lunes, 27 de mayo de 2019




“BYE BYE THERESA”

¿Quién podría decirlo? Quien pretendía encumbrarse en las páginas de la historia como la Maggie Thatcher del siglo XXI sucumbió a la presión ¿No llores por mi Theresa?


Por Sir Charlattam
Era la crónica de una muerte anunciada, o más bien de una salida esperada. Theresa May ha sucumbido a las presiones de incluso sus propios partidarios en la Cámara de los comunes donde lejos de apoyarla para que el Brexit se haga un hecho concreto, han regateado y negociado con la oposición muy seguramente consiguiendo muy buenos beneficios para sus propios intereses. Para el 7 de junio May deberá desalojar su despacho en Downing Street 10. Ello ha evitado la gloria política que tanto anhelaba la primer ministro que buscaba ser la sucesora de la “Dama de Hierro”.

En las islas ocupadas del Atlántico sur hay consternación tras el anuncio cargado de una extraña muestra de emoción e impotencia por parte de la ministra saliente quien con las manos temblando y sollozando como una niña, anunciaba su renuncia ¿Qué creen que le habrá pasado por la cabeza a los “Kelpers” que vienen especulando y con la condescendencia de los lame traseros en Buenos Aires para lograr independizarse de Londres?  Las expectativas están muy bien fundadas y al caudal económico que facturan con la pesca de altura a costa de las aguas territoriales argentinas, se agregan las ganancias que se obtendrán por las prospecciones y explotación de las grandes compañías de los yacimientos petroleros en el sur a las islas.

El Brexit se ha convertido en un monstruo que ya se devoró a May y no parece querer detenerse ¿Quién es el siguiente?  Los conservadores británicos parecen haber sido descabezados con la salida de su líder y aún falta por ver cuáles serán las consecuencias de esta decisión. Para muchos la salida de May es la posibilidad del ascenso de un líder más fuerte y decidido que ponga en marcha las políticas del Brexit reactivando con ello, la política imperial de las viejas épocas. Para muchos de estos esto podrían verlo materializado con Boris Johnson quien reemplazaría a May, desatando todo tipo de especulaciones.

Desde la oposición laborista Jeremy Corbyn encabeza los esfuerzos por impedir que el delirante matón Boris Johnson tome el lugar de Theresa May.

Para los que quieren salirse a como dé lugar y sin importar las consecuencias de la Unión Europea ven en Johnson el tipo ideal que atropellara a cualquiera en la Cámara de los comunes y a cualquiera de los diputados del mismo bloque que tengan alguna duda de si hay que salirse o no. Más que un político conservador, Johnson es la representación del británico medio, criado entre la candidez de las tradiciones reales de una reina como representación de todo lo inglés y la decadencia social que fue tomando extrañas formas contestatarias a mediados de los setentas; en fin, él sería algo así como una mezcla de hooligan y punk que hoy puede llegar a sentarse en los despachos de “Downing Street 10” algo que retuerce de aborrecimiento a las clases pudientes y aristócratas que quedan en el país.
Gove & Johnson

Pero no son los únicos que resienten la personalidad de Johnson. Dentro de su propio partido hay una pléyade de políticos que detestan al ex alcalde londinense. Quien más sobre sale en estos puntos de vista es Michael Gove, un fiel seguido de Theresa May y un constante interlocutor entre su bloque y los opositores a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Sin más rodeos Gove ha llamado a Johnson como “el bruto” del ala conservadora y lo considera como un elemento perjudicial para los intereses del partido y por supuesto, del país.

Para los moderados conservadores y los opositores de buena voluntad de la política británica, Boris Johnson ha demostrado con su ministerio en Relaciones Exteriores el daño que puede ocasionar a una gestión política. 
Su papel en el tema de Siria y el “fenómeno” de ISIS, lo pintan como un bribón dispuesto a jugar los juegos sucios que despliegan Washington y Tel Aviv. Sobre esto último, su militancia sionista que en la realidad se traduce a apoyar todo tipo de esfuerzos para fastidiar a los gobiernos y personas que se opongan a las políticas de Israel, quedo escandalosamente revelada en el papel que jugaron –y aún siguen jugando-  las agencias de inteligencia británicas las cuales se veían mezcladas con el apoyo a las operaciones del ISIS y de otros grupos “yihadistas” en Siria e Iraq que como ya se sabe, estaban dirigidas a destruir a la república árabe siria.

Johnson es un indeseable dentro de su propio partido y Gove junto a otros conservadores como ser el Secretario de Justicia David Gauke y el Secretario de Cooperación Internacional Rory Stewart han comenzado una campaña contra Johnson que tiene por fin conscientizar a los súbditos británicos del grave error que representaría para el Reino Unido su ascenso al cargo de Primer Ministro. Como señalan, ello “precipitar una ruptura de la UE sin un acuerdo” sería un desastre para la economía y las finanzas de la isla y al mismo tiempo, un perjuicio para la seguridad y la estabilidad de la Unión Europea.

Hay que dejar en claro que Gove y sus partidarios como “euroescépticos” que son, buscan la salida de Gran Bretaña de las regulaciones tributarias y trabas burocráticas que impiden un crecimiento de la economía en beneficio de los británicos.

Igualmente entre los miembros de la Unión no hay mucha conmoción por la posible salida de los británicos del acuerdo; hasta se podría decir que hay un cierto alivio. Incluso algunos piensan que su ausencia traería mayor equilibrio y terminaría las discusiones que desataba Londres dentro del bloque por sus desmedidas pretensiones de “diva”. Durante los cuarenta años que formaron parte integral de la Unión Económica Europea y hoy por hoy Unión a secas, mostraron su carácter personalista y nada integracionista con el continente algo nada simpático para el resto de los miembros. Con la sola idea de que un tipo como Johnson se haga cargo de los destinos de la isla debería quitar el sueño a los más desprotegidos de la sociedad quienes ante sus políticas absurdas y cargadas de racismo podrían encender un movimiento virulento como los “Chalecos amarillos” franceses.  
   


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