domingo, 11 de octubre de 2020

 

 

“¿GUERRA CIVIL EN CIERNES?”

La sorda lucha por el poder entre “Jacksonianos” y los “liberales internacionalistas” en Washington se está reproduciendo peligrosamente en una sociedad convulsionada

Por Charles H. Slim

La inestabilidad social y política ha dejado de ser una cosa de los países tercermundistas o subdesarrollados para hoy verse muy claro que también son problemas que se manifiestan en los centros del poder global. Los EEUU hace tiempo que ha dejado de ser el modelo a seguir y ello se debe en parte a su muy discutible transparencia política y electoral. Sin dudas promocionar la democracia cuando la brutalidad policíaca es una regla común y el zaqueo a otras naciones punta de fusil es parte de su política exterior, es algo filosóficamente muy discutible de sostener.

Los representantes electos, han convertido a la política (y en particular a la alta política) en un negocio para beneficio propio y a la nación como el vehículo para concretarlo. Bajo estas circunstancias queda claro que el interés general importa poco siendo la frase más común para aquellos profesionales de la representación política “al diablo los intereses de la nación”. Era de esperar que la confianza fuera mermando de forma paulatina.

Fue aquella desconfianza popular la que colocó a un “Outsider” como Donald Trump (a quien muchos consideran como un Jacksoniano) en la Casa Blanca desatando una acusada molestia en el mundo de la política estadounidense. A partir de allí, las presiones desde medios alineados a la “familia política” que se ubica en el liberalismo expansionista (Jeffersonianos) de Washington hizo de Trump el blanco de todo tipo de golpes bajos y mofas sin obtener por cierto, algún efecto en el ánimo del mandatario.

A la par de esas operaciones de medios, la oposición política demócrata no ha perdido el tiempo y sin ningún escrúpulo ha buscado todas las formas por desbancarle. Pero el pueblo estadounidense no confía en esta oposición y no ve en estas maniobras otra finalidad más que la de bucar oportunidades para obtener réditos  en pro de sus propios intereses.  

Asimismo, detrás de estas maniobras políticas públicas existen movimientos telúricos dentro de la Comunidad de inteligencia que demuestran fracturas y desacuerdos de algunos sectores, interesados (con el apoyo de algunos militares del Pentágono) por derrocar al actual presidente.

La crisis socio política atraviesa todos los niveles y estamentos de la vida norteamericana y las agencias federales de inteligencia son parte de ella. Sumado a ello, la agitación social que ya se venía gestando por décadas de desigualdades, que detonó por los abusos policiales que sacudieron las calles (caso George Floyd), el incremento de la desocupación (que afecta puestos de empleo en centros de comercio y la industria) y un confinamiento sanitario que se ha vuelto insoportable para buena parte de la población, complica seriamante la existencia de Trump.

En lo referente a la administración sanitaria de la pandemia, es un problema que sigue latente ya que no ha sido resuelto por los gobernadores de cada uno de los estados de la Unión y la misma administración federal liderada por un presidente que reiteradas veces y cuando lo conviene menoesprecia el peligro y la importancia de cuidarse en la pandemia. Precisamente, muchos sospechan que Trump podría usar la excusa del COVID para anular o al menos suspender las elecciones de noviembre, lo que agrega más encono de aquellos que quieren desplazarle.

La última oportunidad que se ha presentado a la oposición es el contagio de COVID 19 que sufrió Trump para lo cual recibió un tratamiento farmacológico que habría alterado su –ya de por sí- estado mental, sugiriendo así al publico norteamericano ¿Es capaz el presidente Trump de seguir liderando los destinos de la Unión? Una de sus principales rivales políticas como lo es la presidente de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, no ha tenido ningún problema en señalar que el presidente esta desconectado de la realidad y para ello ha sugerido que debe evaluarse su condición mental.

Cuando se informó que Trump de 74 años de edad se había infectado, sus rivales políticos sin dudas especularon que podía llegar a sufrir las consecuencias letales por ser un sujeto de riesgo. Pero, lejos de esas esperanzas Donald Trump en pocos días –al contrario de las especificaciones médicas- y tras recibir aquel tratamiento farmacológico,  inmediatamente comenzó a realizar por Twitter comentarios contradictorios y muy ácidos que provocaron especulaciones sobre su estabilidad psicológica.

