EL IMPERIALISMO CONTRAATACA
Los ataques contra Yemen ordenados por la administración demócrata de
Joe Biden además de ilegales esconden objetivos estratégicos muy difíciles de
explicar a la opinión publica
Por Ali
Al Najafi
Entrada la madrugada del 11 de enero misiles crucero lanzados desde fragatas estadounidenses y británicos (justo el mismo día en que Sudáfrica formalizaba la denuncia por genocidio contra Israel) penetraban el cielo de Yemen para bombardear Saná y otros objetivos de la resistencia yemení de “Ansar Allah” en Dhamar y en la gobernación de Hodeida como respuesta a las exitosas operaciones de interdicción contra navíos israelíes y de otras banderas que llevaban mercancías a puertos de la Palestina ocupada.
En
occidente la noticia fue tomada como un hecho sorpresivo y como “Breaking News”
pero en realidad, la vigilancia de las fuerzas armadas yemenís como de los
combatientes de la resistencia islámica estaban sobre aviso de un posible
ataque. Mirado desde afuera, este golpe es un escarmiento de la “civilidad y la
democracia de occidente” contra los atrevidos yemenís. Pero en realidad, es una
reacción desesperada ante la progresiva e irremisible (para los
neoconservadores) pérdida de la influencia geopolítica de los
angloestadounidenses en el Medio Oriente.
La decisión
fue tejida entre el Foreign Office británico y el Departamento de Estado
norteamericano que se hizo visible con los comentarios del Secretario de
Asuntos Exteriores británico David Cameron en los que trató de involucrar a
Irán en las acciones de “Ansar Allah” y de esa forma buscar excusas para
escalar en la región. En ese mismo sentido el presidente estadounidense Joe Biden
se refirió al asunto diciendo que envió “un mensaje privado” a Teherán como
advertencia pretendiendo involucrarlos en las acciones yemenís. A ello se sumó
el argumento de la “defensa propia” algo que a estas alturas y por la
acostumbrada inconsecuencia con la que se manejan las potencias anglosajonas no
nos debería asombrar.
Al parecer
los anglosajones además de responder por Israel, buscan con estas acciones
intimidar a Yemen para que cesen en sus acciones contra los buques israelíes
que pasan por el Mar Rojo ya que están causando pérdidas económicas
considerables y problemáticos reclamos de los administradores del puerto de Eilat
y empresarios a Tel Aviv. Pero lo que más atemoriza a estos socios del sionismo
es la creciente adhesión global a la causa palestina y a las acciones de la
resistencia.
En Occidente
la opinión pública tal vez no lo recuerde, pero el pueblo yemení soportó ocho
años de monstruosos bombardeos en una guerra contra el reino de Arabia Saudí de
la que salió victoriosa pese a que éste fue apoyado tras bambalinas por EEUU e
Israel.
Es por eso
que no hay sorpresas para los yemenís en general y mucho menos para sus
combatientes. Que los británicos vuelvan a sus aguas es volver a recordar a
esos mismos colonialistas que cometieron incontables abusos y crímenes contra
sus ancestros. Hoy regresan para traer la muerte como lo hicieron con los iraquíes.
Sin dudas que los bombardeos del 11 de enero hayan destruido algún radar en la
capital y algunas posiciones fortificadas de la resistencia no causa sorpresa y
de seguro que la continuación en estas agresiones no amedrentará a los
combatientes de “Ansar Allah” y mucho menos hará ningún rasguño a la moral del
pueblo yemení.
Antes que
nada, dejemos aclarado que los “Huties” como despectivamente se les denomina en
occidente, no son una secta o una banda armada como suelen pintarla en los
medios como CNN y la BBC. Ellos son parte de integral de la población del Yemen
y pese a profesar una corriente del chiismo eso no les ha contrariado al
momento de apoyar sus hermanos musulmanes palestinos suníes ¿Por qué? Por el
simple hecho de que ese conflicto sectario tan difundido por los medios occidentales
fue ingenierizado e infiltrado por las agencias de inteligencia anglosajonas.
Incluso no
olvidemos que fueron los yemenís quienes, a diferencia de lo que sucedió en
Libia o lo que vimos que hicieron en Siria e Iraq, lograron desmantelar y
eliminar a las células del “ISIS” que -son una continuación de Al Qaeda- fueron
implantadas por las agencias de inteligencia angloestadounidenses y sus socios de
la Mukhabarat emiratíes, estando al día de hoy la península libre de ese
embuste.
Tanto
Washington como Londres y los países que secundaron estos ataques (entre ellos
Australia) no fueron autorizados por ninguna resolución del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas con lo cual, volvemos a ver el lamentable papel de
este foro y la violación sistemática del derecho internacional por parte de
estos actores. El único argumento visible para esta agresión es su alianza con
Israel y en ese sentido queda bien claro por qué estos gobiernos son cómplices
de sus acciones haciendo la vista gorda (y trabando los pedidos de alto al
fuego) ante las masacres que está cometiendo en Gaza.
Como esos
argumentos no bastan para dar una explicación suficientemente convincente tanto
los burócratas británicos como norteamericanos acudieron a su tan acostumbrada elástica
y contradictoria argumentación. La alusión de “defender la libertad de
navegación” además de la falacia que representa, es un argumento muy poco
creíble ya que, como lo han documentado los propios yemenís, sus objetivos
puntuales son navíos israelíes o de terceros países que transportan cargas con
destino a Israel.
Para el
gobierno de Yemen y la representación política de “Ansar Allah” esto forma
parte de los riesgos de apoyar activamente al resiliente pueblo palestino y la
lucha de su heroica resistencia armada que ya lleva más de 100 días en acción.
A
diferencia de los agresores que sustentan su apoyo al estado de Israel por
fuertes intereses meramente geopolíticos, estratégicos y económicos (como
Bahrein), los yemenís han entablado esta política de apoyar al pueblo palestino
(no a Mahmmud Abbas y su gobierno de papel) hasta las últimas consecuencias
basados en la solidaridad reforzada por los valores comunes que les unen y a una
obligación que surge de la relación étnico-religiosa que va más allá de la
simple nacionalidad. La “Moqawama” contra los opresores no es una alternativa,
es una obligación ineludible. Los palestinos son árabes y nativos del lugar,
descendientes de la tribu de Shem y en su mayoría musulmanes que desde hace 76
años vienen siendo oprimidos por un ente sionista de raíz europea que se ha
levantado a mitad del siglo XX a base de violencia sobre los territorios
robados a sus verdaderos propietarios.
Ese mismo
estado, fundado por sionistas europeos de origen askenazi, fueron quienes entre
otras tropelías, hicieron desaparecer a unos 30.000 bebés judíos de origen
yemení, siendo ese tema un doloroso y a la vez, sucio tabú ocultado durante décadas
por el núcleo del poder sionista que participó en ese crimen pero que las
familias yemenís no olvidan.
Por eso, si
lo británicos y estadounidenses pretenden amenazar a los yemenís con estos
bombardeos, al parecer no han se han educado lo suficiente en historia para
aprender que todos los invasores y los colonialistas (especialmente los
británicos) que pisaron la península más tarde o temprano fueron expulsados con
éxito.