domingo, 25 de julio de 2021

 

“UNA PAREIDOLIA POLITICA”

Detrás de la fachada de un estado perfecto

 

Por Charles H. Slim

Así como puedes tener visiones de un oasis en el horizonte del desierto por un golpe de calor, o ver todo tipo de animales por una intoxicación etílica o narcótica, puedes llegar a creerte que ciertas situaciones que mostradas como normales o disfrazadas como comunes en realidad esconden otras intensiones. La pareidolia, una palabra muy utilizada desde hace algunos años hasta esta parte describe un fenómeno psicológico donde un estimulo vago y aleatorio es percibido erróneamente como una forma reconocible. Algo así como darle a una determinada forma o apariencia, una entidad que en realidad no tiene.

¿Cómo podríamos aplicar este concepto a la política o más bien a la geopolítica de un estado? Bien, eso lo vemos muy claro con las políticas que implementa el estado de Israel para tratar de ir ganando territorios de los pobladores palestinos sin ser advertidos por la opinión pública global. Desde que se instalo en 1948 los sionistas a la par del uso del terror y la fuerza militar han puesto a rodar todo tipo de engaños tendiente a este objetivo. Desde ese entonces, millones de palestinos se vieron obligados a punta de fusil a marchar con sus bártulos al exilio dejando atrás sus propiedades y sus afectos; quienes se resistieron fueron asesinados y enterrados en fosas comunes. Demasiadas cosas feas e inconvenientes para que sean recordadas.

El primer objetivo fue la de obtener una superioridad demográfica judía en Jerusalen que tuvo su pico con la inmigración del este tras la caída de la URSS en 1991. A partir de esto, se dispararon los incentivos económicos del estado para ingresar más colonos importados que se ubicarían en asentamientos construidos gracias a las facilidades de financiamiento para la construcción de complejos de viviendas sobre territorios ocupados y posteriormente robados a los palestinos.

El “Kibutz” es sin dudas uno de ellos. Bajo la apariencia del trabajo comunitario para la explotación agraria de una granja, Israel fomentó desde ese entonces la inmigración para que judíos de varios países llegaran (especialmente de EEUU) y establecieran lazos con otros judíos y así, además de la fraternidad, tejieran un compromiso político con el estado y con la tierra que estaban trabajando. Obviamente, un detalle a parte y que las organizaciones sionistas que promocionaban estas cuestiones no aclaraban (ni lo hacen al día de hoy) que esa tierra había sido previamente arrebatada (en la mayoría de los casos violentamente) a los nativos árabes palestinos. No fue sino hasta finales del siglo XX que se comenzó a conocer de una forma masiva y detallada, cuales eran las consecuencias de estas benéficas cooperativas agrarias para los palestinos.

Pero más allá de la mala prensa y las criticas que esto trae a un estado ocupante como Israel, se sabe que el uso de la fuerza tiene sus límites y tolerancia política y abusar de ella todo el tiempo vuelve a cualquier gobierno o a un estado como insostenible. No solo se trata de cuestiones de índole político (referente a la imagen ante la opinión pública) lo que la condicionan a mantener semejante orden de cosas, sino también hay cuestiones de índole psicológico las que se ven implicadas. Es en este último sentido que los sionistas han hecho de la psicología una de sus armas más precisas y refinadas para tratar de que su empresa, a pesar de ser abiertamente contraria a los derechos de los palestinos, a los preceptos de la Carta de Naciones Unidas y al derecho internacional humanitario, sea vista como hasta benéfica a los ojos de otros. Obviamente esto implica la fabricación de argumentos y relatos falseados que suficientemente mantenidos en el tiempo pueden hacer sedimento sobre una parte de la opinión pública.

En este caso no se trata de un poder de convencimiento sino de una combinación de complicidades políticas, mucho dinero y una muy buena cobertura de los medios que describen una realidad que no es. Podríamos mejor decir, una persuasión mediante el engaño. Cuando el Papa Francisco en mayo de 2014 en ocasión de una visita a Israel se movilizaba por la carretera que bordea el infame muro de Cizjordania al ver un grafity que rezaba "Santo Padre, necesitamos que alguien reclame justicia", ordenó detener la caravana y para malestar de los israelíes que acompañaban su peregrinar, bajó del automóvil y tras colocarse al pie de la mole de concreto rezó unos minutos frente a ese murallón. Recién allí muchos entendieron que ese muro no era una “valla de seguridad” como coloquialmente lo denominan los medios y periodistas adictos a Israel sino, una injusticia real y presente, un monumento al segregacionismo que espera una urgente respuesta de la justicia internacional.