Nancy Pelosi no desaprovecho la oportunidad y puso este comportamiento en el centro de la discusión pública, llamando a crear una Comisión de revisión para evaluar la viabilidad para que el presidente pueda seguir en su puesto y para el caso de no estar en condiciones, ser destituido ¿Quién lo reemplazaría? Obviamente el santurrón de Mike Pence quien recordemos, cuenta con la base de apoyo de los conservadores y los lobistas pro-israelies de Congreso.

Y mientras las intrigas en la Casa Blanca no tienen fin, en el interior las cosas se recalientan a niveles impensados. Se sabe que en varios estados la situación de la pandemia de COVID 19 ha puesto en jaque sus distritos y ha obligado en alguno de ellos a un estricto confinamiento bajo una vigilancia marcial que encendió la ira de los constitucionalistas más extremistas quienes, apoyados por los comentarios de Trump, reprochan a sus gobernadores ¿Por qué no podemos circular libremente si ello es una garantía constitucional?

Ha sido por estos comentarios y por algunas relaciones que la oposición  acusa a Trump de simpatizar con las milicias supremacistas del sur.

De este modo, las expresiones de ciudadanos que se oponen a estas políticas gubernamentales han pasado a ser calificadas por la justicia como parte de una “retorica antigubernamental” lo que pone en evidencia dos situaciones preocupantes para las libertades civiles: El gobierno vigila a sus ciudadanos y para ello invade su intimidad, demostrando que la democracia en casa es un adorno fuera de moda.

De este modo, las críticas de ciudadanos comunes se han mezclado con las discusiones entre miembros de grupos extremistas para llevar adelante acciones más decididas contra el gobierno.

Uno de estos casos se ven en Michigan, donde la oposición al confinamiento ha tomado formatos extremos. En este estado y en varios otros estados del sur existen organizaciones para-militares (Movimiento Boogaloo) vinculadas a la ideología supremacista y patriótica que se opone a las políticas del gobierno federal y en particular al manejo que hace de los destinos de la Unión. Una de ellas la “Wolverine Watchmen” que habría estado detrás de un intento de golpe institucional contra la gobernación de Michigan que fue desbaratado por las autoridades federales.

Aparentemente, este grupo de insurgentes había planeado el secuestro y posterior asesinato de la gobernadora Gretchen Whitmer con la finalidad de desatar una escalada de violencia que desembocaría en una guerra civil. Para algunos mal pensados, esto huele muy sospechoso ya que la sola publicación de esto ya victimiza a una gobernadora que se sabe,  no tolera al presidente Trump.

Aunque ello causa sorpresa a los ojos externos, para los estadounidenses estos grupos insurgentes ultraderechistas son una realidad que viene creciendo desde comienzos de los años noventas y que en los últimos años han incrementado sus operaciones bajo el principal argumento de la desconfianza hacia el poder central acusado de desvirtuar los principios de la Constitución.

Aunque la sustentación financiera de estas milicias proviene de sus miembros, hay sospechas de que estarían recibiendo apoyo encubierto de sectores de la inteligencia (como activos), algo que siembra la consternación entre los burócratas de Washington.

Si más rodeos, se trata de terrorismo interno (aunque ello molesta al Departamento de Estado) y claramente el término, no tiene ninguna vinculación con el extremismo islámico como lo han ligado de continuo y de forma deliberada –para justificar intervenciones sobre otras naciones-  los Medios masivos en los EEUU y del occidente europeo. Estas milicias han demostrado que no tienen escrúpulos en usar la táctica del terror para lograr sus fines políticos aún si deben matar a sus propios conciudadanos. La voladura del edificio del FBI en Oklahoma en 1995 es la prueba de ello. Lo que sucedió en Michigan puede ser la muestra de algo que abarque a todo EEUU.

Sin lugar a dudas, el FBI logro desbaratar una operación terrorista domestica pero ello no significa que haya conjurado el descontento y la militancia que apoyan esas ideas entre las que se cuentan la secesión. Más de un centenar de estas milicias entre las que revisten veteranos de Afganistán e Iraq, esperan en la sombra para intentarlo cuando las condiciones sean propicias. Con éste problema sin resolver  y considerando como se ha manipulado desde el 2001 el término terrorismo, muchos deberían preguntarse ¿Quién debiera intervenir en los EEUU para combatir este terrorismo con finalidad secesionista?

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