lunes, 5 de agosto de 2019




ESTABILIZANDO 
ASIA CENTRAL”
Cuáles son las actuales circunstancias geopolíticas de Asia Central y las posibilidades de mejorarlas

Por Ali Al Najafi

Desde las épocas de la guerra fría, uno de los objetivos primordiales de la OTAN era poder acceder al patio trasero de la URSS y la mejor puerta para ello era por Asia Central. Fue por eso que Turquía fue considerado como el indeseable (por ser un país musulmán) pero conveniente aliado para concretar este objetivo. Curiosamente por estas horas Ankara está considerando seriamente salirse de la Alianza. Pero en aquellos momentos su utilidad geopolítica era ineludible e indispensable. Con el derrumbe del bloque soviético a comienzos de la década de los noventas en apariencias todos se volvieron amigos y ese objetivo ya no tenía motivo de ser. Quien llego a creerse esto, cayó en un grave error y los años que vinieron así lo demostraron.

Desde 2001 la región del Asia central comenzó a deteriorarse sin pausa y en ello tuvo que ver el ingreso de los EEUU y la OTAN sobre Afganistán y Pakistán.  La excusa de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono  dio lugar al nacimiento de un nuevo objetivo de la seguridad nacional orientada a la lucha contra el terrorismo “islámico” y en particular contra el espejismo llamado “Al Qaeda” y sus viejos aliados del “Taliban”. Mediante estos embustes presumidos de legalidad y una más que discutida legitimidad se han creado un marco de situación opresiva y de constante violencia que no ha parado desde aquella llegada.

Desde entonces Washington no ha podido dar una sola buena noticia que se vincule a sus objetivos públicos en la región ya que, la democracia de la que se hizo gala mediática durante todo este tiempo solo es un cartón pintado que se escenifica con gobiernos títere en Kabul puestos por procesos corruptos en clara y única ventaja de los EEUU. En lo referente al progreso que los partidarios de estas políticas intervencionistas apoyan, solo ha habido mejoras en las fachadas edilicias, negocios de ropas, concesionarias de automóviles de alta gama y bienes lujosos que solo son accesibles a los pocos grupos que se han hecho ricos a la sombra de la ocupación y que se refugian en Kabul.

Los únicos afganos que apoyan la presencia de los estadounidenses son estos grupúsculos y obviamente los pobres empleados gubernamentales que por unos cientos de dólares entregarían o incluso matarían a sus propios parientes si les ofrecen un par de dólares extra. Igualmente, la seguridad de este sistema de cosas y las de los mismos norteamericanos que tienen su principal base no puede ir más allá de Kabul siendo necesario tener un socio regional que apoye sus esfuerzos por detener la resistencia local.

Para estos planes Pakistán fue y sigue siendo un actor fundamental para darle sustentabilidad a los planes de EEUU y de la OTAN en particular. 
Durante años los gobiernos de Islamabad han estado bajo la incesante presión occidental para permitir cuantos antojos se le viniera en gana llevar adelante al Pentágono y a la CIA. En éste último sentido el montaje de operaciones de “inteligencia” lanzadas desde bases en Pakistán sobre territorio afgano han cobrado su cuota de sangre a los mismos pakistaníes quienes también han pagado por coopera con estas acciones y no por ataques del “terrorismo” sino por las bombas de los mismos ataques estadounidense.

Las operaciones de asesinato selectivo ejecutados por los Drones de la CIA no se limitaron a villas y aldeas afganas. Hay muchos reportes de incidentes mortales contra enclaves pakistaníes que han dejado un número de víctimas civiles no precisadas y que Washington ha barrido bajo la alfombra.
¿Pero que dicen los vecinos que ven absortos toda esta situación? 
Claramente hay mucha preocupación y los motivos sobran. A la proliferación de la violencia con el brote (previo traslado de mercenarios desde Iraq y Siria) de subsidiarias del embuste del “ISIS” en algunos enclaves afganos donde operan casualmente tropas estadounidenses y británicas, el tema del control del tráfico del opio se volvió un tema central para países como Irán y Rusia que tienen que lidiar con unas cada vez mejor pertrechadas mafias que tratan de pasar Heroína a  través de sus fronteras.

En este sentido Moscú y en particular Vladimir Putin sabe bien que, a EEUU le conviene y mucho, una región convulsionada y en constante conflicto no solo para sus propios propósitos sino también para concretar los objetivos geoestratégicos de la Alianza Atlántica. En este sentido Vladimir Putin ha tomado la iniciativa en darle la bienvenida al gobierno de Islamabad para estrechar aún más las relaciones bilaterales concernientes a tratar temas de capital importancia estratégica que de resolverlos, beneficiaran a ambas partes.

