“AL
BORDE DEL ABISMO”
¿Por
qué el ex presidente Mauricio Macri evade el llamado a indagatoria por su
responsabilidad en el espionaje a los familiares de los tripulantes del
submarino ARA San Juan?, ¿Acaso sus explicaciones podrían complicar a otros involucrados?
Por Javier B. Dal
El
ineludible escándalo por el espionaje a los familiares de la tripulación del
submarino “ARA San Juan” parece que podría llegar a tomar un novedoso rumbo
judicial si se sostiene la acusación contra el entonces presidente Mauricio
Macri.
Cuando el 15 de noviembre de 2017 se produjo el
hundimiento del submarino que operaba dentro de las aguas jurisdiccionales
argentinas, los principales responsables de la Armada y el Ministerio de
Defensa comenzaron a montar una gran cortina de humo detrás de lo que había
ocurrido y para ello, desacreditaron las primeras versiones que dieron cuenta de
un ataque por parte de unidades navales extranjeras -que como de costumbre
desde 1982- vienen operando con total impunidad en el Mar argentino.
Aquellas versiones no eran rumores sin fundamentos. La
difusión temprana de informes sobre la constante intrusión de submarinos
británicos y de navíos de superficie que habían sido reportados meses antes,
era algo que el gobierno argentino celosamente escondió hasta este suceso.
El gobierno de Macri se vio jaqueado por el incidente
y con recursos limitados (por la desarticulación de la flota) para poder
establecer un plan de encubrimiento inmediato sobre lo sucedido, llevó a poner
a rodar una inmediata campaña de desinformación en la cual (y como siempre)
medios y periodistas obsecuentes prestaron su calurosa conformidad. La
circunstancialidad que rodeo el hecho ponía en evidencia y comprometía a varios
actores en la zona. Fue por ello que recibió de forma inmediata e interesada la
cooperación del “US SouthCom” y de la “Royal Navy” británica con base en las
islas Malvinas quienes sin pensarlo, movilizaron equipos y grupos de tareas de
forma inmediata. Bajo la cantinela amplificada por los medios anglófilos capitalinos
sobre la “solidaridad del mar”, una “Task Force” de la real infantería de
marina embarcada en un C-130 fue alistada en tiempo record y voló desde “Mount
Pleasant” en Malvinas a la Base Comandante Espora en la localidad de Bahía
Blanca al sur de la provincia de Buenos Aires.
Supuestamente preocupados por la suerte de los marinos
argentinos, los británicos se pondrían al servicio de la búsqueda y rescate del
submarino. Cuando algo así sucede todo tipo de ayuda y máxime cuando es
extendida por expertos, no es lógico ignorarla o entorpecerla. Si se había
tratado de un siniestro del mar, era obvio (y máxime por las carencias navales
argentinas) que toda cooperación ofrecida era útil para dicho propósito. Pero
para algunos, eso no era la regla. Eso fue lo que sucedió con la remisión de la
ayuda rusa que llegada a los puertos australes fue (por una ineludible mano del
Foreign Office) reiteradamente obstruida por las autoridades locales
¿Por qué de esto? Posiblemente por el riesgo de que fuera hallado el submarino
y algún cadáver de los tripulantes, que recuperados del mar, aún en un estado
de conservación por las bajas temperaturas tras una puntillosa autopsia con un
detallado informe, pudiera haber revelado alguna pista inconveniente sobre lo
ocurrido.
Ciertamente que las carencias de la Armada ya eran
conocidas y las responsabilidades de los funcionarios por esa situación mucho
más. Pero había varios indicios que apuntaban a un hecho muy distinto a una
avería en el casco por problemas en las soldaduras, o en las baterías o en el
esnórquel del navío. Y he allí que si se lograba acceder a los restos del
submarino, ojos expertos e incluso una inspección cercana a los restos del
casco podrían evidenciar las reales causas del hundimiento.
Varios familiares pudieron tener contacto con algunos de los tripulantes unas horas antes de todo esto y por lo que manifestaron, existía una agitada movilización naval en el Atlántico sur que incluso tenía al submarino argentino como blanco de un seguimiento conjunto entre la Armada chilena y británica. Un familiar llegó a mostrar ante los medios (y que solo algunos publicaron) los últimos Whatsup de uno de los tripulantes en los que se alegaba estas circunstancias ¿Qué finalidad tenía esa persecución?, ¿Acaso el gobierno argentino requirió las explicaciones del caso a Santiago de Chile?, ¿Fue el hundimiento consecuencia de aquello?
Los hallazgos de rastros de actividades no autorizadas
de espionaje por parte de la interventora de la AFI Cristina Camaño sobre los
familiares de los 44 tripulantes del “ARA San Juan” puso en el centro del
asunto no solo a los anteriores responsables del área de inteligencia sino a
quien era el Comandante en Jefe de ese entonces, es decir, el presidente
Mauricio Macri quien en una reunión con los familiares habría demostrado contar
con detalles de conversaciones de varios de aquellos que demostraban la
intrusión en sus vidas privadas.
