ELECCION PIRRICA
¿Qué opciones de cambio y progreso puede haber para los argentinos en las
próximas elecciones presidenciales cuando la mafia es la misma?
Por
Javier B. Dal
No estamos diciendo nada nuevo cuando hablamos de la crisis global. Tampoco es una novedad que la Argentina no escapa a esa realidad. Y es que, más allá de las contingencias macro políticas y financieras que escapan a su control, los argentinos si son culpables de la realidad que hoy sufren y que viven remordiendo contra los representantes políticos que ellos mismos han encumbrado.
Todavía
este país no ha asumido el compromiso que representa tener una identidad
nacional. Durante años se conocía un dicho popular que reza “soy argentino”
para evadir verse involucrado cuando se planteaban problemas y cuestiones que
obligaban a dar una opinión comprometida. Esa forma de contestar sin dudas es
la representación subconsciente de una idiosincrasia típicamente argenta y
prueba de como durante los últimos cuarenta años se ha comportado su “elite”
política, económica y por supuesto mediática de la Argentina.
La
situación socio-económica es simplemente mala y no tienen nada que ver la pos
pandemia ni la guerra en Europa del este. Por el contrario, si el estado
hubiera tenido planificación estratégica y un estado admnistrador, la
disponibilidad de los recursos materiales y tecnológicos estas situaciones
habrían representado oportunidades de oro para la industria y el comercio
exterior inigualables, claro que y siempre y cuando, hubiera un gobierno a
cargo de dirigentes responsables con una política comprometida y seria en La
Casa Rosada.
La pregunta
que incomoda es simple ¿A dónde ha ido a para los miles de millones de dólares
que se necesitaban para adquirir y mantener esa infraestructura estratégica del
estado? Algunas respuestas las vemos con la creación de ministerios inútiles
con el consiguiente crecimiento de plantillas de empleados que cobran salarios
obscenos, pensiones y jubilaciones sin motivos y en algunos casos el cobro de
dos o más de estos beneficios cuando la ley y la constitución lo impide.
Las
elecciones presidenciales de octubre ya están en boca de todos pero por los
candidatos que hay en oferta, en el interés de muy pocos y es que los
argentinos por estas horas se preguntan ¿Qué carajo puede cambiar con una
oferta electoral de los mismos de siempre?, ¿Puede un diletante y comprobado
mitómano cara dura como Massa y todo el círculo de arribistas (kirchnoperonistas)
que lo rodean representar el cambio para la nueva Argentina? Si miramos para el
otro lado y vemos a la supuesta oposición ¿Qué tan sólido puede ser gobierno a
cargo de Larreta si solo representa a una minúscula elite que sigue mirando
hacia el norte y Europa? El problema central es que los argentinos no han
asumido de manera consciente que en cada uno de ellos anida el poder.
Los
argentinos sufren de un síndrome muy común y es ese que para explicar algo y en
especial, el por qué de los problemas que sufren la culpa la tiene otro. Hay en
cada uno de ellos y eso se traslada a sus dirigentes, un miedo incipiente a
abordar los asuntos de la política con el verdadero sentido y carácter que
ellos demandan. Una graficación de esto se ve con el llamado “fenómeno
piquetero” que pudo avanzar por falta de voluntad y hasta temor en ejercer autoridad
hasta llegar ser una institución con ramificaciones gubernamentales.
Otra es el
abandono de los intereses marítimos que entre otras consecuencias permite la
depredación por pesca prohibida, el usufructo de esta industria por la
ocupación británica en Malvinas que ha privado desde 1982 a las arcas del
estado argentino de miles de millones de dólares.
No hay
mejor forma para describir la realidad argentina que un “Cambalache”. Ninguno
de los candidatos ni sus facciones políticas tienen un plan claro y definido
para informar a dónde irá el país si les votan. Sin dudas que para impulsar el
progreso interior se requiere de una relación fluida y variada con el mundo sin
cortapisas geopolíticas que dependen de intereses exteriores.
En este
último sentido, ni supuestos proyectos “Bolivarianos” ni milagros al estilo
israelí van a sacar al país de pozo en el que sus dirigentes y los mismos
argentinos dejaron que cayera. Ambos extremos representan antagonismos y
experiencias irreproducibles no solo por las circunstancias geopolíticas y
geográficas, etnográficas y sociales, organizacional y cultural de cada uno de
ellos. En ninguno de estos ejemplos los argentinos o más bien sus actuales (y
refritos) dirigentes, estarían dispuestos a ningún sacrificio.
No existe
en esta elite corrupta la menor intensión ni menos aún el valor político de
sanear un estado plagado de corrupción y prebendismo. Haría falta una verdadera
cruzada patriótica para semejante empresa pero no hay patriotas para eso.
Lo que
últimamente los candidatos a presidente llaman “patriotismo” no es más que un
espasmo emocional que más bien debe llamarse “argentinismo” que nada tiene ver
con aquel concepto y más asociado al exitismo pasajero que surge de un triunfo
futbolistico
Con el paso
de los años ha quedo muy claro que los partidos tradicionales (PJ y Radicalismo)
y luego las supuestas renovaciones disfrazadas bajo llamativas denominaciones
(Progresistas, libertarios, republicanos), todos juegan el mismo juego y para
ello, protegen al sistema corrupto y nada transparente que atrás del cansino
mantra de proteger el “sistema democrático” les permite perpetuar el negocio de
la partidocracia, el clientelismo y el control de los recursos dinerarios del
estado.
Con este
panorama y sobre la base de este sistema viciado emitir el sufragio es como no
decir nada y como dice el título de este artículo, solo serán unas elecciones pírricas.