivos de la PFA y que  a su vez se ven involucrados en la sospechosa muerte del bombero Alberto Cánepa Carrizo, quien venía denunciando a éstos jefes policiales. ¿Y quiénes estaban encima de estos funcionarios corruptos?

Hoy por hoy, el ascenso del gobierno de Mauricio Macri parece haber encarado una política de “revisión” en la justicia que, obviamente, incluirá a las causas AMIA que tal como lo han señalado los fiscales que ocupan actualmente la fiscalía especial, se halla repleta de fallas –algo que no asombra- pero que asombrosamente, no afectan la tesis central y la cual sigue siendo a toda costa, endilgarle a Irán el ataque.


Como sea que fuere, la acumulación de más de un millón de fojas, documentos, piezas informativas sueltas y sin lugar a dudas, montañas de basura desinformativa –incluidos los informes de la CIA y sus socios- destinada a embarrar y planchar la causa, hará falta mucho más que una “fiscalía especial” para llegar a la verdad de los hechos; solo será el compromiso de los mismos argentinos en no dejarse embaucar con un nuevo engaño que busca más bien objetivos geopolíticos sin interesarle para nada la justicia. 

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