“CALMA RUIDOSA”
Hacía donde se
dirige la Argentina desde el 10 de diciembre de 2019
Por Javier B. Dal
Un viejo amigo solía decirme, que mientras más
calmado este un lugar más debes abrir los ojos y mucho más cuando ese lugar es
una población inmersa en una crisis. La
suspicacia de mi amigo proviene de su veteranía tras años de haber intervenido
en tres guerras y haber recibido varias heridas que le quedaron grabadas a
fuego en la carne y también en su mente. Pero más allá de esto, hay situaciones
que son análogas y pueden ser miradas con esta particular forma de ver las
cosas.
Faltan pocos días para que en Argentina asuma un
nuevo gobierno que además de contradicciones, se trae consigo un cajón lleno de
incertidumbres. A pesar de ello, la
quietud social –en comparación a
situaciones de Chile, Ecuador y Bolivia- es desconcertante. Pero se sabe que por debajo hay un movimiento
incesante que podría estallar como un
volcán.
Argentina es un escenario de estos. Alli todo parece
apacible y las reacciones de la población ante una crisis socio económica que
no termina nunca, parecen lentas y hasta en cierta manera demasiado tolerantes
para las arbitrariedades que soportan. Entonces muchos se preguntan ¿Realmente
existe esa crisis en Argentina? Ciertamente que si pero, ha sido desde hace
décadas alimentada, mantenida y hoy reconducida por intereses sectoriales que
favorecen a quienes manejan en último sentido al país. En un estado de cosas
como el que se vive allí, es muy poco factible avance alguno. Es una sociedad
de quejosos inactivos y de obsecuentes en la cual quienes han sobresalido han
sido son los profesionales de la protesta como son los sindicatos, los piqueteros
y sus lideres.
En Argentina la crisis engloba a una serie de otras
microcrisis que poco a poco y a lo largo de los años, han disgregado el
contrato social que la mantuvo hasta en algún momento, con algún grado de
cohesión a la sociedad. Algunas de ellas son: la ausencia de transparencia en
el ámbito público que ha propiciado una corrupción galopante tolerada y hasta
festejada por la misma población y la falta de vocación por generar un destino común
y definido para el país.
Hay una situación de anarquía burocratica y también
política que afecta tanto al estado en sus tres estadios (nacional, provincial
y municipal) como a la vida política partidaria.
La ausencia de autoridad y la perdida de
credibilidad en las instituciones públicas no solo pone en peligro cierto la
existencia misma del país como un ente regional e internacional sino que
reafirma la sensación ante el mundo de la falta de seguridad jurídica y con
ello, de credibilidad que puede ofrecer el país.
La ilusión de una nueva realidad con un nuevo
gobierno ya no engaña a una gran mayoría de los excepticos que no compran la polarización
partidaria novelada entre el “Kirchnerismo” y los “macristas”. Solamente los
medios y los periodistas serviles al Status Quo de turno, fabrican argumentos
utilizando sus emporios y periodistas de lista, para mantener este supuesto
antagonismo. Incluso se esta viendo como
muchos de los críticos y defenestradores del pasado kirchnerista con
indisimulable obsecuencia y hasta desvergonzada hipocresía, se ponen la
camiseta del gobierno entrante ante el temor a las prometidas represalias que
se aplicaran a los colaboracionistas del Macrismo.
Pero a pesar del planteo de este “sistema de cosas”,
un importante franja de la población ya están cansados del manoseo y no creen
nada. Y es allí donde salen corriendo a tratar de que este pensamiento no se
extienda.
Los intelectuales que sostienen todo esto suelen
decir “dentro del sistema todo, fuera de él nada”, como una forma de condicionar
e incluso frenar las protestas populares y los estallidos violencia política que genera las injusticias
de aquel; pero ¿Qué es precisamente el
sistema? Y es aquí los tonos grises se vuelven mucho más difuminados y pierden
su distinción.
Ellos (quienes se sirven del estado) tratan de alegar que el
mismo representa la “democracia” y a cuento de ello, justifican entre otras,
las arbitrariedades y la galopante corrupción. “El sistema” no es más que la
infraestructura de un estado ineficiente y sobrepoblado de cual se valen estas
mafias para hacer sus propios negocios. Dentro de él, no hay forma que ellos
sean tocables consagrando la impunidad que el contubernio de la administración
de justicia ha sabido consolidar. Es allí donde viene ese clamor hipócrita y
conveniente que refiera “fuera del sistema nada”.
El único gran problema del país no es socio
económico o el hambre como descaradamente han mediatizado los denominados “progresistas” y sectores de la desorganizada izquierda
del país. La mala distribución y la inequidad
pasa por otro lado y es allí donde nadie quiere hacer algo. La venalidad
en los cargos y los favoritismos personales sigue y seguirá siendo parte de la
corrupción estructural que se enquista en el estado y que nadie esta ni estará
dispuesto a erradicar.
La política partidaria, esa que juega dentro “del
sistema”, sigue siendo un negocio redondo para los aventureros y los arribistas
que buscan hacerse de cargos con salarios astronómicos en el área de los tres
poderes quienes a su vez, llegados a sus cargos alimentan a sus propias huestes
de obsecuentes y chupamedias que a su costa aspiran a un empleo en una
secretaría, dependencia provincial o municipal a cambio de una lealtad
vitalicia. Y ni hablemos de los negocios sucios que se vinculan a delitos que
se dicen combatir pero que llenan los bolsillos de intendentes e intendentas de
varios municipios. En este escenario ¿Quiénes deberían intervenir y mediar
entre tanta trenza?
La administración de justicia es una de las
instituciones más mal vistas por la población y ello no es una casualidad. Pese
a que los argentinos suelen demostrar una abulia desesperante, el peso de la
corrupción de este poder ha llegado a tal nivel y es tan visible que ya no
parece ser tolerado por el común. Los repentinos cambios en los procesos de
corrupción de los ex funcionarios del anterior gobierno de Cristina Fernández,
entre los cuales ella también esta procesada por escandalosos casos de
corrupción, demuestra esa elasticidad y
opacidad en la interpretación de la ley cuando se producen los cambios de
gobierno. Una muestra de ello, son las manipulaciones que se han visto en las
últimas horas en conformación de los tribunales que juzgaran a la ex
presidente. En realidad no es una excepcionalidad argentina pero ello, no puede
ser una excusa válida para ser tolerada.
Más allá de las supuestas ideologías de estos –supuestos- polos opuestos (Kirchnerismo
vs Macrismo), ninguno plantea avances inmediatos para mejorar al país. La
asunción de Fernández se ve envuelta en un tumulto de inconsistencias e
incoherencias que tras los histéricos alegatos de “Cristina” ante la Cámara de
Casación penal, ha dejado en claro que más allá de las apariencias, no habrá un
gobierno tan solido y unido como se ha pretendido mostrar. El devenir de los
meses revelara si estamos en lo cierto.
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