lunes, 10 de julio de 2023

 

ELECCION PIRRICA

¿Qué opciones de cambio y progreso puede haber para los argentinos en las próximas elecciones presidenciales cuando la mafia es la misma?

Por Javier B. Dal

No estamos diciendo nada nuevo cuando hablamos de la crisis global. Tampoco es una novedad que la Argentina no escapa a esa realidad. Y es que, más allá de las contingencias macro políticas y financieras que escapan a su control, los argentinos si son culpables de la realidad que hoy sufren y que viven remordiendo contra los representantes políticos que ellos mismos han encumbrado.

Todavía este país no ha asumido el compromiso que representa tener una identidad nacional. Durante años se conocía un dicho popular que reza “soy argentino” para evadir verse involucrado cuando se planteaban problemas y cuestiones que obligaban a dar una opinión comprometida. Esa forma de contestar sin dudas es la representación subconsciente de una idiosincrasia típicamente argenta y prueba de como durante los últimos cuarenta años se ha comportado su “elite” política, económica y por supuesto mediática de la Argentina. 

La situación socio-económica es simplemente mala y no tienen nada que ver la pos pandemia ni la guerra en Europa del este. Por el contrario, si el estado hubiera tenido planificación estratégica y un estado admnistrador, la disponibilidad de los recursos materiales y tecnológicos estas situaciones habrían representado oportunidades de oro para la industria y el comercio exterior inigualables, claro que y siempre y cuando, hubiera un gobierno a cargo de dirigentes responsables con una política comprometida y seria en La Casa Rosada.

La pregunta que incomoda es simple ¿A dónde ha ido a para los miles de millones de dólares que se necesitaban para adquirir y mantener esa infraestructura estratégica del estado? Algunas respuestas las vemos con la creación de ministerios inútiles con el consiguiente crecimiento de plantillas de empleados que cobran salarios obscenos, pensiones y jubilaciones sin motivos y en algunos casos el cobro de dos o más de estos beneficios cuando la ley y la constitución lo impide.

Las elecciones presidenciales de octubre ya están en boca de todos pero por los candidatos que hay en oferta, en el interés de muy pocos y es que los argentinos por estas horas se preguntan ¿Qué carajo puede cambiar con una oferta electoral de los mismos de siempre?, ¿Puede un diletante y comprobado mitómano cara dura como Massa y todo el círculo de arribistas (kirchnoperonistas) que lo rodean representar el cambio para la nueva Argentina? Si miramos para el otro lado y vemos a la supuesta oposición ¿Qué tan sólido puede ser gobierno a cargo de Larreta si solo representa a una minúscula elite que sigue mirando hacia el norte y Europa? El problema central es que los argentinos no han asumido de manera consciente que en cada uno de ellos anida el poder.

Los argentinos sufren de un síndrome muy común y es ese que para explicar algo y en especial, el por qué de los problemas que sufren la culpa la tiene otro. Hay en cada uno de ellos y eso se traslada a sus dirigentes, un miedo incipiente a abordar los asuntos de la política con el verdadero sentido y carácter que ellos demandan. Una graficación de esto se ve con el llamado “fenómeno piquetero” que pudo avanzar por falta de voluntad y hasta temor en ejercer autoridad hasta llegar ser una institución con ramificaciones gubernamentales.

Otra es el abandono de los intereses marítimos que entre otras consecuencias permite la depredación por pesca prohibida, el usufructo de esta industria por la ocupación británica en Malvinas que ha privado desde 1982 a las arcas del estado argentino de miles de millones de dólares.

No hay mejor forma para describir la realidad argentina que un “Cambalache”. Ninguno de los candidatos ni sus facciones políticas tienen un plan claro y definido para informar a dónde irá el país si les votan. Sin dudas que para impulsar el progreso interior se requiere de una relación fluida y variada con el mundo sin cortapisas geopolíticas que dependen de intereses exteriores.

En este último sentido, ni supuestos proyectos “Bolivarianos” ni milagros al estilo israelí van a sacar al país de pozo en el que sus dirigentes y los mismos argentinos dejaron que cayera. Ambos extremos representan antagonismos y experiencias irreproducibles no solo por las circunstancias geopolíticas y geográficas, etnográficas y sociales, organizacional y cultural de cada uno de ellos. En ninguno de estos ejemplos los argentinos o más bien sus actuales (y refritos) dirigentes, estarían dispuestos a ningún sacrificio.

No existe en esta elite corrupta la menor intensión ni menos aún el valor político de sanear un estado plagado de corrupción y prebendismo. Haría falta una verdadera cruzada patriótica para semejante empresa pero no hay patriotas para eso.

Lo que últimamente los candidatos a presidente llaman “patriotismo” no es más que un espasmo emocional que más bien debe llamarse “argentinismo” que nada tiene ver con aquel concepto y más asociado al exitismo pasajero que surge de un triunfo futbolistico

Con el paso de los años ha quedo muy claro que los partidos tradicionales (PJ y Radicalismo) y luego las supuestas renovaciones disfrazadas bajo llamativas denominaciones (Progresistas, libertarios, republicanos), todos juegan el mismo juego y para ello, protegen al sistema corrupto y nada transparente que atrás del cansino mantra de proteger el “sistema democrático” les permite perpetuar el negocio de la partidocracia, el clientelismo y el control de los recursos dinerarios del estado.

Con este panorama y sobre la base de este sistema viciado emitir el sufragio es como no decir nada y como dice el título de este artículo, solo serán unas elecciones pírricas.

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