“PROXIMA GEOESTRATEGIA”
Cómo
evolucionara la situación geoestratégica del Cono sur y en particular de la
Argentina ante los cambios que se podrían dar en su política interior y
exterior. Seguirá alineada a los planes de EEUU y la OTAN o habrá un giro
inesperado hacia Rusia?
Por Charles H. Slim
El Cono sur está pasando por una metamorfosis
política que a su vez modificara sensiblemente los intereses geoestratégicos y
políticos de los países más importantes del “triángulo del sur”. A no
confundirse, estos cambios no son en virtud de los intereses de cada uno de
ellos y mucho menos, están impulsados por algunos de los mismos. Los cambios
políticos internos que se vienen viendo en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil
obligan a que las potencias mundiales maniobren en la región para
reposicionarse y establecer nuevas hojas de ruta de cara a una profundización
de la crisis que afecta a todos estos países.
El caso argentino es emblemático sobre ésta
incertidumbre. El país se halla sumido en una crisis social que tiene especial
trasfondo de orden económico producto de una aguda estanflación que ya se
vaticina como de larga duración y de difícil salida. Igualmente EEUU, Rusia y
China tienen grandes intereses aquí y no están dispuestos a perder su
influencia. Las elecciones presidenciales que se desarrollaran el domingo 27 de
octubre darán como resultado la continuidad de un gobierno abiertamente
pro-anglosajón que mantendrá la agenda del Departamento de Estado o, el regreso
de una variante populista que tímidamente coquetea con establecer lazos con
Rusia y China. Sea como fuere ninguno tiene el liderazgo político que pueda
conmover a cambios profundos en la nación.
Pero si damos una chance a una reedición populista
de la mano de los “Fernández” ¿Qué
podría ofrecer un posible gobierno argentino con ínfulas soberanista y multilateralista
a Rusia? La posibilidad de que la Federación rusa pueda establecer un puerto
militar en la Patagonia es una de las alternativas que además de posible,
tendría un invalorable valor estratégico para la defensa de los intereses de
Rusia, pero también lo sería para la Argentina que podría obtener de ello una
muy buena oportunidad de emprender una nueva geopolítica de cara a su patética situación
en el Atlántico sur. Pero para que ello
fuera viable, debe haber un gobierno argentino independiente en sus decisiones
y políticamente decidido a tomar los riesgos que la empresa conlleva, algo que
no se ve desde hace muchas décadas por aquí.
El gobierno de Mauricio Macri, se ha caracterizado
por un sincretismo político que aglutina lo más extremo de la ideología
neoliberal, neoconservadora y sionista que representada en el partido PRO luego
paso a entremezclarse con la formula política de nivel nacional llamada
“CAMBIEMOS”. Su alineamiento a Washington fue mucho más allá de lo que Menem
concreto en la década de los noventas. Ello fue trasladado a la política
exterior y más extensamente a su política de defensa y seguridad la cual y a
instancias de muy discutida –por su
sigzagueante trayectoria política- la ministra Patricia Bullrich se haya
empapada por la participación de EEUU e Israel.
Por otra parte, las expectativas que despierta un
gobierno “populista” de “Fernández &Fernández” son inciertas y ello reabre
un abanico de posibilidades que aún no quedan muy claras a la luz de las
visiones contradictorias que existen entre los “peronistas moderados” los
“kirchneristas”. A pesar de las arengas
de apoyo al gobierno de Venezuela y a las revueltas en Chile que provienen de estos
últimos, los analistas externos no ven mayores riesgos. “Perro que ladra no
muerde”, dice el dicho que se acomoda muy bien a los políticos y militantes
argentinos.
No se puede augurar que un gobierno semejante
deshaga todos aquellos lazos estratégicos con Washington y muchos menos, cuando
no tienen un plan claro y decidido para reemplazarlos. Los peronistas (si en
realidad lo fueran) no son bolcheviques ni mucho menos Talibanes que puedan
amenazar el Status Quo. Carecen de
iniciativa y de compromiso para semejantes metas. Igualmente hay una realidad
imperante que hace que Argentina aunque quisiera tomar su propio camino, se
halla en un estado de retraso y carencia material que le imposibilitaría
llevarlo a cabo. Si Alberto Fernández resultara electo no le quedará otra opción
que la de aceptar las circunstancias imperantes y sonreír e inclinarse ante la
Casa Blanca y el Establishment político y financiero de Wall Street, tal como
lo hizo en su momento Cristina Fernández durante su gobierno ¿Por qué no lo
haría éste ex burócrata avenido en arrepentido?