Cuando Israel asalto el buque turco “Marvi Marmara” que iba con ayuda humanitaria a Gaza, las consecuencias políticas y de relaciones públicas para Tel Aviv fueron tan desastrosas que incluso muchos dentro del mismo estado levantaron furibundas críticas por esa falta de tacto para explicar lo que -sin que lo supieran los israelíes- había sido grabado en vivo y retrasmitido por internet a todo el mundo ¿Cómo tipos como Avigdor Lieberman y su séquito de ultra sionistas o el mismo Naftaly Bennett podían explicar semejante abuso de fuerza y las muertes que causaron contra un barco humanitario? Uno de aquellos críticos fue el periodista israelí Yair Lapid quien consideró la labor del Departamento de Relaciones Públicas de Israel como lamentable. Claramente a Lapid le importaba poco los tripulantes asesinados si no, que se había hecho masivamente público dichos crímenes.

En lo que respecta a la política exterior y sus ambiciones geopoliticas, Israel ha sido un activo y nefasto protagonista en las calamidades desatadas en el Líbano, Iraq y desde 2011 hasta el presente en Siria donde a la comprobada cooperación con las bandas wahabí y takfir, viola impunemente su soberanía y causa daños en la población siria con sus ataques arteros desde el espacio aéreo libanes.

Pese a esto se suele escuchar por los medios en occidente que Israel es la democracia del Oriente Medio. Pero la brecha entre la propaganda y la realidad es cada vez más ancha. Hay muchos testimonios dentro de la misma comunidad judía global como de la sociedad israelí que no comparten esto. El caso de la escritora Alison Weir es uno de tantos intelectuales judíos quienes como Norman G. Finkelstein, Ilán Pappe y muchos otros, desde hace mucho viene denunciando todo esto yendo más allá -a riesgo de amenazas ciertas contra sus vida- exponiendo las brutalidades y las arbitrariedades que desde hace setenta años comete el estado de Israel contra los árabes palestinos.

En su última obra titulada “La historia oculta del estado de Israel”, Weir relata como el sionismo -no los judíos comunes- como ideología laica de un “nacionalismo judío” decimononico creado por el periodista austro húngaro Theodor Herzl se apoyo desde sus inicios en el Imperio Británico y luego tras el final de la segunda guerra mundial al ver el poderío que adquirió EEUU, profundizaron sus actividades para obtener apoyo en la causa.

Asimismo, existen otras manifestaciones contrarias al relato sionista, como ese muro de “Apartheid” que corta Cizjordania, las brutalidades y su extenso prontuario de acciones mortales (públicas y clandestinas), arbitrariedades y bestialidades no se condicen con el termino democracia y el respeto a los derechos humanos. Sumado a esto las arbitrariedades de una justicia ocupante que sin legitimidad alguna trata de legalizar las usurpaciones y las agresiones como las que intentaron llevar a cabo los colonos sionistas en “Sheik Jarrah” a mediados de mayo pasado, son uno de tantos casos de esa inconsecuencia discursiva.

En un Status Quo que busca la supremacía imprimiendo el terror, destruyendo hogares, colegios y hospitales e incluso, adulterando las huellas culturales de los ocupados intentando hacerles desaparecer de la historia, no puede menos que ser considerado como una sigilosa limpieza étnica verdaderamente anti semita.

Ya con ello podemos intuir que los sionistas tienen un notable desprecio por la vida del árabe palestino (musulmán o cristiano) al que (a la luz de estos precedentes) no lo consideran como un ser humano. Estas consideraciones no solo laten en el sentir de los palestinos que han perdido familiares a manos de la maquinaria militar de las FDI o sus pistoleros de la policía secreta o “Shin Bet” (con ramificaciones con las organizaciones extremistas judías), sus hogares y sus bienes saqueados a manos de los colonos importados sino también, de una creciente franja de jóvenes "milenials" israelíes quienes desde hace tiempo vienen tomando cabal consciencia de todo ello y están discutiendo en el seno de sus propios  hogares y colegios la legitimidad de su posición que fanáticamente se inculca desde el estado.  Sumado a ello, el paso de una familia corrupta por el gobierno como los “Netanyahus” liderada por un criminal de guerra como Benjamín “Bibi” Netanyahu reemplazado por un primer ministro como el actual Naftali Bennett supuestamente muy creyente y religioso (que concurre al Muro de los Lamentos), quien ha dicho muy suelto de cuerpo que “matar árabes no trae consecuencias”, sin dudas no es la mejor muestra de una democracia al mejor estilo anglosajón. Tampoco es un signo de democracia y civismo las magnificas relaciones que el régimen estatal y las organizaciones sionistas tienen con los partidos ultraderechistas en el mundo especialmente con aquellos europeos abiertamente islamófobos.

