“ESTABILIZANDO
ASIA CENTRAL”
Cuáles son las
actuales circunstancias geopolíticas de Asia Central y las posibilidades de
mejorarlas
Por Ali Al Najafi
Desde las épocas de la guerra fría, uno de los
objetivos primordiales de la OTAN era poder acceder al patio trasero de la URSS
y la mejor puerta para ello era por Asia Central. Fue por eso que Turquía fue
considerado como el indeseable (por ser un país musulmán) pero conveniente
aliado para concretar este objetivo. Curiosamente por estas horas Ankara está
considerando seriamente salirse de la Alianza. Pero en aquellos momentos su
utilidad geopolítica era ineludible e indispensable. Con el derrumbe del bloque
soviético a comienzos de la década de los noventas en apariencias todos se
volvieron amigos y ese objetivo ya no tenía motivo de ser. Quien llego a
creerse esto, cayó en un grave error y los años que vinieron así lo
demostraron.
Desde 2001 la región del Asia central comenzó a
deteriorarse sin pausa y en ello tuvo que ver el ingreso de los EEUU y la OTAN
sobre Afganistán y Pakistán. La excusa
de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono dio lugar al nacimiento de un nuevo objetivo
de la seguridad nacional orientada a la lucha contra el terrorismo “islámico” y
en particular contra el espejismo llamado “Al Qaeda” y sus viejos aliados del
“Taliban”. Mediante estos embustes presumidos de legalidad y una más que
discutida legitimidad se han creado un marco de situación opresiva y de
constante violencia que no ha parado desde aquella llegada.
Desde entonces Washington no ha podido dar una sola
buena noticia que se vincule a sus objetivos públicos en la región ya que, la
democracia de la que se hizo gala mediática durante todo este tiempo solo es un
cartón pintado que se escenifica con gobiernos títere en Kabul puestos por
procesos corruptos en clara y única ventaja de los EEUU. En lo referente al
progreso que los partidarios de estas políticas intervencionistas apoyan, solo
ha habido mejoras en las fachadas edilicias, negocios de ropas, concesionarias
de automóviles de alta gama y bienes lujosos que solo son accesibles a los
pocos grupos que se han hecho ricos a la sombra de la ocupación y que se
refugian en Kabul.
Los únicos afganos que apoyan la presencia de los
estadounidenses son estos grupúsculos y obviamente los pobres empleados
gubernamentales que por unos cientos de dólares entregarían o incluso matarían
a sus propios parientes si les ofrecen un par de dólares extra. Igualmente, la
seguridad de este sistema de cosas y las de los mismos norteamericanos que
tienen su principal base no puede ir más allá de Kabul siendo necesario tener
un socio regional que apoye sus esfuerzos por detener la resistencia local.
Para estos planes Pakistán fue y sigue siendo un
actor fundamental para darle sustentabilidad a los planes de EEUU y de la OTAN
en particular.
Durante años los gobiernos de Islamabad han estado bajo la
incesante presión occidental para permitir cuantos antojos se le viniera en
gana llevar adelante al Pentágono y a la CIA. En éste último sentido el montaje
de operaciones de “inteligencia” lanzadas desde bases en Pakistán sobre
territorio afgano han cobrado su cuota de sangre a los mismos pakistaníes
quienes también han pagado por coopera con estas acciones y no por ataques del
“terrorismo” sino por las bombas de los mismos ataques estadounidense.
Las operaciones de asesinato selectivo ejecutados
por los Drones de la CIA no se limitaron a villas y aldeas afganas. Hay muchos
reportes de incidentes mortales contra enclaves pakistaníes que han dejado un
número de víctimas civiles no precisadas y que Washington ha barrido bajo la
alfombra.
¿Pero que dicen los vecinos que ven absortos toda
esta situación?
Claramente hay mucha preocupación y los motivos sobran. A la
proliferación de la violencia con el brote (previo traslado de mercenarios
desde Iraq y Siria) de subsidiarias del embuste del “ISIS” en algunos enclaves
afganos donde operan casualmente tropas estadounidenses y británicas, el tema
del control del tráfico del opio se volvió un tema central para países como
Irán y Rusia que tienen que lidiar con unas cada vez mejor pertrechadas mafias
que tratan de pasar Heroína a través de
sus fronteras.
En este sentido Moscú y en particular Vladimir Putin
sabe bien que, a EEUU le conviene y mucho, una región convulsionada y en
constante conflicto no solo para sus propios propósitos sino también para
concretar los objetivos geoestratégicos de la Alianza Atlántica. En este
sentido Vladimir Putin ha tomado la iniciativa en darle la bienvenida al
gobierno de Islamabad para estrechar aún más las relaciones bilaterales
concernientes a tratar temas de capital importancia estratégica que de
resolverlos, beneficiaran a ambas partes.
