jueves, 11 de enero de 2024

 

GEOPOLITICA LIBERTARIA

¿Cómo la actual administración del presidente Milei sumida en medio de una severa crisis económico-social podrá reconstruir las áreas estratégicas como es la defensa nacional sin costos siderales? Hacer frente a esta extendida desidia política o enfrentar las consecuencias

 

Por Javier B. Dal

A un mes de la asunción del presidente Milei, la situación socio-económica se presenta cuando menos grave, tal como la de un paciente en estado de letargo por un coma inducido con sobresaltos por espasmos cardíacos. La crisis no solo es macro-económica que afecta a la banca y a los empresarios nacionales. La crisis más peligrosa y la que no parece intuir el gobierno es la que está creciendo dentro de la micro economía de la sociedad y del día a día en la vida de los ciudadanos.

Dejemos de lado si el DNU y la Ley ómnibus son inconstitucionales o atienden a muchos temas que nada tienen de necesidad y urgencia.

En lo estrictamente político y que a su vez hace al posicionamiento geopolítico del estado, el presidente Javier Milei ha ingresado al país en una verdadera dimensión desconocida o, al menos, poco conocida por no haber sido investigada ¿Los motivos? Una absoluta y costumbrista inmadurez política y repetida estupidez de las dirigencias partidarias que fueron transcurriendo por el estado en estas últimas décadas y que Milei podría repetir.   

Una materia que durante cuarenta años fue denostada y desgajada por todas las administraciones políticas ha sido la defensa y hoy más que nunca, un país sin FFAA capaces de dar cuando menos cobertura logística en catástrofes naturales, se ve en un callejón sin salida entre la necesidad y la obligación de ceder los intereses estratégicos nacionales por unas cuantas monedas de oro.

Así de mal están las FFAA argentinas. En resumidas cuentas, al día de hoy es inexistente una Política de Defensa y por ende, un Sistema de Defensa Nacional eficaz y modernizado.

La postergación en financiar y desarrollar unas FFAA acorde a las dimensiones e intereses territoriales del país, hoy las presentan en un estado famélico, fuertemente limitadas y totalmente fuera de operatividad para cualquier clase de conflicto. Ello implica que si enviáramos a nuestros hombres a conjurar una amenaza fronteriza o (en el peor de los casos) secundar alguna aventura estadounidense en algún escenario internacional (en Ucrania, el Caribe, al Mar Rojo o incluso al Mar Meridional), las chances de sobrevida para ellos serían pocas ¿Por qué esta visión tan oscura? Simplemente por no contar con los materiales idóneos para la misión que se les encomiende.

Esto no ha sido descubierto hoy, ni siquiera en los últimos 20 años. Desde 1983 hasta esta parte la clase política fue la responsable de esta paulatina y deliberada degradación, una verdad que les molesta pero que es inocultable. Si las FFAA han sobrevivido ante este escarnio político-partidista durante los últimos 40 años ha sido por el espíritu y la voluntad de servicio de sus hombres y mujeres, nada más.

Como consecuencia de esta destrucción, Argentina ha perdido uno de los factores preponderantes para poder negociar diplomáticamente desde una postura sustancialmente fuerte y con algún grado de paridad, asuntos estratégicos como es el dominio efectivo -y no en el papel- sobre las aguas del atlántico sur (y eso involucra la pesca) y su paso a la Antártida y por supuesto vinculado a esto, la situación de ocupación militar británica (OTAN) de las islas Malvinas, Sandwiches y Georgias del sur.

La actual administración “libertaria” se presenta cuando menos contrapuesta a estos intereses estratégicos. Más allá de las voceadas simpatías del actual presidente argentino por la figura de Margaret Thatcher y todo lo que ella represento al establecimiento británico, ello no debería afectar su recto juicio sobre la administración de los intereses irrenunciables sobre Malvinas y todo el atlántico sur que -debiera no olvidar- nos llevó a una guerra en 1982 y que no se pueden resolver con un decreto.

Debería primar el pensamiento estratégico a largo plazo implicando en ello, la construcción de una defensa inteligente y munida de armas que no las provea el enemigo o sus aliados, la experiencia de 1982 debería ser un ejemplo a tomar en cuenta. Consecuente con esto, el estudio y adopción de tácticas eficaces y de bajo coste para la defensa naval podrían devenir de la adquisición de sistemas de misiles rusos altamente sofisticados y más baratos que los ofertados en occidente.

