“SOUTH ATLANTIC II”
¿Por que el Primer Ministro británico Boris Johnson
busca reforzar el área de la defensa con una ambiciosa inversión y promesas de
despliegues militares globales? ¿Cómo se halla la Argentina ante esta
situación?
Por Charles. H.
Slim
La Patagonia es uno de los territorios vírgenes más
vastos de Sudamérica y por ello muy ambicionados por intereses externos, pero
para los gobiernos pasatistas argentinos, siempre ha estado relegado al fondo
del cajón y ello ha venido creando situaciones que ya no pueden ser ocultadas. Parte
de aquellas son la actual situación de ausencia y descontrol en las aguas y las
islas del Atlántico sur que le cuestan por año al estado argentino miles de
millones de dólares por el zaqueo y espoliación de sus recursos ictícolas a
manos de flotas pesqueras que superan diez a uno en número de los navíos de la
Armada Argentina.
Desde 1982 hasta esta parte la situación de ésta
importante región del país insular ha sido pendular y ello se ha debido a las
cambiantes y hasta contradictorias decisiones que cada gobierno político vino
tomando sobre esta situación. Al finalizar la guerra por las islas Malvinas
lejos de reorganizarse y aprender de las lecciones políticas y militares de
dicho evento, la clase gobernante y en particular, el gobierno radical del
presidente Raúl Ricardo Alfonsín trabajó a brazo partido para sepultar los
reclamos soberanistas sobre las islas y lo peor de todo, ayudo (mediante un
proceso claramente exagerado y tendencioso) a debilitar el brazo armado de la
nación haciéndole a Gran Bretaña un favor impagable para sus aspiraciones
geopoliticas en la región.
Margaret Thatcher no podría haber estado más
agradecida por esta situación. Sin dudas que en privado y cuando se reunía con
sus asesores de defensa y con sus comandantes “Margie” reconocería que quien
más ayudó a Gran Bretaña para retener las islas Malvinas no fue el régimen
chileno de Pinochet sino el gobierno radical de Alfonsín.
Hoy pareciera que el gobierno de Alberto Fernández -un
emulo de Alfonsín- (impulsado por una ambición populista meramente
electoral) pretendería profundizar los reclamos soberanos a base de un supuesto
plan estratégico que tendría como fin, recuperar por las vías de la ley internacional
y haciendo valer sus derechos históricos, con alguna planificación paralela que
involucra la necesaria reconstrucción de Fuerzas Armadas con capacidad de sostener
una posición política semejante y en último caso, afrontar la amenaza que
plantearía la extensión de los despliegues británicos en la región.
La situación de las islas ocupadas manu militari,
es una cuestión de hecho y las palabras no la van a cambiar. Incluso las bases
legales existentes no bastan para negociar en paridad. Esto último representa
para el Foreing Office mero “paper working”. Aquí hacen falta políticas
audaces y pro activas tendientes a balancear una clara desventaja geopolítica
para la Argentina. En este contexto su canciller Felipe Solá ha salido al cruce
de las últimas declaraciones del Primer Ministro Boris Johnson quien frente a
la Cámara de los Comunes expresó el 16 de marzo pasado la necesidad de una
Revisión Integrada de Seguridad, Defensa (incluyendo el traslado de material
bélico nuclear), Desarrollo y Política Exterior que afectará sin dudas a la
situación de las Islas Malvinas y todo el Atlántico sur. Esto llevo a que la
cancillería argentina se levantara clamando que Londres sigue tratando los
temas de sus territorios de ultramar con una mentalidad colonialista, como si
alguien creyera que el proceso BREXIT iba a calmar o cambiar la característica política
que les llevó a ser un imperio.
Por el contrario, las aspiraciones de Gran Bretaña
en este contexto (y sin importar la actual situación con el COVID) serán mucho
más ambiciosas y agresivas que tendrá entre otros objetivos, retener a como de
lugar sus posesiones de ultramar. Es en este sentido que los analistas y
comentaristas argentinos que perfilan sus posiciones pro británicas hablando de
que Londres no tiene intensiones amenazantes simplemente no quieren ver la
realidad.
De esta manera, los buques y submarinos de la Royal
Navy (y la de sus aliados estadounidenses) no han detenido sus operaciones en
todo el Atlántico sur que además de evidenciar el ejercicio imperturbable de su
política colonial, condiciona de forma amenazante el tránsito de los navíos y
aviones de bandera argentina.