En este sentido desde la cooperación en materia de seguridad y defensa con la firma del acuerdo del 7 de agosto de 2018 para que tropas pakistaníes se entrenen en Rusia (con posibilidad de adquisición de material militar), hasta la intensificación de las relaciones comerciales bilaterales como ser mediante la firma el día 27 de septiembre de 2018 del Acuerdo para construir entre la empresa estatal rusa GAZPROM y la empresa pakistaní ISGS un Gasoducto costa afuera  que posibilitara el abastecimiento de energía a Pakistán, se ha dado inicio a una nueva era que traerá muy buenos beneficios para ambas partes.

Incluso la agenda bilateral, es más ambiciosa y con ella se espera el desarrollo de varios proyectos energéticos independientes que  insertaran a Rusia en el mercado energético de Pakistán. Con estas políticas de interrelación ambas partes propenden a buscar la estabilidad de un país geoestratégicamente importante para el Asia central.

Otro de los objetivos  que ambas partes comparten es la necesidad de abandonar la dependencia del dólar como la moneda de cambio en el mercado de los recursos energéticos y en particular del petróleo, algo que tiene en vilo a Wall Street.

En julio pasado Donald Trump recibió la visita del primer ministro pakistaní Imram Kahn con quien busco fortalecer los desgastados lazos que unen a Washington e Islamabad prometiendo una sustancial ayuda a un país que busca (según las palabras de Trump) “llevar la paz a Afganistán”, una conclusión bastante alejada de la realidad si vemos lo que ha causado la presencia estadounidense allí.

A su vez no hay que olvidar el mal paso de la administración Trump por haber dado apoyo estratégico a los movimientos anti pakistaníes en el sur de Asia que obviamente benefician a los sectores pro-indios, algo que causó una inevitable irritación en el gobierno de Pakistán. Pero más allá de ello, el nuevo gobierno pakistaní comenzó a desandar una política por mejorar sus relaciones con sus vecinos más influyentes estableciendo lazos comerciales más intensos como lo es el corredor económico China-Pakistán (CPEK) que sin dudas molesta a Washington y por elevación a la India con quien mantiene un diferendo por la región de Cachemira y que hace pocos meses estuvo cerca de desatar una nueva guerra.

Fiel al estilo de la política exterior norteamericana, Trump tratando de actuar para las cámaras y los medios como un tercero imparcial, mete la pata y deja en evidencia como mientras a uno le da la mano derecha al otro le dice que luego se reunirá con él para prometerle todo lo contrario. Eso es lo que quedo evidente tras la visita de Khan cuando le dijo que el premier indio Modi le había sugerido la intervención de La Casa Blanca en el asunto por la disputa de Cachemira.  Este doble rasero tan conocido y ejercitado por todas las administraciones estadounidenses ha sido uno de los tantos motivos del por qué Islamabad ha ido tratando de sacarse el dogal que lo sujeta a Washington.

Y aunque en el pasado las relaciones políticas entre ambos han sido tirantes, las vinculadas entre las agencias de inteligencia para despliegue de juegos sucios que perpetué la guerra en la región siempre estuvo aceitada.

Pero no son los únicos que tienen incumbencia en todo esto. Se ha descubierto tras varios ataques del Taliban que en el embuste de grupos del “ISIS” están implicados los israelíes con unidades especiales denominadas “Sayeret Mashkal” que no son otra cosa, que unidades especiales compuestas por mercenarios de ascendencia árabe, pakistaní e incluso israelí que además de realizar ataques terroristas disfrazados de paisanos locales, tratan de infiltrarse dentro de las redes de la resistencia afgana e incluso, de llegar a extender su influencia dentro de Pakistán que reviste una importancia capital por ser el único país musulmán con un arsenal nuclear.

Y es aquí donde se visualiza la agenda de Tel Aviv en ésta región que desde hace décadas los sectores de la ultraderecha sionista y sus socios internacionales buscan por hacerse con el complejo y desarrollo nuclear del país islámico.

Por lo pronto, si el Talibán ya está al tanto de esta intromisión y ha documentado esta situación, no deben quedar dudas de que Rusia también desde hace tiempo lo sabe e incluso Irán quien es el principal preocupado en la presencia de estos grupos que no se diferencian en nada a los grupos “terroristas” financiados por Arabia Saudita. Con la presencia más acentuada de una Rusia interactuando con China en la región, hay menos chances de que estos planes sucios vayan más allá de lo tolerable. Resta esperar como reaccionara Tel Aviv ante otros golpes fatales  contra sus unidades especiales en Afganistán y como lo explicara a su sociedad.

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