“REGIÓN
LIBERADA”
Qué antecedentes y significancia tiene la
penetración de la OTAN en America Latina y su desembarco en Colombia ¿Peligra
la soberanía de los estados?
Por
Charles H. Slim
Los últimos acontecimientos que se han registrado en el centro del poder imperial (El Capitolio de los EEUU), demuestran que la lucha por el poder está atomizada a tal punto, que podría dar lugar a nuevos e imprevistos escenarios que debilitarán o al menos retrasaran los planes globalistas de la administración demócrata Biden-Harris.
Dentro
de esos lineamientos internacionalistas se halla el definitivo control del
Caribe y Sudamérica con especial objetivo a Venezuela, algo que se comprueba
con aquel acuerdo firmado en 2013 por el entonces presidente colombiano Juan
Manuel Santos que se concretó con el efectivo desembarco de la OTAN a mediados
de 2018 y que trajo como inmediatas consecuencias los intentos fallidos por
derribar al gobierno de Nicolás Maduro Moros.
Más
allá de las increíbles justificaciones del gobierno de Santos para permitir
ingresar a la organización atlántica (“como compartir información sobre el
crimen organizado y el narcotráfico”), su presencia tiene la finalidad de
absorber a la región para evitar que los estados caribeños establezcan
relaciones multilaterales libres y amplias con Rusia y China. Y aunque Santos
solo obró como la máscara de Washington y sus aliados, la decisión de ingresar
a Colombia como un “colaborador” de segunda de la OTAN, se fundó en las
determinantes políticas de acercamiento y cooperación entre Caracas y Moscú que
fueron impulsadas por el entonces presidente Hugo César Chavez a comienzos del
2000.
Pero
la presencia de la OTAN no es nueva en el continente. Desde mediados de 1982 se
dieron dos eventos que vislumbrarían el momento oportuno para entrar al
continente. En marzo de ese año se llevaron a cabo las primeras maniobras navales
de la OTAN en aguas del Golfo de México denominadas Safe Pass 82 bajo la excusa del peligro del “intervencionismo”
soviético materializdo en la Cuba Castrista. El segundo evento se dio cuando la
Argentina perdió la guerra por recuperar las islas Malvinas, Sandwiches y
Georgias del sur, Londres vio abierto el camino para fortificar las islas y
establecer allí instalaciones con propósitos que excedían la supuesta
contención de alguna amenaza de la Argentina. Incluso cabe recordarlo, durante
la guerra la OTAN colaboro de forma discreta (proporcionando inteligencia
satelital) con Londres para que pudiera sobreponerse a un colapso de su Task
Force ante los intrépidos pilotos argentinos.
Sabido
es que Gran Bretaña es uno de los miembros de la OTAN y tras el final de
aquella guerra tuvo la excusa y oportunidad de ampliar el mapa de influencia
y el control estratégico del Atlántico sur. Fue de ese modo que la organización
instaló una de sus bases estratégicas de inteligencia hemisférica sita en la base
aérea de Mount Pleasant. Allí donde funciona la Unidad Conjunta de
Comunicaciones -Joint Communications Unit
(JCU)- se instaló una antena del
Sistema Automatizado de espionaje de alcance global ECHELON que se intercomunica
con una red de inteligencia electrónica de la denominada agrupación “Cinco
ojos” (compuesta por los servicios de inteligencia de Australia, Canadá, New
Zeland, Reino Unido y los EEUU) que cubre todo el hemisferio.
Como
antecedente del alcance y misión de este sistema de espionaje electrónico
masivo fue el escándalo que se registro por finales de la década de los
ochentas (1988) cuando se reveló por un artículo publicado por el investigador
Duncan Campbell, que los gobiernos anglosajones espiaban de forma
indiscriminada y sin objetivos clarosa todos sus ciudadanos sin permiso alguno.
Aquello causó una oleada de indignación popular en la Unión Europea que fue convenientemente
morigerada por los medios estadounidenses.
A
cargo de estas actividades invasivas estaban (y siguen estando) la inteligencia
electrónica de Government Communications Headquarters (GCHQ) británico y sus
colegas estadounidenses de la National Security Agency (NSA) quienes mantienen junto
a las Malvinas un estratégico eje de redes de escucha con bases en las islas de
Ascensión en el Atlántico y Diego García en el Indico que entre otras
funcionalidades tuvo la de ser parte en las operaciones para la invasión de
Afganistán en noviembre de 2001 de Iraq en marzo de 2003.
