“DE
RASEROS DOBLES”
Por
qué no son creíbles las manifestaciones pro-ucranianas de los medios occidentales.
La pregunta que estos sectores de la hipocresía no quieren responder ¿Quién
tiene más muertos escondidos en el placard?
Por Charles H. Slim
Cuantas
veces habrá usted escuchado este término en lo que hace la política exterior
norteamericana. Cuantas veces habremos oído a diferentes administraciones de la
Casa Blanca, justificar lo injustificable y al mismo tiempo tolerado y
maquillado por los medios de cada momento.
Hoy vemos como la administración de Joe Biden se
desgarra las vestiduras por la incursión rusa sobre Ucrania y se olvida de su
larga política de agresión y de invasiones apenas unos años antes contra el
mundo árabe islámico. A diferencia del gran circo y propaganda que hoy vemos en
los medios occidentales, particularmente en los que replican de forma simplona
algunos medios argentinos, no vimos el mismo ardor para condenar violaciones a
la ley internacional por parte de EEUU y sus aliados.
No se trata de justificar la invasión rusa ni nada por
el estilo, solo hay que poner en consideración cómo se tratan a unos casos y
cómo se trata a otros cuando se trasgrede la ley internacional. En lo que hace
a la guerra en Europa no empezó hace una semana (como dijo Boris Johnson), hace
ocho largos años que estaba en curso, pero ni Washington ni Londres dijeron
nada. A primera vista se advierte una notable desigualdad, la hipocresía y una
perniciosa parcialidad para condenar y ejercer medidas punitivas contra los
agresores según sea el caso. En lo referente a los medios argentinos de clara
tendencia anglófila y atlantista además de la hipocresía que les caracteriza debemos
sumar la ignorancia que los lleva a hablar con total desconocimiento y
liviandad.
Haciendo tan solo un poco de historia recordemos al
gran protegido de occidente, el estado de Israel que tras invadir dos veces el
Líbano en 1978 y en 1982, además de las bestialidades cometidas contra la
población civil libanesa decidió quedarse por veinte años ocupando una franja
de territorio al sur sin que ello hubiera despertado la indignación de
Washington y mucho menos de la OTAN. Por el contrario, los israelíes recibían
ayuda militar, financiera y cobertura diplomática para sostenerse en esa
situación.
Cuando Argentina hizo valer su derecho a reivindicar
sus legítimos derechos sobre las islas Malvinas en abril de 1982, el supuesto
aliado continental que era EEUU violo su obligación de poner en marcha el Tratado
de Asistencia Recíproca TIAR y no contento con ello junto a la OTAN, dio cobertura
de inteligencia y suministro de armas a Gran Bretaña. Aún resuenan en muchos
argentinos aquellas supuestas gestiones de paz del Secretario de Estado
norteamericano James Baker quien decía una cosa en La Casa Rosada y luego otra muy
distinta a Margaret Thatcher en “Downing Street 10”. Sumado a esto, el país
sudamericano debió soportar el bloqueo económico de la entonces Comunidad
Económico Europea (CEE), el escarnio informativo de la prensa pro-británica y
las presiones que ello imprimió sobre la estabilidad socio-económica del país.
Un año después en 1983, EEUU invade la pequeña isla de
Granada bajo los pretextos de proteger a los ciudadanos estadounidenses de la
isla y asegurar “la democracia” contra la amenaza comunista de Cuba. Tampoco se
hizo nada desde la ONU para condenar este accionar que causó muertos civiles y
hoy solo es una pequeña anécdota en el cajón de los recuerdos de las
violaciones al derecho internacional por parte de Washington.
Tal como sucede en la actualidad con los atlantistas y
anglófilos, los gobiernos latinoamericanos que se hallaban alineados a
Washington y mucho menos las organizaciones regionales como la OEA se
atrevieron a condenar y mucho menos a poner en marcha alguna medida de boicot o
sanciones económicas y comerciales contra EEUU que demostrara su compromiso o
preocupación por el respeto a la ley internacional ante semejante violación a
la soberanía de esa isla caribeña.
Seis años después, en 1989 los EEUU meses después de
que el ex jefe de la CIA George H. Bush llega a la Casa Blanca, decide que su
viejo amigo y socio en los negocios de la “agencia”, el General Manuel Noriega,
ya no era de utilidad y por el contrario representaba un peligro para su propia
estabilidad política ya que conocía los oscuros y sucios pormenores de las
actividades de la CIA en épocas bajo su dirección implicando temas tan molestos
y embarazosos como el financiamiento mediante el tráfico de drogas y la venta
de armas (Irán-Contras). Fue así como y bajo los argumentos de siempre, EEUU
invade Panamá causando muerte y destrucción. Aquí tampoco hubo una condena de
los organismos regionales e internacionales y mucho menos, compensaciones de
guerra para las víctimas.
