EL INTERMINABLE CICLO DEL FRACASO
¿Por qué las próximas elecciones hace previsible un cambio de ideología
en el próximo gobierno, aunque ello no representara un cambio de rumbo para el
país? El síndrome de Uróboro
Por
Charles H. Slim
Un cambio cíclico se está produciendo en Argentina y muestra de ello lo
vimos con el acto partidario de la vicepresidente Cristina Fernández realizado
aprovechando un día patrio como es el 25 de mayo. Ese acto fue sin dudas una
despedida, aunque algunos lo interpreten como un reimpulso de su carrera
política que bajo una mirada realista, ya está muerta.
Lo que
queda del Frente de Todos ya no contempla a CFK y mucho menos al insulso y
policromático presidente Alberto Fernández quien (si logra completar su
mandato) después de diciembre pasará al ostracismo sin esperanzas de volver.
El devenir
de la situación político-económica del país estará signado por los gobiernos
venideros y sus políticas, incluyendo por supuesto a éste último. Las
elecciones que en apenas unos meses se llevaran a cabo traerán sorpresas
telúricas que, aunque hoy imposibles de prever con precisión los resultados
exactos, si advierten un cambio ideológico pero que no pondrán en peligro el
sistema (partidocrático-negocial) ni desagradaran al llamado “círculo rojo”
compuesto por los empresarios más prominentes y los medios más influyentes.
Muchas
veces he dicho que “el pueblo” argentino no es una nación con diferentes
identidades sino más bien, es un ente compuesto por individualidades volátiles que
cambian de lealtad con mucha facilidad reflejándolo de forma colectiva en un
carácter ciclotímico y hasta en cierta medida, esquizofrénico. Teniendo en mira
ese diagnóstico puede predecirse con una curiosa precisión, cuál será la
tendencia ideológica del próximo gobierno.
Sacando las
especulaciones y las tendencias que fabrican las encuestadoras (que dicho sea
de paso nunca aciertan), se puede intuir que la orientación política del
próximo gobierno se ubicará a la “derecha” -aunque hoy estas categorías no
existan- del espectro político local entendiéndose esto, como un decidido y
hasta sugerente acercamiento a Washington y a sus aliados más recalcitrantes.
La palabra
clave en este nuevo período será “liberalismo” y dentro de ese término se
alinearán todos los adherentes de los partidos que los representan. Así los
partidos “Avanza libertad” de José Luís Espert y “La libertad avanza” liderada
por Javier Milei serán factores definitorios para desbancar al candidato del
oficialismo y es por ello que se unirán al vencedor de la oposición que conforman
el PRO, el radicalismo y ese peronismo residual que supieron saltarse antes del
barco. Como no puede ser de otro modo, también se encolumnarán los economistas
oportunistas que no querrán perder su oportunidad de colgarse del tren. Inexorablemente
también se adunarán por conveniencia los sectores y referentes del peronismo del
interior que a pesar de haber formado parte y hasta beneficiado de la “Era
Kirchnerista” buscarán su lugar al calor del poder.
Las tendencias
que se pueden advertir en las calles más allá de los resultados de encuestadoras
de dudosa imparcialidad y de las opiniones de un periodismo operador, apuntan a
un triunfo de “Juntos por el Cambio” indistintamente de quien sea el candidato más
votado en las elecciones primarias abiertas, simultaneas y obligatorias (PASO).
En cuanto a esto último, las tensiones y rencillas que existen dentro de este
espacio están vislumbrando un firme posicionamiento de Patricia Bullrich quien
representa a los duros de esta corriente precedida por un pasado montonero y su
reciclamiento militarista de tendencia neoconservadora y sionista.
Precisamente
podría ser Bullrich la próxima candidata de la derecha anglófila local y
consecuentemente ganadora en las elecciones presidenciales ante una diluida
propuesta del “peronismo K” que no tendría más candidatos a elegir en las PASO entre
un ignoto Wado De pedro, un arribista político profesional como Sergio Massa y
un ninguneado embajador Daniel Scioli. Si esto sucede, estaremos ante un
escenario político similar al de Mauricio Macri en 2015 aunque claramente
potenciado por una presidencia abiertamente pro-estadounidense con todo lo que
ello implique.
Dentro de
estas implicancias y viendo que Washington tiene las influencias necesarias para
que el FMI le proporcione los dólares que la Argentina necesita y en el marco
de una guerra que esta tomando dimensiones globales habría que ver que es lo
que el nuevo gobierno estaría dispuesto a hacer por el “Tío Sam” lo que éste le
pida en especial, para cooperar con sus esfuerzos para seguir con la guerra
contra Rusia. Sobre esto último el gobierno no debe perder de vista la
experiencia de enviar una fuerza naval al Golfo Pérsico en 1990 que bajo
promesas (incumplidos) de una supuesta membrecía de “aliado-extra OTAN” se vio
involucrado en una terrible guerra.
Pero esto
obliga a que los argentinos se pregunten ¿Esto servirá para resolver las causas
que han llevado al país a donde hoy se halla? E incluso ¿Estarán de acuerdo
todos estos exponentes en la identificación de dichas causas? Para ser
realistas, no se puede esperar ningún cambio superlativo a corto plazo aun
cuando el nuevo gobierno tendrá las bendiciones de los polos anglosajones y por
supuesto, de Israel.
A esto hay
que considerar el complejo marco geopolítico actual que está insumiendo de EEUU
y sus aliados europeos grandes cantidades de recursos materiales y financieros
tratando de debilitar a Rusia y a China. Sumado a que si la guerra no se
detiene o incluso escalara a otras zonas, las chances de que el gobierno
argentino reciba la atención sustancial para reflotar su economía se reducen
sensiblemente.
Habrá que
ver si más allá de la obsecuencia y de las simpatías ideológicas que exudan los
potenciales triunfadores, el nuevo gobierno reactiva su comercio exterior algo
de para lo cual, además de necesitar reconstruir su logística (algo que podría
llevar años) deberá plantarse firme ante los condicionamientos que Washington
le pondrá para señalar a quién si y a quienes no la Argentina podrá vender sus
productos.
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