“LA PUERTA DE
ORIENTE”
En la actual
confrontación entre China y los EEUU los países cuando regresen a la normalidad
deberán maniobrar para estar de un lado o del otro ¿De qué lado se posicionara
Argentina?
Por Javier B. Dal
Mientras el mundo se reorganiza tras el confinamiento
por el COVID-19, en Argentina al parecer la medida de encierro que limita los
derechos de sus ciudadanos y ha destruido su precario sistema económico
pareciera estar siendo aprovechada por su gobierno para la concreción de
objetivos políticos internos.
Lo hemos dicho muchas veces, Argentina es un país
sin argentinos al menos, así podemos decirlo de quienes en una amplia mayoría
habitan la Capital federal o la Ciudad Autónoma. Su élite económica y
financiera tiene mucha más relación y empatía con el exterior –en especial con EEUU y la UE- que con
la realidad del interior de su propio país y en esta posición además de
los medios capitalinos, claramente están
sus políticos.
Esta desconexión se revela una vez más en la actual
situación y habla de un país derrotado. Con esto a la vista muchos podrían
preguntarse ¿Qué clase de futuro puede tener un país así? Claramente ninguno
que se halle ligado a un desarrollo propio y con una libertad política para
salir al mundo. Es por ello, que no le queda otra opción que colarse de la ola
que pase en su primera oportunidad pero ¿Cuáles pueden ser estas?
El camino estadounidense es uno de estas opciones
más conocidas. Pero, con la magra experiencia que ha dejado esta relación, actualmente de la mano de una administración
esquizofrénica y caprichosa como la de Trump (que deshace tratados, apuesta por
los doble raseros y las amenazas veladas), Argentina solo tendría migajas a
cambio de una absoluta lealtad. Otro camino sería, reconstruir la sociedad político-comercial
con Brasil para recrear el Mercosur algo claramente improbable. Y por último, podría
optar por un alineamiento a la geopolítica de China que viene creciendo en su
influencia comercial y tecnológica (especialmente en Europa) algo que da lugar
a que se esté hablando de un “siglo asiático”.
Vemos como el mundo, lejos del aletargador terror informativo
que sigue difundiéndose por los medios argentinos, demuestra que las
consecuencias del “Coronavirus” no fueron lo que muchos estaban describiendo.
Hay incluso informes de médicos italianos (centro de impacto de esta pandemia) que
han denunciado la inflación de las cifras de muertos por el virus utilizando
los decesos producidos por otras afecciones. Como ello comenzó a despertarse un
posible escándalo en puerta para los gobiernos y sus ministerios de salud,
quienes ante la advertible ola de pedidos de autopsias para peritar dichos
muertos, se ordeno convenientemente la incineración de los cuerpos. Muy
conveniente ¿No lo cree usted?
Pero en Argentina, aún con un gobierno que se dice
“populista” y supuestamente confrontado con los manejos del Establishment
Global, parecen acatar muy religiosamente la versión de “virus mortal” que
obliga al aislamiento de toda la población sin distinguir entre sanos y
potenciales enfermos, olvidando que esta medida sugerida por el controvertido
infectologo Neil Ferguson y el virólogo Richard Hatched se trata de una
estratagema política y no sanitaria.
Nada nuevo bajo el sol en estas tierras australes.
Una vez más, el país se ve agobiado por una catastrófica situación
económico-financiera que se revela con la entrada en un Default técnico que ya
preanuncia una recesión con la disparada del precio del Dólar estadounidense y
una inevitale devaluación de la moneda nacional que ya se evidencia con una
caída estrepitosa de su PBI y la próxima emisión de un billete de 5000 pesos.
Así podría ser un salario mensual en Argentina |
Sin posibilidad de inversiones externas ni auxilios
crediticios (gracias al endeudamiento crónico), al gobierno de Alberto
Fernández para controlar a su población y en especial a los millones de parados
por la cuarentena, no le queda otra vía que la de explotar al máximo el camino
de una reestatización que –entre otras
cuestiones- busque la uniformidad y control social a costa de sacrificar
derechos y garantías constitucionalmente reconocidas pero que, con la excusa
del estado de excepción que le ha proporcionado la pandemia, podría conseguirlo
con la voluntad incluso de sus propios ciudadanos (subvenciones mediante IFE).
Evidentemente que estos planes demandan
financiamiento, que claramente provendrá de su propia población, ahorcándola
aún más. Sin dudas que esto dará lugar al aumento de la desigualdad y el
descontento que llevara al mismo tiempo a crear un mercado negro para evitar el
control represivo de un estado que pretende financiarse a costa de más y
mayores impuestos sin considerar la
imposibilidad de pagarlos.
Hasta el momento, el gobierno de Alberto Fernández
trata de contener el desempleo y el freno a la producción con la millonaria
emisión de pesos que a la luz del sistema financiero internacional, solo son
“papeles pintados”. Y para implementar
estas medidas y poder contener a una población comprimida por un interminable
aislamiento -el más extenso del mundo- parece haber encontrado en esta medida,
la herramienta perfecta para volverla parte de su política de gobierno. En una breve definición se puede asegurar que
Fernández y su gente pretenden con este confinamiento forzado, establecer un
feudalismo disfrazado de preocupación por la salud pública reduciendo a las
relaciones sociales entre señores feudales y meros vasallos.
