“CUANDO LA
REPUBLICA NO EXTISTE”
¿Quién interpreta
mejor en la Argentina el término república?
Por Charles H. Slim
Una de las palabras que más se han venido voceando en
los últimos años hasta esta parte en la Argentina es sin dudas “república”, lo
que evidencia un síntoma de una ausencia de dicha institucionalidad. En los
meses que lleva el gobierno de Alberto Fernández, seriamente golpeado por una
situación económico-financiera endémica y la pandemia del COVID-19, el marco
republicano se ha visto seriamente acotado no solo por imperio de la situación
existente sino también, por los intentos oficialistas de establecer una forma
diferente y claramente amañada de dicha institucionalidad.
Así, tal como lo dice el artículo 1° de la
Constitución Nacional, La Nación
Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal, pero
la realidad parece ir en otro sentido. La res
publicae o república que significa “la cosa pública”, desde hace tiempo que
pretende teñirsela de un color sectorial que cambiaría el significado de esta
institución en más bien la “cosa del partido”, pero en el caso argentino, esto
último ni siquiera eso existe.
El gobierno de Fernández ha tratado de usar la
situación sanitaria como un argumento capitalizador para intentar establecer una política de control de daños
que ya se avizoran con una recesión interna y global tras la pos-pandemia. Para
ello, ha mantenido un estado de reclusión ciudadano interminable que ya va por
los 114 días y con ánimo de continuarlo de forma indefinida. Ciertamente, que
esta situación extrema se ha reducido a la Capital federal y el denominado
Conourbano (AMBA) pero ello no ha conseguido que muchas personas en éste último
distrito salgan y transiten por las calles hastiados del encierro sin fin. Y
como el gobierno no cuenta con la autoridad política suficiente y los medios
para respaldar sus decisiones, poco puede hacer para controlar a esta población
insubordinada.
A la par de ello, la crisis económica que ha causado
seguir estos lineamientos provenientes del erróneo modelo británico de Neil
Ferguson y el Imperial College de
cerrar todos los negocios, fábricas y lugares de reunión para evitar los
contagios, ha dejado en entredicho la hoja de ruta planteada por los
asesores “científicos” del presidente
quienes (a la zaga de programas amarillos de TV) parecen más preocupados por
asustar a la población que explicar con certeza la naturaleza del virus.
Que no queden dudas que el gobierno de Alberto
Fernández, cuando termine esta situación pandémica, volcara todas las culpas
por esta interminable cuarentena y las consecuencias sobre la situación
económica desencadenante –Tal como lo hizo Macron en Francia- en
sus asesores científicos. Y esto es algo que puede llegar a concretarse en la
realidad si el gobierno no reduce el gasto público (para solventar puestos y
favores políticos) de forma seria y no estructura un programa de desarrollo sustentable
de país que no sea el mantenimiento de un asistencialismo in eternum que estrangulará las iniciativas productivas.
Las perspectivas económicas para la pos-pandemia son
lapidarias. Las previsiones que arrojan algunas fuentes como el Centro de
Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y Crecimiento (CIPPEC)
estiman que la pobreza aumentara de forma alarmante afectando de forma directa
a la niñez.
Al mismo tiempo la llamada oposición poco ha hecho
por ofrecer soluciones factibles que den alternativas de una salida coherente y
colectiva para frenar el proceso de hundimiento de la situación socio económica
y del estado. Para peor, los personajes políticos que han salido a expresarse
en las últimas horas han sido parte de la debalce económico social que situo al
país en la actual situación. En esta misma línea se inscriben los medios y
periodistas (de uno y otro lado) que desde sus tribunas tratan de capitalizar
este descontento tratando de instalar un peculiar sentido del principio
republicano.
Los que se dicen peronistas le dan a éste término el
sentido partidario de épocas pretéritas y que incluso muchos de ellos (Kirchneristas)
nunca adhirieron. Por otra parte, están los “liberales” quienes han encontrado
en medio de tanta mediocridad y corrupción política, la oportunidad para arrogarse
la aparente representación de un republicanismo que en realidad tampoco nunca
respetaron.
Tanto unos como otros son poco creíbles ya que, cada
uno en diversas maneras y de acuerdo a sus intereses, se han acomodado a las
circunstancias del momento político imperante viendo como única preocupación el
momento exacto para cambiar de lugar.
Pero mientras aquellos distraen a la población con
sus impostaciones dialécticas, la crisis comienza a escalar. La desesperación
comienza a tomar formas alarmantes que son aparentemente ignoradas o tal vez
menospreciadas por la Casa Rosada desde donde y al mismo tiempo y por impulso
de CFK, buscan reformar subrepticiamente
la Constitución con maniobras políticas y manipulaciones discursivas.
El peligro que implica este tipo de maniobras ya
comienzan a materializarse con algunas actitudes y proclamas descuidadas de
algunos actores políticos que evidencia la carencia de autoridad y credibilidad
política con la que cuenta el actual presidente de la Nación.