Sin dudas, un escándalo más de todos los que se acumulan
en un estado con sus instituciones corroídas por la corrupción política y la
obsecuencia ideológica a otros estados. Ciertamente que ello no asombra ni
tampoco exculpa al actual gobierno de jugar de similar forma. Incluso podríamos
sospechar sobre este “casual” hallazgo no por su existencia sino más bien, por
darlo a conocer en un momento muy particular del país. La señora interventora
no ha dado ninguna hipotesis -o quizás se abstenga de hacerla conocer- de
cuáles eran los objetivos de este espionaje y mucho menos ha detallado como se
recopilo la información. Estos antecedentes en los que se suman a documentos
(en papel y de audio) clasificados de la Armada Argentina dejaban muy mal
parado al gobierno nacional a un punto tal que, de haberse hecho oficial, se
habría visto obligado a reaccionar tanto en lo diplomático como en lo político
y militar acorde con el hecho cometido.
Por supuesto que lo último es un imposible atendiendo
al estado de indefensión de la nación y mucho más, a la incapacidad política de
un gobierno que fue parte importante en este proceso de desmantelamiento.
Sin lugar a dudas, el gobierno de Mauricio Macri fue
una tragicomedia en la cual y apelando a la más absoluta obsecuencia para con
Washington y Londres, pretendió (como suelen decir muchos en la actual
oposición) insertar a la Argentina en el mundo. Pero no lo fue más que sus
predecesores y los que hoy ocupan la Casa Rosada. Igualmente y desde el punto
de vista estético, la administración Macri fue una ilusión óptica que intento
establecer como un presunto realismo político, una apariencia meramente
decorativa al mejor estilo de la chapucería menemista solo que esta vez, con un
abierto desenfado anglófilo (y desmalvinizador) con el aditamento de un ingreso
descarado sionismo militante en las sensibles áreas de la defensa y la
seguridad.
A Macri no le interesa lo sucedido con “ARA San Juan” ni mucho menos el destino de cada uno de los 44 tripulantes, pero mucho menos a los actuales regentes del estado argentino. Todos están en la misma sintonía y todos obedecen a los mismos lineamientos insertados por Menem en 1990 con los infames tratados de Madrid I y II. Ninguno de ellos sacara los pies del plato por el simple motivo de carecer del poder y la decisión para imponer una posición propia del estado argentino. Incluso más. Aquel fue informado inmediatamente de lo sucedido e incluso se le habría proporcionado material de inteligencia de fuentes navales rusas que señalaban con claridad las causas y los autores del hundimiento. También se ignoraron las grabaciones acústicas de los micrófonos bajo el océano Atlántico que registraron dos estampidos símiles a explosiones submarinas. Entonces ¿Por qué Macri y el entonces ministro de defensa Oscar Aguad se abstuvieron de abordar esas pistas y simularon sorpresa ante el hecho consumado?
Es más. Cuando la Federación Rusa expreso por intermedio de Vladimir
Putin su intención de poner a disposición del país un equipo de búsqueda para
llegar a la zona las presiones de Londres y Washington sobre Buenos Aires
fueron tendientes a que se retrasara una respuesta argentina. Pero ante la
desesperación de los mismos familiares, ellos mismos, ante las dudas de un
gobierno muy condicionado, se lo solicitaron directamente a Putin y el
mandatario no solo les respondió sino que envió al equipo de salvamento marítimo
“Yantar” que más tarde arribaría al Atlántico sur.
Esto sin dudas despertó el desagrado y la alarma en un
gobierno que no era más que el reflejo de los intereses del Foreign Office
británico y por ello, puso el ojo sobre estos familiares que estaban dispuestos
a todo por encontrar a sus familiares. Si no hubiera sido por su persistente
exigencia es muy posible que Buenos Aires habría bloqueado la asistencia rusa,
entonces ante ello en reuniones a puertas cerradas entre Macri, los almirantes
y algún asesor de inteligencia naval de la embajada británica se habrían
cuestionado ¿Qué tan influyentes estaban siendo los pedidos de los familiares
para que Moscú remitiera ayuda?
Es por ello que no hay dudas de que la administración
de Macri ordeno chupar las comunicaciones de teléfonos y ordenadores de los
familiares. Esto no era algo nuevo para el mandatario quien ya tiene
antecedentes de operar de esta forma (incluso con sus aliados) e incluso
manifestando en algún momento de forma desparpajada su predilección por la CIA
y el Mossad israelí, agencias que elegían a los funcionarios de seguridad
durante su gestión de alcalde de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Incluso más. Para llevar adelante esas tareas
y por las estrechas conexiones que venía manteniendo con aquellas agencias de
inteligencia, ahondadas por las gestiones con Tel Aviv de su ministra de
seguridad Patricia Bullrich, estas intrusiones fueron muy fáciles de realizar
mediante la tecnología del Software Pegasus provista por sus aliados israelíes
quienes hacen sus propias recopilaciones de datos sin que Buenos Aires sepa de
ello.
La convocatoria de Macri a declarar ante la justicia por esto, viene siendo evadida de forma escandalosa e incluso cuestionando por los medios al juez que ha impulsado estas investigaciones, situación que lamentablemente no asombra en la realidad político-institucional de los últimos treinta años.