En este sentido desde la cooperación en materia de
seguridad y defensa con la firma del acuerdo del 7 de agosto de 2018 para que
tropas pakistaníes se entrenen en Rusia (con posibilidad de adquisición de
material militar), hasta la intensificación de las relaciones comerciales
bilaterales como ser mediante la firma el día 27 de septiembre de 2018 del
Acuerdo para construir entre la empresa estatal rusa GAZPROM y la empresa
pakistaní ISGS un Gasoducto costa afuera
que posibilitara el abastecimiento de energía a Pakistán, se ha dado
inicio a una nueva era que traerá muy buenos beneficios para ambas partes.
Incluso la agenda bilateral, es más ambiciosa y con
ella se espera el desarrollo de varios proyectos energéticos independientes
que insertaran a Rusia en el mercado
energético de Pakistán. Con estas políticas de interrelación ambas partes propenden
a buscar la estabilidad de un país geoestratégicamente importante para el Asia
central.
Otro de los objetivos que ambas partes comparten es la necesidad de
abandonar la dependencia del dólar como la moneda de cambio en el mercado de
los recursos energéticos y en particular del petróleo, algo que tiene en vilo a
Wall Street.
En julio pasado Donald Trump recibió la visita del
primer ministro pakistaní Imram Kahn con quien busco fortalecer los desgastados
lazos que unen a Washington e Islamabad prometiendo una sustancial ayuda a un
país que busca (según las palabras de Trump) “llevar la paz a Afganistán”, una
conclusión bastante alejada de la realidad si vemos lo que ha causado la
presencia estadounidense allí.
A su vez no hay que olvidar el mal paso de la
administración Trump por haber dado apoyo estratégico a los movimientos anti
pakistaníes en el sur de Asia que obviamente benefician a los sectores
pro-indios, algo que causó una inevitable irritación en el gobierno de
Pakistán. Pero más allá de ello, el nuevo gobierno pakistaní comenzó a desandar
una política por mejorar sus relaciones con sus vecinos más influyentes estableciendo
lazos comerciales más intensos como lo es el corredor económico China-Pakistán
(CPEK) que sin dudas molesta a Washington y por elevación a la India con quien
mantiene un diferendo por la región de Cachemira y que hace pocos meses estuvo
cerca de desatar una nueva guerra.
Fiel al estilo de la política exterior
norteamericana, Trump tratando de actuar para las cámaras y los medios como un
tercero imparcial, mete la pata y deja en evidencia como mientras a uno le da
la mano derecha al otro le dice que luego se reunirá con él para prometerle
todo lo contrario. Eso es lo que quedo evidente tras la visita de Khan cuando
le dijo que el premier indio Modi le había sugerido la intervención de La Casa
Blanca en el asunto por la disputa de Cachemira. Este doble rasero tan conocido y ejercitado
por todas las administraciones estadounidenses ha sido uno de los tantos
motivos del por qué Islamabad ha ido tratando de sacarse el dogal que lo sujeta
a Washington.
Y aunque en el pasado las relaciones políticas entre
ambos han sido tirantes, las vinculadas entre las agencias de inteligencia para
despliegue de juegos sucios que perpetué la guerra en la región siempre estuvo
aceitada.
Pero no son los únicos que tienen incumbencia en
todo esto. Se ha descubierto tras varios ataques del Taliban que en el embuste
de grupos del “ISIS” están implicados los israelíes con unidades especiales
denominadas “Sayeret Mashkal” que no son otra cosa, que unidades especiales
compuestas por mercenarios de ascendencia árabe, pakistaní e incluso israelí
que además de realizar ataques terroristas disfrazados de paisanos locales,
tratan de infiltrarse dentro de las redes de la resistencia afgana e incluso,
de llegar a extender su influencia dentro de Pakistán que reviste una
importancia capital por ser el único país musulmán con un arsenal nuclear.
Y es aquí donde se visualiza la agenda de Tel Aviv en
ésta región que desde hace décadas los sectores de la ultraderecha sionista y
sus socios internacionales buscan por hacerse con el complejo y desarrollo
nuclear del país islámico.
Por lo pronto, si el Talibán ya está al tanto de
esta intromisión y ha documentado esta situación, no deben quedar dudas de que
Rusia también desde hace tiempo lo sabe e incluso Irán quien es el principal
preocupado en la presencia de estos grupos que no se diferencian en nada a los
grupos “terroristas” financiados por Arabia Saudita. Con la presencia más
acentuada de una Rusia interactuando con China en la región, hay menos chances
de que estos planes sucios vayan más allá de lo tolerable. Resta esperar como
reaccionara Tel Aviv ante otros golpes fatales
contra sus unidades especiales en Afganistán y como lo explicara a su
sociedad.