Durante
años las actividades de la organización se vieron encubiertas por la
desinformación y la ridiculización que impulsaban desde Londres y que los
medios acataban al pie de la letra. Las informaciones oficiales y los
trascendidos era que solo había un destacamento militar británico para
garantizar la seguridad de las islas ante otro posible intento argentino. En
tanto, desde las instalaciones de Mount Pleasant y en coordinación de la Navy
Intelligence Division (NID) se llevaron adelante operaciones de interceptación
y escucha de las comunicaciones del continente sin que las autoridades civiles
y militares argentinas se dieran cuenta de ello.
Cuando
el gobierno de Carlos Menem decidió en 1990 alinearse a la aventura en el Golfo
Pérsico que desemboco en la calamitosa guerra contra Iraq, se suponía que la Argentina
pasaría a ser considerada como un socio extra OTAN, algo que jamás ocurrió. Tal
como lo fueron los argumentos para involucrar a su país en aquella contienda,
las expectativas de Buenos Aires de convertirse en parte de la Alianza
atlántica por esta participación dejo entrever la candidez política y
credulidad de aquel gobierno. Incluso esa pretensión no era posible de
concretarse en la realidad dado que el país no se hallaba ni se halla aún al
presente, en las condiciones de poder aspirar a un posicionamiento (aunque
segundón) de esa clase.
Sumado
a ello, los gobiernos argentinos y mucho menos sus ciudadanos sabían que los
británicos y la OTAN estaban usando su espacio para lanzar operaciones de
inteligencia, contrainteligencia y
ataque contra objetivos en terceros países calificados de “terroristas”
enmarcados en las actividades de la “Homelad Security”, un oscuro departamento
de la inteligencia creado por Washington y costeado por insondables
presupuestos tras el 11 de Septiembre de 2001.
A
partir de aquel entonces y bajo aquel argumento, el rastreo, escucha y
grabación de las comunicaciones telefónicas, electrónicas y digitales por el
internet fue el inicio de una realidad encubierta a costa del derecho a la
intimidad y la confidencialidad de los actos del gobierno argentino y de todos
sus ciudadanos implicando sin dudas a todo el continente. La silenciosa guerra
cibernética de satélites, Drones espía y salas comando desde donde se
monitorean las redes de internet de un país, es una realidad a la cual la
Argentina se halla inmersa pero que –por
acuerdos secretos- se encuentra lejos de poder contrarestar.
Actualmente
Argentina no es un objetivo a considerar ya que no representa una amenaza a las
políticas de la Organización atlántica y mucho menos a los despliegues
militares de Londres en la región. Si es una plataforma geográfica de
colaboración estratégica para las agencias gubernamentales anglosajonas que
encuentran muy fácil operar en un país donde reina el caos político, la nulidad
institucional y una corrupción administrativa que no tiene limites.
En
lo que respecta a la relación de Buenos Aires con la OTAN es inexistente e
innecesaria ya que –a diferencia de
Colombia- para los cerebros en Bruselas, Argentina no posee una
infraestructura militar propia de sofisticación útil y menos aún, un peso
geopolítico propio que pueda aportar una colaboración cualificada para los
objetivos que se buscan en el Atlántico sur. Si necesitan de esa colaboración
tienen a los británicos en Mount Pleasant y a los chilenos de la FACH en Punta
Arenas.
Caso
diferente es el Caribe y Venezuela en particular, donde existe un proceso
político que además de oponerse a la hegemonía político-comercial y militar
anglosajona, se ha convertido en una opción política –que además de desplazar a las ambiciones de Cuba- es digna de
emular sin por supuesto, correr los riesgos de ser blanco de agresiones
solapadas desde Washington. Este mismo
proceso además, ha demostrado tener una trascendencia hemisférica de peso que
lo ha llevado a establecer nexos de cooperación con la Federación rusa, China e
Irán que preocupan de sobremanera a los intereses occidentales.
Es
por ello y más allá de las complicaciones del gobierno de Maduro en política
domestica, el sostenimiento y profundización de una geopolítica audaz que se
apoya en una estrategia de contrapeso para limitar las acciones intervencionistas
de Washington y la OTAN, le dará chances a que el proceso Bolivariano pueda
sobrevivir e ir progresando con el
tiempo. Además, tras la clara exposición de la profunda crisis política que
transita los EEUU, la región y en especial Venezuela tienen la oportunidad de
ir aflojando las cadenas que desde el norte y con la ayuda de sus socios de la
OTAN han tendido en rededor de toda la región.