Signos de esto ya se están advirtiendo en todo el
territorio nacional. Los gobernadores de las provincias más alejadas de la
Capital, hartos de un sistema de reparto tributario injusto, las restricciones
que postergan sus desarrollos regionales y la política del miedo que pareciera
extenderse sin término, han planteado que deben llevar adelante sus propias
políticas para tratar de paliar la situación sin esperar nada de nación.
Incluso la idea de la secesión territorial está dando vueltas en provincias
como Mendoza donde hace años existe un Lobie llamado “MendoExit” que propone
como solución a sus problemas económicos, separarse de la Nación.
Estas señales de disociación no son nuevas ni
exclusivas de la provincia de Mendoza. El gobierno de San Luís allá por finales
del año 2001 y comienzos del 2002 en plena crisis económico-social estuvo
trabajando en la posibilidad de separarse del resto del país, incluso –tras establecer gestiones con la empresa de
armamento rusa Rosoboronexport- previendo
la posibilidad de conformar una fuerza armada propia para defender sus
aspiraciones independentistas. Considerando el estado en el que ya se hallaba
la defensa de la nación y las posibles adquisiciones que habría tenido una
hipotética milicia independentista puntana, habían posibilidades ciertas de una
situación cruenta.
Pero la actual atmósfera de desintegración política va
más allá del “Peronismo” y de los militantes del “PRO”, quienes han llevado su
batalla al centro de poder real del país. Las tiranteces que se han agudizado
en estos últimos meses entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y la
provincia de Buenos Aires, revelan una rivalidad disgregante que se halla
teñida por intereses partidistas que nada tienen de republicanos.
Entre tanto, estos tironeos ideológicos y las
rencillas partidarias parecen estar yendo demasiado lejos. En semanas pasadas
se registraron varios atentados contra los “silobolsas”, depósitos de semillas que
fueron rotos y su contenido dañado en los campos bonaerenses y de Santa fe.
Pese a que los medios se hicieron eco de estos hechos, no profundizaron en las
implicancias políticas sectoriales involucradas. Las versiones de protagonistas
en algunos de esos ataques, pudieron corroborar que esas incursiones estaban
bien preparadas y su origen político muy bien identificado.
En uno de esos episodios, los campesinos de General
Las Heras en el noroeste de la provincia de Buenos Aires pudieron atrapar con
las manos en la masa a grupos de hombres que estaban siendo transportados en
camiones que se internaban en los campos para que rompieran los silobolsas y
les rociaran con productos químicos para inutilizar su contenido. Las fuentes
de éste caso particular refieren a que los campesinos altertados de esto en
altas horas de la noche, se movilizaron rápidamente con sus camionetas y
armados con sus armas particulares conociendo bien los caminos rurales, lograron
rodear y capturar a varios de estos sujetos quienes al verse perdidos y
asustados por la situación, alegaron que habían sido enviados desde Buenos
Aires pagándoles a cada uno de ellos sesenta mil pesos.
Como puede verse, no
hay dinero para reactivar la producción pero sobra el para tareas sucias. Los
medios no quisieron dar a conocer estos hechos por un claro temor a
retroalimentar la furia ya existente en la población.
Los últimos intentos del gobierno por desacreditar
estos ataques han sido tratar de achacárselo a las “mulitas”, un animalito de
campo característico de los campos de la provincia de Buenos Aires. Por cierto
que éste animalito, a quien el gobierno pretende endilgar esas acciones
coordinadas y peculiarmente destructivas, no habría podido rociar con químicos los
granos almacenados. El planteo de este tipo de hipótesis pone más oscuridad
sobre la ya existente.
El 9 de julio se realizo un nuevo “banderazo” que
movilizo a en varias ciudades del país una gran parte de la población sin
identificación de banderías políticas reclamando por el respeto a la
Constitución (y los principios republicanos que la integran: Igualdad ante la
ley, publicidad de los actos de gobierno, responsabilidad en la función pública),
el final de la eterna cuarentena y basta de impunidad. Para algunos esto sería
la demostración de un republicanismo ausente durante todos estos años, para
otros intentos desestabilizadores contra el gobierno. Hay que mencionar que
personajes como Mauricio Macri y Elisa Carrió trataron de usufructuar esto, usando
el termino república como estandarte pero sin una aceptación general.
Ciertamente que es una demostración de un republicanismo,
pero no como lo interpretan y pretenden insuflarlo algunos medios llamándolo
“republicanismo popular” o “democrático” con la intensión de arrimarlo a su
tendencia pro-anglosajona que mirando tan solo un poco de la historia
contemporánea y reciente de los EEUU (autoproclamado campeón de la democracia),
lo único que hay de republicano en este país del norte es el nombre del ala más
recalcitrante, despiadada y violenta de la clase política de su historia.
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