miércoles, 14 de octubre de 2020

 

“EL PODER DE LA PERSUACIÓN”

El conflicto de Nagorno Karabaj  puede ser la oportunidad para que la Federación rusa haga valer su peso propio dentro del Grupo de Minsk

 

Por Dany Smith

Cuando por finales de septiembre estallaron los combates entre armenios y azeríes en sur del Cáucaso, muchos analistas especularon que sería muy difícil detener los enfrentamientos y sentar a las partes en una mesa de conversaciones. Ambos y cada uno por merito propio han demostrado que más allá de las causas territoriales y políticas que fundan sus reclamos, existe una aversión viceral que los enceguece hasta el punto de no querer entender razones. Tal como en una pelea de perros, ambos se trenzarían en una lucha encarnizada y no se soltarían hasta desangrarse.

Obviamente hay interesados en que esto se produzca y trabajan en ello para que este conflicto se perpetúe en el tiempo.

Como vimos, desde occidente solo se hicieron exclamaciones meramente retoricas y sin sentido. Tanto Washington como París (como miembro del Grupo de Minsk) no estaban ni están a la altura de poder ofrecer soluciones inteligentes para concluir con un conflicto tan complejo. Al mismo tiempo, los oportunistas de siempre que como los buitres, merodeaban los campos para hacerse de los restos esparcidos en el campo de batalla, se lanzaron sobre su presa. Uno de ellos, el primer ministro turco Recep Tiyip Erdogan quien anteponiendo las ambiciones geopolíticas de una Turquía expansionista (predecesora del Imperio Otomano), no ha medido las consecuencias de apoyar a uno de los contendientes como lo es Azerbaiyán.

Para despejar algunas conjeturas sobre las razones de este apoyo, digamos que, la faz cultural y religiosa –por ser ambos musulmanes- no es la principal razón que mueve a los turcos sunitas a dar su apoyo a los chiitas azeries. Su apuesta se centra en la importancia energética que revitse Azerbaiyán.

Tampoco lo han hecho los israelíes quienes antes de que esto se desatara enviaron al menos dos portentosos aviones de transporte “Iluyin-Il76” cargados de armamento  con destino a Bakú. Claramente –a las estrechas relaciones secretas entre Israel y Azerbaiyán-  hay en esta muy lucrativa operación comercial, un trasfondo geopolítico que importa a Netanyahu y su gabinete,  que al parecer también ha sido refrendado por el ministro de defensa Beny Gantz.

Ciertamente que gracias al gobierno de Bakú, el Mossad israelí puede operar libremente sobre Irán y es por ello que no puede dejar de retribuirle con su apoyo bélico. Pero los israelíes no solo están apoyando a los aseríes. Es muy probable que el Mossad también se halle operando tanto dentro de Armenia como en el corazón de la república separatista de Artsaj con el fin, sea cual fuere el desenlace, no perder una ventaja estratégica dentro de la región. 

Igualmente no seamos crédulos y digamos que son varias las agencias de inteligencia foráneas que operan en la zona y cada una de ellas, bregando por establecer lazos y alianzas estratégicas que respondan a los intereses de sus respectivos países. Igualmente es advertible que los objetivos de Tel Aviv están más allá de su tan clamado “derecho de defensa”, argumentado recurrentemente para justificar sus acciones violentas que amplian la inseguridad. Sus objetivos incluso van más allá de buscar un acceso estratégico sobre Irán teniendo como una de sus prioridades más importantes, el arsenal nuclear de Pakistán.

Vladimir Putin esta conciente de estas intensiones y no permitirá estos despliegues maliciosos.

Rusia es uno de lo principales interesados en detener las hostilidades y mucho más, en frenar la injerencia turca la cual entre otras cuestiones, ha insertado en la zona unos 4000 mercenarios traídos desde Siria, los mismos que reciben el apoyo y entrenamiento en la base de las fuerzas especiales estadounidenses en “Al Tanf”, al sudeste de Siria. Aunque hoy Erdogan estaría maniobrando por su cuenta y distanciado de Washington, no olvidemos que en 2014 fue uno de los socios principales en el despliegue del “Estado Islámico”  impulsado la CIA durante la administración de Obama.

La intervención diplomática de Rusia ha dado un giro esperanzador para esta situación aunque ello no ha obstado a que ambas partes sigan cayendo en las provocaciones mutuas que tratan de reactivar la dinámica de una guerra abierta. Y es que la intransigencia es notable pese a que el 10 de octubre a instancias del canciller ruso Serguei Lavrov se acordó un alto al fuego. Los armenios no pretenden devolver los altos de Nagorno Karabaj y los azeríes –tras treinta años de infructuosas tratativas- no creen que puedan recuperar esos territorios con negociaciones.

Hay mucho en riesgo y Vladimir Putin lo sabe muy bien. La estabilidad regional está en juego y junto a ella, la prosperidad para que puedan desarrollarse nuevos emprendimientos comerciales vinculados a la explotación del gas y el petróleo. En ese sentido, el Kremlin no permitirá que se importen juegos sucios que intenten recrear escenarios de un caos perpetuo pero controlado (como ya lo vemos en el Oriente Medio y el Norte de África) que –bajo el argumento de la seguridad mutua- busca la injerencia  de la OTAN en la región con la finalidad de contener a Rusia y a China.

Tan solo hace unas semanas, la intervención de Moscú logro frenar revueltas callejeras en Bielorusia que estaban siendo apoyadas desde occidente explicitando las amenazas que acechan a la estabilidad regional.

Es una situación muy compleja ya que, Rusia y EEUU son miembros del “Grupo de Minsk” (de la OSCE) y es dudoso que puedan hallarse coincidencias que no se vean interferidas por sus desacuerdos geopolíticos. En último sentido, la actual postura de la Casa Blanca, por la aparente postura “Jacksoniana de Trump”, poco le interesaría entrometerse en el conflicto.

Pero existen motivos para dudar de esa apatía. Los movimientos que ha estado haciendo EEUU en estas últimas semanas, revelan la puesta en marcha de planes para establecer alianzas estratégicas con países árabes del norte africano y euroasiáticos con fines hostiles hacia las iniciativas geopolíticas rusas y chinas en esas regiones.

En lo referente al conflicto en el Cáucaso sur, Rusia es el único actor regional con autoridad reconocida que puede sentar a las partes a una mesa de negociaciones y persuadirles a llegar a un acuerdo a los fines de mantener una estabilidad razonable. Ello quedo comprobado tras el llamado de Putin a un alto al fuego aun si solo durara unas horas, marco la diferencia en comparación con las gestiones de sus colegas occidentales. 

 

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