Asimismo el país no puede vivir desconectado de la
realidad externa y ello vinculado con lo beneficioso y lo no beneficioso de esa
relación. La errada política de desarme y desarrollo de una defensa moderna e
inteligente deja al país inerme y a disposición de los vaivenes externos. Aún
contando con grandes riquezas naturales propias, sus limitaciones para
explotarlas y protegerlas demuestra esta histórica ineptitud de sus dirigencias
que han invertido en sus propios intereses abandonando los del estado. En este
siglo no hay lugar para el autismo que tanto lo caracterizo y que se vio sacudido por las consecuencias de la Realpolitik
de los años noventas vividas con la administración de Menem y Cia,
insertando al país – a ese idílico primer
mundo- por el camino equivocado del intervencionismo a los temas
internacionales.
Hoy por hoy, el gobierno argentino se ve en medio
del torbellino por la lucha por el control del comercio internacional (y la
división del mundo) entre EEUU y China sin haberse dado cuenta que su
territorio, es parte de esta pugna. Y bien digo, su territorio y no ellos como
entidad política que ciertamente, carecen de entidad alguna. Ello obviamente no
les librara de tener que posicionarse en algún momento de uno o de otro lado. Ahora
bien ¿De qué lado se colocara La Casa Rosada? A estos niveles, jugar al gato y
al ratón no es una buena fórmula para tratar de escapar a los compromisos y las
implicancias que este escenario presenta. Claramente, no será el gobierno
argentino el que elija el bando al que pertenecer ya que, como estado débil y
sin un peso político propio –tanto a
nivel regional como global-, solo debe dejarse arrastrar por la fuerza de
la potencia que más ejerza poder de influencia.
En aquel sentido, por si alguien lo olvida, en
Argentina y más precisamente en la Patagonia, hay una base de comunicaciones
del gobierno chino (única en el continente) que no es poca cosa. Al mismo
tiempo, la presencia angloestadounidense en su territorio se vio potenciada
tras la última gestión del presidente Mauricio Macri que llego a límites y
consecuencias impensadas. Agregado a ello, con una base de la OTAN en el
Atlántico sur que entre otras funciones sirve de centro de interceptación y
recopilación de información del continente por los “Cinco Ojos”, no deja mucho
más lugar que la de jugar de simples espectadores.
Durante el gobierno “seudo-revolucionario” de CFK,
la situación no era muy distinta y los británicos nunca se vieron preocupados
por sus ademanes populistas. Incluso cuando tuvo la oportunidad de profundizar
sus relaciones con China tras permitir la inserción de la base en el Neuquen y
establecer una relación más fluida con Rusia, fue muy cauta para no causar los
enojos de quienes la sostenían en Washington. En conclusión, una estafa
ideológica más en historia política nacional.
La situación actual no diverge de aquella ya que
Alberto Fernández y la mayoría de sus funcionarios tienen importantes intereses
que proteger. Jugar a los revolucionarios pro-castristas o chavistas, es una
pose pasada de moda y nada conveniente para sus intereses. Buscar un camino
intermedio con una pátina de nacionalismo tampoco serviría para darle algo de
sustancia a su gobierno.
Pero a pesar de ello, el gobierno tendría una
posibilidad histórica de maniobra si tuviera una dirigencia disciplinada con
visión estratégica a largo plazo. La actual pugna entre EEUU y China podría ser
capitalizada por Buenos Aires pero no como un protagonista sino como un mero
colaborador. Para algunos, el gobierno de Fernández ya estaría cooperando con
Pekin permitiendo el transito y la depredación del Atlántico sur por las flotas
pesqueras. De ser así ¿Significa esto un posicionamiento a favor de China? Creemos que no. Pekín necesita señales más
claras gestos más comprometidos para tomar en serio a La Casa Rosada. Acaso
¿Usted esperaría que Buenos Aires firmase un convenio de cooperación
estratégica que incluyera una ampliación de las incumbencias chinas en el Cono
sur gracias a la Argentina?
Lamentablemente esto no es viable con la actual clase
dirigente, ampliamente vinculada al pasado y a las prácticas políticas del
prevendismo y la corrupción que han propiciado la anomia social que aflíje a
su país. Si no hay seriedad, a los chinos ciertamente no les sirven como socios
pero no diremos que si les servirían para que les abran la puerta para nuevas
rutas insulares a través del continente.
Además, los chinos ya tienen con quien tratar para
moverse en el Atlántico sur y no necesitan de ningún permiso de Argentina para
ello.
Si en algún momento surgiera un movimiento o fuerza
política renovadora y realmente comprometida con una nueva visión para su
nación que recompusiera una ambición geopolítica sobre la base de hechos,
podría explotar la polaridad geopolítica actual, sacando ventajas de la disputa
entre Washington y Pekin por controlar nuevas rutas de la seda, pudiendo
posibilitar a la Argentina obrar como un acceso y paso estratégico para una
ruta de la seda proveniente de Asia entrando desde el sur hasta el norte del
continente. El día que ello suceda, Argentina tendrá una nueva posición y será
tomada en serio.
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