Demasiadas aristas inconvenientes en el relato sionista actual que igualmente no harán detener sus ambiciones, solo cambiaran los métodos y el enfoque para llevarlas a cabo.

En este contexto, la guerra de conquista ha necesitado de otras tácticas para concretar y consolidar sus objetivos estratégicos y mesiánicos como es para los sionistas establecer el “Gran Eretz” y ello significa, hacerse de territorios ajenos. Pero esos territorios deben ser ocupados y para ello Israel desde hace décadas que viene implementando todo tipo de operaciones para establecer una paridad demográfica con los palestinos quienes procrean muchos hijos en comparación al judío israelí. Desde hace tiempo que se denuncian practicas eugenésicas israelíes que mediante el uso de armas quñimicas como el Uranio pobre” de las bombas de sus obuses, el rocio deliberado de químicos desde Drones, o el envenenamiento de fuentes de agua potable y de los cultivos, tratan de cortar o al menos disminuir la fertilidad de las mujeres árabes.

En la década de los cincuentas, el Mossad al mismo tiempo que bregaba por llevar mas judíos a Palestina, implemento una serie de operaciones clandestinas destinadas a vaciar territorios árabes mediante el traslado de palestinos a otras latitudes. El caso de la localidad “Ciudad del Este” ubicada en la llamada “Triple Frontera” entre Argentina, Paraguay y Brasil es uno de ellos y el cual los sionistas -como muchos otros asuntos- quisieran esconder bajo la alfombra.

Pero sacar a los nativos árabes es una cosa y poblar de judíos sus tierras es otra. Fue por ello que el fomento de la natalidad en las familias judías era una parte en este esfuerzo. Igualmente ello llevaría mucho tiempo. El primer objetivo era “judeizar” Jerusalen y progresivamente el resto de los los territorios palestinos. Para ello fue necesario acudir a la transplantación de judíos importados desde otras latitudes, especialmente desde América y Europa. Producto de estas políticas demográficas del estado son los colonos ultraderechistas quienes además del apoyo económico y político (del Lobby sionista anglosajón), reciben armas, entrenamiento y doctrina militar del ejército. Bajo el relato de que Israel es un pueblo agredido, portar y usar las armas indiscriminadamente contra los árabes es una cosa común en esta sociedad. Muchos de estos colonos, amparados por el gobierno y garantizada su impunidad por juzgados de ocupación, han sido autores de asesinatos, atentados y masacres colectivas contra los palestinos.

Igualmente Israel, además de la propaganda difuminada por los medios occidentales, usa otras tácticas más seductoras y que bajo la pátina de la imagen de una sociedad “avanzada” que ofrece comodidades materiales para la vida y altamente desarrollada en el campo tecnológico, busca persuadir a quienes gusten de emigrar desde otras latitudes. “Aliá” es otra herramienta para ello. Se trata de la Agencia Judía para Israel, creada por la organización terrorista “Haganá” en la década de los treinta para introducir clandestinamente judíos en Palestina cuando se hallaba bajo el protectorado británico. Actualmente, legalizada por el sello de goma del estado israelí, lleva adelante actividades de promoción y previa investigación de los postulantes ciudadanos no judíos de otros países a quienes ofrece facilidades para que vayan a vivir a Israel. Uno de los más entusiastas en comprar la propaganda sionista son ciertos sectores de la sociedad argentina quienes dotados de una asombrosa elasticidad en sus convicciones (incluso religiosas) con tal de sacar una ventaja para sus bolsillos, ven muy tentadora la oferta de instalarse allí.

La pandemia ha propiciado la oportunidad de oro para esto y un país como Argentina que se haya en medio de un caos económico cíclico que está empujando a miles de sus habitantes a migrar al exterior en búsqueda de mejores oportunidades, los cantos de sirena de las organizaciones sionistas que reclutan a estos oportunistas son sin dudas hipnotizantes. Así lo revelan las fuentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que aseguran que “Aliá” ha recibido un gran número de postulantes para ir a Israel que se suman a los jóvenes judíos argentinos que al cumplir los 18 años van a enlistarse en las FDI y así, hacer sus experiencias reprimiendo a los palestinos o participando de alguna que otra operación secreta contra los vecinos árabes.

Más allá que muchos de estos postulantes para ir a Israel no conocen cual es la situación real o no les interesa conocerla y con mucho gusto se creen la propaganda de los medios, sin dudas que será cuestión de tiempo para comprueben con sus propios ojos el Status Quo existente y que como lo es una pareidolia, las cosas no son como aparentan.

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