Durante todo este tiempo Londres ha desinterpretado
y hasta ha ignorado de forma olímpica los reclamos argentinos y prueba de ello
son sus continuos esfuerzos por fortificar las islas (con un sistema de misiles
“Sky Saber” proveído por Israel a travez de un empresario argentino). En cierta
medida ello es entendible (pero no justificable) y esto se explica por la
simple razón de que Argentina no representa una amenaza real para sus intereses
ni tiene un peso especifico propio para plantarse en una negociación. En el Foreign
Office saben que los chillidos de los argentinos no son más que una molestia
para los oídos y nada más. El gobierno argentino no está en posición de impulsar
negociación, introducir algún tipo de condiciones ni mucho menos tiene el poder
para apoyarlas. Ni siquiera tienen un consenso dentro de su propio gobierno para
establecer relaciones serias con la Federación rusa para permitir un emplazamiento
que pudieran comprometer estratégicamente a la guarnición de “Mount Pleasant”. En
resumen, los británicos no ven en la política de la actual gestión argentina
motivo de preocupación alguna.
Eso desde lo político. En lo que viene siendo el
ejercicio del poder militar como brazo extensivo de ejecución de las políticas
de estado, en principio Argentina hace tres décadas que ha venido en franca
decadencia en sus Fuerzas Armadas y hoy se puede asegurar que carece de un
sistema defensivo real que pueda oponerse a una operación relámpago de la “Real
Armada” y sus aliados de la OTAN. Esto se puede deducir de la pobre
infraestructura de su ejército terrestre, de la carencia de navíos en la Armada
y el desguace de su Fuerza Aérea que por falta de material y aviones no ha
podido ser empleada para el necesario transporte logístico que demanda el
acarreo de las vacunas contra el COVID 19 desde Rusia o China. Con este estado
de cosas, no hay posibilidad de que Buenos Aires tenga un peso creíble en una
mesa de negociaciones con Gran Bretaña.
Sinteticamente, los argentinos no controlan sus
propias aguas y prueba de ello fue lo sucedido en 2017 al submarino “ARA San
Juan”, asunto que aún está sin resolución.
No es posible llevar adelante una política
estratégica sin una doctrina, un planeamiento estratégico y un objetivo
previamente trazado. El problema central que existe se resume en una pregunta
¿Cuál es la geopolítica que pretende Argentina? Hasta el momento no hay
respuesta conocida. El voluntarismo ha demostrado ser una medida poco
inteligente para gobernar y mucho más para manejar asuntos complejos ya que
ello trae consecuencias indeseables. Tal vez haya funcionado en procesos
revolucionarios de comienzos y mitad del siglo XX, pero hoy ello ya no es
posible de recrear. Esto lo menciono por un aparente intento de algunos
elementos del gobierno de Fernández por construir poder usando aquel principio anacrónico
creyendo de forma errónea que viven en la Rusia pre-revolucionaria de 1917, o
en la China de Mao o incluso en la revolución castrista. Al parecer varios de
los mismos funcionarios que habían estado en el gobierno de CFK, han caido en
cuentas que no pueden jugar a la revolución sin arriesgarse con decisiones
adultas y con riesgos verdaderos.
La capacidad de reacción de la clase política
argentina ha demostrado ser más lenta que lo que cualquiera podría imaginar. Al
parecer debieron pasar tres décadas para que entendieran que los problemas no
se van con solo mirar a otro lado. Creer que deshacerse de las Fuerzas Armadas y
de su estructura de inteligencia iba a resolver el problema de los derechos
humanos y que con ello hacían una contribución al pacifismo es la demostración
una supina estupidez que obviamente, los británicos celebraron con mucho
entusiasmo. Incluso muchos de los actuales
funcionarios de gobierno, fueron parte en aquella ilusión menemista de la
“inserción al primer mundo” o la de creer que el alineamiento automático con
Washington llevaría al país al progreso económico y a formar parte de las
grandes ligas mediante una “alianza extra-OTAN”. Aún más, como lo hemos venido
viendo, gran parte de los actuales componentes han sido partícipes en el
desmembramiento del área de la defensa y con ello, culpables del actual
debilitamiento militar-estratégico que impacta no solo en el desguarnecimiento
de los intereses en el Atlántico sur sino en el poder de negociación con el
cual un estado debe contar en el juego de una verdadera real politik.
Al respecto, las especulaciones de que Boris Johnson
y su gabinete hallan realizado estos
anuncios preocupados por los últimos anuncios del Ministerio de Defensa argentino
Agustin Rossi sobre posibles adquisiciones de la industria rusa y china, es algo
que carece de asidero dado que en “WhiteHall” y el Foreign Office están seguros
de que solo son bravuconadas y nada más. Solo habrá que esperar para ver si Londres
cumple con los anunciones de Johnson y refuerza con armas nucleares su arsenal
en Malvinas. Si ello sucede, Buenos Aires ya no tendrá chances de recuperación
alguna.