EL ESTADO
Las naciones tienen un estado y cada uno con sus particularidades. En
Argentina “El Estado” es una cuestión trascendental para la clase política pero
la cuestión aquí es ¿Cómo fin o medio? Y
dilucidado esto ¿Para quién?
Por
Javier B. Dal
En estas próximas elecciones gubernamentales en
Argentina no solo se elegirá un nuevo gobierno sino también (y así debiera
serlo) una nueva concepción del estado adaptado a la crisis en que se halla el
país y también el mundo. Pero el momento le da a estas elecciones un muy
particular marco caracterizado por la irritación y hastío popular.
La situación socio económica es crítica y se necesitan mucho más que
promesas de campaña para comenzar a desandar una solución. Para peor, los
candidatos para la tarea no gozan de una credibilidad medianamente sustentable
con lo cual, el resultado puede ser cualquiera.
Hay una base fáctica indiscutible y ella es que quienes estuvieron
veinte años en el poder, es decir el “Kirchnerismo” ha sido el principal
responsable no solo del caos económico (plagado de casos de corrupción,
ineficiencia y prebendismo) sino también del desborde de la inseguridad y el
descarado avance del narcotráfico propiciado por verdaderas (y contrarias al
orden público) políticas de inmovilidad para que las fuerzas de seguridad
puedan llevar adelante su trabajo. Todo esto se corona, con una casta de jueces
y otros funcionarios altamente diletantes y corruptos que danzaron al son de
ese estado de cosas.
Fue esa mezcla de una artificiosa utilización de los derechos humanos,
manipulación de la historia mediante una versión tuerta de los setenta y el
control de las cajas del estado lo que intoxico el concepto de justicia y consolidó
la falsa idea de que esos derechos humanos solamente eran para sus partidarios.
Hoy las consecuencias de todo este marasmo están a la vista.
Escandalosos casos de connivencia y corruptela política que ya no pueden
ocultarse. Desde el uso de instalaciones públicas para fiestas privadas del
presidente y sus amigos, pasando por el pago de servicios astrológicos con dineros
públicos (Caso de la presidente del Banco Nación Silvina Batakis) hasta el más
comprometedor y escandaloso con aparatosas operaciones de recaudación mediante
punteros (Chocolate Rigau) sacando dinero con múltiples tarjetas de débito en
una bolsa de consorcio, son la muestra de un sistema político corrupto que para
peor (y como si eso asombrara), tiene protección de la justicia.
Cuando muchos se preguntan ¿Por qué hay una crisis económica en un país
como la Argentina? La respuesta ahora esta muy clara y a la vista. El dinero
nunca se volatilizo por arte de magia o por una “negligente administración”. Seguramente
exista negligencia en varias áreas, pero no es la única causa. Ya no puede
ocultarse que existe una ingeniería de la trampa que tiene como objetivo de
captación, a las cajas del estado y para ello, hay un poder político que lo
posibilita.
Las tres alternativas electivas lamentablemente son parte del mismo
sistema, incluido el libertario Milei quien ya hace un tiempo a esta parte
viene mostrando la hilacha. Una de sus más estrambóticas promesas, la de
dolarizar, ya puede considerarse como constitucional y políticamente imposible
y financieramente inviable.
Más allá de las promesas y de los discursos de cada uno de los
candidatos, hay un serio obstáculo para llegar recién a asomarse a la solución
de esta crisis y es, la idiosincrasia del argentino. Si no surge de su propia
convicción que todo este sistema no puede continuar, no habrá solución real y
el próximo gobierno que asuma, tendrá los días contados aún, el candidato del
actual gobierno que cuenta con el monopolio de las estructuras sindicales y de
las organizaciones sociales, actores fundamentales para movilizar a las masas
de piqueteros por las calles y con ellas generar la inestabilidad que llevará a
una ingobernabilidad asegurada.
Según la visión de la candidata Bullrich, el orden y la reorganización
de las instituciones estatales son el norte de su administración para el estado
que persigue administrar. En esa visión y para su concreción se apoyaría en
recursos y asesoramiento externo que ya tuvo protagonismo durante la
administración del presidente Mauricio Macri y que como se vió, no cambio en
nada la desorganización del estado.
Desde la posición que esboza el candidato libertario Javier Milei, la
concepción del estado que espera administrar estaría apoyado en una estructura mucho
más reducida (aunque ello no significa organizada) que como el mismo suele
decir, se basa en una mirada económica que supuestamente recortara el gasto
público y ganará en eficiencia. Sus promesas de cerrar el Banco Central y la
más polémica la de dolarizar la economía ya están siendo desmontadas por
simples razonamientos a los que llega un ciudadano medianamente informado. En
resumen de cuentas y salvo que esté dispuesto a resistir la oposición que
desataría, las reformas que pretendería solo están en su mente.
Por último, por las medidas paliativas (que no irán más allá del mes de
octubre) que está tomando el candidato y funcionario oficialista Sergio Massa,
las expectativas de un mejoramiento en las cuentas públicas mediante un gasto
racional ajustado a un programa económico para sacar al país del pozo en el que
se encuentra, son tan efímeras como su extensa colección de promesas sin
cumplir. Sobre las últimas grandilocuentes promesas que vienen acompañadas de
grandes dádivas de dinero, todos saben que solo buscan un golpe efectista que
no durara más allá del mes de octubre.
Los mismos argentinos de a pie ya se dieron cuenta que cualquiera de
estas opciones no tiene la solución, al menos inmediata o si se quiere, en un
término razonable. Tampoco y por las últimas medidas del ministro-candidato (que
podríamos llamar “dinero para todos”), la posibilidad de reformar un estado
voraz e incompetente se ve ciertamente imposible de sostener.