Pero tanto uno como otro sector, han demostrado
escasa vocación política por cambiar el sistema y menos aún voluntad por
estructurar una política exterior acorde a sus intereses geoestratégicos de
cara a controlar de una buena vez, la actividad económica, de tránsito y
explotación de su extenso litoral marítimo en el Atlántico que sigue siendo
usufructuado por Gran Bretaña desde las islas ocupadas en el extremos sur.
En este sentido el gobierno de Macri lejos de
abordar una política de progreso para el desarrollo de su potencialidad o algo
semejante opto por plegarse a todas las directivas y sugerencias del Pentágono
que entre otras cuestiones, llevaría al encubrimiento de la tragedia del
submarino “ARA San Juan” que dicho sea de paso, mantiene al día de hoy como desaparecidos
a sus 44 tripulantes. Al mismo tiempo, la seguridad interior de sus espacios
bajo la jurisdicción federal (ríos, puertos y aguas adyacentes del Río de la
Plata) fue entregada a unidades y elementos israelíes lo que no es poco para
los funestos antecedentes que estos tienen y de los intereses que aquí
persiguen. Lo mismo con la inteligencia de la AFI que casi descaradamente ha
pasado a ser más una casa de paso y descanso para la CIA, el Mossad, MI-6 que
una agencia de inteligencia de un estado independiente que guarde los intereses
de la república Argentina.
Igualmente sea cual sea el resultado electoral el
gobierno que tome el control de un país embargado y con una severa crisis de
representación como la Argentina, deberá negociar una posición mediocre entre
aquellos gigantes de la geopolítica teniendo cuidado de no ser pisoteado en la
tarea.
En este sentido los gobernantes argentinos no pueden
seguir esquivando la realidad internacional o al menos no estudiar un
desarrollo geoestratégico propio. La importancia de ello es vital atento a los
ingentes cambios y continuos avances en el campo geopolítico que se da en el
marco de la pugna entre la OTAN, Rusia y China.
Ello a su vez ha incrementado la carrera
armamentística pero en otro nivel al conocido en épocas de la Guerra fría y que
se caracteriza por la modernidad y sofisticación de los sistemas y
equipamientos bélicos.
Veamos sino que, mientras la Argentina carece
peligrosamente de una Armada para responder a las amenazas que puedan penetrar
por el Atlántico, EEUU y Rusia ya poseen novedosos sistemas navales que no
requieren de movilizar como antaño, a grupos de tareas numerosos y
logísticamente costosos.
Es más. Últimamente ha sido Rusia quien ha tomado la
delantera en este campo demostrando la eficacia y competitividad de sus
sistemas de armas navales de largo alcance que han dejado a los portaaviones
estadounidenses e incluso a sus costosos submarinos, en un limbo tecnológico
del cual aún no logran salir. Esto se puede ver en la realidad en los
escenarios del Medio Oriente y en el Caribe con la crisis en rededor de
Venezuela donde pese a las injerencias de los estadounidenses y sus socios de
la OTAN, no han podido completar sus operaciones –en especial de sabotaje electrónico- gracias a la intervención de
la tecnología rusa.
Ello obviamente ha desatado una frenética campaña
mediática anti rusa que se asemeja a la propaganda occidental y demonizadora
que caracterizo la Guerra Fría.
Sabemos que la OTAN ya está en el continente,
teniendo como base de operaciones territorial a Colombia lo que (como se ha
visto con los intentos de desestabilizar Venezuela) ha causado grandes alteraciones en la
geopolítica regional con especial interés en beneficiar las políticas de estado
de EEUU y sus operaciones militares de cara a contener los procesos y avances políticos
de países como Venezuela, Nicaragua y Bolivia. A tono de esto, gobiernos como
el brasilero de Jair Bolsonaro, el argentino de Mauricio Macri y el
chileno de Sebastián Piñera han sido
serviles a colaborar desde las tribunas políticas como la OEA y el “Grupo de
Lima” con los esfuerzos para concretar aquellos objetivos. Es por ello que un cambio de gobierno en
Buenos Aires no traerá muchos cambios para su situación geoestratégica.