“ALGUNAS
CONCLUSIONES DE LA TORMENTA DEL DESIERTO”
A 29 años del
final de la Guerra del Golfo: ¿Qué misión tuvo el grupo de Tareas naval
argentino GT 88.0 denominado “Alfil 1” durante las operaciones Escudo del
Desierto y Tormenta del Desierto?”
Por Dany Smith
Poco o nada se ha estudiado y mucho menos divulgado en
la Argentina sobre los entretelones de una de las campañas bélicas
convencionales más cruentas de finales del siglo XX. Nos referimos a la vulgarmente
conocida como “Guerra del Golfo” en la cual y pese a los pruritos políticos que
aún perviven allí, el país sudamericano fue parte de aquella campaña en las angustiantes
jornadas de comienzos de los noventas.
Dejando a un lado la faz meramente política de
aquella decisión, veremos cómo y cuál fue el alcance de los servicios prestados
por el Grupo de Tareas argentino (T.88.0) dentro de aquella monstruosa
organización operacional que en un comienzo comenzaría a desplegarse con la
llamada OPERACIÓN ESCUDO DEL DESIERTO dedicada a la vigilancia y contención de
una posible ofensiva iraquí sobre los campos petrolíferos de Arabia Saudita y
que más tarde desde el 17 de enero de 1991 evolucionaría a una fase netamente ofensiva
denominada como OPERACIÓN TORMENTA DEL DESIERTO.
Ante todo debemos dejar en claro que el diseño de
ambas operaciones, estuvo bajo la autoría y dirección del Departamento de
Defensa de los EEUU desplegadas en el Teatro de Operaciones que abarco todo el
golfo bajo la jurisdicción operativa regional del Comando Central de los
Estados Unidos CENTCOM[1] y en
lo que hizo al ámbito especificio de las operaciones en el mar las mismas
estuvieron supeditadas en primera instancia al MARCENT[2]. La
aclaración es a los fines de dejar en claro que dicha estructura fue pensada
para un propósito netamente ofensivo que comenzó a conformarse a mediados de
octubre de 1990 y que estuvo totalmente alejado de una supuesta tarea de
pacificación encargada por Naciones Unidas.
La única participación institucional vinculante de
Naciones Unidas fue la emisión por parte del Consejo de Seguridad de una autorización
para el uso de la fuerza que dicho sea de paso, revela una vez más la
inexistencia de alguna misión de paz.
Uno de los problemas que afrontó Washington por
aquel entonces, fue la necesidad (política y estratégica) de que sus fuerzas
armadas concretaran una operación militar breve y eficaz en el resultado. Una
guerra extendida en el tiempo era inaceptable tanto para La Casa Blanca como
para la opinión pública estadounidense que seguía resintiendo el “Sindrome de
Vietnam”. A pesar de la potencialidad militar y de los amplios recursos con los
que contaban los estadounidenses (el apoyo de la OTAN), varios factores del
objetivo encargado y las capacidades militares iraquíes de aquel entonces,
hicieron necesario que se conformara una “Coalición” a los fines de –entre otras cuestiones- cubrir amplias
áreas de servicio vitales que distraerían a unidades irreemplazables en la
ejecución de las operaciones ofensivas.
Para concretar estos planes, se requería de una
organización, que para este desafío se preanunciaba como muy compleja. Para
ello había que tomar algún modelo de organización e implementarlo a la brevedad
para comenzar a estructurar una mega fuerza militar combinada (terrestre, naval
y aérea) que revestiría una alta complejidad para su ensamble, mantenimiento y
conducción. Como primera fase, había que recopilar información de la situación en
el terreno y las necesidades que se debían cubrir por esta mega estructura. Una
vez que se contaba con este material había que tomar las decisiones para llevar
adelante las operaciones y por último, la implementación fáctica en el terreno
de esas decisiones.
La fase informativa es vital dado que a partir de
ella se determinaran los modos, las opciones y vías de acción para desarrollar
las operaciones militares, un ítem que los estadounidenses en aquellos momentos
tenían cubierto dado su previo e íntimo conocimiento sobre las capacidades militares
iraquíes, adquirido por su apoyo durante la guerra contra Irán (1980-1988).
