domingo, 3 de octubre de 2021

 

“LA POSTERGADA INTEGRACION IBEROAMERICANA”

¿Por qué los países hispanoamericanos y en particular la Argentina no logran una integración regional coherente?

 

Por Javier B. Dal

El año 2000 es un recuerdo lejano y pese a ello la inestabilidad político-económica en los países del Caribe y el Cono sur sigue siendo la realidad imperante.  Algo positivo de aquel entonces fue el nacimiento de procesos revolucionarios que han buscado superar aquella era de dependencia y cooptación que los gobiernos neoliberales pro-estadounidenses pusieron en marcha en la década de los noventas, pero esos mismos procesos revolucionarios han estado afectados por la omnipresente corrupción que no distingue ideologías y el constante asedio de Washington.

Pese a que hay nexos comunes entre los países de habla hispana de la región (como la religión y la lengua), también existen profundas brechas que siguen manteniendo las separaciones y relaciones distantes entre pueblos que comparten raíces étnicas y semejanzas culturales ¿Cuáles han sido y siguen siendo estas brechas? Sin dudas que la inmigración europea y la permeabilidad cultural del occidente anglosajón tuvo un impacto sobre las elite de la región obviamente, con grados y extensiones diferentes.

Brasil es un caso aparte y no está dentro de esta hispanidad y es por ello que no cuenta en todo esto. Incluso más. Brasil tiene su propia agenda de integración comercial mucho más ambiciosa con el BRICS que lo inserta en los escenarios de mercados más alejados y amplios como son Asia y Eurasia. Esto hasta no hace mucho era impensable de aceptarse en Argentina dado su condicionamiento cultural (de mirar siempre hacia el norte y la Europa occidental) despreciando el mundo oriental.

Algunos intelectuales latinoamericanistas que durante la mitad del siglo pasado bregaron por el “desalambrar” como una forma de adherir a esa vieja cosmovisión comunista de la propiedad y que extendían su anhelo a un continente sin límites políticos separados por estados nación, hoy insisten con esto pero ayornado a las circunstancias políticas imperantes desde un ángulo meramente utópico sin anclaje en la realidad. Incluso algunos de ellos (en especial argentinos) que se presentaban como corrosivos anticapitalistas e antiimperialistas hoy viven y tienen sus fuentes de ingresos en EEUU y en la Unión Europea e incluso trabajando para alguno de los grandes medios norteamericanos.

En la Argentina podemos verlo en las empresas de medios y en particular en varios de sus empleados quienes (también fueron y vinieron) se han convertido en los desvergonzados adalides de la denuncia contra las “autocracias” orientales que no es otra cosa que la declamación de la propaganda de la administración Biden contra China y Rusia.

Este pensamiento pendular es el que reina en las dirigencias y la intelectualidad argentina que bajo los coloridos ropajes de “progresismo” y de “republicanismo” trata de escapar sin compromisos de ninguna clase de la realidad imperante.

Con este panorama, la Argentina es el país con mayor territorio y riquezas naturales disponibles en este mundo hispanoamericano pero, a la vez, con el paso de las décadas y en especial en las tres últimas el país se ha ido desbaratando convirtiéndose en el más políticamente desorganizado, débil e inseguro desde todos los puntos de vista, incluyendo por supuesto el jurídico ¿Cuáles podrían ser las causas de esta progresiva degradación?

Para muchos, la corrupción político financiera, para otros la falta de educación, una tara propia del argentino, una cuestión de idiosincrasia son la causa de esta situación y así podríamos seguir. Pero hay un factor de base que podría haber influido en el carácter actual de su población: Su inmigración.

Es aquí donde la inmigración tuvo un fuerte impacto que le dio valor agregado a una población nativa y mestiza relativamente pequeña gobernada por una pequeña elite agro-ganadera (de pocas familias) si consideramos el territorio existente, pero a la larga y con el paso de los años, se ha convertido en una fuente de disociación de una identidad común como nación. Así llegamos al día presente con una Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde moran las elites políticas, financieras y lobistas de intereses foráneos comportándose más como un país aparte que como capital de la Argentina. Desde la metrópoli se suele hablar de feudalismos en las provincias del interior pero aquí sucede algo parecido solo, que de cara al exterior.

La llegada de Hugo Cesar Chávez Frías a la presidencia de Venezuela dio un giro trascendental a las relaciones regionales con EEUU y el resto del mundo yendo mucho más lejos que lo que cualquiera de sus contemporáneos se hubieran atrevido.

