miércoles, 4 de diciembre de 2019


“CALMA RUIDOSA”
Hacía donde se dirige la Argentina desde el 10 de diciembre de 2019
Por Javier B. Dal
Un viejo amigo solía decirme, que mientras más calmado este un lugar más debes abrir los ojos y mucho más cuando ese lugar es una población inmersa en una crisis.  La suspicacia de mi amigo proviene de su veteranía tras años de haber intervenido en tres guerras y haber recibido varias heridas que le quedaron grabadas a fuego en la carne y también en su mente. Pero más allá de esto, hay situaciones que son análogas y pueden ser miradas con esta particular forma de ver las cosas.

Faltan pocos días para que en Argentina asuma un nuevo gobierno que además de contradicciones, se trae consigo un cajón lleno de incertidumbres.  A pesar de ello, la quietud social –en comparación a situaciones de Chile, Ecuador y Bolivia- es desconcertante.  Pero se sabe que por debajo hay un movimiento incesante que podría  estallar como un volcán.

Argentina es un escenario de estos. Alli todo parece apacible y las reacciones de la población ante una crisis socio económica que no termina nunca, parecen lentas y hasta en cierta manera demasiado tolerantes para las arbitrariedades que soportan. Entonces muchos se preguntan ¿Realmente existe esa crisis en Argentina? Ciertamente que si pero, ha sido desde hace décadas alimentada, mantenida y hoy reconducida por intereses sectoriales que favorecen a quienes manejan en último sentido al país. En un estado de cosas como el que se vive allí, es muy poco factible avance alguno. Es una sociedad de quejosos inactivos y de obsecuentes en la cual quienes han sobresalido han sido son los profesionales de la protesta como son los sindicatos, los piqueteros y sus lideres.

En Argentina la crisis engloba a una serie de otras microcrisis que poco a poco y a lo largo de los años, han disgregado el contrato social que la mantuvo hasta en algún momento, con algún grado de cohesión a la sociedad. Algunas de ellas son: la ausencia de transparencia en el ámbito público que ha propiciado una corrupción galopante tolerada y hasta festejada por la misma población y la falta de vocación por generar un destino común y definido para el país.

Hay una situación de anarquía burocratica y también política que afecta tanto al estado en sus tres estadios (nacional, provincial y municipal) como a la vida política partidaria.  

La ausencia de autoridad y la perdida de credibilidad en las instituciones públicas no solo pone en peligro cierto la existencia misma del país como un ente regional e internacional sino que reafirma la sensación ante el mundo de la falta de seguridad jurídica y con ello, de credibilidad que puede ofrecer el país.

La ilusión de una nueva realidad con un nuevo gobierno ya no engaña a una gran mayoría de los excepticos que no compran la polarización partidaria novelada entre el “Kirchnerismo” y los “macristas”. Solamente los medios y los periodistas serviles al Status Quo de turno, fabrican argumentos utilizando sus emporios y periodistas de lista, para mantener este supuesto antagonismo.  Incluso se esta viendo como muchos de los críticos y defenestradores del pasado kirchnerista con indisimulable obsecuencia y hasta desvergonzada hipocresía, se ponen la camiseta del gobierno entrante ante el temor a las prometidas represalias que se aplicaran a los colaboracionistas del Macrismo.

Pero a pesar del planteo de este “sistema de cosas”, un importante franja de la población ya están cansados del manoseo y no creen nada. Y es allí donde salen corriendo a tratar de que este pensamiento no se extienda.

Los intelectuales que sostienen todo esto suelen decir “dentro del sistema todo, fuera de él nada”, como una forma de condicionar e incluso frenar las protestas populares y los estallidos  violencia política que genera las injusticias de aquel;  pero ¿Qué es precisamente el sistema? Y es aquí los tonos grises se vuelven mucho más difuminados y pierden su distinción. 
Ellos (quienes se sirven del estado) tratan de alegar que el mismo representa la “democracia” y a cuento de ello, justifican entre otras, las arbitrariedades y la galopante corrupción. “El sistema” no es más que la infraestructura de un estado ineficiente y sobrepoblado de cual se valen estas mafias para hacer sus propios negocios. Dentro de él, no hay forma que ellos sean tocables consagrando la impunidad que el contubernio de la administración de justicia ha sabido consolidar. Es allí donde viene ese clamor hipócrita y conveniente que refiera “fuera del sistema nada”.  

El único gran problema del país no es socio económico o el hambre como descaradamente han mediatizado los denominados  “progresistas” y sectores de la desorganizada izquierda del país. La mala distribución y la inequidad  pasa por otro lado y es allí donde nadie quiere hacer algo. La venalidad en los cargos y los favoritismos personales sigue y seguirá siendo parte de la corrupción estructural que se enquista en el estado y que nadie esta ni estará dispuesto a erradicar.

La política partidaria, esa que juega dentro “del sistema”, sigue siendo un negocio redondo para los aventureros y los arribistas que buscan hacerse de cargos con salarios astronómicos en el área de los tres poderes quienes a su vez, llegados a sus cargos alimentan a sus propias huestes de obsecuentes y chupamedias que a su costa aspiran a un empleo en una secretaría, dependencia provincial o municipal a cambio de una lealtad vitalicia. Y ni hablemos de los negocios sucios que se vinculan a delitos que se dicen combatir pero que llenan los bolsillos de intendentes e intendentas de varios municipios. En este escenario ¿Quiénes deberían intervenir y mediar entre tanta trenza?

La administración de justicia es una de las instituciones más mal vistas por la población y ello no es una casualidad. Pese a que los argentinos suelen demostrar una abulia desesperante, el peso de la corrupción de este poder ha llegado a tal nivel y es tan visible que ya no parece ser tolerado por el común. Los repentinos cambios en los procesos de corrupción de los ex funcionarios del anterior gobierno de Cristina Fernández, entre los cuales ella también esta procesada por escandalosos casos de corrupción,  demuestra esa elasticidad y opacidad en la interpretación de la ley cuando se producen los cambios de gobierno. Una muestra de ello, son las manipulaciones que se han visto en las últimas horas en conformación de los tribunales que juzgaran a la ex presidente. En realidad no es una excepcionalidad argentina pero ello, no puede ser una excusa válida para ser tolerada.

Más allá de las supuestas ideologías de estos –supuestos- polos opuestos (Kirchnerismo vs Macrismo), ninguno plantea avances inmediatos para mejorar al país. La asunción de Fernández se ve envuelta en un tumulto de inconsistencias e incoherencias que tras los histéricos alegatos de “Cristina” ante la Cámara de Casación penal, ha dejado en claro que más allá de las apariencias, no habrá un gobierno tan solido y unido como se ha pretendido mostrar. El devenir de los meses revelara si estamos en lo cierto.

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