En este sentido, fragatas dotadas con sistemas de misiles navales “Kalibr” de fabricación rusa, los misiles chinos “DF 21” o incluso los “OTOMAT MK2” ante la preferencia de un sistema defensivo de intensidad, representarían una excelente adquisición y garantía de eficacia tecnológica a un costo mucho más razonable.

Queda claro que esta administración con notorios prejuicios con Oriente e inclinada a Londres deja afuera estas opciones. Pero existen otras alternativas mucho más baratas y viables como lo enseña la experiencia que han estado mostrando los yemenís en el Mar Rojo, que puede ayudar no solo a bajar gastos sino también, adoptar tácticas más eficaces sin necesidad de adquirir costosos misiles vendidos por la industria angloestadounidense.  Para esto, los prejuicios y los preconceptos no deberían tener lugar si realmente se busca eficacia a base de costos razonables.

La línea costera del país es amplísima y todos sabemos que el material que hoy dispone la Armada es insignificante para su custodia. A su vez, no hay que olvidar el huésped británico en el atlántico sur que tiene parte de su flota navegando en la región. Si a eso le agregamos que la Armada no tiene capacidad disuasoria para alejar una potencial amenaza naval, la conclusión es obvia.

Para salvar esto además del costo económico, es más importante la decisión política ya que para el primer ítem, siempre hay opciones de ahorro.

Un ejemplo de cómo ahorrar o incluso, invertir en el desarrollo autóctono de defensas costeras de bajo costo, solo conocidas por el estado argentino y altamente eficaces, veamos lo que sale construir un Dron para ataque o inteligencia en comparación con un misil o la provisión de viejos aviones estadounidenses. Un Dron casero como los que usan los yemenís (y han demostrado asombrosa eficacia) tiene un costo de 500 dólares la unidad mientras que un misil naval estadounidense “Harpoon Block II” cuesta 1.4 millones de dólares la unidad. O el misil “ESSM SAM” de corto alcance con un costo de la friolera suma de 1 millón de dólares y eso solo, sin contar adiestramiento, mantenimiento y otros gastos.

Si en verdad el gobierno de Milei busca que los gastos en el estado se reduzcan, se establezcan inversiones inteligentes y a la vez generen emprendimientos para el desarrollo privado ¿Por qué no comenzar a hacerlo en este campo? Suponiendo que adoptara este camino (algo que por su ideología es dudoso que haga), deberá luchar contra las presiones de Londres y Washington (intermediada por los empresarios locales) para que abandone esa idea y siga comprando basura de rezago.

La Argentina ha pasado por diferentes etapas en este tema y cada una peor que la otra. Desde la infantilidad política de Raúl Alfonsín que condujo a un ciclo de conflictos internos con el ejército, para desembocar en la improvisación obsecuente de un Menem para-estadounidense que entrego los desarrollos tecnológicos misilísticos  (Programas Cóndor I y II) y aeroespaciales a Washington sin beneficios reales, a la ridícula candidez “seudo-progresista-revolucionaria y setentista” de la era Kirchner-Fernández en la que virtualmente se desconectaron todos los cables del estado nacional con esta área para redireccionar miles de millones de pesos que pudieron mejorar la defensa, para solventar “el proyecto” que no era otro, que llenar los bolsillos de sus funcionarios y militantes K.  

Las actuales circunstancias urgen a desarrollos serios, continuados y comprometidos en el tiempo. La Argentina ya lleva 40 años de indefensión y eso no se justifica con argumentos simplones como son que “es país pacifista”, “que es neutral” o “que ya no tiene hipótesis de conflicto” (esto último falso) como se atrevieron a afirman incluso algunos de los responsables del área. Ese tipo de conclusiones son los que coayuvaron al incidente del submarino “ARA San Juan”.

Las nuevas formas de conflicto y los actuales escenarios de guerra así lo evidencian y Argentina no estará exenta de verse involucrada por las palabras mágicas de sus charlatanes públicos. Es tiempo de que se tome enserio este tema.   

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