En 1990 tras la invasión de Iraq a Kuwait, EEUU
apoyado en intereses estratégicos propios (no de Kuwait o de sus ciudadanos)
sobreactuó la crisis y llevó a que Naciones Unidas le proporcionara la
cobertura jurídica para condenar la acción de Bagdad y al mismo tiempo,
legalizar mediante un ULTIMATUM, el inicio de una de las guerras más
desastrosas de fin del siglo XX (con más de 200.000 civiles muertos). Pese a
las cruentas consecuencias de sus bombardeos sobre las ciudades iraquíes y la
comprobada falta de discrecionalidad para proteger a los civiles, Naciones
Unidas permaneció en silencio, como así también la llamada “Comunidad
Internacional”.
Más cerca en el tiempo y como continuación de aquella
guerra, el desvergonzado montaje de Washington y Londres para justificar la
invasión a Iraq en 2003 no solo era un acto claramente condenable por la
“Comunidad Internacional” sino también, jurídicamente demandable por las luctuosas
consecuencias que dicho acto y la posterior ocupación trajo para la población
iraquí (torturas, violaciones y ejecuciones). Aquí la resistencia iraquí fue
desvirtuada por los medios y caprichosamente (en favor de los invasores) bautizada
como “terrorista”. Asimismo, lamentablemente también fuimos testigos del odioso
relativismo en el valor humanidad de los árabes iraquíes que dicho sea de paso
no es nada nuevo, si vemos las atrocidades que el estado de Israel (sustentado
por EEUU) comete contra la población semita palestina.
En 2010, tras una injerencia silenciosa en todo el
norte de África de las agencias de inteligencia británica, francesa e italiana
(OTAN) llevaron a cabo -bajo la dirección de Washington- la
desestabilización política sobre Egipto y Libia, ensañándose particularmente
con éste último donde la OTAN con la cobertura tendenciosa de los medios y
plataformas de redes sociales occidentales -operando como medios de
propaganda y agitación- y la cooperación de falsas agrupaciones
“jihadistas” (conformadas por delincuentes y mercenarios) financiadas por las corruptas
monarquías del golfo derrocaron a su gobierno y sumieron al país en la miseria
y el caos que perdura hasta el presente.
Hasta el día de hoy, no se ha mostrado voluntad seria
en llevar ante las instancias penales internacionales a todos los responsables
de esta larga lista de crímenes de guerra y lesa humanidad. Incluso, tras la
erradicación de ISIS en Iraq en 2017 y la puesta a disposición de la jurisdicción
de “La Haya” de varios de sus miembros no encuentra ánimo en querer procesarlos
ya que, hay temores (y muy fundados) a que revelen las incumbencias de las
potencias intervinientes, especialmente de EEUU.
En 2014 tras agitar en Ucrania, Washington (por
intermedio de la Subsecretaria Victoria Nuland) conspiro junto a sus socios
para derribar al gobierno de Yarnucovich y tras ese evento sangriento (para
nada democrático y espontaneo) comenzó la persecución y la resistencia de los ciudadanos
rusoparlantes de ese país. Durante ocho años y de forma subrepticia Washington
y los británicos habían estado cooperando con las agrupaciones neonazis como
“Pravdi Sektor” mientras que los pobladores del Donbass pudieron resistir con
la ayuda de los chechenos y de otros voluntarios extranjeros que se unieron a
las milicias independentistas de Donetsk y Lugansk.
En lo que sucedía en Donbass con sus pobladores, poco
o nada les importaba a los medios occidentales y mucho menos, cuando EEUU y sus
aliados eran pillados in fraganti operando en Kiev. Es por eso que las actuales
reacciones sobreactuadas de los medios occidentales no son creíbles y más que
ayudar a los ucranianos (como órganos de propaganda), solo benefician la posición
política de la OTAN.
Pero las fuentes reales en el terreno, es decir, aquellas
que están detrás y muy lejos de las cámaras de los noticieros tendenciosos de
occidente, informan una situación muy diferente a la teatralizada y es cuestión
de tiempo para que los ucranianos y los espectadores extranjeros queden con la
boca abierta cuando adviertan que hace días que la suerte de Ucrania estaba
echada y será allí muy interesante ver que es lo que Washington y sus socios van
hacer al respecto.
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