jueves, 3 de marzo de 2022

 

“DE RASEROS DOBLES”

Por qué no son creíbles las manifestaciones pro-ucranianas de los medios occidentales. La pregunta que estos sectores de la hipocresía no quieren responder ¿Quién tiene más muertos escondidos en el placard?

 

Por Charles H. Slim

Cuantas veces habrá usted escuchado este término en lo que hace la política exterior norteamericana. Cuantas veces habremos oído a diferentes administraciones de la Casa Blanca, justificar lo injustificable y al mismo tiempo tolerado y maquillado por los medios de cada momento.

Hoy vemos como la administración de Joe Biden se desgarra las vestiduras por la incursión rusa sobre Ucrania y se olvida de su larga política de agresión y de invasiones apenas unos años antes contra el mundo árabe islámico. A diferencia del gran circo y propaganda que hoy vemos en los medios occidentales, particularmente en los que replican de forma simplona algunos medios argentinos, no vimos el mismo ardor para condenar violaciones a la ley internacional por parte de EEUU y sus aliados.

No se trata de justificar la invasión rusa ni nada por el estilo, solo hay que poner en consideración cómo se tratan a unos casos y cómo se trata a otros cuando se trasgrede la ley internacional. En lo que hace a la guerra en Europa no empezó hace una semana (como dijo Boris Johnson), hace ocho largos años que estaba en curso, pero ni Washington ni Londres dijeron nada. A primera vista se advierte una notable desigualdad, la hipocresía y una perniciosa parcialidad para condenar y ejercer medidas punitivas contra los agresores según sea el caso. En lo referente a los medios argentinos de clara tendencia anglófila y atlantista además de la hipocresía que les caracteriza debemos sumar la ignorancia que los lleva a hablar con total desconocimiento y liviandad.

Haciendo tan solo un poco de historia recordemos al gran protegido de occidente, el estado de Israel que tras invadir dos veces el Líbano en 1978 y en 1982, además de las bestialidades cometidas contra la población civil libanesa decidió quedarse por veinte años ocupando una franja de territorio al sur sin que ello hubiera despertado la indignación de Washington y mucho menos de la OTAN. Por el contrario, los israelíes recibían ayuda militar, financiera y cobertura diplomática para sostenerse en esa situación.

Cuando Argentina hizo valer su derecho a reivindicar sus legítimos derechos sobre las islas Malvinas en abril de 1982, el supuesto aliado continental que era EEUU violo su obligación de poner en marcha el Tratado de Asistencia Recíproca TIAR y no contento con ello junto a la OTAN, dio cobertura de inteligencia y suministro de armas a Gran Bretaña. Aún resuenan en muchos argentinos aquellas supuestas gestiones de paz del Secretario de Estado norteamericano James Baker quien decía una cosa en La Casa Rosada y luego otra muy distinta a Margaret Thatcher en “Downing Street 10”. Sumado a esto, el país sudamericano debió soportar el bloqueo económico de la entonces Comunidad Económico Europea (CEE), el escarnio informativo de la prensa pro-británica y las presiones que ello imprimió sobre la estabilidad socio-económica del país.

Un año después en 1983, EEUU invade la pequeña isla de Granada bajo los pretextos de proteger a los ciudadanos estadounidenses de la isla y asegurar “la democracia” contra la amenaza comunista de Cuba. Tampoco se hizo nada desde la ONU para condenar este accionar que causó muertos civiles y hoy solo es una pequeña anécdota en el cajón de los recuerdos de las violaciones al derecho internacional por parte de Washington.

Tal como sucede en la actualidad con los atlantistas y anglófilos, los gobiernos latinoamericanos que se hallaban alineados a Washington y mucho menos las organizaciones regionales como la OEA se atrevieron a condenar y mucho menos a poner en marcha alguna medida de boicot o sanciones económicas y comerciales contra EEUU que demostrara su compromiso o preocupación por el respeto a la ley internacional ante semejante violación a la soberanía de esa isla caribeña.

Seis años después, en 1989 los EEUU meses después de que el ex jefe de la CIA George H. Bush llega a la Casa Blanca, decide que su viejo amigo y socio en los negocios de la “agencia”, el General Manuel Noriega, ya no era de utilidad y por el contrario representaba un peligro para su propia estabilidad política ya que conocía los oscuros y sucios pormenores de las actividades de la CIA en épocas bajo su dirección implicando temas tan molestos y embarazosos como el financiamiento mediante el tráfico de drogas y la venta de armas (Irán-Contras). Fue así como y bajo los argumentos de siempre, EEUU invade Panamá causando muerte y destrucción. Aquí tampoco hubo una condena de los organismos regionales e internacionales y mucho menos, compensaciones de guerra para las víctimas.