De ello se elegirá la opción más conveniente a los
fines buscados. Queda claro que las comunicaciones deben ser fluidas y seguras para
el éxito de una organización tan compleja como la conformada en aquella
oportunidad pero que los EEUU vio compensada con su ventaja tecnológica. En este sentido y por el tamaño de la fuerza
militar que se requería para forzar a los iraquíes a desalojar Kuwait, era
evidente que el modelo organizacional no podía ser rigido y dependiente de decisiones
de un comando centralizado y bajo un solo liderazgo. Se requería de rapidez en
la toma de decisiones sin que ello supusiera falta de evaluación de la
situación a resolver. Ello para nada significaba que existía libertad de acción
operativa o el abandono a la mera discreción de los comandantes de cada grupo
de tareas en el área asignada.
En el caso de las operaciones navales dentro del
Teatro de guerra, en las cuales participaron dos unidades navales argentinas
(Alfil 1), las decisiones tácticas no podían salirse de un marco predeterminado
por las decisiones previamente impartidas
desde los Comandos de cabecera en Riad y Dahram.
En este último sentido, los capitanes del destructor
“ARA Almirante Brown” y de la corbeta “ARA Spiro” respectivamente no actuaron por
motu proprio ni por ordenes devenidas
de un Comando de fuerzas al estilo de las UNPROFOR[3]
bajo mandato de Naciones Unidas como simplonamente se suele argumentar desde
sectores políticos del Ministerio de Defensa y oficiales de la Armada Argentina
sino que debieron ajustrase al marco operativo diseñado por los especialistas
de la logística estadounidense. La doctrina prevaleciente en todas unidades
navales operando dentro del Golfo Pérsico desde el 17 de enero hasta el 28 de
febrero de 1991 fue la de “guerra” en todo el alcance de su acepción. Por tal
hecho, ambos altos oficiales fueron debidamente instruidos en las Conferencias
realizadas por los comandos navales ARCENT[4] y
el NAVCENT[5] a
cargo de los militares estadounidenses –no
de Naciones Unidas- para que atendiendo a procedimientos ATO y tras la
adaptación de sus sistemas de señales y comunicaciones, sus dotaciones operaran
de forma conjunta y combinada con otros grupos navales proveyendo servicios
aeronavales en una determinada área de las aguas del golfo.
Las tareas encargadas al grupo argentino se hallaban
dentro de los planes organizacionales de aquella “Coalición” y que, al igual
que las demás fuerzas navales no estadounidenses presentes en el golfo,
cubrirían puestos de servicios vitales para el desempeño de las operaciones que
propondieron al éxito de la organización toda (Coalición).
De ese modo y en pleno de la fase bélica, mientras
algunos grupos navales se centraron en proporcionar apoyo de fuego naval,
inteligencia y cobertura electrónica para los aviones que incursionaban sobre
Kuwait y el sur de Iraq, otros como el grupo argentino proveyeron apoyo logístico,
vigilancia y custodia a los convoyes de aprovisionamiento que se dirigían a los
puertos sauditas de “Al Jubail” y “Dammam” los cuales por encontrarse dentro
del Teatro operativo podían ser blanco de una sorpresiva ofensiva iraquí.
La función del grupo naval argentino fue vital para
proveer los medios a las fuerzas de la Coalición necesarios para satisfacer las
exigencias de la guerra planificada. Por medio de la prestación de este
servicio se determinó cómo y dónde debía concentrase la fuerza de batalla que
se desplegaría en tierra bajo la protección esencial de fuerza aérea la cual
estaba sometida a su propio comando operacional. Sin éste servicio proveido
mayormente por una ruta marítima segura no se habrían podido establecer los
centros y bases de abastecimiento logístico más al oeste de “Wadi Al Batin” en Arabia
Saudita. Tal como lo enseña el diseñador de la logística para ésta campaña “la
logística proporciona la capacidad de poder de combate”[6]
dejando en claro, que sin la prestación de este servicio –como una condición sine quanon- no se habrían podido cumplir con
los objetivos estratégicos y tácticos trazados en aquella oportunidad.
Pero a pesar del plan presentado, el mismo estuvo
bajo constantes observaciones y retoques realizados de parte de los
especialistas en logística de cada comando involucrado, quienes asesoraban a
sus comandantes quienes a su vez se veían obligados a realizar reuniones de
información para ir actualizando a cada uno de los Comandos que operaban en el
Teatro.