Como sucede con todas elites políticas de cada uno de los países de la región, sus miembros mantienen estrechas relaciones con gobiernos y entidades del exterior (en especial anglo europeos) pero que, en la mayor parte las usan para sus propios intereses y beneficios olvidándose de que forman parte de una nación con la cual algunos de esos intereses (como los británicos con la Argentina), tienen cuentas pendientes con el país.

Las calamidades económico financieras de países como Argentina es en parte, un reflejo de esto. Al día de hoy pese a que desde el gobierno argentino (y su aparato mediático) se habla del “estado presente”, solo es una apariencia en el peor de los sentidos es decir, un estado deficitario e ineficiente, creador de impuestos sin fuentes de producción diversificada y un recaudador serial para financiar toda una infraestructura política afuncional y corrupta que a lo largo de tres décadas se ha encaramado en su rededor.

Del otro lado no hay nada mejor. La oposición que se auto rotula como “republicana” es un rejunte de esos sectores anglófilos y sionistas que tratan de captar al ciudadano incauto y el descontento reinante con elaboraciones dialécticas que suenan muy acorde a los reclamos de la gente común pero que como se vio con el gobierno de Mauricio Macri solo es una estrategia que esconde el beneficiar a los intereses geopolíticos de ciertos actores externos (como Gran Bretaña e Israel) que ellos respaldan.

Esta situación interna hace que no sea viable que el estado argentino pueda tener una relevancia o despertar el interés para asociarse en el desarrollo común de algún plan regional.

Ello a su vez no puede crear ninguna cohesión y mucho menos interés por el común de los mismos argentinos, por el contrario, ayuda aún más a la desunión y el descontento generalizado entre los actores productivos que ven obstaculizada la expansión y el crecimiento que beneficiaría (mediante impuestos razonables) al ente nación.

Este resquebrajamiento interno ha dificultado que Argentina tenga protagonismo y la interacción con bloques regionales como Mercosur que en los últimos tiempos ha sido motivo de controversias y desencuentros entre el gobierno argentino y sus socios, en especial con el mayor de ellos, Brasil sin querer entender que pese a que no le guste a Buenos Aires (o tenga miedo en reconocerlo), es un “tapón” (establecido y apoyado por Washington) para el desarrollo argentino algo para lo cual debería ingenierizar estrategias políticas y comerciales para vencerlo.  

Lejos de aquello, el país ya venía cuesta abajo y pese a una aparente mejora económica entre 2004 a 2008 (por una racha de alza en los commodities de la soja), solo se trató de un festival de subsidios y jubilaciones para “todos y todas” que ayudo a crear el actual estado asistencialista en donde muchos cobran sin prestar alguna contraprestación. En estas condiciones el país poco o ningún interés puede despertar para tenerlo de socio, tal como se advierte en los últimos tiempos en el Mercosur. Es más, tan abajo se han ido las expectativas de desarrollo que a lo que más que aspira Argentina es a convertirse en una granja de cría masiva de cerdos para exportar a China.

¿Acaso Argentina no puede establecer otro tipo de contratos de desarrollo y producción más sofisticados como sería el desarrollo de tecnología o de la industria militar? Y la respuesta es clara. No, por que existe un doble condicionamiento que son la desindustrialización permitida por una clase política carente de valor y el control, total que tiene Londres sobre cualquier expectativa de desarrollos que puedan amenazar su presencia en el Atlántico sur ¿Qué clase de gravitación puede tener un estado como este?

La aparición del SARS-COV2 (Covid-19) agravó la situación económico política de Argentina lo que se tradujo en su vinculación con el Mercosur. Pero el problema de integración es más extenso y abarca a todo el continente. La CELAC que agrupa a unos 32 países de la región ha demostrado ser un foro influyente pero también ha manifestado varios problemas entre sus miembros basados en posicionamientos políticos -en especial sobre procesos en Venezuela, Cuba y Nicaragua- que (como era de esperar) están bajo el constante asedio diplomático de países como Colombia y Ecuador los cuales se hallan adheridos a patrones directrices de Washington. Tampoco han prosperado otras iniciativas en el Caribe y Centro América aunque casos como el UNASUR y la CAN han sido más funcionales que aquella, pero en todos estos foros la Argentina carece del protagonismo y el peso político que por su posición geopolítica y por los recursos que alberga en su geografía debería estar ocupando. 

 

 

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