En 1990 tras la invasión de Iraq a Kuwait, EEUU apoyado en intereses estratégicos propios (no de Kuwait o de sus ciudadanos) sobreactuó la crisis y llevó a que Naciones Unidas le proporcionara la cobertura jurídica para condenar la acción de Bagdad y al mismo tiempo, legalizar mediante un ULTIMATUM, el inicio de una de las guerras más desastrosas de fin del siglo XX (con más de 200.000 civiles muertos). Pese a las cruentas consecuencias de sus bombardeos sobre las ciudades iraquíes y la comprobada falta de discrecionalidad para proteger a los civiles, Naciones Unidas permaneció en silencio, como así también la llamada “Comunidad Internacional”.

Más cerca en el tiempo y como continuación de aquella guerra, el desvergonzado montaje de Washington y Londres para justificar la invasión a Iraq en 2003 no solo era un acto claramente condenable por la “Comunidad Internacional” sino también, jurídicamente demandable por las luctuosas consecuencias que dicho acto y la posterior ocupación trajo para la población iraquí (torturas, violaciones y ejecuciones). Aquí la resistencia iraquí fue desvirtuada por los medios y caprichosamente (en favor de los invasores) bautizada como “terrorista”. Asimismo, lamentablemente también fuimos testigos del odioso relativismo en el valor humanidad de los árabes iraquíes que dicho sea de paso no es nada nuevo, si vemos las atrocidades que el estado de Israel (sustentado por EEUU) comete contra la población semita palestina.    

En 2010, tras una injerencia silenciosa en todo el norte de África de las agencias de inteligencia británica, francesa e italiana (OTAN) llevaron a cabo -bajo la dirección de Washington- la desestabilización política sobre Egipto y Libia, ensañándose particularmente con éste último donde la OTAN con la cobertura tendenciosa de los medios y plataformas de redes sociales occidentales -operando como medios de propaganda y agitación- y la cooperación de falsas agrupaciones “jihadistas” (conformadas por delincuentes y mercenarios) financiadas por las corruptas monarquías del golfo derrocaron a su gobierno y sumieron al país en la miseria y el caos que perdura hasta el presente.

Hasta el día de hoy, no se ha mostrado voluntad seria en llevar ante las instancias penales internacionales a todos los responsables de esta larga lista de crímenes de guerra y lesa humanidad. Incluso, tras la erradicación de ISIS en Iraq en 2017 y la puesta a disposición de la jurisdicción de “La Haya” de varios de sus miembros no encuentra ánimo en querer procesarlos ya que, hay temores (y muy fundados) a que revelen las incumbencias de las potencias intervinientes, especialmente de EEUU.

En 2014 tras agitar en Ucrania, Washington (por intermedio de la Subsecretaria Victoria Nuland) conspiro junto a sus socios para derribar al gobierno de Yarnucovich y tras ese evento sangriento (para nada democrático y espontaneo) comenzó la persecución y la resistencia de los ciudadanos rusoparlantes de ese país. Durante ocho años y de forma subrepticia Washington y los británicos habían estado cooperando con las agrupaciones neonazis como “Pravdi Sektor” mientras que los pobladores del Donbass pudieron resistir con la ayuda de los chechenos y de otros voluntarios extranjeros que se unieron a las milicias independentistas de Donetsk y Lugansk.

En lo que sucedía en Donbass con sus pobladores, poco o nada les importaba a los medios occidentales y mucho menos, cuando EEUU y sus aliados eran pillados in fraganti operando en Kiev. Es por eso que las actuales reacciones sobreactuadas de los medios occidentales no son creíbles y más que ayudar a los ucranianos (como órganos de propaganda), solo benefician la posición política de la OTAN.

Pero las fuentes reales en el terreno, es decir, aquellas que están detrás y muy lejos de las cámaras de los noticieros tendenciosos de occidente, informan una situación muy diferente a la teatralizada y es cuestión de tiempo para que los ucranianos y los espectadores extranjeros queden con la boca abierta cuando adviertan que hace días que la suerte de Ucrania estaba echada y será allí muy interesante ver que es lo que Washington y sus socios van hacer al respecto.

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