Visto a la distancia y considerando lo escencial de
una gigantesca logística como la quí puesta en marcha, imprescindible para movilizar a esta mega fuerza militar que
se estaba concentrando a más de 500.000 hombres en el territorio saudita, de
haber sido los iraquíes más audaces en su iniciativa y aprovechando los
recursos con los que contaban (entre ellos los misiles SS-SCUD y sus variantes
reformadas), de haber atacado la ruta naval y en particular los puertos de “Al
Jubail” y “Dammam” a comienzos de octubre o incluso noviembre, hubieran
retrasado críticamente las operaciones de la Coalición aliada creando la
incertidumbre entre los aliados y poniendo en jaque los planes políticos de la
Casa Blanca. Esto obviamente no ocurrió por una decisión que estuvo sometida a
consideración y análisis del rigido Comando militar y político iraquí en Bagdad
basado esencialmente en una doctrina netamente soviética.
Por lo pronto hay que remarcar, que todas las naves
que desde septiembre de 1990 ingresaron al Golfo Persico, estaban poniéndose en
una situación potencial de conflicto dado que (más allá de las resoluciones de
Naciones Unidas) la implementación de tareas de bloqueo comercial a los puertos
y rutas comerciales iraquíes, la interceptación de naves comerciales en ruta a
dicho país y su captura representaban acciones hostiles que podían generar una
respuesta legitima y no amistosa por parte de Iraq. Asimismo y visto a la
distancia la comprobada determinación de Washington por ir a la guerra contra
Iraq, quedo claro que el bloqueo implementado fue parte funcional a la
estrategia militar estadounidense, destinada a crear el debilitamiento material
y moral en el bando iraquí que buscaba esencialmente una definición rápida que
evitara una extensión de la guerra más allá de lo conveniente para La Casa
Blanca y el Pentágono.
El gobierno argentino se dio cuenta tarde de aquello
y ante la inminencia de las acciones bélicas y sin poder discutir lo
planificado, su Congreso debió sancionar una ley para autorizar el legítimo uso
de la fuerza por parte de sus tropas[7].
De más estar mencionar que dentro de estas tareas venían
ínsitas las propias correspondientes a
cada una de las unidades que componían al grupo. En este sentido el destructor
“Almirante Brown” (D-10), por su clase (MEKO-360) y tal como estaba
acondicionado, se hallaba preparado junto a la corbeta “Spiro” (P-43) para
proporcionar la tarea de protección en todo tiempo contra incursiones de embarcaciones
menores (DHOWS comufladas como de pesca)[8] para
el sembrado de minas con gran potencia de fuego, o de hombres rana que se
movían en botes de goma y de posibles ataques aéreos contra la ruta logística.
En este sentido y por último abunda tener que señalar que estos buques debían
estar listos para el combate abierto y por ello autorizados de tomar las
decisiones necesarias acordes a la situación del momento a fin de proteger los
objetivos asignados. Con todos estos
elementos a la vista, concluir que las unidades navales argentinas habrían
participado en una “misión de paz” (Peacekeeping o Peacemaking) es pretender
alterar la verdad de los hechos de la historia contemporánea.
[1] United
States Central Comand creado en 1983 con la intensión de controlar una región
vasta comprendida entre Eutopa, África hasta el Indo-Pacifico.
[2]
Marine Corps Central Command
[3]
Fuerza de Protección de Naciones Unidos que recién se creo en 1992 a instancias
de la guerra civil en Bosnia Herzegovina.
[4] Army Central Command
[5] Navy Central Command
[6]
Operational-Logistics-and-The-Gulf-War, by Williams G. Pagonis and Miachel D.
Krause, Paper n° 13, 1992, The Institute of Land Warfare
[7] La
sanción de la ley 23.904 fue realizada el 24 de enero de 1991, unos días
después del inicio de las hostilidades. Actualmente rige la ley 25.880 de 2004
que autorizan a las FFAA a desarrollar ciertas actividades fuera del país.
[8] OP.
ALFIL, por CP CERBINO y SA MEDINA. 19 de Noviembre de 2019, https://storymaps.arcgis.com/stories/dbdcd62dbceb417e85f3586fe6914621